Páginas

jueves, 31 de octubre de 2024

Paliza

A mi madre se le derramaba el amor y yo era una de sus personas más queridas.

Debo haber sido más que intratable y ella estaría pasando por un momento muy difícil para que me diera una paliza.

Yo podría haber corrido o podría haberla enfrentado, pero como sabía que ella tenía más que razón, nada más atiné a agacharme y taparme un poco.

Fue una sopapeada torrencial. Yo no sabía de dónde sacaba ella tantas manos. Me daba sólo con las palmas abiertas y no muy fuerte, pero se descargó un buen rato.

Ahora que cuento esto me da mucha pena que se haya muerto. Si estuviera viva iría a abrazarla y pedirle disculpas, y preguntarle, si quiere contar, qué le pasaba en ese momento. Era una piba, no tenía más de 33, 34 años.



En fin, recuerdo esa sensación de la lluvia de sopapos.

Es la misma sensación que tienen varios amigos en este momento, según percibo.

La diferencia es que yo sabía que me merecía la paliza, pero ahora no nos merecemos que nos estén apaleando.

No sabemos por qué.

No sabemos cuándo ni de dónde va a venir el próximo golpe.

No sabemos dónde nos van a pegar.

Puede venir un fierrazo que nos mate.

Que lastime a alguien querido.

Nos pegan los que tienen la plata de verdad, los que se llevan todo, y nos pegan los nuestros, peleándose entre ellos en lugar de juntarnos para defendernos entre todos.




martes, 29 de octubre de 2024

La pelotudez

Santiago Siri uno de los expertos en inteligencia artificial en Argentina, por la teoría que maneja y también porque ha invertido en inteligencia artificial, es decir es empresario, la inteligencia artificial no es sólo su tema de interés, sino que es de donde saca el dinero para vivir, etc.

Dice que Argentina es el segundo país en el mundo en usar Chat GPT, que se destaca por sus programadores y que, en fin, que estamos en una buena posición para la largada de la vida que se viene.

La vida que se viene, por ejemplo, tiene un clon digital de Santiago Siri trabajando por él.


También dice que la “magia humana” está muy lejos de ser rozada por la inteligencia artificial. 

En esto pareciera coincidir con Miguel Benasayag, que está convencido de que la inteligencia artificial es tanto indispensable como tiene la limitación de funcionar bien. “La máquina no puede ser pelotuda”, dice, enfatizando que la pelotudez es indispensable para ser humano, en tanto involucra la experiencia del cuerpo, el tiempo, la vida que se crea a partir del error, aquello de la sociabilidad que no surge de la suma de individuos y otros temas. 



La semana pasada me encontré con un amigo que era periodista, un periodista bastante destacado, que fue editor de dos medios de vanguardia, es decir, que había desarrollado mucho su profesión. Me contó que está trabajando con la inteligencia artificial, evaluando distintos ensayos creados por AI sobre un mismo tema, para evitarlos y al fin elaborar él un ensayo final con aquel material. 

¡Inteligencia artificial e inteligencia humana trabajando unidos para siempre!

También me dijo que tiene que competir con miles de periodistas de todo el mundo, que lo que le pagan no le alcanza para pagar las expensas y me terminó preguntando si no hay lugar para él en la revista DangDai, cuyos editores llevamos la agenda diaria en un cuadernito de papel, no tenemos perfil en X y todavía no entendemos qué es Chat GPT, y por eso en cualquier momento apareceremos en el geriátrico llamado “Viva Perón Cool”.



domingo, 27 de octubre de 2024

Estoy feliz

Me desperté con la urgencia de escribir algo que sucedió ayer. Suspendí la rutina de cada mañana (salvo tomar el manojo de pastillas), me vestí para la ocasión (elegí una camisa a cuadros escocesa y un saco azul) y me vine a este café. 

Me disfracé de viejo para un domingo a la mañana. Como si fuera a misa. 

Hay que hacer que los momentos tengan sentido. 

Ciertos asuntos piden un rito para ser escritos. Y no hay rito sin atuendo. Y no hay rito de escribir sin escribir a mano. Sin ir a un café donde alguien puede tomar una foto y en esa foto aparece un anciano solo y taciturno escribiendo con lapicera en un cuaderno. 

Todo es una puesta en escena. Mi vejez, escribir, la soledad. Pero, en fin, ¿qué no es una puesta en escena? Un nacimiento, un amor frágil y hermoso, un joven que tiene un accidente en moto, una familia que se muda a otro país, una banda de soldados muy pertrechados destruyendo cuerpos indefensos. De algún modo, todo es una puesta en la escena de la vida.

