Mi madre y varias de sus hermanas fueron enfermeras y trabajaron en
hospitales. Lo hicieron con vocación intensa.
Recuerdo las cenas a las que llegaba mi madre de regreso de una operación
en el hospital público donde era enfermera instrumentadora. En esa época
vivíamos juntas varias familias, de modo que mi madre encontraba una audiencia
nutrida, de cuñados, hermanas, hijos y sobrinos, empleadas y algún vecino o
amigo, a la que se ponía a relatarle todo cuanto habían hecho los cirujanos, lo
que había ido sucediendo con el cuerpo, cómo se comportaba el resto del equipo
del quirófano, de qué habían hablado, y más aún, contaba quién era la persona
operada, nos daba detalles de su vida y de cómo había llegado al quirófano. Se
esmeraba especialmente en la narración de los casos de los hombres acuchillados
en una pelea porque sabía que nos apasionaban.
Ella y sus hermanas que estudiaron enfermería lo habían hecho en la Cruz Roja,
en los años de la posguerra, de modo que el principio ético fundamental era el
sacerdocio, y el profesional, el sanitarismo.
El líquido
infaltable, el preferido, el más usado en mi casa no era el agua, sino la
lavandina.
Cada día se
cambiaban todas las sábanas y las toallas. Cada día todos los habitantes de
aquella casa debíamos bañarnos y cambiarnos toda la ropa.
La higiene era la
base de la salud.
Era un principio
inapelable.
Hoy, cuando doblo
en edad a aquella madre narradora de operaciones quirúrgicas, he perdido en el
camino la mayor parte de sus mandatos, pero conservo los de la higiene. Jamás
los cuestioné.
De modo que ante la
aparición de una epidemia, no conozco a nadie más preparado para entrar en
sintonía con la reacción que yo.
Dicho esto,
quisiera plantear algunos temas que considero parte de la prevención ante lo
que nos está sucediendo.
UNO
La epidemia tiene
diferentes escenarios.
Son varios, según
el modo de abordarla, pero los sintetizo en dos causas:
1.
El aspecto
biológico, en el que están el virus (con las características de su poder de
contagio y su letalidad), la infección de los cuerpos y los efectos de la
infección.
2.
Lo que las
sociedades hacen con la realidad biológica. Voy a llamar a esta causa Manija.
El antropólogo
Claude Lévi-Strauss propuso la idea genial y polémica de que aquello que diferencia
al hombre del resto de los animales es el tabú del incesto. Explica que la
Naturaleza manda reproducirse y allí el Hombre pone una regla. Ese sería el
primer pilar de la Cultura, o sea, la Cultura es aquello que crea el Hombre en
torno de la Naturaleza, sobre la Naturaleza, con la Naturaleza.
En el caso de esta
pandemia del coronavirus variedad COVID-19, no deberíamos perder de vista que
por un lado están los virus y sus acciones biológicas, y por otro, lo que hacen
las sociedades con ello.
Por ejemplo, una
amiga que trabaja como psicóloga en un hospital atendiendo a las mujeres
envueltas en situaciones muy complicadas por la maternidad, fue retirada de ese
servicio, al igual que muchos otros profesionales, para ser reasignada a la
contención en la guardia a la masa de personas que llegan con la sospecha o la
certeza de que tienen los síntomas de la enfermedad creada por el COVID-19.
Me cuenta que no
pueden más, que tardan 40 minutos para convencer a la gente que no es necesario
hacerse el test porque no reúne las condiciones —siendo que hay sólo un
laboratorio en Argentina que hace el test.
“Estamos
sobrepasados”, me dice.
Esa situación tiene
un remoto y estadísticamente no significativo origen en el virus y como
inmediata y enorme causa tiene a la alarma social, que crece segundo a segundo
como una bola de nieve rodando ladera abajo.
DOS
Quien diga que el
virus es “estadísticamente no significativo” o quien repita aquella frase pilar
de la epidemiología “los microbios son unas pobres causas”, es acusado de
irresponsable por intentar minimizar una amenaza.
