Comen en casa Borges y Wilcock. Hablamos de los plagios de Stendhal y de Coleridge. Acerca de los de Stendhal en Rome, Naples et Florence, mi hipótesis es esta: Stendhal procede como una persona que es ante todo un escritor. Lo más importante para él es el libro que tiene entre manos; más importante que su reputación moral, su deber hacia los colegas, etcétera. El libro, en este caso, es una suerte de viaje por algunas ciudades de Italia. Si él no puede proporcionar algunas partes del material útil y lo encuentra en un libro o una revista, lo toma. ¿Por qué no reconoce la fuente? Porque lo que más aborrece es un libro erudito; porque tiene un ideal de naturalidad y de frescura, al que continuamente se conforma. Sin duda, para estos fines es más conveniente decir: “Me encontré con el señor X, un individuo curioso, que me contó tales anécdotas”, que reproducir las anécdotas y poner al fin Edinburg Revierw Nº55. Aspira a no ser libresco”.
1956. Lunes, 29 de octubre.
Del diario Borges, de A. Bioy Casares
Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
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miércoles, 29 de septiembre de 2010
lunes, 27 de septiembre de 2010
La lucha continúa
Recital de Los Espléndidos en hogar de día de El Pobre de Asís, Buenos Aires, 24 de septiembre de 2010
En el túnel
La mañana del recital en el hogar y comedor de El Pobre de Asís llegó un mensaje de Loreley por correo electrónico: “La física no sabe de estas cosas. Aunque mi cuerpo no esté en el recital, yo estaré”.
Loreley había anticipado que no podría concurrir adonde habíamos quedado en encontrarnos, cerca del hogar, a las 12.45. Alrededor de esa hora fui recibiendo esta serie de mensajes de los X fiAdos:
12.31. Llamado de Liz: “¿Era en la esquina del hogar o en Congreso y Naón?
Liz llegaba con Vero desde Villa Crespo”.
12.35. SMS de Fer: “Ya estoy yo. Sentado en la esquina”-
Fer llegaba desde San Fernando, en el conurbano.
12.40. Llamado de Diego: “Che, estamos en Congreso y Holmberg, ¿para dónde vamos?”
Diego llegaba con Martín, el camarógrafo, desde Moreno, también fuera de Buenos Aires.
12.41. SMS de Maite: “Estoy a 5 minutos”.
Maite llegaba desde Colegiales.
12.45. Llamada de Tomate: “¡Chino! Estamos en camino. Acá vamos con Mariana. Juancito ya está en el hogar. Llevo a los músicos y los instrumentos”.
Tomate llegaba de hacer una gira en la que fue recogiendo los integrantes de la banda por diferentes barrios.
Cuando llegué estaban todos, vibrantes como unos jugadores de fútbol en el túnel, antes de salir a la cancha.
Los pobres
En un gran salón del hogar unas 120 personas comen sobre largas mesas. Miran la comida o el televisor; se miran poco entre ellos. El lugar está junto a la iglesia Santa María de los Ángeles, de los padres franciscanos, en el barrio de Coghlan, el más lindo de Buenos Aires. Hogar y parroquia comparten una amplia vereda, en la que a veces se acuestan a dormir algunos comensales. Les dicen linyeras, crotos, personas en situación de calle, carenciados, homeless, sin techo; para San Francisco eran simplemente pobres, y él estaría muy feliz de ver cómo la gente de la fundación El Pobre de Asís no ignora a los pobres sino que se acerca a ellos, les habla, los escucha, les ofrece comida, un lugar dónde estar.
Antonio Puigjané
Más tarde yo habría de descubrir que estaba entre los pobres el padre Antonio Puigjané. Lo conocí en la primavera democrática, hacia mediados de los 80, apenas superada la dictadura militar, en el Servicio Paz y Justicia para América Latina, que tenía como principal referente a Adolfo Pérez Esquivel. Militábamos porque los asesinos de la dictadura fueran castigados y porque la raíz de aquella criminalidad fuera desterrada para siempre. La lucha continúa.