*      *     *

El cura Denis Fitzpatrick, irlandés, viejo, era un cable pelado que no se quedaba quieto. Podías mirarlo de lejos y dar vuelta la cara y olvidarlo para siempre, pero si entrabas en el lugar donde él estaba. sentías una vibración profunda en las cosas y el aire erizado. Y si te llegaba a tocar, tenías que estar muy blindado por la normalidad que encadena a la anomia de la muerte para que no te sacudiera tu vida, tu pasado, tu futuro. 

Cable directo entre aquel Jesucristo que cambió la vida de la historia y vos. La rabia, la vitalidad, la rebeldía, el amor, el fuego de Cristo te tocaban. 

Lo que tiene que ser un cura. 

Eso lo conté ayer, en una reunión de gente que lo conoció en Pergamino, adonde llegó a los 90 años, murió los 97 y en el medio causó un terremoto porque descubrió que había un cabaret con chicas secuestradas para ser prostituidas. Denuncias, involucramiento de las autoridades eclesiásticas, convocatoria a organismos de derechos humanos, marchas por las calles. Estuvo a punto de hacer renunciar al intendente.

Nos juntamos porque Eduardo Cormick, otro de esos irlandeses, escribió la biografía del cura y viajamos con el editor del libro, Camilo Sánchez, para presentarla en la iglesia donde Denis fue párroco. 

Me tocó contar que conocí a aquel hombre cuando yo tenía 15 años. Se lo presenté a mi barra de amigos porque él hablaba de todo lo que queríamos hablar, la lealtad, la amistad, el sexo, la política. Era la época de la dictadura militar y contra el silencio de nuestros padres y profesores, el cura nos dijo todo. 

La electricidad, Jesucristo, nos hizo comprender que el demonio era el íncubo de Videla mandando asesinar familias, mandando a secuestrar bebés y a torturar jóvenes en sótanos hasta matarlos, para aterrorizar a toda la sociedad y así imponer una economía con la que los poderosos de Estados Unidos y de Argentina saquearon el país. El silencio de nuestros mayores nos mantenía enjaulados en la oscuridad y aquel cura temerario nos liberó. Con la palabra. Con su coraje, con su ética inclaudicable y su implacable responsabilidad de pastor.

No tenía miedo.

Y un Ford Falcon lo atropelló cuando andaba en una motito. 

Sobrevivió de milagro. Pasó seis meses en un hospital. Íbamos a visitarlo cada tarde y no había escarmentado; amarrado a la cama gritaba más fuerte todo lo que estaba pasando en la Argentina. 


Camilo Sánchez dijo que mi testimonio valía tanto como el de todos lo que estábamos allí e invitó a que otros contaran. 

Entonces habló una mujer, que hizo un relato impecable del episodio del prostíbulo. 

Dio testimonio del amor del cura. “Lo hizo por amor”, dijo ella, que llevaba colgado en el cuello el símbolo de las Madres de Plaza de Mayo. 

Hablaron varios, y con cada testimonio hubo muchas personas que lloraron —también hubo quien se levantó y se fue al escuchar que el cura fustigó a la dictadura asesina. 


Uno de los testimonios fue el de un muchacho que llegó solo. 

Había una tensión en él —la mirada muy atenta, la mandíbula apretada—, claramente producto de la emoción que sentía. 

Era asombrosamente parecido al cura, tenía la misma nariz afilada, el pelo rubio, el cuerpo magro, pura fibra, y la chispa en los ojos muy claros. 

Contó que él andaba en cualquiera —dijo “en la droga”, dijo “delincuencia”— y recordó que un día pasó por el frente de la parroquia, que no conocía, que estaba el cura adentro, que él entró y el cura le preguntó: “¿Vos qué estás haciendo?”, y que sin saber por qué él le contó. “Le conté todo”. Los dos parados contra una pared, allí dentro de esa parroquia sencilla, sencillísima. 

Dijo que el cura no le dijo nada, no le habló de Dios, ni siquiera le dijo que volviera. Pero él necesitó volver. Y cuando volvió, entonces sí, lo invitó a que lo acompañara adonde iba. 

“Nada más estando con él, andando con el cura, me salí de la vida que tenía”. 

Yo recordé que lo mismo le había pasado con Denis a nuestra barra de amigos, 30 años antes. 

Ese rubio. que había sido delincuente, recibió una descarga de amor. Nada amorosa, por otra parte. “No vine a traer la paz a la Tierra”, dijo también Jesucristo. 

