Juan Manuel no
sabía cuánto necesitaba contarle algunas cosas a Laura. Algo dentro de él
estaba tenso como una rama doblada a punto de quebrarse. Pero cuando se vieron Laura
se puso a hablarle de sus asuntos; que se quería ir de vacaciones, que su ex se
atrasaba sistemáticamente con la cuota del colegio para su hija, que los
trámites con la AFIP la volvían loca...
En un momento le preguntó
a Juan Manuel cómo estaba. Él dijo “bien”, y ella volvió inmediatamente a lo
del ex.
Cada tanto
interrumpía para mirar el celular y responder mensajes. Le contó que en el trabajo
la jefa la tenía podrida. Este fue un tema muy largo.
Juan Manuel se
preguntaba para qué se habían encontrado en ese café, tan lindo. Estaba un poco
arrepentido de haber ido. Quería mucho a Laura, eran amigos desde hacía tantos
años, pero ¿qué sentido tenía escucharla hablar durante horas de temas que no
tenían solución?
Ella seguía
hablando, sin mirarlo a los ojos, con la mirada acá o allá, que sólo se fijaba
en la pantalla del celular.
Entonces él la interrumpió:
“Estás acá, Laura”.
Laura hizo un
silencio.
Él se quedo quieto,
buscándole los ojos.
“No entiendo, dijo
Laura, mirándolo a los ojos, a su vez, por primera vez. ¿Qué querés decir?”
“Qué estás acá,
conmigo. Me llamaste para que nos viéramos y hablemos”.
Laura pareció al
borde de la reflexión. Juan Manuel le repitió:
“Estás acá”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario