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domingo, 28 de mayo de 2017

Un traje menos


Casi nunca veo a mi primo Alberto, pero los otros días vino porque me regalaron unos trajes y le dije que se probara si alguno le quedaba bien. Su hermana Estelita aprovechó y vino también.
Un traje le quedó bastante bien, aunque el saco le apretaba si se lo abotonaba. Nos reímos con Estelita de que estuviera gordo. Siempre fue flaquito, pero con los años le vino una panza. Lo mismo se llevó el traje.
Estelita trajo una montaña de medialunas, tomamos mate y charlamos de nuestra familia. Muy poco de lo que queda, porque queda poco, y mucho recordando el pasado y los muertos.
Pasamos una linda tarde, los tres primos. La misma sangre, el mismo apellido.
Luego se fueron, cada uno a su casa. Estelita tenía que hacer la cena, Alberto vive lejos y al otro día se levantaba temprano para trabajar.
Los acompañé hasta la esquina, luego volví a mi departamento. Quedaban medialunas, sobre la mesa estaba el termo y el mate. Me cebé uno más. Estaba ya muy tibio; mientras pensaba que no debí tomarlo, miré los trajes. No se notaba que Alberto se había llevado uno.
Uno no sabe cuán solo está hasta que se va la gente. Luego lo olvida apenas se pone a hacer algo. Siempre hay mucho que hacer. No alcanza la vida.











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