“Lo acompañé hasta el final”, contó el muchacho que tanto se le parecía. “Y estuve con él los días antes de que muriera y en el momento en que murió. Esos días y en los minutos antes de morirse, el padre decía: ‘¡Estoy feliz! ¡Estoy feliz! ¡Estoy feliz!’”





 
























viernes, 18 de octubre de 2024

Ahora o siempre

Hay quien tiende a eternizar

Convierte a alguien en leyenda

Es para siempre

Los amigos los hace parientes

Lo que siempre fue lo mismo será

Siempre lo mismo

Nada nunca cambia en el fondo

Nunca, siempre


Y hay quien vive cada cosa como un suceso singular

La vida transcurre entre bigbang, muerte, nacimiento

la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo

Córdoba ataja dos, Guillermo, Román, Palermo y Bermúdez la meten

Las cosas ocurren una sola vez

Las cosas pasan

La Luna llena es igual a la del mes pasado, pero las cosas han cambiado acá abajo

Nada se repite




Posiciones

¿Viste cuando se dicen “cambiemos de posición”?

Bueno, así toda la relación

Con el tiempo

“Mejor así”

“Ahora así”

Y dale que va

jueves, 17 de octubre de 2024

Los lugares



Los lugares son donde suceden cosas.

O donde se habita otra realidad.

O el escenario donde se escribe.

 

17 de octubre

Yo me siento peronista trucho.

Peronista de utilería. 

Peronistista.

 Sólo siento como muy propio a Cooke.  Soy aspirante a peronista.

Como los pibes que ven a los grandes jugar al fútbol en la cancha.

 Digo que soy peronista, pero en el fondo me da vergüenza. Es como que me hago el peronista. No lo merezco.  

Tengo una admiración fascinada por ustedes los peronistas, por Leonardo Favio, por el Canca Gullo, por Antonio Magaldi, el primo de mi mamá.

Por todos esos que nunca eligieron ser peronistas, nada más lo fueron, a pesar de ellos. Los que eran peronistas y no querían saber nada de la política. 

Por mi tía Rosita que no sabe nada ni de Alberto, ni de Máximo, ni de Kici, pero en su casa de Maryland tiene una foto de su Evita amada.





miércoles, 16 de octubre de 2024

Remedios

En el colectivo veo a una chiquilina que recién ha empezado la Universidad. Va con una caja de librería muy nueva y vestida como para el primer día de algo.

En el asiento frente a ella está una mujer con un bebé. La chica mira al bebé con un brillo en los ojos, y sobre todo con un aplomo y una madurez que un hombre solo conseguiría, si acaso, pasados los 50.


Algún escritor reconocerá esto: se empieza a escribir, se encuentra la punta de un hilo, se tira de ella y va apareciendo algo que al escritor le resulta atrapante y ajeno —no es su invención ni su creación—, y que demanda, de un modo indolente, ser escrito.

Eso, que no estaba antes en el mundo, resulta una verdad.

Mi observación sobre la chica del colectivo que miraba al bebé es un modo de repasar lo que escribió Gabriel García Márquez en Cien años de soledad sobre aquella niña que fue mamá a los nueve años, pasando en nueve meses de ser una chiquilla que mojaba la cama a una plena mujer.




Es común entre los hombres la preferencia por las jóvenes. 

¿Qué mira el hombre en una mujer? Lo excita la lozanía de su cuerpo, la tersura, la energía, pero incapaz como es de ver más adentro de la mujer, no tiene el mínimo sentido de cuál es la madurez que la mujer tiene adentro. Es una dimensión que el hombre no conoce —pero que sí le fue concedido apreciar a García Márquez, como premio a su trabajo de escribir sin descanso.


martes, 15 de octubre de 2024

Un peronista

Hay uno que conozco que éramos compañeros de la universidad

Era de Franja Morada

Estaba bien ser de Franja Morada

Entramos en la universidad en el 83

Estaba bien ser de Franja Morada, estaba mejor ser de izquierda y no estaba tan bien ser peronista


Pero cuando llegó Kirchner, al principio no tanto, pero después se empezó a hacer kirnerista cada vez más

Consiguió un cargo en el INCAA y ahí se hizo kirnerista del todo

Y entonces se hizo peronista

Fanático

Iba al Perón Perón, hacía la V con los dedos en las fotos, en su cumpleaños le cantaban el feliz cumpleaños con la marcha

Peronista de culto

Culto peronista

Todos los stickers de Perón en whastapp


Ahora me parece que se le va pasando el culto

Quiere que Kicillof sea presidente

No dice que no es peronista

Pero no dice más que es peronista


Vaya a saber lo que va a pasar en la Argentina





El que escribe en un cuaderno

Siempre escribo en cuadernos.

