Hace unos días me apenó ver en una plaza un fox terrier viejo, irremediablemente arruinado, sin fuerzas, ciego, con desagradables problemas neurológicos que prácticamente le impedían moverse. Era lo mismo que le pasó a nuestra fox terrier y a muchos otros que vi viejos. Es un rasgo de la raza, que es muy homogénea. A quien los ama le duele verlos así porque resulta injusto; los fox terriers son perros entregados a lo que hacen con tanta pasión y nobleza, con tanta energía, vibrantes, idealistas, jugándose la vida en cada carrera, en cada gato que corren, cada vez que se alegran cuando ven a su dueño, cada vez que van a la guerra por una dama, cada vez que miran, que encaran un hueso, o saltan para alcanzar algo, que al verlos medio destartalados, minusválidos, indefensos, con la enfermedad y los achaques más ensañados, se siente que son atacados miserablemente por la venganza de todas las cosas que ellos vencieron triunfalmente en su trepidante vida. Sólo es deseable, llegado este caso, un fin temprano. No se merecen la asquerosa vida indigna de no poder ser un foxterrier, un perro siempre atento, concentrado, tenso por la acción y por la felicidad que le da la acción. Brillan mucho en su vida y luego sufren el despiadado e injusto castigo de apagarse de modo repugnante, de corromperse en vida.
Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
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domingo, 29 de septiembre de 2013
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Auténtica belleza
El pensamiento, la creación, el producto humano está en el
error, en la desviación, la torsión, la metamorfosis, la degeneración.
Más exactamente: en el sentido de todo ello.
Nada aportamos en la copia exacta, en la reproducción pura,
en el sostenimiento maquinal del patrón.
Carlo Guinzburg anduvo por esta noción cuando jugueteó con
los indicios de las falsificaciones flamencas de obras pictóricas famosas. Los
falsificadores pintaban en príncipes y madonas sus propias uñas y en ese pequeño
error se revelaba la estafa tanto como le abría a Guinzburg la historicidad,
porque su pensamiento se remontaba a concebir al hombre como lector de indicios
hasta el punto de que toda la realidad, tiempo y espacio creado por el hombre,
no es otra cosa que una maraña tejida de indicios. O sea, de aquellos detalles
que se salen de registro.
Y, en fin, la idea es la piedra basal del Psicoanálisis.
En la Estética, la genialidad de Francis Bacon dijo “no hay
auténtica belleza sin alguna desproporción en la forma”.
Más de Pepe Mujica: pragmatismo
"Tenemos desafíos. Nuestros pueblos no viven de discursos,
necesitan laburar, necesitan guiso, precisan techo. Y si no les resolvés ese
problema te dan la espalda —y te dan la espalda porque tienen que vivir. Y
tienen razón.Tenemos desafíos. Nuestros pueblos no viven de discursos,
necesitan laburar, necesitan guiso, precisan techo. Y si no les resolvés ese
problema te dan la espalda —y te dan la espalda porque tienen que vivir. Y
tienen razón."
La vieja y yo, Pepe Mujica
Quiero tener tiempo para dedicarlo a las cosas que me
motivan. Y si tuviera muchas cosas tendría que ocuparme de atenderlas y no
podría hacer lo que realmente me gusta. Esa es la verdadera libertad, la
austeridad, el consumir poco. La casa pequeña, para poder dedicar el tiempo a
lo que verdaderamente disfruto. Si no, tendría que tener una empleada y ya
tendría una interventora dentro de la casa. Y si tengo muchas cosas me tengo
que dedicar a cuidarlas para que no me las lleven. No, con tres piecitas me
alcanza. Les pasamos la escoba entre la vieja y yo; y ya, se acabó. Entonces sí
tenemos tiempo para lo que realmente nos entusiasma. No somos pobres.
domingo, 22 de septiembre de 2013
Individualidad, individualismo, inventos de carcamanes
Disertante 2
cuenta en facebook que viajó en bicicleta hasta el campo donde se libró la
Batalla de Pavón.
Disertante 1: Hola, siempre pensé que si uno caminaba por el campo de batalla de Pavón, se
encontraría balas o un libro que se había llevado un soldado para leer en esas
horas de horrible ocio de la guerra. ¿Encontraste algo?
Disertante 2: Encontramos
el único testigo vivo de la batalla.
Disertante 1: ¿Un
gato?
Disertante 2: No.
Disertante 1: Los
japoneses dicen que los gatos, cuando envejecen, se vuelven fantasmas de
familiares que murieron.
Disertante 2: Mirá
vos.
Disertante 1: Sí,
los gatos, ese "asunto". Si ves uno muy viejo y le mirás la mirada,
te das cuenta. ¿Era un bicho de luz?
Disertante 2: No.
No pertenece al reino animal. Pero es un ser vivo con todas las letras, etapas
y características de lo vivo.
Disertante 1:
Mmmm... ¿una ameba?
Disertante 2: No
sé cuánto vive una ameba.
Disertante 2: Y,
está desde el comienzo de la vida, reproduciéndose por simbiosis, o trombosis,
no recuerdo exactamente el nombre, ¿es importantísimo? Si es indispensable lo
gugleo.
Disertante 2: No,
no es una ameba. La pregunta era cuánto vive una ameba como individuo, no como
especie.
