Hay escritores que escriben para competir con los escritores
renombrados de su ambiente.
Hay escritores que escriben para la gente que lee.
Hay escritores que escriben sin tener en cuenta a quienes
leerán lo que escriben.
Hay escritores que escriben para contarle las cosas a sus
amigos, sus amores, sus hijos, para un checo del que se hizo amigo en un hostel
de Montevideo, para una chica un tanto abstraída a quien siempre le tiene que
explicar qué quiere decir, para un fotógrafo del que se hizo amigo porque vio
sólo una foto suya en una muestra y lo buscó para decirle personalmente qué le
había pasado con la foto, para las “chicas”, las amigas de su esposa que lo
hallan “divino” y lo invitan cada tanto a sus tés, para su madre, para sus
hijos, que ya no leen lo que escribe pero cuando eran chicos los crió con las
historias que escribía para ellos.
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