Todavía no conocemos los efectos profundos de la pandemia.
La pandemia nos metió en una pantalla y aún no salimos.
Y tenemos cierto goce de aferrarnos al encierro.
Los cuerpos cerca para nada (no para cuidar, no para trabajar, no para hacer gimnasia) es una manera de estar en contacto.
Es la intimidad de tomar mate. Hablamos “ya que estamos”.
O directamente en silencio.
Las pantallas bloquean esa complicidad.
Encerrado cada uno frente a una pantalla, perdimos la intimidad.
Algo en nosotros no puede desnudar el alma frente a una pantalla.
Necesita un cuerpo.
Pero hoy la gente se ve para algo, no más por costumbre, para nada.
No nos estamos dando cuenta de hasta dónde filtró la pandemia adentro de cada individuo y de la sociedad.
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