—Bueno, no sólo en cuadernos. También escribo en el celular, en la MacBook, en mi PC de escritorio.

— Y bueno (otra vez), no siempre: siempre sólo en los intersticios. Cuando viajo en ómnibus, avión, tren o ferry; cuando espero en un consultorio o en cualquier fila; en un café en otra ciudad; en un parque o una iglesia que encuentro cuando camino hacia algún lugar; en cualquier reunión por zoom. En fin, cuando paso de un lado a otro. 


Una tarde iba en un subte de Nueva York, línea D, la anaranjada, que estaba muy lleno y escribir parado y apretado era sumamente incómodo, pero es exactamente el tipo de escenas que me exprimen haciendo brotar de mí ocurrencias que me urgen a que las escriba, de un modo tan acuciante que no tengo voluntad contra ellas. 

De manera que saqué mi cuaderno de la mochila y me puse a inscribir.


Al rato noté que una adolescente, de 16 o 17 años, me observaba con un interés tan vivaz como si yo fuera una mezcla de pulpo con tortuga, o como si tuviera ojos de cabra, o si un manojo de ardillas jugara en mi cabeza. 

Estaba fascinada porque un fulano escribía a mano en un cuaderno, y esa fascinación le producía una sonrisa, bastante hermosa. 

Le comentó de mí y me señaló a un chico y otra chica que estaban con ella. Sus amigos me echaron un vistazo con algo de interés y luego siguieron con lo suyo, pero la chica quedó fija en mí. 

Quizás pensaba que yo era un afgano, un uzbeko o un mongol sin civilizar. De hecho, me creo un sudamericano sin civilizar. (Ella tampoco parecía muy civilizada).


No se atrevió a tomarme una foto con el celular, pero le hice el día.




domingo, 13 de octubre de 2024

Coyuntura política - Autocrítica

Con todo lo que nos critican los que sienten asco por el peronismo, desde los oligarcas y los sirvientes de los oligarcas hasta la izquierda esclarecida que mira a Europa, no hace falta nuestra autocrítica.

Nos piden que hagamos una autocrítica para tratar de rebajarnos, humillarnos, someternos, “civilizarnos”.

Nos piden que hagamos una autocrítica como modo de insultarnos.


Quienes fueron de los primeros en putear contra el gobierno de Alberto y Cristina —en ocasión de lo que sucedió con Vicentín—, recibieron amonestaciones de algunos compañeros.

Sin embargo, hoy sostienen que el gobierno de Alberto y Cristina fue mucho mejor para toda la sociedad, es decir, para la sociedad que incluye a todos los argentinos, que el gobierno de Macri y que este gobierno de Milei.


No confundan que hagamos autocrítica con que digamos lo que la inquisición gorila quiere que digamos.


Que no "confesemos" lo que quieren que digamos y que en este momento estemos completamente desbaratados no significa que perdamos la lucidez.


Autocrítica, todas las que quieran, pero comernos el asco contra nosotros, nunca.

Y confusión, menos.


Tener razón

 “Tener razón en una discusión es descortés, mezquino y cruel”, dijo el anciano caballero escritor.



La consciencia y el baile

1. Hay cosas que se aprenden para siempre. Nadar. Andar en bicicleta.

La conciencia, en cambio, igual que un músculo, igual que hacer cuentas mentalmente o hablar un idioma, si no se ejercita, se atrofia.

Al contrario, puede desarrollarse, hacerse más aguda, más sabia, más atenta.

Hay sociedades y hay personas para quien es la conciencia no tiene ningún valor. 

Viven toda su vida sin tomar conciencia de nada y pensando que tomar conciencia de algo es perder el tiempo. 

Si quieres ser feliz

Como me dices

No analices

No analices

Tiendo a condenar a esas personas, porque creo que la conciencia es indispensable para conocer, y conocer es indispensable para tomar buenas decisiones, y las buenas decisiones son indispensables para una mejor vida. 

(Eso, además de que tomar conciencia me resulta muy placentero).

Pero quizás hay otras formas de conseguir una mejor vida.

Es importante concebir que hay diversas e insospechadas maneras que tienen los países del Tercer Mundo para algún día llegar a vivir mejor.

Todo ese mundo que en parte ha escapado de la forja violenta y bestial de los hispanos y bárbaros anglosajones, desde los chinos hasta los zulúes, desde los mayas hasta los inuit, tiene sus maneras de ser feliz —que pueden incluir la consciencia o no.






