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sábado, 29 de noviembre de 2014

Ifigenia y Orestes


Orestes se aventura hasta Áulide para rescatar de la barbarie a su hermana Ifigenia, quien ha ido a parar allí y se ha convertido en una sacerdotisa pagana, porque el padre de ambos intentó prenderla fuego para ganar el favor de los dioses.


ORESTES

¿Qué me acusas, ojos de arcilla?
Frentes hacia abajo, ¡qué sabéis
de levantar con piedras y palabras
un sueño que reviente los ojos de los dioses!

otra simiente de naturaleza,
hija pura y radiosa del humano deseo,
oro de eternidad, diamante pleno
labrado en los martillos
impecables del corazón!

He aquí que te encuentro muerta y viva,
sacrificada y sacrificadora.


IFIGENIA

¡Pajarillo cazado entre palabras!

Llévate entre las manos, cogidas con tu ingenio,
estas dos conchas huecas de palabras: ¡No quiero!

¿A qué viniste, di?
¿Para que siga hirviendo en mis entrañas
la culpa de Micenas, y mi leche
críe dragones y amamante incestos;
y salgan maldiciones de mi techo
resecando los campos de labranza,
y a mi paso la peste se difunda,
mueran los toros y se esconda la luna?
¿En busca mía, para que conciba
nuevos horrores mi carne enemiga?
¿Para que aborten las madres a mi paso,
y para que, al olor de la nieta de Tántalo,
los frutos y las aguas huyan de mi contagio?






Bulldog francés


Me anunció que estaba loca de entusiasmo por disfrazarse de bailarina thai, Juana Azurduy, reno, Virgen de Guadalupe, Margaret Thatcher y empanada.
Me puse feliz.
Luego me advirtió que no se disfrazaría "jamás, jamás, jamás en la vida", de bulldog francés.
Y me puse loco.
¿Por qué condicionaba de esa manera mi fiesta?
¿Qué sabía ella si un día no se disfrazaría de bulldog francés?
¿Qué problema tenía?
¿A qué venía esa amenaza, ese coartarme la libertad, ese obligarme a lo que ella quería?





Felino

Probablemente nadie es tan feliz como los cazadores con un nuevo día siempre fresco e imprevisible por delante.
El Gran Felino está más vivo cuando persigue a su presa. Ha clavado en ella esa fijeza implacable de sus ojos amarillos, la persigue con una fuerza que aterroriza y una determinación que no es de este mundo. Está perfectamente concentrado en el momento.
Ni el pasado ni el futuro tienen la mínima pizca de existencia.
Pero cuando la haya matado y esté tenga tiesa bajo sus garras, quedará desorientado, no sabrá qué hacer. Finalmente tratará de animarla, para que vuelva a correr, para que se mueva.

Quizás en las sucesivas reencarnaciones gane un poco de sabiduría y averigüe que es mejor jugar a matar.









Demasiado


Encima ahora hice que mi terapeuta se enamore de ella. Hoy gritaba “¡es divina! ¡es divina!”


Textos para fotos ocultas


En algún lugar de este mundo vive un filósofo excepcional, una chica que se llama Florie Rotondo.
El otro día, en una revista que recopila redacciones de colegiales, di con una de sus reflexiones. Decía así: Si pudiese hacer lo que quisiera, me iría al centro de la Tierra, nuestro planeta, y buscaría uranio, rubíes y oro. Intentaría encontrar Monstruos Perfectos. Después me iría a vivir al campo. Florie Rotondo, ocho años.
De Plegarias atendidas, de Truman Capote


En las profundidades del África Ecuatorial el explorador francés Marcel Pretre, cazador y hombre de mundo, se encontró con una tribu de pigmeos de una pequeñez sorprendente. Más sorprendido, sin embargo, quedó al ser informado de que existía un pueblo aún más pequeño, más allá de la selva y las distancias. Entonces, más se metió.
“En el Congo Central descubrió a los verdaderos pigmeos más pequeños del mundo. Y —como una caja dentro de una caja, dentro de una caja— entre los pigmeos más pequeños del mundo, estaba el más pequeño de los pigmeos más pequeños del mundo, quizás obedeciendo a la necesidad que a veces tiene la Naturaleza de excederse a sí misma.
Entre los mosquitos y los árboles tiernos de humedad, entre las nutridas hojas del verde más perezoso, Marcel Pretre se vio ante una mujer de cuarenta y cinco centímetros, madura, negra, callada. (…) Estaba embarazada. (…) Sintiendo la necesidad inmediata del orden, y de dar un nombre a lo que existe, la llamó Pequeña Flor.
(…)
Su raza está siendo prácticamente exterminada. Quedan pocos ejemplares humanos de esa especie que, si no fuese por el astuto peligro de África, sería un pueblo propagado. Además de las enfermedades, las aguas de aliento infestado, la comida deficiente y las fieras que acechan, el gran riesgo para los escasos likoualas radica en los salvajes bantúes, amenaza que los rodea en un aire silencioso como en la madrugada de una batalla. Los bantúes los cazan con redes, de la misma manera que hacen con los monos.
(…)
Estaba riendo, caliente, caliente. Pequeña Flor estaba gozando de la vida. La propia cosa rara estaba teniendo la inefable sensación de aún no haber sido devorada. No haber sido devorada era algo que, en otros momentos, le daba el ágil impulso de saltar de rama en rama. Pero en este momento de tranquilidad, entre las espesas hojas del Congo Central, ella no estaba aplicando ese impulso en una acción —todo el impulso se concentraba en la propia pequeñez de la propia cosa rara. Y entonces ella reía. Era una risa que solamente quien no habla es capaz de reír. A esa risa el constreñido explorador no consiguió clasificar. Y ella siguió disfrutando su propia risa suave, ella que no estaba siendo devorada. No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida. Mientras no estuviera siendo devorada, su risa bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba turbado.
De La mujer más pequeña del mundo, de Clarice Lispector


