Entro solo en la
noche.
La vida y la muerte son una.
No muere quien no vive.
Quien vive tiene la semilla de la muerte.
Quien mucho vive, mucho muere.
Quien está lleno de vida, también está lleno de muerte.
Antes de acostarme ella posa su mano, leve y suave, sobre mi
hombro. Le agradezco dentro de mí. Apago la computadora, me levanto, nos
abrazamos, nos besamos.
No. Ella no está acá.
El día que nos conocimos le pregunté cómo murieron sus padres.
Me lo dijo y lo olvidé inmediatamente. Me olvidé del tema, olvidé haberle
preguntado.
Entro solo en la noche. Dormiré, pero no dormiré.
Alguien me ha encerrado en aquella habitación.
En aquella habitación veo al hombre que baja solo las
escaleras mientras todo el mundo habla fuerte en la fiesta, algunos ríen, todos
están de buen humor. Él baja con dificultad.
En aquella habitación la mujer está de espaldas. Me volveré
loco si se da vuelta y me mira.
Duermo y despierto en aquella habitación. Otra mujer ha tratado
de arrancarse los tubos que entran por su boca. Se ahoga, su cabellera está
revuelta.
Ahora ya está quieta.
Fue hace cuatro años.
En aquella habitación llega un bote por el río. Mi padre, en
la orilla, se inclina y vomita. Alguien llora muy fuerte.
En aquella habitación las costillas se levantan como los
dedos de las dos manos sorprendidas.
Ya bajarán y se tocarán de nuevo.
Todo volverá a ser como antes.
La cama estará vacía.
Habrá silencio.
No habrá habido un bote, un río, algo raro.
Será el día y todo habrá pasado.
Me levantaré y me pondré a trabajar.
Sólo quien vive es tocado por la muerte.
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