El kirchnerismo fue sumando simpatizantes desde que asumió Kirchner
hasta algún momento del año pasado.
La muerte de Kirchner demostró hasta dónde había calado su convocatoria, lo que actuó a su vez como
explosivo reimpulso de atracción.
Hoy las adhesiones empiezan a sufrir una decadencia.
Aparecen quienes se sumaron porque siguen la corriente.
Se bajan quienes tuvieron un entusiasmo juvenil, flor de un
día.
Abandonan el barco los pragmáticos que sólo se subieron por
conveniencia coyuntural.
Desde un lugar descentrado de las aguas peronistas surgió el
kirchnerismo y ganó un terreno enorme como fuerza circunstancial.
Podría ser que el escenario en que surgió llegue a su fin.
En tal caso, el kirchnerismo se ve ante una prueba histórica que determinará si
habrá plantado o no un esquema de poder capaz de obtener el gobierno y gobernar
que trascienda a Néstor y Cristina.
De existir, esa estructura, que hoy aparece como La Cámpora,
debería estar compuesta por militantes, empresarios, intelectuales y políticos
que no se bajen hoy del barco.
Es un buen momento para distinguir quiénes son los que no
traicionan y se quedarán.
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