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domingo, 29 de junio de 2014

Una Biblia con letras grandes




Nos pidieron libros de terror, de García Márquez, policiales, thrillers, de filosofía, el Martín Fierro, de suspenso, de autoayuda.
Son lectores comunes las personas que tienen que dormir en el Parador Nocturno Retiro porque están atravesando la situación vergonzosa de no tener un hogar.
Uno habló de El nombre de la rosa cuando encontró que ofrecíamos un libro de Eco, otro dijo “tenemos libros de política” mirando una colección de cuentos de Rodolfo Walsh, otro se puso a charlar de Salman Rushdie, otro de El Diario de Ana Frank, un hombre grande se emocionó y apretó contra su pecho una biografía de Ortega Peña.
Algunos pedidos fueron bastante especiales: que paguemos por leer, libros de Alexander Pushkin, libros en braille, un diccionario inglés-español, y este: “una Biblia con letras grandes”.
Cuando comentamos con los coordinadores del Parador Nocturno cómo había sido la jornada, observaron: “sí, ya sabemos quién es, siempre anda pidiendo una Biblia”.
Compartí con los amigos el relato de ese día. Incluyendo el asunto de la Biblia pedida.
Ayer fui a la clase de Ángeles Ascasubi sobre Literatura china y Ángeles me esperaba con un libro en una bolsa: una enorme Biblia, que era de su papá. La abrí y tenía una tarjeta transparente; era una lupa: “no tenía de letras grandes, creo que no debe existir una Biblia con letras grandes, así que va con una lupa”.

Ay, Ángeles. Espero poder referirte qué dirá el lector —para algunos, disparatado— que pide, en el momento en que fundamos una biblioteca, una Biblia.


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