Disertante 1: Pero
es que el individuo se reproduce en su descendencia. Vos sos tu papá. Un poco,
pero sos. Etcétera. La ameba más, porque la meiosis o la mitosis es eso de que
se divide en dos, entonces cada uno de los dos individuos es también el
original, y tenés 3 individuos que son 1 individuo. Yo esto del individuo no me
lo creo mucho, me parece que es invento de los filósofos carcamanes.
sábado, 21 de septiembre de 2013
Qi, el séptimo hijo de la Revista DANG DAI
Una nueva edición de la Revista Dang Dai ha nacido.
En la familia de mi padre Ng Ping-Yip, el amigo de Camilo Sánchez, se denomina a los hermanos según su número de aparición. Mi padre, por ejemplo, es Segundo. El nombre de esta Dang Dai es Qi. Siete, de este lado del mundo.
Ha sido concebida con esfuerzo enorme, casi absurdo. Más de la mitad del trabajo correspondió a Néstor Restivo, que es uno de esos jugadores que sostiene el partido.
Nos habilitó a:
La dupla diseñadora DiDí (Diego Pallanch y Diego Fieramosca)
La sociedad comercializadora Alicia Caniza y Gustavo Pallini, que han conseguido que la revista tenga la triple financiación que casi no deja futuro afuera: Gobierno de la Nación, Gobierno de Tigre, Gobierno de la Ciudad
Los fotógrafos que nos llenan de orgullo Leandro Teysseire, Horacio Paone y Victoria Schirinian
Los muchos colaboradores que con una para nosotros entrañable fe en este proyecto, nos acompañaron:
Luciana Denardi, quien contó su experiencia en la investigación sobre la inmigración china a la Argentina,
Juan Gabriel Tokatlian, postulando Southfalia, un nuevo orden mundial a partir del ascenso de China,
Gladys Nieto presentó parte de sus extensas investigaciones sobre la condición de la mujer en China,
Marcela Fernández Vidal informó sobre Medicina china,
Sandra Comisso entrevistó a la destacada artista sinoargentina Ailí Chen,
Félix Peña evaluó los mercados chinos para Argentina,
Andrés Ruggeri repasó su viaje a China donde tomó contacto con organizaciones horizontales de trabajadores,
La profesora Susana Liu Shu refirió los estudios de su padre sobre las máscaras de San Xing Dui,
Andrea Pappier, del Instituto Confucio de La Plata, repasó la historia visual del Barrio Chino de Belgrano,
Federico von Baumbach escribió sobre la apertura a China que construyeron los jesuitas, desde aquí, Argentina, en momentos en que el Papa es argentino y jesuita, y posiblemente tome decisiones que tuerzan el destino de las relaciones entre la Iglesia Católica y China,
Mariana Enriquez ensayó sobre el escritor de policiales Qiu Xiaolong, boom editorial, a quien también entrevistamos en Buenos Aires,
Ricardo Pons se refirió a la colaboración espacial y satelital entre Argentina y China,
Anush Katchadjian presentó en este número un vaso yu-yao, otra pieza del Museo Nacional de Arte Oriental,
Carola Ramón-Berjano se refirió al aporte de China al new age,
Silvia Somonit, informó sobre las empresas chinas en Argentina,
Hernán Maldonado detalló la experiencia de su estudio de arquitectura KLM al ganar el concurso en China para la construcción del Centro de Ciencia y Tecnología de Beijing,
Felipe Frydman se refirió a las exportaciones de cuero,
Valeria Carruitero escribió sobre el té,
Mariano Turzi y Daniel Goldberg cedieron formidables producciones de fotos y Ana Belén Ruiz y Juan Bértola aportaron ilustraciones.
Camilo Sánchez inspiró el mejor sentido de la revista y con él entrevistamos al traductor Chen Kaixian.
Y no falte el agradecimiento a los parientes y amigos que nos acompañan y bancan en este proyecto disparatado: Marcela, Gastón, Mariano, Victoria, María Paula, Patricio, Dani, Caro, Pablo, Ana, Romina.
Finalmente, el cimiento de este número fue la nota Siete miradas sobre China, un informe que hemos trabajado a lo largo de dos años, sobre cómo perciben los argentinos a China.
A disfrutarla.
viernes, 20 de septiembre de 2013
Algunos premios IG Nobel
Por demostrar que los placebos caros son más efectivos que
los placebos baratos.
Por determinar ―experimentalmente― si es mejor ser golpeado
en la cabeza por una botella de cerveza llena, o por una vacía.
Por intentar comprender porqué, en su vida diaria, la gente
suspira.
Por usar principios básicos de la física para calcular la
presión que se acumula dentro de un pingüino en el proceso de defecación.
Por confirmar la creencia ampliamente difundida de que usar
lenguaje soez alivia el dolor.
Por demostrar que las personas toman mejores decisiones
sobre algunas cosas – pero peores decisiones en otros tipos de asuntos – cuando
se ven fuertemente urgidos por la necesidad de orinar.
Por descubrir hasta qué punto los armadillos pueden
desordenar los restos en una excavación arqueológica.
Por dirigir una serie de experimentos seguros en los que una
persona conducía un automóvil en una autovía principal mientras el parasol le
golpeaba repetidamente en la cara, cegándolo.
