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viernes, 26 de enero de 2018

Una tarde en un bar

Juan Manuel no sabía cuánto necesitaba contarle algunas cosas a Laura. Algo dentro de él estaba tenso como una rama doblada a punto de quebrarse. Pero cuando se vieron Laura se puso a hablarle de sus asuntos; que se quería ir de vacaciones, que su ex se atrasaba sistemáticamente con la cuota del colegio para su hija, que los trámites con la AFIP la volvían loca...
En un momento le preguntó a Juan Manuel cómo estaba. Él dijo “bien”, y ella volvió inmediatamente a lo del ex.
Cada tanto interrumpía para mirar el celular y responder mensajes. Le contó que en el trabajo la jefa la tenía podrida. Este fue un tema muy largo.
Juan Manuel se preguntaba para qué se habían encontrado en ese café, tan lindo. Estaba un poco arrepentido de haber ido. Quería mucho a Laura, eran amigos desde hacía tantos años, pero ¿qué sentido tenía escucharla hablar durante horas de temas que no tenían solución?
Ella seguía hablando, sin mirarlo a los ojos, con la mirada acá o allá, que sólo se fijaba en la pantalla del celular.
Entonces él la interrumpió: “Estás acá, Laura”.
Laura hizo un silencio.
Él se quedo quieto, buscándole los ojos.
“No entiendo, dijo Laura, mirándolo a los ojos, a su vez, por primera vez. ¿Qué querés decir?”
“Qué estás acá, conmigo. Me llamaste para que nos viéramos y hablemos”.
Laura pareció al borde de la reflexión. Juan Manuel le repitió:
“Estás acá”.

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