Y aquella inmovilidad de vida no se parecía de ninguna manera a la tranquilidad. Era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable. Y lo miraba a uno con aire vengativo. Después llegué a acostumbrarme. Y al acostumbrarme dejé de verla (...)

Al quedarse solo en la selva, había mirado a su interior, y ¡cielos!, puedo afirmarlo, había enloquecido.

De El corazón de las Tinieblas, Joseph Conrad



Cuando el niño era niño
lanzó un palo como una lanza contra el árbol,
y hoy vibra así todavía.
Peter Handke


Estar frente a alguien que apenas conocía, y en su casa, me hizo sentir que no tenía a nadie en el mundo.

Por más jovial que fuera la convivencia entre la niña y la anciana, fui consciente bastante pronto, aunque nadie me lo hubiera explicado, de que un silencio escalofriante que se respiraba en los rincones iba llenándolo todo, y de que había un vacío que no se podía llenar.

— Sé fuerte.
— Lo intentaré -respondí, y diciéndonos adiós con la mano nos separamos. Y este sentimiento, sin cambiar, irá hacia un lugar lejano que no tiene fin y desaparecerá.

De Kitchen, de Banana Yoshimoto


Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros.

Le pareció oír rechinar la puerta, como cuando alguien entraba o salía. Y después sólo la lluvia, intermitente, fría, rodando sobre las hojas de los plátanos, hirviendo en su propio hervor.

Pedro Páramo miró cómo los hombres se iban. Sintió desfilar frente a él el trote de caballos oscuros, confundidos con la noche. El sudor y el polvo; el temblor de la tierra. Cuando vio los cocuyos cruzando otra vez sus luces, se dio cuenta de que todos los hombres se habían ido. Quedaba él, solo, como un tronco duro comenzando a desgajarse por dentro.

De Pedro Páramo, de Juan Rulfo

ORESTES
¡Raza vencida de la tierra:
reconoce a tu domador!
¡Tú que temblabas, gusanera aplastada,
bajo los Siete Días orientales
de la Creación!

Tú que apenas usabas como alma
un escozor de pánico,
y que desfallecías, heredera
de todos los pavores animales;
devuelta con arrobamiento al fango
lodacero que criabas raíces
para enredar los talones bailátiles
de los hijos de Prometeo:

¿Qué me acusas, ojos de arcilla?
Frentes hacia abajo, ¡qué sabéis
de levantar con piedras y palabras
un sueño que reviente los ojos de los dioses,

otra simiente de naturaleza,
hija pura y radiosa del humano deseo,
oro de eternidad, diamante pleno
labrado en los martillos
impecables del corazón!

He aquí que te encuentro muerta y viva,
sacrificada y sacrificadora.

IFIGENIA
¿A qué viniste, di?
¿Para que siga hirviendo en mis entrañas
la culpa de Micenas, y mi leche
críe dragones y amamante incestos;
y salgan maldiciones de mi techo
resecando los campos de labranza,
y a mi paso la peste se difunda,
mueran los toros y se esconda la luna?
¿En busca mía, para que conciba
nuevos horrores mi carne enemiga?
¿Para que aborten las madres a mi paso,
y para que, al olor de la nieta de Tántalo,
los frutos y las aguas huyan de mi contagio?

Huiré de mí propia,
como yegua acosada que salta de su sombra.

De Ifigenia cruel, de Alfonso Reyes



El niño había terminado de escribir y leía en voz alta: cómo me imagino una vida mejor. Me gustaría que no hiciera frío ni calor. Que siempre sople un viento tibio; de vez en cuando una tormenta por la que la gente tiene que acurrucarse. Los coches desaparecen. Las casas serían rojas. Los arbustos serían oro. La gente lo sabría todo y no necesitaría aprender nada más. Se viviría en islas. En las calles los coches están abiertos y se puede entrar cuando se está cansado. Ya no se está cansado. Los coches no son de nadie. Por la noche, la gente no se va nunca a la cama. La gente se duerme allí mismo, donde está. No llueve nunca. De todos los amigos hay siempre cuatro y la gente que uno no conoce desaparece. Todo lo que uno no conoce desaparece.

