Un amigo lee algo que escribí, me comenta que se le aparece
muy definido mi costado femenino.
¿Será mi madre que vive en mí? ¿O una mujer que no existe en
nadie más?
Existe una mujer, como existe un filósofo, un vasco, un tigre,
un argentino, un poeta, un padre, un escorpiano, un fascista, un socialista.
Son rasgos, no personas.
Pero ¿qué son las personas sino cuerpos de rasgos?
En un mismo conjunto de estrellas pueden verse diferentes
figuras, un guerrero, un perro, un pez, una mano, un centauro, un martillo. La
realidad radica en la física de las estrellas y en la forma en que las
configuramos.
Esa configuración se parece a la locura. Es un loco quien no
sólo ve la cara de la Virgen en una mancha en la piel de su hijo, sino quien
cree que es verdad que es la cara de la Virgen. Pasar de tener consciencia de
la descripción a creer que es verdad es el salto a la locura.
Sin embargo, creemos en la verdad.
Quiero decir, ¿qué cosa puede ser verdad que no sea algo que
describimos?
¿La física de las estrellas? La física también es un recurso
de descripción.
Creo que parte de la fascinación del teatro es la comprobación
de que una persona es y no es quien es. El desenmascaramiento público de la
ilusión del yo monolítico.
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