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martes, 12 de abril de 2016

Volando


Para alguien yo era una parte muy grande de su cielo.
Ahora que murió, atravieso esa parte.

Se hace de noche o de día en cualquier momento.
Hay vientos en todas las direcciones.
A veces es el cielo de un planeta, a veces de otro. A veces no es el cielo de ningún planeta, sólo es el cielo.
En muchos tramos de muchas horas, todo pierde sentido. Da lo mismo existir que no existir. Da lo mismo estar vivo que estar muerto. Uno se echa en la cama y no se levanta.
A veces no sabés quién sos.





domingo, 10 de abril de 2016

Maradona siempre está


El gato en la oscuridad.
Las gotas de la lluvia que patinan por el vidrio de la ventana desde el principio de los tiempos y seguirán eternamente.
La pieza de la pensión.
El saco taciturno en el respaldo de la silla.
La panza.
El mareo.
En el fondo, donde ni siquiera se duerme, se miran en Youtube los goles de Maradona.






Asadito en lo de Román


Anoche fuimos a comer un asado a la casa de Román. Román es un fanático del asado. En la libreta de direcciones del celular tiene marcado con una estrella el nombre Alberto: su carnicero.
Ahora alquiló un departamento con terraza, y lo primero que puso fue una parrilla. Y lo primero que hizo después de poner la parrilla, fue invitarnos a un asado.
Tenía el humor radiante, como si se hubiera ganado un premio grande en la lotería. Con su novia habían preparado una picada para un batallón, ella había hecho cuatro ensaladas distintas y una torta, y a cada uno que llegaba él lo llevaba hasta la parrilla para que viera la carne que había comprado, que era aproximadamente toda la carne de una vaca.
Estábamos los de siempre, una banda que hemos sido amigos por más de 15, 20 años. Atravesamos juntos etapas de la vida de cada uno; cuando Marianito se casó, cuando Gisella puso su consultorio, cuando la Negra y Daniel compraron el auto, cuando Ceci y Juan se fueron a vivir juntos, cuando Juana tuvo a Facundo, cuando Richard se enfermó.
Junto a la parrilla hablamos con Román y David sobre el partido de Boca que había terminado un rato antes, pero en la mesa, que estaba a un par de metros, la sección “deportes” rápidamente derivó hacia “política”. La indignación acalorada ganó instantáneamente un consenso que se nutría a sí mismo vorazmente. Todos nos dábamos manija a los gritos. Era un diálogo en el que todos teníamos la misma razón. Nos dábamos la razón unos a otros, agregándole argumentos a lo que decían los demás.
Así estuvimos un buen tres cuartos de hora, hasta que en un momento Juana la preguntó a David “¿vos qué decís, que estás tan callado?” Efectivamente, no había abierto la boca. Hizo una pausa, larguísima en el contexto de la aceleración que venía teniendo el griterío; tan larga que no pudo empezar a hablar, porque una impaciente empezó a gritar de nuevo. Pero Juana la interrumpió:
— Pará, pará, me interesa lo que él piensa. Vos no creés que esto se va al carajo, ¿no?
— No sé…
— ¡Pero cómo no se va a ir al carajo, boludo! ¡Mirá lo que pasó con De la Rúa!... —dijo la que no lo dejaba hablar.
— Me parece que están muy sólidos.
— ¡Pero vos estás en pedo! —le gritó la misma de antes, y Daniel la apoyó:
— ¿Adónde los ves sólidos, si son unos mamarrachos?
— Ganaron las elecciones hace cuatro meses.
— Pero ¿te pensás que la gente es pelotuda? Cuando no les alcance la plata ¿te pensás que no van a prender fuego todo?
— Puede ser que la repriman.
— Sí, ¿y?
— Puede ser que algunas personas no vayan a prender fuego todo, como en Brasil, en Centroamérica… Mucha gente dice “hay buenos tiempos y malos tiempos. Estos son malos tiempos, ya pasarán” y así se conforman.
— No el pueblo argentino. El pueblo argentino nunca se conformó.
— Me parece que en la dictadura el pueblo estaba conforme.
— ¡¿Pero vos sos idiota?!
— ¡Pará! ¿Qué te pasa? Estamos hablando, ¿porque no echo leña al fuego soy un idiota? ¡Pensá un poco, boludo!
— ¿Vos decís que estos van a terminar el mandato?
— Digo que puede ser. Y que se queden otros cuatro años.
— ¿En base a qué decís eso?
— Me parece que los años que pasaron fueron una excepción. Me parece que esto es la normalidad para la Argentina. Y me parece también que la política que se está instalando no es algo privativo de la Argentina, creo que es parte de una movida mundial muy agresiva, con un estilo muy probado, muy aceitado.
— ¡Estos no  llegan al año!
— No nos sirvió mucho el optimismo en las elecciones…
— La gente no se la come, David. Ayer fui a un kiosco, un flaco tenía tres cosas arriba del mostrador, ¡tres!, dijo ¿cuántos es?: 75 pesos. ¡Se-tenta-y-cinco mangos!, ¿te das cuenta?
Todos retomaron la indignación, y David retomó el silencio. Como no estaban en la frecuencia “charla personal”, no le contó a nadie que estaba pensando en irse del país. Quizás dejaría a su hija cursando en la Universidad de Buenos Aires, o le propondría que se fuera con él. Recordaba las veces que su papá le había dicho: “en Argentina no se puede, David. Trabajás, trabajás, te empieza a ir bien, y en algún momento vienen y te tiran todo abajo. Siempre es lo mismo”. El papá se había ido, él porfió en quedarse, “malo o bueno es mi país”. Ahora su papá le hablaba dentro de su cabeza: “te costó una vida aceptar lo que yo te decía. Ya está, ya aprendiste. Sostuviste el cadáver todo lo que pudiste, ahora tenés que enterrarlo. Tenés que enterrarlo y seguir tu vida. Y acá no podés construir nada, hijo. Es hora de que te vayas”.
Desde el otro lado de la mesa, Juana lo miró a los ojos. Él tenía un nudo en la garganta.