De La mujer zurda, de Peter Handke




Mientras me mire


Ella tenía en los ojos negros un gran poder. 
Una fijeza
que al mirarme 
apenas
yo permanecería vivo más allá de mi muerte, 
más allá de la consumación de mi carne, 

más allá de la época en que el polvo que seré
sea barrido por el viento.

jueves, 27 de noviembre de 2014

The Cloisters, New York Uptown


Me dijeron que moriré pronto. Como si en la línea del resto de mi vida, trazada larga por mi esperanza, no disparatadamente larga, que la extendiera hasta los 105 años, pero sí optimista, un buen abuelo feliz, como si en toda esa línea el maldito médico del que se disfraza la Parca, hubiese clavado el índice demasiado, demasiado cerca del principio.
Lo mandé a cagar.
Lo ignoré, lo desprecié.
¿Y qué? Me voy a morir garchando, de fiesta, de frula.

Entonces el viaje largo para ver a mi Viejo, avanzado él en la línea suya, pero ambicioso, vibrante, con los ojos bien abiertos. Me trata bien, me quiere, me hace chico de nuevo, como cuando me levantaba antes del amanecer y me llevaba hasta el arroyo a pescar, bajo la morera, y el agua se hacía irreal cuando reflejaba la primera luz metálica que se encendía lenta e implacablemente en el cielo.
Quizás me quiere más ahora. Los años le limaron algunos vértices cortantes, ha comenzado a usar adjetivos. Miro adentro de sus ojos: no tiene la mínima sospecha del dedo huesudo señalando una fecha que está antes del final de su línea.
Mejor así.
Hoy pasamos un buen día. Como aquel italiano: "comimos... nos tiramos pedos... cogimos... ¡Qué domingo pasamos, ¿eh?!"
Fuimos a The Cloisters. Nos congelamos en el divino parque junto al río, con un viento que atacaba con una caballería de cuchillos de acero, pero luego, dentro del edificio medieval donde está el Museo, el clima era acogedor.
La despiadada crueldad del invierno del 14 en Nueva York se olvidaba con la instantaneidad con que se olvida un sueño a la mañana, apenas era uno atrapado por el alucinado laberinto del Medioevo, hecho de ángeles, Jesucristos torturados, dragones, Vírgenes María, corderos, santos, reyes, Epíritus Santo, caballos, cruces, discípulos. Mi padre chino estaba parado frente a una Piedad, hecha de una Virgen teutona pálida, con una cabeza enorme y una expresión de dolor que rayaba con el ridículo, y un Cristo famélico, de costillas que le estiraban el cuero y el cuerpo revestido de laceraciones sangrantes. Me vinieron a la mente las escenas de aquellos emperadores chinos que, sabiéndose los soberanos del mundo, recibían a los viajeros europeos de la época de esta Piedad. Los consideraban bárbaros, una raza inferior, brutos. Y fue con esa brutalidad que los europeos tuvieron su embate sobre el mundo, y atropellaron a los chinos. Pero quizás la brutalidad engendra su propio fin inminente, y así los brutos occidentales ya están viendo el ocaso de su breve dominio ejercido con el terror, la explotación y la muerte durante tres o cuatro siglos, contra miles de años en que las dinastías chinas han marcado el latido de la Humanidad. Y ahora están recuperando ese lugar.

En fin, en The Cloisters la realidad se había hecho extraña antes de llegar a la segunda sala y el estado de fantasía profusa se iba materializando hasta que el disparate, el horror, la santidad y el milagro se hacían normales, como si uno nunca hubiera vivido en un mundo diferente a este.
Delante de un retablo labrado por decenas de manos durantes decenas de años, y sobre un altar, igualmente profuso, había tres bustos de mujeres. Las tres esculturas tenían esa calidad que sólo consiguen los artistas que conectan con otro estado de cosas: la vida las ponía al borde de la acción. Pestañearían, su respiración se percibiría, harían un gesto con al boca. A uno le crecía el temor de que empezaran a hablar.
Me encontré solo frente a ellas —no había otro visitante del museo y mi padre se había quedado estudiando la composición del jardín, lo único que le había parecido interesante.
Contemplé los bustos fascinado, preguntándome qué los hacía tan intensamente vivos. Observé que a través de los vitrales les llegaba oblicua la luz de un sol medio dormido, suspendido cerca del horizonte en un cielo vacío. Era la luz perfecta para darle forma a las mujeres, el altar y el retablo labrado con locura, y era una luz que no existiría más que unos pocos días al año, porque el sol cambiaba rápidamente de posición día tras día, y además el cielo debía estar despejado, y probablemente la temperatura debía estar tan inusualmente baja como en este día.
Quizás era la singularidad del momento lo que hacía vivir las esculturas. "Un conjuro del tiempo dará vida a lo que una vez la tuvo y luego fue absorbido en las entrañas de la muerte".




 




 


Nos fuimos de allí.
Nuevamente atravesamos el parque cuyo viento maléficamente frío nos helaba los pies dentro de las botas y las manos dentro de los guantes, y nos impedía hablar porque había hecho rígidos los músculos de nuestras caras.
La caminata de quince minutos fue un suplicio, pero al fin nos devolvió a la realidad de todos los días y cuando llegamos a la estación de subte el estado de magia medieval ya había quedado encapsulado dentro del edificio.