Por inventar un sujetador que, en caso de emergencia, puede
convertirse rápidamente en un par de máscaras de gas, una para la portadora del
sujetador, y otra para alguien próximo a ella.
A los estadounidenses Sheree Umpierre, Joseph Hill y Deborah
Anderson, por descubrir que la Coca-Cola es un espermicida efectivo y a los
taiwaneses C.Y. Hong, C.C. Shieh, P. Wu y B.N. Chiang, por descubrir justo lo
contrario.
TODOS LOS PREMIOS AQUÍ
jueves, 19 de septiembre de 2013
Causalidad
Del accidente de auto salió aparentemente ileso, pero en su
cabeza empezaron a pasar cosas raras.
Por ejemplo, su sentido de la causalidad estaba alterado.
Una tarde tomó un huevo entre las dos manos y lo aplastó.
Miró todo como enajenado durante un rato, luego limpió el enchastre, se lavó
las manos y me dijo "no puedo creer que sea verdad lo que pasó. Es
increíble. No puede haber sucedido. Yo pensé en hacer eso y ¡lo hice! Cómo
explicás eso, vos".
No tenía ningún impedimento físico ni mental, pero hablaba
como si entre decidir hacer algo y hacerlo mediara un milagro, algo mágico.
Le tuve lástima.
— Lo quisiste romper —le dije.
— Es que eso es lo milagroso —me contestó.
— ¿Qué? ¿Querer romper un huevo?
— Sí, querer. No necesitar: querer.
— Todo el mundo quiere.
— ¡Sí! ¡Sí! ¡Eso!
martes, 17 de septiembre de 2013
Una vida mejor
El niño había terminado de escribir y leía en voz alta: cómo
me imagino una vida mejor. Me gustaría que no hiciera frío ni calor. Que
siempre sople un viento tibio; de vez en cuando una tormenta por la que la
gente tiene que acurrucarse. Los coches desaparecen. Las casas serían rojas. Los
arbustos serían oro. La gente lo sabría todo y no necesitaría aprender nada
más. Se viviría en islas. En las calles los coches están abiertos y se puede
entrar cuando se está cansado. Ya no se está cansado. Los coches no son de
nadie. Por la noche, la gente no se va nunca a la cama. La gente se duerme allí
mismo, donde está. No llueve nunca. De todos los amigos hay siempre cuatro y la
gente que uno no conoce desaparece. Todo lo que uno no conoce desaparece.
lunes, 16 de septiembre de 2013
A veces bajo la lluvia fría
A veces cuando llueve tenés que andar bastantes cuadras, y en algunas cuadras el viento se pone cruel, y los pies ya no los sentís pero lo mismo te duelen, y el agua fría ya se te mete por la nuca hacia la espalda, y tenés los pantalones ensopados, y te suena el celular y no podés evitar que le entre el agua porque tenés las manos chorreando. A veces entonces pensás qué feo estar muerto en ese momento, que no te podés mover y esta agua helada se mete por la tierra y te empieza a inundar el cajón. A veces, llegado ese pensamiento esta frialdad se te mete adentro del alma. Es algo bastante parecido a la soledad.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Cuando se vive demás
A fines de los 80 vivimos la maravillosa experiencia política
de nuestra juventud. Habíamos pulverizado la maldición de la necedad de la
izquierda que condenaba a un partido marxista a partirse en pedazos en proporción
directa a su esclarecimiento ideológico.
Fuimos felices. Trotzky nos iluminaba, nos convertía en políticos
radiantes y nos daba voluntad y libertad. Empujábamos en los sindicatos, las “bases”,
incendiábamos las universidades, éramos miles marchando en la calle, íbamos en
la cresta de una ola que avanzaba en toda Latinoamérica, la gente nos votaba en
las elecciones. Teníamos una vida hermosa. Habíamos derramado los cafés y las
reuniones en lo profundo de los cascarones que protegen a las vanguardias y éramos
protagonistas de la realidad.
Éramos críticos implacables e impecablemente lúcidos del
capitalismo, de la corrupción, de los contubernios del poder, de los sectores hegemónicos.
Siempre que apuntábamos con nuestro dedo para acusar a alguien teníamos razón.
Éramos revolucionarios y teníamos razón.
Teníamos siempre razón y militábamos y entregábamos nuestras
vidas a la revolución.
Eso fue a fines de los 80.
Eso fuimos.
Hoy despotricamos contra Moreno porque nos bloquea la compra
de dólares, aunque viajemos a Europa más que nunca. No soportamos a los negros
que se compran autos. Queremos vivir en un país en el que las manifestaciones
políticas no estén recargadas de negros sudados, a quienes “obviamente compraron
con un chorizan y una Coca y acarrearon en colectivos que pagamos todos”. Nos
escandalizamos porque los adolescentes hacen bardo y son ignorantes que
escriben con faltas de ortografía. Adoramos hablar idiomas. Somos expertos en
vinos. Cultivamos nuestro paladar negro. Vamos a los cafés en las librerías de
Palermo. Quisiéramos que el gobierno elimine a los trapitos. No nos rozamos con
los bolivianos, los paraguayos, los peruanos más que cuando hacemos una reforma
en casa y necesitamos albañiles o para que hagan la limpieza. Recitamos con regodeo
“quien a los veinte no fue un idealista y a los 50 no es un capitalista, es un
imbécil”.