Años después un amigo me contó del Movimiento Todos por la Patria, y cuando me enteré de que ese movimiento había asaltado el cuartel de La Tablada, supe que Antonio Puigjané estaba con ellos. Conocí a otro de los que estuvieron en la movida, cuando ya había concluido su condena de más de diez años en la cárcel. Él seguía siendo uno de aquellos muchachos que llevan la convicción a la acción directamente. Ni la dictadura ni la cárcel de la democracia le habían quitado aquello, su fe en que si uno se anima a hacer, la realidad cambia.
Algo de eso, una pequeña chispa de ello arde en nosotros los X fiAdos, por mucho que reneguemos del asalto a La Tablada, pese a que descreamos de la violencia como estrategia y por genético que sea nuestro sentido de que el poder a cualquier precio siempre corrompe. Queremos, como tal vez quisieron San Francisco y sus seguidores, ofrendar algo de vida a los pobres de comida y de ánimo, llevando adonde están, unos músicos vitales y concientes de estas palabras.
Entre Los Espléndidos y la Fundación El Pobre de Asís
No tan pequeña fue la chispa que ardió en Pablo Machuca (bajo), Gabriel Gerez (teclados), Lucas Mansilla (batería), Tomate (guitarra y voz) y Juancito (sonido), cuando tocaron. Sudaron y se entregaron como todo fan quisiera que se entreguen y suden los jugadores de su equipo. Volaron los temas (Have you ever seen the rain, All shook up, La vi parada ahí, Rock de la mujer perdida, I'm free, Stand by me, El día que apagaron la luz, Himno de mi corazón) mientras el espíritu que entró en el comedor y sus habitantes por la música, lo llenó todo. Era el aniversario número 12 de la fundación; el cumpleaños feliz fue coreado como se corea el himno cuando juega la selección.
Estaban los pobres que concurrieron a comer, las mujeres del hogar Kaupé, donde cada jueves dos de nosotros coordinan un taller de cuentos, los X fiAdos y en pleno el equipo de la Fundación El Pobre de Asís —quienes trabajan en este hogar, en el Kaupé y quienes atienden en el centro para mamás y chicos en la villa miseria de Retiro. El presidente de la fundación, Rubén, nos contó, ancho el pecho de satisfacción, que sobre el comedor harán dormis para 60 y en un costado, un centro de salud, mientras aceleran las gestiones para un segundo hogar de mujeres. La lucha continúa.
Fiesta
Mientras charlamos con Rubén vemos cómo una de las psicólogas de su equipo saca a bailar a uno de los hombres que concurre asiduamente al comedor. Los encendió un tema de Creedence. Luego suena un tema de Elvis y ya las psicólogas siguen bailando pero sólo por gusto, porque la concurrencia se anima en masa. La pasión de los músicos termina de enardecerse cuando el pasillo por el que suelen andar las voluntarias sirviendo comida, se llena de los bienaventurados que aún sufriendo el desamparo de este mundo, bailan y bailan como adolescentes que tienen todo el tiempo por delante.
En una mesa se balancea Marta, una de las mujeres del hogar Kaupé. Baila sentada, aplaude, sacuda la cabeza. Ve que la observo y me dedica la sonrisa de ella que siempre me mata, la sonrisa de un ángel que no conoce el mal. Nadie que viera esa sonrisa podrá sospechar por todo lo que pasó Marta. Y baila de alegría ahora, y yo lo sé: es sorda.
En una silla de ruedas Antonio Puigjané le agarra muy fuerte la mano a una mujer. La mujer se asusta; Antonio ya ha tenido una crisis cardíaca, está muy viejo y en este momento tiene un gesto descompuesto. Hace una seña para que ella baje su oreja hasta su boca, porque quiere decirle algo. Al fin, llorando: “Mirá, con todos los problemas que tienen, cómo están de felices”. Otro viejo llora, terminado el recital, cuando abraza a Tomate. Le dice “gracias” y lo tiene abrazado. No puede soltarlo.
En el túnel
La mañana del recital en el hogar y comedor de El Pobre de Asís llegó un mensaje de Loreley por correo electrónico: “La física no sabe de estas cosas. Aunque mi cuerpo no esté en el recital, yo estaré”.