Anduvimos por la ciudad.
Visitamos a los cuñados de mi viejo en su panadería, fuimos a comprar un teléfono celular, pasamos por la ferretería de unos amigos. Tomamos para acá y para allá el subte, todo el tiempo charlando, de China, de Argentina, del presidente Obama, de los antiguos amigos de mi viejo que yo recordaba, de su relación con mi mamá, de la casa que se compró en Queens, de la vez que volvió a Hong Kong, de mi nuevo trabajo. Vimos en la estación de la calle 42 a un chinito de unos diez años tocando en un teclado, muerto de frío, una melodía de Tchaikovsky, con su papá cerca, los dos vestidos como inmigrantes recién llegados, ambos iguales, zapatillas sin medias, gorro de lana negro, campera inflada, negra la del nene, roja la del padre; ambos impasibles, sin expresión en la cara.
La virtuosidad con que tocaba el chico era asombrosa. Una enorme cantidad de gente se había congregado, y cuando terminó recibió una ovación maciza.
Y cuando bajamos las escaleras y estábamos en la plataforma esperando el tren, en un banco con lugar para cuatro personas, vi sentadas a las tres santas de la Edad Media. Estaban iguales de blancas y eran iguales de misteriosas e incitantes, salvo que llevaban el cabello y la ropa de hoy, las tres de negro, y sus expresiones eran menos duras. Se hablaban en voz baja y sonreían.
Mi padre me vio paralizado, como si ahora que ellas estaban vivas yo me hubiese transformado en piedra.
— ¿Qué? —me preguntó, y recordé que él no había visto los bultos.
— Nada —le dije. Quiso que siguiéramos caminando, pero yo no podía apartarme de las mujeres.







miércoles, 26 de noviembre de 2014

4 días de PÁNICO Y LOCURA EN CABALLITO, con fotos

  
Llego de un viaje de dos semanas. Me voy poniendo al tanto de cómo andan los amigos. Cuando hablo con Adriana, me cuenta que no está bien.
Tenemos esta charla:

Adriana: Hola, mi gato se cayó del piso 18. Ese gato es mi vida, estuve internado 4 días, me tuvo con el corazón en la boca, deshecha. tuvo dos golpes de presión alta, estoy hecha concha. ahora que me bajó el estrés no paro de llorar. Se salvó, no se hizo nada. 18 pisos sin escalas. La que casi se muere soy yo.

Gustavo: Dios santo, Adri, te pasan estas cosas increíbles. ¡¡¡¡18 pisos!!!!

Adriana: Sí. Yo ya no pido una vida más normal, con que sea menos bizarra me alcanza.
Anoche no podía dormir, no sé si de la impresión de que el gato se cayó desde acá arriba, o de que no se hizo nada.

Gustavo:  ¡54 metros!

Adriana:  Tengo el corazón para juntar con cucharita.
Me dieron dos picos de presión alta.
Pensé que me daba un infarto. Estuve en cama.
Ya está, no me muero más o me pisa un bondi en cualquier momento.

Gustavo: ¿Y el gato? ¿Dónde está?

Adriana: Es el dueño de todo el departamento.
Vino anoche.
Cuatro días internado, los dos primeros esperando que reventara...

Gustavo: ¿Qué hace?

Adriana: Está mejor que vos y yo e intentó atacar un perro en la veterinaria al salir. No doy más, me va a matar.
Frenándolo para que no se morfara al perro. Esto no es un gato.
Ahora está en mi cama, en el colchón en el suelo, para que no se suba, no tiene que hacer esfuerzos.
Anoche puse el colchón en el suelo, para que no suba, comida al lado, las piedras con el meo al lado, todo para que el tipo no camine...
Apagamos la luz, a dormir, juntos... ok...
A los 5 minutos, el puto gato saltando en la oscuridad en el elástico de la cama sin colchón.
Y yo en el suelo...
!!!!
Voy a terminar como Ceratti, pero sin un mango, porque además me fundió.
Gato hijo de su puta madre!
Quiero una vida, esto no es una vida, es un delirio en loop hace 40 años.
La gente diciendo: ¡eh lógico Almagro! ¡tu gato!
Los vecinos que quieren llamar a Crónica TV
Yo haciendo un laburo sobre vecinos de caballito hace 4 años y este gato hijo de puta protagoniza EL capítulo ¡desde mi propia casa!

Gustavo: ¿Cómo se cayó?

Adriana: Le dió un cabezazo a la ventana que pesa un huevo y por la rendija, con la fuerza del golpe, se fue pal otro lado.
Viene de estar unos días en otra casa que hacia eso y caía en un patio, no 18 pisos abajo.
Entré gritando como de Hezbollah con el gato en alto a la veterinaria.
Gritando, pero mal-mal, sacudiendo al gato: “¡¡¡si se muere mi gato me muero yo!!!”
A las 3 de la mañana.
El gato me miraba con una cara de espanto...
Leé la saga completa de los 4 días de PÁNICO Y LOCURA EN CABALLITO, con fotos.