2. No concurro a los bailes.

Si voy a una fiesta y en la fiesta se baila, me da vergüenza bailar, porque quedo muy feo bailando cualquier otra danza que no sea el haka de los rugbiers neozelandeses o la danza de los hombres andinos, en las que se valora la espalda gigante, el cuello ancho como la cabeza, las piernas muy cortas y los movimientos de macho, torpes, tiesos, de guerreros de piedra, que dan golpes tremendos al piso con los pies en cada paso como si pesaran 300 kilos.

De modo que soy de lo que se mantienen en las fiestas a un lado, parado con un vaso en la mano apoyado contra la panza, mirando a los gráciles y alegres bailarines que disfrutan y fluyen con la música.

Esto es lo que pasó anoche. Mientras estaba feliz viendo contento a mi amigo el que cumplía años, me puse observar a los bailarines. 

Algunos bailaban tan mal como yo, y otros bailaban muy bien. Una chica jovencita y un muchacho treintañero, en verdad bailaban de una forma irresistible. No podía dejar de mirárselos. 

Me vino a la conciencia algo que había olvidado hacía mucho tiempo: que una parte de las personas es seducida por otra por la manera en que baila.

Recordé que una persona puede enamorarse de otra por cómo la otra baila.

Y pensé en tantas personas que pasan el día sentados ante una pantalla. Pensé en los chicos que se juntan a jugar juegos en red cada uno con su computadora.

Seguramente deben hacer otras cosas.

Seguramente bailan.

En el próximo cumpleaños en el que se baile, liberaré mi consciencia un rato, la dejaré que se vaya por ahí y haga sus cosas, con Heidegger o con Jesucristo, y me meteré a bailar como un macho andino de 300 kilos.


sábado, 5 de octubre de 2024

Cómo usar un traje

Laurita es tan sagaz que se da cuenta, por la manera que un tipo viste un traje o un saco, si se lo ha puesto para la ocasión o si es su ropa natural. Y si es la ropa que lleva siempre, se da cuenta si lo viste como ropa de trabajo o por la vida que lleva, o por el ámbito al que pertenece o si lo viste porque expresa su personalidad.




En el calendario

 Hago 10, 15 actividades cada día. 

Con ellas escribo una lista en la agenda diaria.

También en la agenda semanal. 

(Soy de esa gente que necesita calendario. El calendario —los calendarios— es un toc. Si no marco en el calendario —los calendarios— lo que tengo que hacer, no lo hago, porque mi memoria sólo registra algunas anécdotas de Jesucristo, algunas jugadas de Zidane y de Riquelme , las voces de mis hijos y algo que leí anoche escrito por Marguerite Duras).

Mis muchas actividades están prolijamente escritas a mano en los calendarios del día y de la semana, pero en cambio, sólo muy pocas son las que asiento en el calendario anual. 

¿Cuáles? Las que me parecen excepcionales. 

Y me parecen excepcionales por singulares. 

De alguna manera, de ellas brota el sentido que alimentan todas las otras.





jueves, 3 de octubre de 2024

La corvina tan grande

Lo quiero matar a Hernán cada vez que veo que encarna la voz de su padre y despotrica porque su mujer es “una loca”, está seguro de que lo va a cagar, “todas las minas son iguales”, fuma porro, “hace lo que quiere”. 

Lo quiero matar. Luego me viene a la cabeza la imagen de Hernán de cinco años abrazado a su papá, mi hermano Mauricio, con todas sus fuerzas porque lo quiere tanto tanto tanto que a nada quiere más en el mundo y Mauricio también, lo quiere a Hernán más que a su mujer, más que a sus hermanos y sus padres. Mauri pescó una corvina enorme y Hernán está loco de alegría y de orgullo, y Mauricio se ríe y las lágrimas le nublan la vista. 





martes, 1 de octubre de 2024

La viuda de Berman

 Hay muchas novelas de Kurt Vonnegut que son la mejor novela de Kurt Vonnegut.

Por ejemplo, Barbazul.




Rabo Rabekian es un armenio que el genocidio de los turcos arrojó a Estados Unidos —como a tantos otros, a Estados Unidos y a Argentina.

Se hizo pintor, tuvo mucho éxito como neoexpresionista, pero nunca perdió el sufrimiento por lo que le pasó a su gente.

Un día conoció en la playa a una viuda, Circe Berman, quien como judía también provenía de una tragedia.

A modo de saludo, ella le ordenó:

— Contame cómo murieron tus padres.


Brutalidad.

Me alivia tanto, tanto.