Loreley había anticipado que no podría concurrir adonde habíamos quedado en encontrarnos, cerca del hogar, a las 12.45. Alrededor de esa hora fui recibiendo esta serie de mensajes de los X fiAdos:
12.31. Llamado de Liz: “¿Era en la esquina del hogar o en Congreso y Naón?
Liz llegaba con Vero desde Villa Crespo”.
12.35. SMS de Fer: “Ya estoy yo. Sentado en la esquina”-
Fer llegaba desde San Fernando, en el conurbano.
12.40. Llamado de Diego: “Che, estamos en Congreso y Holmberg, ¿para dónde vamos?”
Diego llegaba con Martín, el camarógrafo, desde Moreno, también fuera de Buenos Aires.
12.41. SMS de Maite: “Estoy a 5 minutos”.
Maite llegaba desde Colegiales.
12.45. Llamada de Tomate: “¡Chino! Estamos en camino. Acá vamos con Mariana. Juancito ya está en el hogar. Llevo a los músicos y los instrumentos”.
Tomate llegaba de hacer una gira en la que fue recogiendo los integrantes de la banda por diferentes barrios.
Cuando llegué estaban todos, vibrantes como unos jugadores de fútbol en el túnel, antes de salir a la cancha.
Los pobres
En un gran salón del hogar unas 120 personas comen sobre largas mesas. Miran la comida o el televisor; se miran poco entre ellos. El lugar está junto a la iglesia Santa María de los Ángeles, de los padres franciscanos, en el barrio de Coghlan, el más lindo de Buenos Aires. Hogar y parroquia comparten una amplia vereda, en la que a veces se acuestan a dormir algunos comensales. Les dicen linyeras, crotos, personas en situación de calle, carenciados, homeless, sin techo; para San Francisco eran simplemente pobres, y él estaría muy feliz de ver cómo la gente de la fundación El Pobre de Asís no ignora a los pobres sino que se acerca a ellos, les habla, los escucha, les ofrece comida, un lugar dónde estar.
Antonio Puigjané
Más tarde yo habría de descubrir que estaba entre los pobres el padre Antonio Puigjané. Lo conocí en la primavera democrática, hacia mediados de los 80, apenas superada la dictadura militar, en el Servicio Paz y Justicia para América Latina, que tenía como principal referente a Adolfo Pérez Esquivel. Militábamos porque los asesinos de la dictadura fueran castigados y porque la raíz de aquella criminalidad fuera desterrada para siempre. La lucha continúa.
Años después un amigo me contó del Movimiento Todos por la Patria, y cuando me enteré de que ese movimiento había asaltado el cuartel de La Tablada, supe que Antonio Puigjané estaba con ellos. Conocí a otro de los que estuvieron en la movida, cuando ya había concluido su condena de más de diez años en la cárcel. Él seguía siendo uno de aquellos muchachos que llevan la convicción a la acción directamente. Ni la dictadura ni la cárcel de la democracia le habían quitado aquello, su fe en que si uno se anima a hacer, la realidad cambia.
Algo de eso, una pequeña chispa de ello arde en nosotros los X fiAdos, por mucho que reneguemos del asalto a La Tablada, pese a que descreamos de la violencia como estrategia y por genético que sea nuestro sentido de que el poder a cualquier precio siempre corrompe. Queremos, como tal vez quisieron San Francisco y sus seguidores, ofrendar algo de vida a los pobres de comida y de ánimo, llevando adonde están, unos músicos vitales y concientes de estas palabras.
Entre Los Espléndidos y la Fundación El Pobre de Asís
No tan pequeña fue la chispa que ardió en Pablo Machuca (bajo), Gabriel Gerez (teclados), Lucas Mansilla (batería), Tomate (guitarra y voz) y Juancito (sonido), cuando tocaron. Sudaron y se entregaron como todo fan quisiera que se entreguen y suden los jugadores de su equipo. Volaron los temas (Have you ever seen the rain, All shook up, La vi parada ahí, Rock de la mujer perdida, I'm free, Stand by me, El día que apagaron la luz, Himno de mi corazón) mientras el espíritu que entró en el comedor y sus habitantes por la música, lo llenó todo. Era el aniversario número 12 de la fundación; el cumpleaños feliz fue coreado como se corea el himno cuando juega la selección.
