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lunes, 8 de diciembre de 2014

Shibam



La mejor demostración de que Antonio ha vivido como Dios manda es que a los 96 está apenado porque “un día me voy a morir y no voy a poder disfrutar de nuevo los tangos de Piazzola, el pastel de papa, las tetas y todo lo que me falta conocer. Nunca fui a Shibam”.



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