Antes del minuto o del quinto verso, ya me agarra el síndrome ese de los niños que no se pueden estar quietos y me dispersé.
Pero lo que escriben algunos poetas como Orozco, Pessoa,
Drummond de Andrade, Bignozzi, Handke, Vallejo, me atrapa, creo que porque aunque
ellos fueran unos cobardes pusilánimes, su consciencia mira la verdad
temerariamente.
Seguramente conocen este poema de Drummond de Andrade
La infancia se ha perdido.
La juventud se ha perdido.
Pero la vida aún no se ha perdido.
El primer amor ya pasó.
El segundo también pasó.
El tercer amor pasó.
Pero aún continúa vivo el corazón.
Perdiste a tu mejor amigo.
No realizaste ningún viaje.
No posees tierra, ni casa, ni barco,
pero tienes un perro.
Algunas duras palabras
en voz tenue, te
golpearon.
Esas, nunca, nunca cicatrizan.
Sin embargo, ¿existe
el humor?
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