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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Un domingo en la iglesia


Domingo por la mañana en la St. Katharinekirche de Frankfurt am Main. Vine porque vi el anuncio de un concierto de Bach. 

Llego media hora antes, la iglesia está abierta, en los bancos hay algunas personas y en el escenario donde está montado el altar ensayan 14 músicos con un director.

Todas las personas tienen fisonomías alemanas clásicas. Germanos, sajones, teutones, bárbaros: el nombre que exprese la mayor pureza. “Raza superior”, dijo de ellos hace unos días un líder político argentino. Es un sentimiento muy representativo, que atraviesa todas las personas de la sociedad argentina, las que lo afirman con gusto y las que reniegan de tenerlo.  

Creo inevitable que a los alemanes también se les imponga el asunto de la pureza racial, que también es causa nacional. 

Muchos alemanes sufren que otros alemanes lo encarnan con voluntad — una mujer que está en un banco, larguísimo como los bancos de las iglesias, se va cuando me siento en la otra punta—  pero un asunto anterior a ellos.

Cuestión que a primera vista prejuiciosa, toda la gente parece muy Tomorrow Belongs to Me y también todos muy iguales a la madre de mis hijos. Ella sólo tenía una abuela suiza, el resto es español y vasco, y sin embargo su pertenencia a esta gente es rotunda, tanto en la fisonomía  como en la inflexibilidad del temperamento.





Levanto la cabeza luego de escribir las líneas anteriores y quedo muy impresionado: todos los bancos se han llenado y a mí me han dejado perfectamente solo. La señora se fue y nadie vino.

Solo, en el medio de un larguísimo banco.

La actitud de los feligreses de la St. Katharinekirche me resulta muy despreciable.

Tomorrow Belongs to Me.

No, La madre de mis hijos no es esto, y no es esto ninguno de mis hijos —pero ninguno de los tres parecería en absoluto un extraño en esta iglesia. 


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