A veces es mejor morir joven.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Premios IG Nobel
El premio IG Nobel de la Paz: le fue entregado a Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, por hacer ilegal el aplaudir en público. También a la policía bielorrusa por arrestar a un hombre con un solo brazo por aplaudir.
El IG Nobel de Probabilidad fue entregado, en primer lugar, por descubrir que mientras más tiempo pase acostada una vaca, es más probable que pronto se pare. En segundo lugar, por descubrir que una vez que la vaca se para, no se puede predecir fácilmente qué tan pronto la vaca se volverá a tumbar.
El de Salud Pública se concedió a las técnicas descritas en el reporte “Manejo quirúrgico de la epidemia de amputaciones de penes en Siam”, técnicas que son recomendadas, excepto en casos en los que el pene amputados haya sido parcialmente comido por un pato.
Ver AQUÍ
Programadores, esos héroes anónimos
Uno de esos días en que me palmó la pc me di cuenta de que el problema excedía la pérdida de los DATOS. El daño que sentía no era el de la pérdida de la memoria, sino el del bloqueo de una enorme masa de funciones mentales. Empecé a sospechar que lo que me faltaba era un LÓBULO CEREBRAL. Concluí que la computadora es menos los datos que la manera en que ACCEDEMOS a ellos y las formas en que podemos DISPONER de ellos y USARLOS.
El nombre de esas maneras es SOFTWARE.
Los software, a propósito, son creados por personas.
Comprendí aquel horrible día en que quedé afuera, que la red total (que incluye internet y sus redes internas, pero también a toda le gente que usa Office y las demás plataformas y software) no está hecha por los datos más que por los particulares modos y sistemas de conexión entre los datos. En el cerebro se constata el pensamiento como operaciones que ponen en juego vinculaciones establecidas, conexiones; la red que desaparece cuando se nos caga la computadora es de procederes de razonamientos, inducciones, inferencias, deducciones, incluso intuiciones creados por los desarrolladores de software.
No entiendo, así, cómo no son más famosos que Federer o que Putin las personas que inventaron el Word, el Photshop o el Candy Crush.
El nombre de esas maneras es SOFTWARE.
Los software, a propósito, son creados por personas.
Comprendí aquel horrible día en que quedé afuera, que la red total (que incluye internet y sus redes internas, pero también a toda le gente que usa Office y las demás plataformas y software) no está hecha por los datos más que por los particulares modos y sistemas de conexión entre los datos. En el cerebro se constata el pensamiento como operaciones que ponen en juego vinculaciones establecidas, conexiones; la red que desaparece cuando se nos caga la computadora es de procederes de razonamientos, inducciones, inferencias, deducciones, incluso intuiciones creados por los desarrolladores de software.
No entiendo, así, cómo no son más famosos que Federer o que Putin las personas que inventaron el Word, el Photshop o el Candy Crush.
martes, 10 de septiembre de 2013
Cómo enseñar un idioma ciegamente
Le resulta obvio hasta al más distraído de los
australopitecinos que las palabras son en contexto.
Que la sobregesticulación de un calabrés define las palabras
que pronuncia.
Que la expresión en el rostro de un español condiciona
pesadamente cada cosa que dice.
Que el volumen de la voz que usa un caribeño crea el
escenario para que sus palabras vuelen.
Etcétera.
Obvio.
Y entonces, ¿a qué viene este empeño de intentar estudiar un
idioma leyendo sus palabras garabateadas en papeles —a lo sumo, con alguien que
ejemplifica cómo se pronuncia y explica su sintaxis?
Un chino habla con una máscara de impasibilidad y unos ojos de
semblante tan inalterable como el acero; ¿qué valor da ello a su discurso?
Se me hace muy difícil la aventura de enseñar un idioma sin
haber transitado esta cuestión.
lunes, 9 de septiembre de 2013
La exclusividad de la bicisenda
Ahí estaba, justo, el colectivo 130, que la vez anterior
había tardado tanto en aparecer.
Cuando hube picado unos diez metros, al acercarme al cordón
de la vereda sentí que alguien me gritaba desde atrás, bastante cerca:
— ¡Eh! ¡Pero cuidado! ¡Voy
corriendo por acá!
Era un hombre de unos 60 años, alto, vestido con el uniforme
perfecto de jogging (juego de pantalón y campera de estreno, camiseta blanca
reluciente, zapatillas reglamentarias, anteojos asegurados con una goma por
detrás de la cabeza, gran reloj que mide y registra signos vitales, iPod).
Me di vuelta sin entender qué le pasaba. Me explicó
reprochándome:
— ¡Te metiste sin mirar! ¡Casi te
atropello!
Pensé que el tipo estaba loco. Yo corría por la calle: ¿dónde
me había "metido"?
No podía entender por qué me estaba increpando. Yo venía
corriendo más rápido que él, de modo que no había modo de que lo haya
obstaculizado, y en todo caso la avenida Libertador es amplísima, no había modo
de chocarnos.