Estaban los pobres que concurrieron a comer, las mujeres del hogar Kaupé, donde cada jueves dos de nosotros coordinan un taller de cuentos, los X fiAdos y en pleno el equipo de la Fundación El Pobre de Asís —quienes trabajan en este hogar, en el Kaupé y quienes atienden en el centro para mamás y chicos en la villa miseria de Retiro. El presidente de la fundación, Rubén, nos contó, ancho el pecho de satisfacción, que sobre el comedor harán dormis para 60 y en un costado, un centro de salud, mientras aceleran las gestiones para un segundo hogar de mujeres. La lucha continúa.
Fiesta
Mientras charlamos con Rubén vemos cómo una de las psicólogas de su equipo saca a bailar a uno de los hombres que concurre asiduamente al comedor. Los encendió un tema de Creedence. Luego suena un tema de Elvis y ya las psicólogas siguen bailando pero sólo por gusto, porque la concurrencia se anima en masa. La pasión de los músicos termina de enardecerse cuando el pasillo por el que suelen andar las voluntarias sirviendo comida, se llena de los bienaventurados que aún sufriendo el desamparo de este mundo, bailan y bailan como adolescentes que tienen todo el tiempo por delante.
En una mesa se balancea Marta, una de las mujeres del hogar Kaupé. Baila sentada, aplaude, sacuda la cabeza. Ve que la observo y me dedica la sonrisa de ella que siempre me mata, la sonrisa de un ángel que no conoce el mal. Nadie que viera esa sonrisa podrá sospechar por todo lo que pasó Marta. Y baila de alegría ahora, y yo lo sé: es sorda.
En una silla de ruedas Antonio Puigjané le agarra muy fuerte la mano a una mujer. La mujer se asusta; Antonio ya ha tenido una crisis cardíaca, está muy viejo y en este momento tiene un gesto descompuesto. Hace una seña para que ella baje su oreja hasta su boca, porque quiere decirle algo. Al fin, llorando: “Mirá, con todos los problemas que tienen, cómo están de felices”. Otro viejo llora, terminado el recital, cuando abraza a Tomate. Le dice “gracias” y lo tiene abrazado. No puede soltarlo.
viernes, 24 de septiembre de 2010
Ramaciotti-Gluck
El odio que Ramaciotti le tiene a los judíos es visceral, le nace allí donde no se puede controlar lo que a uno le nace, allí donde nace la repugnancia y el desprecio. ¿Por qué, entonces, se casó con Alejandra Gluck, hija de un judío que tiene un negocio de telas en el Once, judía ella, recontrajudía? Además ella también lo aborrece y lo cree inferior porque no es judío, y asume la postura de toda su familia contra él. La convivencia no ha suavizado el odio que se tienen. No se soportan, se agreden todo el tiempo, compiten, viven reprochándose de todo, incluso se desconfían. Y sin embargo, se celan apasionadamente, de una manera asombrosa para un matrimonio de más de cuarenta años.
Alienación
Soñé toda la noche sueños extraños. A cada rato me desperté; creo que volvía a la vigilia para refugiarme de la extrañeza de los lugares, las personas, los seres y las cosas que pasaban en mis sueños. A la mañana me costó mucho saber quién era yo. El horror de la alienación consiste básicamente en la soledad.
Arreo
Antes de entrar a la empresa donde trabajo cada día me pregunto para qué voy a trabajar. Sé que no me reportará nada, que lo hago por sobrevivir y no para vivir, y que sobrevivir es la ilusión fatal de que uno, con sólo mantenerse quieto, no se mueve, sin darse cuenta de que está en la corriente de un río que se acelera hacia las cataratas. Sin embargo voy, y una vez adentro todo lo que hago, las gestas, los pequeños triunfos, los enredos y desenredos, las cruzadas de cada día, entregar mi mayor habilidad, desplegar mi intensidad, jugar mi entusiasmo, el calor de la batalla, la inercia, todo eso me absorbe completamente.
