Hace unos días compartíamos con unos amigos el lamento de no
poder dormir bien, a pata suelta.
Qué bendición es dormir bien.
Algo reparador, algo renovador, un placer de dioses
satisfechos, que han entregado todo en la batalla, haciendo en sus actos lo que
piensan en sus mentes y sienten en su corazón.
Creo que dormir el sueño de los justos cuando hay un niño
sirio ahogándose en el mar o comiendo mal porque su madre fue despedida del
trabajo en Argentina y todo está demasiado caro, nos hace indignos.
Si el que duerme tranquilo es alguien que aspira a una
posición en el esquema de gobierno, mucho más si ya lo ejerce, es un cínico.
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