Como el tipo seguía diciéndome cosas lo mandé al carajo y
subí al colectivo. Sólo cuando pasó un rato, mientras iba un poco apretado, con
mucha gente en un espacio bastante reducido, empecé a entender que el tipo iba
por una bicisenda, o sea, por una senda exclusiva. Si uno ocupa un espacio
exclusivo, cualquier ingreso de otro es una invasión -lo que acaso se potencie
si el invasor es un sujeto que comete la negrodemierdada de correr un
colectivo. El tipo no iba en bicicleta, pero la bicisenda parece legitimar y
aún crear un espacio privado, en el que el "sólo ciclistas" extiende
la exclusión de los colectivos a las motos que hacen delivery, a los peatones y
a los cartoneros.
O sea, adoro la bici, conocí mi ciudad y los caminos de
alrededor y luego los campos de alrededor un mí bici; le enseñé a andar en bici
a mis chicos apenas tuvieron edad, adoré ver la multitud en bici en La Habana y
quisiera proponer, es más, propongo en
este texto que se le pongan tiranas restricciones a los automovilistas para que
usen bicicleta en lugar de su auto, pero no puedo dejar de advertir que la
actual onda ciclismo conlleva algunos elementos de pelotudismo elitista
herederos de la parte más fiera de nuestra sociedad.
viernes, 6 de septiembre de 2013
El cumpleaños de Pablo y la pelota de Ciro
Ayer Pablo hizo su fiesta de cumpleaños. Lo llamé a la
mañana, a los gritos para abrazarlo por teléfono, pero cuando llegamos a su
casa me enteré que había cumplido dos días antes. Recordé lo que suele decirme mi
primo Fernando, "no olvido los cumpleaños: no los sé".
Fui con Victoria; en las presentaciones la mamá de Valeria, esposa
de Pablo, me dijo "te felicito, es muy linda". Pensé que el
comentario indicaba también: "con vos somos familia". La familia tiene
poder de aprobación de los novios y las novias. El ermitaño en que logré
convertirme dio un pequeño respingo, mientras me dejé abrazar por la agradable
y cálida sensación de ser adoptado.
Además de los papás de Valeria estaban sus hermanas y
sobrinos, y los papás de Pablo, que habían llegado desde Monte Hermoso. La
fiesta estaba llena de familia y comida. Los amigos, en cambio, habíamos
aportado libros.
Nos sentamos a un costado de la familia. Además de nosotros llegaron
Silvina y Pedro. Conozco a Silvina desde que éramos muy jóvenes, y con Pedro
nos une una amistad también veterana y que ha pasado por varios trabajos. Ellos
se conocieron por mí y han estado saliendo desde hace unos meses, pero no los
había visto juntos. Fue una gran alegría. Silvina, con Pedro al lado, ha
fortalecido su nobleza y su lealtad brilla agradablemente. Pedro se ha vuelto
más macizo y en general sus rasgos, como me sucede también, se están haciendo
densos hasta lo asombroso; las cejas cada vez más anchas, los ojos cada vez más
transparentes, la espalda cada vez más grande. Como estábamos comiendo mucho,
contó de su abuelo, un español que adoraba la fabada, y comió tanta que en un
momento dijo “me voy a dar una vuelta manzana, a caminar un poco, así bajo la
comida y puedo comer un poco más”, pero apenas atravesó la puerta, se cayó de
bruces, desmayado por haber comido tanto.
El banquete de empanadas, matambres, carne asada y un
surtido prodigioso de tortas que había preparado Vale no me dejaba otro camino
que el del abuelo de Pedro.
Familia y comida van fácilmente juntas. Te quiero, te nutro,
te crío.
Fue la primera vez que vi juntos a Silvina y Pedro, y
también fue el día que ellos conocieron a Victoria. Con Pedro nunca charlamos —más
bien somos de hacer cuando nos juntamos, especialmente comer—, pero a Silvina
hace más de un año que le cuento de Victoria, y hasta le pido consejo. Cuando
estábamos los cuatro en aquel sillón me sentí muy orgulloso de Victoria, y
sentí que lo nuestro está muy bien, y cómo estamos de enamorados.
Hablamos del balneario Monte Hermoso, donde Pablo se crió.
Victoria se interesó, porque tiene siempre el alma en el mar, y Don Dipascuale
y su esposa detallaron cómo allí el sol sale y se pone en el mar, el agua es
tibia y lo placentero que es marzo, cuando los bañistas han dejado en libertad
el verano tardío, más denso y tan caliente como hasta entonces. Don Dipascuale
nos invitó contento y nosotros nos miramos con el deseo de viajar que siempre
tenemos.
Se produjo entonces un alboroto entre unos padres y los
chiquilines. Luego de un rato comprendimos que algo había sucedido con la
pelota que le habíamos llevado a Ciro ese día para que guardara un buen
recuerdo de los cumpleaños de su papá. Era una bola transparente que le
compramos a los chinos, relleno el interior de un líquido en el que nadaban dos
peces. Hasta que se puso a jugar con ella Ciro no nos dimos cuenta de que al
hacerla rebotar se le encendía un corazón de luces rojas y verdes que
parpadeaban con mucha fuerza. Ahora estaba garantizado que Ciro recordaría el cumpleaños
de su papá. Se le ponía una carita de éxtasis mirando la pelota que tenía en
las manos, largando luces vivas. Es lo que le sucedería a cualquiera que tenga
dos años en este mundo. "Años después, el coronel Ciro Dipascuale habría
de recordar la remota tarde en que su padre le dio una bola líquida, de cuyo
interior transparente salían luces".