Al final del día mi balance es repugnante. Cuando a veces Mary-Sue o mis hijos me preguntan cómo me fue, me abochorno; digo “bien”, digo cualquier cosa, y a veces desempaco la verdad: “un espanto, no tengo nada para contarte, no hice una sola cosa que tuviera sentido, nada que tocara la vida. No sembré nada. No hice nada que me modificara la realidad en lo más mínimo. Nada, sólo quemé el día, entretenidísimo, eso sí, como un día de arrear vacas”.
Al final del día mi balance es repugnante. Cuando a veces Mary-Sue o mis hijos me preguntan cómo me fue, me abochorno; digo “bien”, digo cualquier cosa, y a veces desempaco la verdad: “un espanto, no tengo nada para contarte, no hice una sola cosa que tuviera sentido, nada que tocara la vida. No sembré nada. No hice nada que me modificara la realidad en lo más mínimo. Nada, sólo quemé el día, entretenidísimo, eso sí, como un día de arrear vacas”.
Padre e hijo
Yo quiero que mi hijo haga lo que sé bien, con toda mi experiencia, que le hará bien, con lo que tendrá una buena vida, una buena familia, trabajos que le significarán una buena posición económica y el despliegue de sus aficiones y habilidades. Pero es rebelde: me desobedece y hace lo que hago yo de mi vida.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Stand by your man
Mi tía Irma tenía el concepto, pero no encontraba bien las palabras; se aproximaba con "estas muchachas de ahora, que no saben atender a sus maridos". En cambio, en inglés es simple y perfecto: stand by your man.
La que escribió una canción con esa idea fue Tammy Wynette, quien perteneció a la misma generación que mi tía, e incluso se le parecía lejanamente.
Stand by your man, de Tammy Wynette
Sometimes its hard to be a woman
Giving all your love to just one man
You'll have bad times
And he'll have good times
Doing things that you don't understand
But if you love him you'll forgive him
Even though he's hard to understand
And if you love him
Oh be proud of him'
Cause after all he's just a man
Stand by your man
Give him two arms to cling to
And something warm to come to
When nights are cold and lonely
Stand by your man
And tell the world you love him
Keep giving all the love you can
Stand by your man
Stand by your man
And show the world you love him
Keep giving all the love you can
Stand by your man
La que escribió una canción con esa idea fue Tammy Wynette, quien perteneció a la misma generación que mi tía, e incluso se le parecía lejanamente.
Stand by your man, de Tammy Wynette
Sometimes its hard to be a woman
Giving all your love to just one man
You'll have bad times
And he'll have good times
Doing things that you don't understand
But if you love him you'll forgive him
Even though he's hard to understand
And if you love him
Oh be proud of him'
Cause after all he's just a man
Stand by your man
Give him two arms to cling to
And something warm to come to
When nights are cold and lonely
Stand by your man
And tell the world you love him
Keep giving all the love you can
Stand by your man
Stand by your man
And show the world you love him
Keep giving all the love you can
Stand by your man
sábado, 11 de septiembre de 2010
Tercer recital de x fiAdos en Hogar Kaupé
A las 18.45, 15 minutos antes de que empezara el recital en el Hogar Kaupaé (el tercero, ya) llamé a Tomate para ver cómo andaba todo. Tomate ya estaba en el lugar, y ya estaban Loreley y Diego, y Juan, que tocaría con Tomate. Me dijo “acá está todo inundado”. Lo llamé en el momento en que todo el cielo de Buenos Aires se caía como un solo baldazo. La lluvia no duró más de 20 minutos, pero no quedó calle ni vereda visible: todo lo tapaba el agua. “Acá está todo inundado, pero va a estar todo bien”, escuché decir al irrevocable, invencible, Optimismo de Tomate. Cuando llegamos con Sue, tras una hora de atascamientos varios del tráfico, el recital estaba en su apogeo. Las mujeres del hogar estaban más sueltas que en los recitales anteriores y diría que inclusive habían acorralado a los músicos contra una pared. Tomate y Juan tocaban con profesionalidad impecable y el público, compuesto por las alojadas, trabajadoras del lugar, algunas que cumplían su horario y otras que fueron especialmente, y miembros de x fiAdos, quería más y más. Al final Tomate llamó al escenario a César, coordinador del hogar, que sacó una armónica de su bolsillo y se puso a tocar, ante cerrada ovación, tanto que terminó, cuán alto es, subido a una silla, con una mano sosteniendo la armónica y con la otra alentando el ritmo, mientras el público femenino hacía palmas y sonreía embelesado.