Para enfrentar esa
amenaza hay que tener los ojos bien abiertos, todos los sentidos encendidos, el
sistema de alarma entero hipersensibilizado.
Cuando mejor se vea
la amenaza, mejor preparados estaremos para resistirla.
Es una posición
razonable.
Tan razonable como
la que le reprocha “alarmismo” por darle al problema una dimensión mucho mayor
de la que tiene, y así distraer recursos de problemas más importantes y crear
una angustia con consecuencias, echada la bola de nieve a rodar, imprevisibles,
que van de la sobrecarga de los hospitales al crack económico en el planeta.
En definitiva,
consecuencias infinitamente peores que las que es capaz de crear el COVID-19.
TRES
Se ha señalado que
es clave, tanto en el contagio del virus como en la Manija, el estrechamiento
del mundo.
El transporte
contribuye a ello, pero más aún contribuyen las comunicaciones.
La diferencia entre
la comunicación material, cuerpo a cuerpo, y el resto de la comunicación es la
virtualidad de éstas.
Esa virtualidad está
permanentemente amenazada por los virus.
El COVID-19, que
por su realidad está cerca de lo virtual, ha desatado la pandemia en un mundo
hegemonizado por lo virtual.
Lo que se expande a
un ritmo frenético es la información, verdadera o falsa, la alarma y el pánico.
Esa expansión
explosiva puede explicarse por:
1.
La
inmediatez de los mensajes
2. La espiral alimentada por las corporaciones
mediáticas que ganan con la atención del público y la sed de sensacionalismo
por parte del público
3. La generalización de la emisión, con aparatos
que antes sólo eran receptores y ahora convierten a cualquier persona que los
maneje en fuentes de contenido. Si antes había algunos emisores, ahora
prácticamente todos somos emisores, con lo cual la cantidad de información es
perfectamente abrumadora.
CUATRO
El medio virtual en que se propaga la pandemia es una de
las explicaciones de la Manija.
O sea, una explicación de por qué un problema sanitario
no significativo se convirtió en la pandemia que crece minuto a minuto en este
momento.
Otra explicación postula que el brote es una excusa
inmejorable para el avance los Estados sobre las sociedades.
El desastre de los casos de Snowden y de Cambridge
Analytica fue que los Estados involucrados no tuvieron excusas. En cambio, la
escalada de intromisión, incluso militar, sobre la sociedad civil en los casos
de los atentados en Nueva York, Madrid, París y Londres, fue perfectamente
justificada por los atentados terroristas.
Una pandemia es mucha mejor razón que un acto terrorista.
La gente no sólo acepta la intervención del Estado sino
que la reclama.
CINCO
Especialmente el caso de Cambridge Analytica, en el que
se comprobaron aspectos del contubernio entre Estados y empresas de
comunicación virtual para incidir en resultados de las elecciones
presidenciales en Estados Unidos y Argentina y en el plebiscito por el Brexit,
se hizo evidente la proporción entre la sumersión en la realidad que crea la
nube virtual y la manipulación.
O sea, cuanto más creen las personas en el mundo creado
por los medios de comunicación y las redes sociales, más fáciles son de
manipular.
Exactamente ese mundo es, en este momento, la Manija.
SEIS
En los países europeos que hoy son el foco de la pandemia
se está revisando la función del Estado como responsable de la salud pública.
Emmanuel Macron desanduvo sus pasos para decir que “lo
que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de
ingresos, de profesión, nuestro estado del bienestar no son costes o cargas,
sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables, y que este tipo de bienes
y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”.
El antropólogo Axel Lazzari pone el foco en esta doble
aparición del Estado, como aparato opresor y como garante de las condiciones de
la vida de las sociedades. En una tradición gramsciana, el Estado sería el
escenario de la disputa por el poder de los diferentes sectores de una
sociedad.
En el caso de la Italia afectada por la pandemia, se ha
señalado el deterioro de su sistema de salud pública en favor de los poderes
que mantienen a todo Occidente bajo la dictadura del neoliberalismo.