Pero he aquí que el alboroto se debía a que la pelota se
había perdido. Estaba en pleno desarrollo una investigación plagada de regaños,
amenazas y ultimátums, de lo que quedaba en claro que nadie había sido —se sabe
que las pelotas ruedan solas— y la creciente sospecha de que la pelota se había
escapado por un agujero del tejido protector del balcón que daba a la calle
para arrojarse hacia la libertad. Hasta la calle había seis pisos. Victoria,
que es una de las personas más determinadas e inclaudicables que conozco, no
podía asumir la pérdida así como así y porfiaba en que bajáramos a la calle a
buscar la pelota. Ahora pienso que hubiera sido lo correcto que toda la familia
compuesta hubiéramos bajado y nos hubiéramos dedicado a buscar la dichosa
pelota. Habría sido un gran cuadro. Pero no estábamos tan sueltos como para hacer
hecho eso, y en esa contención quedó atrapada Victoria.
Pablo dijo que las cosas llegan y se van, los demás
coincidimos, alguien dijo que Ciro habrá aprendido que las dichas aparecen y se
disuelven de la realidad caprichosamente. Y capítulo terminado.
Luego los del sector amigos charlamos de las cosas de
siempre, libros, películas, teatro, música. Sobre todo, de libros. Pablo nos
contó qué libros le habían regalado e hizo un repaso de la larga lista que está
leyendo: un ensayo de economía de Aldo Ferrer, una novela de un ruso situada
hoy, explicando la estrategia de Putin para llegar al poder, un grueso tomo de
textos de Jacques Lacan. Está cursando un seminario de Jacques Lacan. Y es
odontólogo. Lo que le sucede, en realidad, es que es un genio. Tiene una mente
a 12 mil revoluciones y una energía perfecta. Un amigo dijo de él: "es el
único odontólogo de orientación lacaniana". Mientras charlábamos Pablo puso
un álbum de Adele. En un momento lo vimos hacer la acrobacia imposible de
masticar una empanada, hablar de Sam Rockwell y ¡cantar un tema de Adele!
"¿Cuándo tenés tiempo de aprenderte esas letras?" le preguntamos,
sabiendo que, además de leer todos los libros que lee simultáneamente, atender
su propio consultorio, atender en dos clínicas, ser papá, ir al gimnasio y
cursar el seminario de Lacan, está construyendo una pequeña clínica propia.
"Soy medio vitrola", dijo, "me lo ponés una vez y lo
reproduzco".
Pablo es un ave rarísima, y un amigazo, de los que sólo
pueden hallar las personas que tienen una suerte excepcional. Yo le tengo un
agradecimiento inacabable porque sea mi amigo.
Luego de que nos invitáramos con Pedro unas rondas de
tortas, corriendo el riesgo de terminar como su abuelo, y viendo que casi todos
se habían ido, decidimos marcharnos, con gran pesar —al que no poco le debían
nuestras ganas de seguir abrevando en aquel banquete.
Nos abrazamos, nos prometimos vernos pronto. En la vereda
tuvimos con Don Dipascuale nuestra inevitable charla de política, mientras Victoria
se distrajo por ahí. La política no le interesa en lo más mínimo. Al fin nos
despedimos, volviendo a jurarnos que nos juntaríamos en Monte Hermoso en el
próximo marzo.
Fue entonces que Victoria me dijo "mirá", y me
mostró lo que tenía en la mano: la pelota de Ciro.
martes, 3 de septiembre de 2013
El perro en Tribunales
Estación Tribunales de subte. Hay un perro. No está muerto
de miedo, anda entre la gente, moviendo la cola. Un señor y una señora se le
acercan, lo quieren sacar, el perro no les da bola, se preocupan. Se movilizan.
El perro por ahí los mira, o no les da bola. Se va por ahí y la señora lo
persigue. Le va hablando. Se diría que cree que si la escucha, entenderá que
ella lo salvará, sacándolo del peligroso lugar. Con el señor dijeron bastante
"pobre" y "peligro". La señora va persiguiendo al perro por
todo el andén. Mucho empeño. Aparece un tren, el perro lo corre ladrando, como
los perros corren los autos, muy feliz. Del tren bajan unos chicos de la calle,
más o menos con la misma mugre del perro, se cruzan con el perro, que anda
perseguido por la señora, que no mira los chicos. Los chicos que manguean son
naturales.
La transmigración de las almas y un dibujo de buda
No me importa tomar partido por el tema de la transmigración de las almas.
Sí me interesa pensar qué significa esa transmigración y cómo se da.
Hay ocasiones en que me sugestionan datos que creo indicios de una transmigración. Aquí hay dos rostros de Budas, de China y la India, de diferentes siglos. La tercera imagen es de una adolescente en una clase de dibujo. La adolescente se manifiesta agnóstica y no ha tenido ningún acercamiento al budismo. Sin embargo, el rostro emite una paz, una belleza, una potente y extraña armonía y una iluminación difícil de encontrar fuera del arte sacro dedicado a las disciplinas budistas.
