Hoy es el aniversario de la muerte de mi madre.
Hay personas que están más vivas que otras, y he conocido pocas
personas más vivas que ella.
Pensaré en mi madre durante el día, en lo posible tratando de no perder
de vista sus defectos y las cagadas que se mandó, porque sería un homenajismo
que la mataría un poco más.
Tan viva como estaba, no murió del todo. Primero muere el cuerpo, y
luego lentamente, en muchos años, va disipándose el resto de uno.
Pueden ser muchísimos años. Hace unos días estuve viendo a los
niños de Llullaico. Son tres chicos que fueron sacrificados hace 600 años en la
cima de un volcán, donde la temperatura nunca sube de menos cero, y los chicos
permanecieron como en un freezer. Ahora están en un museo de Salta, en las
mismas condiciones, obvio, donde los exhiben, y es asombroso que parecen
dormidos, con los pelos aún brillosos, los deditos y las pieles tersas como si
aún la sangre corriera por sus venas.
Luego, hace 40 años descubrieron los huesos de una ancestra de los
humanos, a la que llamaron Lucy. Vivió hace seis millones de años. Ahora hay
réplicas de ella en muchos museos, y por un tiempo se seguirá mencionándola.
Seis millones de años viva.
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