En ese tablero, resultan interesantes las posibilidades
que podría brindar un sistema de salud que tiene entre sus pilares a los
sindicatos. La CGT, el grueso de los sindicalistas (sic), han estado dormidos
desde hace muchos años, sospechados de corrupción por toda la sociedad, y sin
embargo ahora serían los sostenes de las banderas por las que murieron
asesinados los anarquistas italianos y españoles de hace un siglo, entre ellas
la de la salud garantizada por las organizaciones laborales.
Desde Perón, esas organizaciones tomaron todas formas
peronistas, de modo que no es ajena al hecho de que tengamos un gobierno
peronista la oferta de la CGT de poner a disposición los hoteles con los que
cuentan en todo el territorio argentino para alojar a personas que deban
cumplir con la cuarentena de 14 días.
“No nos inspiramos en ninguna experiencia parecida en
otras partes del mundo. Fue una idea nuestra y creemos que se puede convertir
en un aporte de la CGT y del sistema de obras sociales sindicales, que brinda
asistencia médica a unos 15 millones de personas en todo el país”, dijo el
secretario de Acción social de la central obrera, José Luis Lingeri.
Como cualquiera, el pueblo argentino se ha mostrado capaz
de protagonizar hazañas de la solidaridad. No estaría demás que el Gobierno
peronista utilice al Estado para promover y sostener acciones de organizaciones
no gubernamentales y redes sociales auto organizadas en favor de detener la
pandemia en Argentina.
Quizás el gobierno argentino, con la dupla Fernández
liderándolo, se fortalezca basado en sus antecedentes.
Ante el pánico por la Manija, podría manejar mejor la oposición
a un ajuste del esquema de distribución social de las riquezas que viene
haciéndose más y más injusto desde la dictadura del 76.
SIETE
Perón era un militar que se convirtió en una fuerza
civil. Son dos polos de poder en nuestros países de América Latina, por un
lado, los militares, por otro las organizaciones civiles.
En algunos momentos de la historia, dependiendo el país,
los dos polos se han presentado bien opuestos, en ocasiones antagónicos, bien
como extremos de una graduación de entidades intermedias, como las milicias o
los sindicatos.
Al arranque de la crisis (no de los prolegómenos, sino
cuando el petardo les explotó en las manos) el gobierno de Sánchez en España
autorizó a que los militares intervengan los laboratorios.
No es lo mismo la intervención del Estado en China, otra
en Argentina en el 76, Cuba en el Período Especial, Suecia en los 70, y otra en
el actual gobierno peronista de Alberto Fernández.
Las fuerzas de seguridad son las encargadas de que quien
debe cumplir una cuarentena, la cumpla.
¿Qué estaría mal, por ejemplo, en reactivar el proyecto
de que la Marina fabrique medicamentos?
La redefinición de la capacidad coercitiva del Estado se
juega en este momento. Ojalá hayamos digerido a Foucault y ojalá la
redefinición se oriente al bien de los oprimidos.
OCHO
El resurgimiento del protagonismo de los Estados se da
con la particularidad de que es inversamente proporcional a la fuerza de los
organismos internacionales, tantos los globales como otros.
Dice Mario Wainfeld en Página 12
que “la Organización Mundial de la Salud (OMS) es, casi, el único organismo
internacional aceptado como referencia y autoridad. El desprestigiado sistema
político supranacional confirma su fama previa. Sus referentes callan, nadie
los requiere… no existen.”
En el mismo sentido observa que,” a contrapelo de la
tendencia epocal” se cierran fronteras y que los Estados nacionales y sus
gobernantes recobran protagonismo, siendo “una de las peores camadas de los
últimos dos siglos: mayormente derechosos, primitivos, tacticistas,
manipuladores, violentos. Muchos de legitimidad volátil en los años recientes.
Pero son lo que hay. Resuelven contrarreloj quién sabe si anticipando un
agravamiento exponencial o sobreactuando para complacer al pánico ciudadano.”
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