Amigos en unos días
Gus Pallini, Néstor Restivo y Xiaodí Chen, en el programa de radio De Acá a la China (Radiopalermo). Xiaodí fue un invitado de lujo. Fotógrafa: Alicia Caniza. Nuestra lady. |
Laura Santo, Dani Jayo y Carola Kuo, en el templo Tzong Kuan (calle Montañeses, Barrio Chino de Belgrano). Se aprecia que la proximidad con los buda genera en mí un aura de iluminación sagrada. |
Amiga anónima ensaya el rostro humano. Inesperadamente, aparece un buda. La clase de dibujo es en las Barrancas de Belgrano, muy cerca del templo donde Daniel me iluminó. |
Vic no tira cualquieras fideos al agua: los amasó ella solita, el día que es cocinera para Petty, Caro, Jorge, Nico, Agus, Fede, Dirán. |
Esto es cuando los amigos se aburren del jenga en un pub en Pinamar. |
Amigos en la playa ventosa. |
Todos por uno
—
No entiendo por qué vinieron a rescatarme. El
riesgo era demasiado alto.
—
Lo humano,
Spock, es arriesgar el grupo por uno.
Fragmentos de El abanico de seda, de Lisa See
Ed. Salamandra, febrero de 2010
“Yo únicamente sabía que aquel proceso facilitaría mi boda
y, por lo tanto, me ayudaría a alcanzar el máximo logro de toda mujer: un
hijo”. (p. 35)
“El tamaño de mis pies determinaría mis posibilidades de contraer
un buen matrimonio. Mis diminutos pies serían ofrecidos a mis futuros suegros
como prueba de mi disciplina personal u de mi capacidad para soportar los
dolores del parto y cualquier desgracia que pudiera sobrevenirme. Mis diminutos
pies demostrarían a todo el mundo la obediencia que guardaba a mi familia
natal, y sobre todo a mi madre, lo cual también causaría una buena impresión en
mi futura suegra. Los zapatos que bordaba simbolizarían para mis futuros
suegros mi habilidad para la costura y, por extensión, para el resto de las
tareas domésticas. Y aunque en aquella época yo no lo sabía, mis pies serían
algo que fascinaría a mi esposo durante los momentos más íntimos y privados
entre un hombre y una mujer. Su deseo de verlos y tenerlos en las manos no
dismin uyó nunca en los años que vivimos juntos, ni siquiera después de que yo
hubiera parido cinco hijos, ni siquiera después de que el resto de mi cuerpo
hubiera dejado de ser un estímulo para el trato carnal.” (pp. 46-47)
“Se espera que las mujeres amen a sus hijos tan pronto éstos
salen de su vientre, pero ¿qué madre no se ha sentido decepcionada al ver por
primera vez a su hija o no ha experimentado la oscura melancolía que se apodera
de la mente, incluso sosteniendo en brazos a un valioso varón, si éste no hace
otra cosa que llorar y su suegra la mira como si tuviera la leche agria? Puede
que amemos a nuestros hijos de todo corazón, pero debemos enseñarles a soportar
el dolor. Amamos a nuestros hijos más que a nada, pero nunca podremos formar
parte de su mundo, el reino exterior de los hombres. Se espera que amemos a
nuestro esposo desde el día del rito de la Elección de Pretendiente, aunque no
vayamos a ver su rostro hasta pasados seis años. Nos enseñan a amar a nuestra
familia política, pero, cuando entramos en ella, somos unas extrañas sin más
privilegios que los criados. Nos ordenan que amemos y honremos a los
antepasados de nuestros esposos, y nosotras cumplimos con nuestras
obligaciones, aunque en el fondo estemos agradecidas a los antepasados de
nuestra familia natal. Amamos a nuestros padres porque cuidan de nosotras, pero
ellos nos consideran ramas inútiles del árbol familiar. Consumimos los recursos
de nuestra familia. Una familia nos cría para entregarnos a otra familia. Pese
a ser felices en el seno de nuestra familia natal, todas sabemos que la
separación es inevitable. Así pues, la amamos, pero sabemos que ese amor
terminará con una triste separación. Todas estas clases de amor surgen del
deber, el respeto y la gratitud, y las mujeres de mi condado saben que son
fuente de tristeza, desazón y crueldad.” (pp. 79-80)
“ —Soy fea y no muy inteligente, pero siempre he procurado
tener buen humor. He amado a mi esposo y él me ha amado a mí. Somos un par de
patos mandarines feos y no muy inteligentes. Lo hemos pasado muy bien en la
cama, Espero que tú también lo pases bien.” (p. 99)
“ —Tengo treinta y ocho años —dijo mi tía, no con pena sino
con resignación—. La suerte no me ha acompañado. Tengo una buena familia, pero
mis pies y mi cara marcaron mi destino. Cualquier mujer, aunque no sea muy
inteligente ni muy hermosa, puede encontrar esposo, porque hasta los hombres
más tarados pueden engendrar un hijo. Ellos sólo necesitan un recipiente. Mi
padre me casó con la mejor familia que encontró dispuesta a acogerme. ¿Crees
que no lloré entonces como tú lloras ahora? Pero el destino aún fue más cruel
conmigo. No concebí ningún hijo varón. Me convertí en una carga para mis
suegros. Ojalá tuviera un hijo varón y una vida feliz. Me gustaría que mi hija
no se casara, porque así la tendría a ella para aliviar mis penas. Pero la vida
de las mujeres es así. No puedes escapar de tu destino. Estás predestinada.”
(pp. 101-102)
“Me lamí el dedo y contemplé su piel blanca. Cuando le
acaricié el vientre por encima del ombligo con el dedo húmedo, noté cómo ella
inspiraba. Sus pechos ascendieron, su estómago se hundió y se le puso carne de
gallina.