La vida en suspensión


Mientras escribía me quedé dormido sin darme cuenta, y cuando me desperté tenía la consciencia de que ya me había muerto y de que había empezado a vivir una vida en suspensión.
Me sentí a la vez infinitamente solo, porque en el estado en que estaba no había nadie más y no podía estar con los vivos, y a la vez acompañado, porque seguía acá, en el mundo de los vivos, en medio de los vivos que vivían su vida.
Tal vez estaba ensayando en sueños una respuesta a la pregunta de qué está sintiendo alguien que murió hace tres meses.
Quizás este es uno de los lugares por los que se pasa cuando se ha decidido atravesar el territorio del duelo.




jueves, 7 de abril de 2016

Mi hija y los gatos


Desde que mi hija era bebé, cada vez que me asomé a su interior vi una ramificación infinita de cavernas, que me maravilló.
También me asustó, porque si algo malo se metía en el fondo de cualquiera de ellas, yo no podría ayudarla.
Pero por otro lado, a veces veo resplandores en el interior de ese laberinto, y cuando consigo que me cuente qué brilla, me muestra piedras preciosas de otro mundo.
Todas están hechas de palabras. Son todas piedras preciosas literarias, a las que ella les resta importancia porque le resultan cosas sencillas, de las que están ahí naturalmente, como las hormigas en un jardín.
Nunca ha estado muy interesada en los humanos. Con las criaturas con quienes ha interactuado realmente, con quienes se ha criado, son los gatos.
Los gatos son sus hermanos, su sociedad.
Hace un rato me escribió: “A pesar que desde que tengo memoria vivo con gatos, siempre me sorprenden.”




martes, 5 de abril de 2016

Anita y las mariposas


Mi papá le dijo una vez a mi hermana Anita que su nombre en cantonés significa mariposa de otoño. Un nombre como un poema asombroso y sobrecogedor, ¿no es cierto? Mi hermana ha amado a su padre en las mariposas. Y éstas le han hecho el regalo de ir a nacer en su jardín. Casi milagrosamente creció un ejemplar de la precisa planta a la que van a reproducirse las mariposas monarca. Cuando termina el invierno la planta, que es una planta vulgar y pasaría desapercibida en un baldío cualquiera, entre los yuyos, los neumáticos que crían mosquitos en el agua de su interior, las bolsas de nylon sucias y medio enterradas, algunos escombros muertos, algunas botellas muertas, algunas maderas podridas; esa planta aparece adornada de crisálidas pardas, feas, pero que guardan las mariposas que más tarde nacerán anaranjadas con una perfección sobrenatural. Mi hermana Anita roba las crisálidas y las lleva dentro de su casa, y para su absorto deleite y complacencia hipnótica las mariposas nacen allí dentro. Revolotean por la cocina hasta que ella, su Reina, les abre la ventana. Las mariposas se marchan por el aire puro rumbo al cielo, hacia un lugar remoto, inalcanzable, al que ella jamás podrá ir. Mi hermana las despide, llevando en su alma el mágico nombre que le ha puesto mi padre.


De adulta se ha enterado que quizás ha habido una confusión con el nombre, quizás no es mariposa de otoño sino de primavera, o quizás ni siquiera es mariposa. Pero ya no importa, porque la verdad del nombre de mi hermana, la verdad de ella, no está en un origen correcto, sino en lo que ella ha hecho. El amor de mi hermana hacia su papá no está en la infalibilidad de la traducción, sino en las mariposas que supo criar para él. 





lunes, 4 de abril de 2016

Donde buscarás el origen





Previsible fracaso la última de La Guerra de las Galaxias, del que rescato esta idea:
"no busques tu origen en el pasado, sino en lo que construirás; en el futuro".


La frase no es fiel (la mejoré), pero si la historia hubiera gravitado en torno a esa idea hubiera sido buena y de ciencia ficción.