Nota. El lugar se inundó literalmente. Hubo que sacar el agua con secadores durante un rato. Al mando de uno de los secadores: Tomate. Una chica se le acerca y le dice “usted mire lo que está haciendo. Usted es de la casa”. Hay que ver la fuerza que tiene la creación de la casa en el hogar Kaupé. Si alguien va una vez y no vuelve, las habitantes preguntan por esa persona, insistente e implacablemente.
Durante el recital sonó un teléfono, detrás de los músicos. Tomate, con la guitarra en la mano, levantó el tubo, y con esmero: “Hogar Kaupé, buenas noches, ¿en qué podemos servirlo?”. Aplausos.
martes, 7 de septiembre de 2010
El ojo mágico
En Brasil se le dice ojo mágico a la mirilla de la puerta; para Hispanoamérica se le puesto ojo mágico a los libros que contienen esas imágenes que, al mirárselas forzando los ojos a una determinada posición inusitada, se descubre otra imagen, en tres dimensiones. Esta imagen está escondida en lo patente y una vez que una la ve, sabe que está ahí, aunque nunca más vuelva a verla. Algo parecido sucede a veces con la locura. Puede pasar absolutamente desapercibida, pero salta a la vista de algunas personas, que la captan en la forma de llevar una casa (el orden iniciado con entusiasmo y luego olvidado, la mugre ignorada, mínimas desubicaciones sin importancia, la irracionalidad de la iluminación), las somatizaciones muy extrañas (colores que adquiere el cuerpo, posturas inexplicables, el pelo demasiado arruinado o demasiado saludable, siempre algo en los dientes y en las uñas) y la mirada. La mirada es lo que casi todos pueden ver. Nada horroriza como encontrar la locura en la mirada del esposo, ese viejo y querido y aborrecido hombre con quien se vivió toda la vida y sin el cual su esposa no sería ella misma.
*/*/
¡Y ahora en video!
Personas lámpara
Las categorías arruinan el pensamiento porque son siempre simplificaciones; lo cierran en vez de plantearle un enigma que lo haga producir.
Por otro lado, las categorías son una herramienta indispensable para conocer. Alguien me habla de las personas lámparas e inevitablemente comienzo a observar todo con esa clave, como si fuera una lupa, una de esos visores transparentes que hacen que las cosas cambien de color y vuelven invisible el rojo de la realidad. Personas lámpara son aquellas cuya única fuente de vida es su trabajo (la ventanilla del banco, la casa y los chicos, etc.), de modo que si son desconectados, ya no tienen vida, caen en una depresión horrible, de muerto en vida.
Por otro lado, las categorías son una herramienta indispensable para conocer. Alguien me habla de las personas lámparas e inevitablemente comienzo a observar todo con esa clave, como si fuera una lupa, una de esos visores transparentes que hacen que las cosas cambien de color y vuelven invisible el rojo de la realidad. Personas lámpara son aquellas cuya única fuente de vida es su trabajo (la ventanilla del banco, la casa y los chicos, etc.), de modo que si son desconectados, ya no tienen vida, caen en una depresión horrible, de muerto en vida.
Decoración
No veo por qué un hombre haya de concentrarse en lo que no sea su misión. Todo lo demás —amistades, deudas, sentimientos, moral, salud, estética, compromisos— puede bien dejárselo a los decoradores de la realidad.