“ —Yo —dijo. Había acertado. Escribí el siguiente carácter
debajo de su ombligo—. Creer —dijo. Entonces la imité y escribí junto al hueso
derecho de su cadera—. Ligera. —A continuación junto al hueso izquierdo—:
Nieve”. (p. 108)
(…)
“Después recitamos juntas el poema entero:
“La luz de la luna
ilumina mi cama
“Yo creo que es la
ligera nevada de una mañana de principios
“de invierno.
Miro hacia arriba y
contemplo la luna llena en el cielo nocturno.
Me inclino. Echo de
menos mi hogar.
Como es bien sabido, el poema habla de un funcionario que
siente nostalgia de su hogar, pero aquella noche, y siempre a partir de
entonces, yo creí que hablaba de nosotras. Flor de Nieve era mi hogar, y yo el
suyo.” (p. 110)
“Con todo, esa tela de algodón no era nada comparada con las
sedas que me mandaron más tarde, de excelente calidad y perfectamente teñidas.
Rojo para la boda, pero también para los aniversarios, las celebraciones de Año
Nuevo y otras fiestas. Morado y verde, apropiados para una joven esposa. Un
gris azulado como el cielo antes de una tormenta y un verde azulado como el
estanque del pueblo en verano, para mis años de madurez y, por último, de
viudedad” (p. 112)
“En mis años de hija, cuando todavía me dejaban jugar en la
calle, había visto muchos animales aparearse. Sabía que tendría que hacer algo
parecido, pero no entendía cómo iba a pasar ni qué se esperaba de mí, y Flor de
Nieve, que generalmente sabía mucho más que yo, no podía ayudarme. Ambas
esperábamos que nuestras madres, hermanas mayores, mi tía o incluso la
casamentera, nos explicaran cómo realizar aquella tarea, igual que nos habían
enseñado a hacer tantas cosas.” (p. 130)
“Y en nuestro dialecto local la palabra «esposa» se
pronuncia igual que «huésped».” (p. 138)
“Comprendí que no se refería al trato carnal con mi esposo,
sino a eso. Flor de Nieve era mi alma general para toda la vida. Yo le
profesaba un amor mayor y más profundo que el que jamás sentiría por mi esposo.
Ése era el verdadero significado de la relación de dos laotong.” (p. 147)
“Esa noche, en la posada, después de ponernos las camisas de
dormir, Flor de Nieve y yo nos tumbamos en la cama, cara a cara. (…) Flor de
Nieve me puso las manos en el vientre. Yo puse las mías sobre el suyo. Estaba
acostumbrada a notar las patadas de mi hijo contra mi piel, sobre todo por la
noche. Ahora sentí cómo el bebé de Flor de Nieve se movía dentro de ella. No
habríamos podido estar más cerca la una de la otra.
“— Me alegro de estar contigo —dijo, y pasó un dedo por el
sitio donde mi bebé empujaba con un codo o con una rodilla.
“— Yo también me alegro.
“— Siento a tu hijo. Es fuerte como su madre.
“Sus palabras me hicieron sentir llena de orgullo y de vida.
Su dedo se detuvo, y una vez más posó sus tibias manos sobre mi vientre.
“— Lo querré tanto como te quiero a ti —agregó. Entonces,
como solía hacer desde que éramos niñas, me puso una mano en la mejilla y la
dejó descansar allí hasta que ambas nos quedamos dormidas.
“Faltaban dos semanas para que yo cumpliera veinte años, mi
hijo no tardaría en nacer y la vida real estaba a punto de empezar.” (pp.
180-181)
“«Cuando seas niña, obedece a tu padre; cuando seas esposa,
obedece a tu esposo; cuando seas viuda, obedece a tu hijo.»” (p. 195)
“Era un niñito muy gracioso y nos divertía observarlo cuando
ayudaba a su padre. Parecían dos cerdos: husmeaban, hurgaban, se frotaban el
uno contra el otro; iban manchados de barro y mugre y se deleitaban con su
mutua compañía.” (p. 253)
“Esa noche, el carnicero no la golpeó. Quería tener trato
carnal con su esposa, y lo tuvo. Luego ella vino a mi lado de la hoguera, se
deslizó bajo la colcha, se acurrucó junto a mí y apoyó la palma de la mano
sobre mi mejilla. Estaba cansada después de tantas noches sin dormir, y noté
cómo su cuerpo se relajaba rápidamente. Poco antes de quedarse dormida me
susurró:
“— Él me quiere, a su manera. Ahora todo irá mejor. Ya lo
verás. Mi esposo ha cambiado.” (p. 261)
“— Lo peor que puede hacer una mujer es abandonar a su
esposo —repuso—. Ya lo sabes.
En efecto, lo sabía. Era una ofensa por la que el esposo
podía castigar a la mujer con la muerte.” (p. 268)
“Empecé a reaccionar no como la niña pequeña que se había
enamorado de Flor de Nieve, sino como la señora Lu, la mujer que creía que las
reglas y convenciones podían proporcionar la paz mental. Me resultaba más fácil
empezar a enumerar los defectos de Flor de Nieve que enfrentarme a las
emociones que estaban surgiendo en mi interior.” (p. 272)