Me revolvieron el alma las imágenes que ella trabajaba.
Quise conocerla y tuvimos un affaire fulgurante. Faltaba poco para que se
mudara a otro país. No teníamos amigos en común, todo fue privado, exclusivo, sólo
tuvimos intimidad. La conocí por sus imágenes, en algunos bares y luego, vastamente, en la
cama.
Un día salimos con una amiga suya. No sabíamos cómo
tratarnos, estuvimos los tres incómodos. Después me contaría “mi amiga me dijo «cuando
se empezaron a mirar me incomodé más... Se prendieron fuego. Eran dos demonios»”.
Era la clave de lo que todo lo que hicimos.
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