La saga en Facebook

20 de noviembre

En esta casa puede faltar lo que sea, menos el amor.
Hoy se cayó Nicanor.
Del piso 18.
Y yo no tengo consuelo, no puedo dormir. No puedo nada. Ni quiero nada tampoco.
Nicanor está internado, y nadie tiene control sobre lo que no se puede controlar ya, sobre lo que no depende de nosotros.
Hace 4 años hago un trabajo fotográfico sobre este edificio, después de hoy, ya no quiero seguirlo. Ni quiero estar acá.
Lo único que quiero es a mi gato Nicanor, y si no, que no sufra.
Todos los que me conocen y lo conocen saben lo que Nicanor es para mí.
Nicanor me enseñó un montón de cosas; y lo que es vivir con un gato, y sobretodo, que los gatos al final siempre hacen lo que quieren.
Esta noche, cuando lo encontré abajo, así y todo, estaba mucho más entero que yo...
En ningún momento dejó de mirarme, ni de levantar su cabeza para buscar mis ojos aunque fuera yo la que lloraba a los gritos durante dos horas.
Con esa actitud y la mirada siempre de tener el último gesto en todo.
Que ironía todo, hace dos días me tomé esta foto con él.


COMENTARIOS
Flavina Quirog Adri, estoy lloriqueando en el subte, aunque no conozca a Nicanor lo tengo presente en sus aventuras. Fuerzas para los dos. Besote

Leo Mirvois Tene confianza,no se de donde sacan fuerza,pero salen.

Norma Marmoria Hola ... a nosotros nos pasó una vez, y todo salió bien ... te mandamos abrazos!

Adriana Almagro gracias a todxs por los mensajes y a lxs que escribieron y llamaron preguntando por Nicanor. No contesté porque no puedo ni hablar. Está muy grave. Internado. Y si resiste, le van a hacer unos estudios hoy. Me dejan verlo solo una hora, voy a ir con una amiga porque me subió la presión y me descompuse dos veces ya, así que supongo que me estaré quedando en casa de una amiga... no sé.... tanto que jodo con lo de un acv, si no me dio hoy no me da más... gracias a todxs por cuidarnos.


*          *          *



20 de noviembre

Gabi me acompañó a la clínica a ver a Nicanor... no podía ir sola... no sabía cómo lo iba a encontrar.
Tiene dañada la columna, pero no compromete su cadera, que puede evolucionar bien... pero hay que esperar 48 hs más. Con calma...
No tiene hemorragias ni derrames...
Y tiene más vidas que los 18 pisos de mi edificio, de donde se cayó anoche.
Me escuchó, se paró despacito y se acercó con su suero puesto buscando mimos...
Yo tengo la cara como un boxeador, de llorar, menos vidas que él, y el corazón inmenso de esperanza y agradecimientos a todos ustedes por llamarme, escribirme y cuidarnos.
Los quiero mucho.
Nicanor, compañero, si salimos de esto vas a quedar mejor que yo seguro...
Mi gato Nicanor, a prueba de todo.

Por Gaby Salamone.

Por Gaby Salamone.

Por Simón Chávez.


Sara Fried Cuanto me alegro. ¿Sabes que es menos riesgoso que un gato se caiga de un 14 que de un primero? Porque con más altura se abren como un paraguas para amortiguar.

*          *          *




21 de noviembre

¡Mirá Nicanor! ¡De cuando hacías origami en casa! Vamos que venís muy bien, ¡fuerza mi gato rockero! ¡Que te creés Iggy Pop y te andás tirando! 24 hs más compañero, ¡¡amos!!
Nicanor es un mito viviente ya en el edificio y la cuadra.
Y en la veterinaria tiene el record en caída libre y recuperación con 18 pisos.
Come, se para, pide mimos y si sigue así ya pronto le sacan el oxígeno.
¡¡¡¡Gracias a todxs!!!! ¡Sin ustedes no podría!
¡¡¡¡¡Vamos mi Niqui!!!!!

Flavio Ernesto Creer o reventar

Adriana Almagro Vos me empujás la silla de ruedas cuando esto termine... demasiado rock para mí ya... un beso grande a todos

Luisa Fernanda Gutierrez imaginate VOLAR!!!!!!!

Adriana Almagro sí, volar... yo me caí en la calle hace tres meses, estuve doblada, y sigo con dolor y la rodilla lastimada... este es un demonio disfrazado de gato, encantador, puro carisma, pero rockero mal. ¡Un beso Luisa!


*          *          *

22 de noviembre

Vecinos de Caballito - La vida en rock
Después de que mi gato se cayó 18 pisos,
Después de que el señor de seguridad y tres vecinos me ayudaron a encontrarlo,
De que todos los doctores de la Clínica San Marcos lo atendieron a él y a mí en estado de shock, ataque de nervios y dos golpes de presión alta,
Después de que amigos, colegas, compañeros y vecinos me ayudaron y mandaron mensajes de amor para acompañarme
Después de que Nicanor se salvó, se recupera muy bien de a poco, y come como una morsa como siempre y yo sigo con la cara más parecida a la del mono Gatica que a la mía...
Nicanor, el gato más rockero del mundo es más famoso que Sandro.
En la clínica, todos pasan a verlo, en el edificio es el comentario, están todos emocionados esperando que vuelva.
Y hoy, los vecinos me dijeron, que habría que llamar a Crónica TV...
¿No puedo tener una vida más tranquila? Evidentemente no.
Gracias a todxs, los quiero mucho




Adriana Almagro En el edificio pasé de ser 'la chica fotógrafa' a 'la chica del gatito'








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23 de noviembre

Gracias a todxs por cuidarnos estos días.
Gracias Gabi y Olivia...
Nicanor va a estar un par de días más internado, porque necesita reposo para que sus pulmones sanen del todo... pero el gato bardo no para y festeja a todos los que ve, incluidos otros gatos internados...
gracias de corazón...

Guillermo López Castro La verdad...Charly no existe al lado de Nica!

Adriana Almagro Guillermo hoy le sacaron un gato que tenía al lado internado, porque no paraba de agitar "dándole charla". que por menos estaba peor que él y necesitaba paz. 18 pisos sin escalas, no se quebró ni una pata... se llevó mi última juventud.

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24 de noviembre
Nos dan el alta. ¡Volvemos a casa con Nicanor!
Prometemos una selfi para que vean su estado... y el mío.
Tiene que hacer reposo y no para.
No doy más.
¡¡¡¡Aguante el rock!!!!
¡Gracias a todxs!

Adriana Almagro me van a internar a mí. El viaje más turbulento de mi vida en taxi. Con un bolso inmanejable que se movía para todos lados...estoy toda agitada, y el señor llegó, revisó toda la casa y trajo la pelota para jugar. 18 pisos... me veo peor que él. Ninguna fiesta, necesito dormir una semana, si ya sabemos quien me deja...

Adriana Almagro salió a gruñirle a un perro que estaba arruinado en una camilla en la clínica. No llego a mi cumpleaños así...

*          *          *



18 pisos, ni un hueso roto, y encima no me dejan pelearme con el perro de la veterinaria...
Gracias a todos, sobretodo a la doctora colombiana divina que me decía "papito lindo" y yo me emocionaba todo...
A la que veo muy desmejorada es a ella, no sé que le pasa..."
Bienvenido Niki Pop a casa. Mi gato tigre.

Patricio Murphy La cara de ese gato, no parece que hubiera zafado por un pelín! Felicidad que ya esté en casa

Adriana Almagro Patricio estábamos saliendo de la veterinaria, hoy, y le quedó resto para gruñirle mal a un perro que no le hacía nada. Él saliendo como reina de la primavera saludando, divino, y yo, bueno, lo que queda...esta es una casa a puro rock.


*          *          *          *          *


EPÍLOGO

Así terminó nuestra conversación de esta tarde:

Adriana: Bueh, listo, la bizarrada completa: viene una amiga y me cuenta recién que está muy preocupada porque el perrito de otra amiga de ella se cayó de una bici, ayer, se hizo percha, lo pisaron y ¿donde está? En la clínica de Nicanor. ¿Y quién es? el perrito al que Nicanor no dejaba descansar ayer, el paciente vecino a su jaula al que mi gato le daba charla como un loco y el otro no podía con su alma... Basta, apagá todo y vamonós... Mi vida no puede ser más bizarra... besos



lunes, 24 de noviembre de 2014

Viejos


Mi Viejo chino está viejo.
Yo también.
Me cuenta de un barrio en las afueras de Miami que "es sólo para viejos. Ni los chicos ni nadie menor de 50 años puede vivir ahí".
Ajá. Mañana cumpliré 52. ¿Problemas para asumir la edad? Lo invitamos a pasar una apacibles jornadas en Ending Park.
Recordé una tarde en La Bombonera, repleta como siempre, miles y miles de personas y entre todas un fulano cuyo rostro había sido objeto de una tarde de borrachera del Demonio. Esa pobre cara era de una monstruosidad inhumana. Y sin embargo, ahí había ido el tipo, a que lo vieran, lo miraran, no algunas personas, sino una ciudad entera. A ver quién se la banca de verdad, a ver quién tiene los huevos para mostrar el culo.
"Yo me iría a vivir a ese barrio ", dice mi Viejo chino, "pero no hay quien arranque a Alice de Brooklyn". Alice, su mujer, es treinta años menor que él y está eternamente fascinada con New York.
Y yo pienso que es un disparate pensar que yo, un chico, me iría a vivir a ese Fuckoff Ending Park, pero aún así, sería admitido con sonrisas de bienvenido, abuelo, ¿cómo andamos hoy?, y este rezongo que tengo ¡no soy ningún viejo, me recago en la hostia!, sería tomado exactamente como son tomados los rezongos de los viejos, dado que no hay viejo sin rezongo.
En fin, que ya doblamos la ultima curva, mi Viejo chino y yo. Bastante juntos; ventajas y desventajas de tener un padre joven -bueno, quiero decir, un padre que lo tuvo a uno cuando apenas salía de la adolescencia.
Y chocheamos un poco. Nos vimos el año pasado, pero como antes de eso habíamos pasado una vida sin vernos, peleados, se nos ha impreso que cada encuentro es un Gran Encuentro, Bolívar y San Martín, con Chinatown como nuestro Guayaquil.
Acechando el rito, me caigo a su negocio una tarde sin avisar, y nos miramos a los ojos, y veo que se le llenan de agua, y siento que me pasa lo mismo.
"Sabía que vendrías", me dice. "Hace un rato que estaba pensando que ibas a venir ahora".
Un par de días después le cuento de sus nietos, que uno anda por Colombia de mochilero, que otra es seria, como le gusta a él que sean los chicos, que otro va derecho a ser dirigente de un club de fútbol, que otra tiene un millón de amigas que son su vida, que otro es un papá dedicado a su hija como una leona. Vamos repasando la vida de los chicos, los que no pueden entrar en ese barrio de la muerte, los que andan por ahí como andan los caballos sueltos, y somos felices con ellos, y otra vez andamos con las gargantas estranguladas por las ganas de largar el llanto.
Lo digo, al fin "estamos viejos, che", y él se pone a hablar de quien tenía el nombre oficial El Viejo, mi abuelo, su suegro, Emilio Lorenzo. Parece medio tirado de los pelos que hable de él, pero entonces cuenta que en el campo mi abuelo tenía abejas, y una vez vio un enjambre volando y rápidamente le dijo que golpeara una lata. Con el bochinche, las abejas bajaron y se amontonaron como una pelota en una rama baja, y El Viejo las atrapó dentro de un cajón de manzanas. Las tuvo un tiempo encerradas y al fin las soltó, cuando ya estaban aquerenciadas, y así hizo una colmena más.
Mi Viejo cuenta aquello maravillado, aún bajo el efecto de la magia. Se le enciende en los ojos de chino viejo un brillo de niño.
"Le pegábamos como locos a las latas, yo y vos, vos con una lata chica. ¡Le pagabas con muchas ganas!"
La verdad, no recuerdo ese momento juntos, juntos los tres hombres, uno gallego, el otro chino, el otro entreverado; uno viejo, el otro joven, el otro un crío. No tengo memoria de esa escena, pero en esta hora me gusta imaginarla.

Escrito en la víspera de mi cumpleaños número 52.




domingo, 23 de noviembre de 2014

Leer cuentos


Cuenta Dan Wakefield que “mientras los métodos de meditación orientales como el zen hacían furor, Vonnegut sostenía que tenemos nuestro sistema occidental para alcanzar los mismos resultados de calmar el ritmo cardíaco y aquietar la mente: se llama 'leer cuentos'. A esta práctica la llamaba ‘siestita budista’.

Y esto dice el poeta, el Homero, de Las alas del deseo (palabras de Peter Handke, película de Wim Wenders): "Nombradme a los hombres, mujeres y niños que me buscarán, a mí, su narrador, su cantor y portavoz, porque me necesitan, más que a nada en el mundo. Hemos embarcado".
También: "Cuéntanos musa del narrador, del infante, del anciano apartado a los lindes del mundo y haz que en él se reconozca cada hombre. Con el tiempo los que me escuchaban se han convertido en mis lectores. Ya no se sientan en círculo sino solos, y cada uno no sabe nada del otro. Soy un viejo, con la voz quebrada, pero el relato sigue elevándose desde las profundidades. Y la boca entreabierta lo repite, tan poderoso como apacible. Una liturgia para la que nadie necesita estar iniciado en el sentido de las palabras y de las frases".

Volviendo a Wakefield sobre Vonnegut, “escribió que ‘la función del artista es hacer que la gente viva la vida mejor que antes’, y cuando alguien le preguntaba si había visto eso materializado, él respondia: ‘sí, The Beatles lo hicieron’”.





Un tanto forzada traducción al español de Me And Bobby McGee



Esta canción no es de mi generación, pero mi generación la conoce bien de cuando se volvió a poner de moda Janis Joplin en los 80.
No sé qué pasará con esta canción en las generaciones más jóvenes. Quizás algunos la conozcan, aunque me temo que sean sólo los chicos muy cultos.
Porque necesito que la conozcan, que conozcan a Kris Kristofferson, que la escribió con Fred Foster y que es tan genial como Bob Dylan, y que conozcan la historia que cuenta la letra, porque sintetiza una época entera, por eso hago esta traducción un tanto forzada.

Tirados en Baton Rouge esperando un tren,
Nos sentíamos más arruinados que mis jeans.
Bobby paró un camión un rato antes de que se largara a llover,
Y nos llevó hasta New Orelans.
Saqué la armónica de mi viejo pañuelo rojo
Y mientras tocaba triste, Bobby cantaba blues.
Con los limpiaparabrisas barriendo el tiempo y
Bobby haciendo palmas, al final cantamos cada una de las canciones
Que el camionero conocía.

La libertad es sólo otra palabra para no tener nada que perder,
Y la nada no vale la pena, pero es libre.
Dios, sentirse bien era fácil cuando Bobby cantaba blues.
Y amigo, eso era suficiente para mí,
Suficiente para mí y para mi Bobby McGee.

Desde las minas de Kentucky hasta el sol de California,
Bobby conoció los secretos de mi corazón,
Estuvo a mi lado en todo lo que hice,
Y cada noche me dio calor.
Y entonces, en algún lugar cerca de Salinas dejé que se fuera.
Ella buscaba un hogar, y espero que lo encuentre.
Cambiamos todos los mañanas por un solo ayer
En que apreté el cuerpo de Bobby contra el mío.

La libertad es sólo otra palabra para no tener nada que perder,
Y la nada no vale la pena, pero es libre.
Dios, sentirse bien era fácil cuando Bobby cantaba blues,
Y amigo, eso era suficiente para mí,

Suficiente para mí y para mi Bobby McGee.




lunes, 10 de noviembre de 2014

Nuestra música con la señora Arbetman


Una vez vivía al lado de mi departamento la señora Arbetman. Era muy, muy viejecita, estaba encorvada hasta muy bajito, como un signo de interrogación un poco achatado. No tenía muy buena onda, era más bien parca. Nos saludábamos muy escuetamente cuando nos cruzábamos, cada tanto. Yo tengo la costumbre de que si una música me gusta, me entusiasma, siento al fin que vuelo, y la pongo al volumen que esa música y mi sentimiento piden, que en general no es un volumen bajo. A veces algunos vecinos me habían pedido si podía escuchar la música más bajo y yo me sentía culpable, pero cuando aparecía un tema muy bueno no podía reprimirme. Quien más afectada debía estar por mi música debía ser la señora Arbetman, quien sin embargo nunca me dijo nada. Hasta que un día tomamos el ascensor juntos y entonces lo largó.
    A usted le gusta la música, ¿no?
    Sí, alguna música me gusta mucho. Le pido disculpas si la molesto...
     No, no, para nada. Yo disfruto mucho de su música. Me gusta que cante.
Habíamos compartido durante años a Philip Glass, Beatles, Bruce Springsteen, David Byrne, Bowie y Jaime Roos. Con nadie había tenido tanta intimidad.



El tiempo en el museo dentro del bosque






Es el museo más fresco en el que jamás estuve.  Cuando llegamos, uno de sus dos responsables, Mariano Magnessen, estaba limpiando el cráneo de un animal que vivió hace 8, 10 o 15 mil años. Aparecen muchos fósiles de esos animales en Miramar, ciudad que tiene un bosque y dentro del bosque, este Museo “Punta Hermengo”.



Mariano tiene inclinación por la fantástica vida prehistórica desde chico. “Junto huesos desde los 10 años”, dice. Cuando vio en una juguetería los muñequitos de la película La Era del Hielo los compró, y un día en que estaba pensando con el Director del museo, Daniel Boh, qué hacer para las vacaciones de invierno, se les ocurrió usar los muñequitos para que cuando llegaran los alumnos, miraran los huesos fosilizados, que justamente pertenecen a los mismos animales: el tigre dientes de sable de nombre mexicano, el gliptodonte gordito, la ardilla que persigue la avellana. Jugaron, y como cada vez que los adultos juegan, los chicos se entusiasmaron. La muestra fue un éxito, pese a que está en un espacio de 5 metros cuadrados y fue montada con menos dinero que el que uno de los baños del National Museum of Natural History de New York recauda en un día.

 

 


En el mismo espacio, se muestra, fuera de vitrina, la cabeza de un húmero de una ballena, de variedad aún no identificada, que “apareció en las inundaciones de hace tres meses”. Más de una vez Daniel y Mariano, junto al explorador campeón del pueblo, Gonzalo Auriti, fueron a alguna playa lejana para carnear el cadáver de una ballena que el mar había arrojado a tierra firme. “A cuatro cuadras no se puede estar del dolor”. Y los huesos están aquí, en este museo minúsculo. En el camino iban encontrando por la playa perros amigos de Gonzalo, que, dice él, “viven de lo que trae el mar, pescados, a veces pingüinos. Yo los he visto cazar un lobo de mar enorme”.



En un panel del museo se muestran también varios mapas, todos con el contorno actual de la provincia de Buenos Aires a lo largo del tiempo, sobreimpreso a diferentes mapas físicos. Los dos responsables del museo explican la evolución del territorio con la naturalidad con que se explicaría cómo bloquear un contacto en facebook. Hace entre 3 y 5 millones de años el mar había tapado toda la provincia, sólo emergían las sierra de Tandilia y Ventania; luego, hace 3,5 millones de años el mar se retiró y lo que hoy es Miramar quedó en el medio de la pampa. Hace 120.000 años volvió el mar a subir y la provincia quedó casi como es ahora, pero más chica. En la última glaciación, hace 20.000 años la tierra volvió a ganar terreno, y hace unos 7.000 años comenzó la costa a atener aproximadamente los límites actuales. “En un tiempo volverá el mar a avanzar. Es el movimiento natural. Hay que acostumbrarse”, dicen relajados, como si estuvieran jugando.