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viernes, 13 de enero de 2023

Con Favio



Estoy en la muestra sobre la vida de Leonardo Favio, en el Centro Cultural Kirchner.

En el sentido del Tigre del horóscopo chino, Favio fue el mejor director de cine que tuvo Argentina.

El Tigre caza la sangre de una presa. La sangre es negra para el Tigre, es densa de sentido. Es puro sentido. Cuando el Tigre encuentra la sangre, siente en su boca la vida y la muerte, y de entre la vida y la muerte, brota el sentido.




Estoy en esta muestra ante tantas cosas de Leonardo Favio. 

Estoy con él como cuando charlábamos en su departamento de la calle Pasteur. Él está acá, porque está vivo. 

Vive apenas se lo nombra. No hay que hacer un gran rito de invocación. Aparece fácilmente, porque es amable y porque está cargado de mucha vida. Tiene toda la vida que le dio la sangre negra que le llenó la boca.

A él le parece violento que yo hable así, de presas, de sangre.

Nos aparecía la diferencia entre nosotros porque éramos muy parecidos —cuando dos personas son muy diferentes, no se asombran si aparecen diferencias. 

En una pared de esta muestra hay una frase de una entrevista que le hice hace muchos años y que publicó Camilo Sánchez en Revista Ñ. Le dije algo y él respondió: “es exactamente eso”. 

Casi todas las cosas las sentíamos igual. A veces lo decíamos, “siempre hay perros”, “si, siempre hay perros”, pero casi todo el tiempo nada más pensábamos parecido, los dos Tigres y la sangre negra.




Ahora que estoy con él acá, me inspira. Necesito correr a la calle a grabar a la gente, nuestra gente, los personajes disparatados, exagerados, seres mitológicos surgidos del amor del pueblo, y también la pobre gente.

Necesito ir y grabar a esa gente para mostrársela a alguien.

“Anda a ese amor, Negrito” me dice Favio.

Anda al amor.

A la sangre negra, le respondo.

Al amor, me repite. 



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