La mejor demostración de que Antonio ha vivido como Dios
manda es que a los 96 está apenado porque “un día me voy a morir y no voy a
poder disfrutar de nuevo los tangos de Piazzola, el pastel de papa, las tetas y
todo lo que me falta conocer. Nunca fui a Shibam”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario