El Tano se murió de lo mismo
que lo mataría ahora, si se enterara que su muerte pasó completamente
desapercibida. A nadie se le movió un pelo porque se haya muerto. La vida de
todos los que lo trataban o conocían no se alteró en lo más mínimo por su
muerte. Muy loser, el pobre. Algunos se confunden, ¿murió o no? Al instante se
olvida, porque, ¿qué importancia tiene? Es como si se hubiera muerto igual que un
referí no da los cuatro minutos de alargue que tiene que dar al final del
segundo tiempo porque el resultado del partido ya estaba puesto desde hacía
rato.
Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
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viernes, 27 de abril de 2018
martes, 17 de abril de 2018
San Martín y el hombre solo
El héroe puede
andar con otros, ser parte de una banda, tener amigos, amigotes, incluso
esposa.
Pero no es héroe si
en el fondo no está solo con aquello a lo que se enfrenta y lo hace héroe.
Llama mucho la
atención una nota publicada por José María Puente en un boletín de la Sociedad
Sanmartiniana de la ciudad de Santa María (Nº23, agosto de 1965).
No soy historiador
ni ando buscando documentos como este; estaba entre una pila de libros que
donaron para una biblioteca en la que yo trabajaba hace unos años y ahora
reapareció en el fondo de una caja.
El tal José María
Puente, de quien no hay más referencia que su mero nombre como autor del
artículo, cita palabras que San Martín le dijo, ya muy maduro, en Bulogne Sur
Mer, a su hija Merceditas. Me puse a leerlo para recordar y revisar aquello que
me había llamado la atención en mi adolescencia. Se habían puesto de moda esas
frases sentenciosas, solemnes, como pensadas para que fueran grabadas en la
piedra que basara sus futuras estatuas, que soltaba San Martín a su hija. Se
las llamaba “máximas”. No recuerdo a quién se las transmitió Merceditas y cómo fueron
difundidas.
En el boletín estaba
la colección de aquellas frases, “Serás lo que debas ser; si no, no serás nada”,
etc., pero aparece en el medio de ellas una reflexión en otro tono: “El hombre
que es empujado a las tinieblas de la soledad vive el infierno de que los temas
más nimios lo compliquen hasta la pesadilla y de que sus enfermedades, incluso
inexistentes, aún las más inofensivas, crezcan hasta matarlo”.
Ninguna de las
otras máximas tenía esta carga de vulnerabilidad. O las demás fueron pensadas o
retocadas para hacer de San Martín un héroe de bronce o era una reflexión
autobiográfica que había colado José María Puente.
sábado, 14 de abril de 2018
Lo que Dios ató que el hombre no lo desate
Despertó tarde. La
luz y el aire del día estaban plenos y entraban por la ventana sin moderación. Alfredo
sintió que le perduraba el estado de la noche anterior. Se había dormido sin
consciencia casi, con la cabeza hecha una esponja maciza, sin alma. Efecto de
la droga que habían tomado. No era nada diferente a lo que le sucedía siempre,
pero esta vez aún sentía los efectos luego de haber dormido. Tuvo un instante de lucidez
para darse cuenta de eso y apenas amagó con alarmarse volvió a hundirse en el
sopor de la nada.
Así anduvo, a los
tumbos, abombado, hasta que una eternidad más tarde, casi imperceptblemente empezaron a emerger, desde el fondo, como burbujones
grandes y lentos desde el lecho del agua, algunos amagues de pensamientos. Pensamientos
sin borde, difusos, sin estructura. No podía atraparlos, apenas le traspasaban
la mente como posibles sombras.
Sin embargo, creyó reconocer
con claridad que en algún momento aquella chica Lucía y él se abrazaron con entrega. Se habían abrazado sin mesura.
Habían caído uno al otro, sin control. Podían estar haciéndose mal, pero no
podían evitarlo, porque estaban inertes. Los huesos de los pómulos se apoyaban
unos contra otros torturando la carne y se besaron con las bocas metidas una
dentro de la otra, una sola carne mojada que no se buscaba porque ya se
había encontrado.
Eso que pasó, ese
abrazo, hizo de ellos una sola cosa. Los fundió en una cosa que vino de otra
realidad y era más que ellos. No vino a instalarse en esta realidad —Alfredo sentía
que ese recuerdo podía borrársele en cualquier momento y ya nunca sabría qué sucedió — pero tendría efectos a través de ellos. Ellos
no tendrían poder sobre lo que sucedió, y aquel recuerdo o fantasía, o sueño,
brotaría y rebrotaría hasta que murieran. No habría nada entre ellos, como no
lo había habido y como no lo podría haber jamás, porque no se
interesaban uno en el otro, ni tenían algo en común; nunca habría nada entre
ellos, salvo ese abrazo. Pero ese abrazo, sobre el que no tenían ningún poder,
era lo que cada uno de ellos tenía de diferente en su vida, y era lo que les
daría significado a sus vidas.
viernes, 13 de abril de 2018
Reflexivos
Uno de los planteos
más sólidos que dejan los Diarios de Emilio Renzi de Piglia es lo que dijo ¿Borges?
sobre el modo en que procede el pensamiento del argentino: esa reflexión, uno
al lado del otro, alrededor de un fogoncito, a la intemperie en medio de la
pampa, chupando un mate mientras miran el mismo horizonte tan lisamente cortado
contra el cielo como una línea de perfección cósmica. El pensamiento tiene todo
ese espacio, casi inabarcable, y todo ese tiempo, casi ilimitado, para
expandisrse. La conclusión más humilde es un reflejo de ese modo de
pensamiento: “el criollo es reflexivo”.
Y entonces el
escritor de esta tierra es reflexivo. Sarmiento entreveraba relatos y ensayos y
el gaucho Martín Fierro iba del duelo con el facón cuando se mamaba, a una
ontología profunda.
Posiblemente si
hemos crecido escribiendo aquí, el tema nos parezca tan natural que no lo
veamos. En todas partes hay escritores que no son reflexivos. No digo esas
maniobras de ser reflexivo a través de no parecerlo, escribiendo sólo acciones,
etcétera. Hablo de escritores que no pretenden plantear otra cosa que aquellos
que relatan. Incluso hay algunos escritores argentinos que escriben así (Roberto
Fontanarrosa, Guillermo Martínez), y resultan sorprendentes.
domingo, 8 de abril de 2018
Nuevas naciones
Hace algunos años un tipo inventó un país, Zaqistán.
Era algo parecido a una performance artística, pero ya sabemos
cómo a veces el arte es profético o propiciatorio.
En el campo legal, de reservas, organización civil, simbólico
y otros, Zaqistán avanzó hacia el reconocimiento como nación.
Hay una cantidad de gente por todas partes que tiene un
pasaporte expedido por Zaqistán.
La definición de nación no es tan monolítica como nos han
hecho creer. Hay una cantidad interesante de naciones que son reconocidas por
algunas naciones y por otras no. Piensen en Taiwan.
¿No podría suceder que en las próximas décadas empiecen a
aparecer nuevas naciones virtuales?
El mundo virtual estaría facilitando el tema enormemente.
Podríamos crear una nueva nación YA, y en pocos días
tendríamos población (muchos países admiten múltiple nacionalidad), comenzaríamos
a organizarnos, a tener una literatura, una historia, etcétera.
No necesitan ni un minuto para imaginarlo.
Es intuitivo.
Y eso sería si la creáramos YA. Si le agregamos el factor
tiempo, la nación sería tan real como Alibaba.
Se me ocurre esto porque siento que el mundo tal como ha existido en los últimos tres siglos se está por venir abajo.
Veo que muchos países están teniendo el reflejo de replegarse
para asegurar su supervivencia (desde Estados Unidos hasta Bolivia).
Veo que el capitalismo se está retorciendo hasta secarse en
Occidente y es utilizado por China, que hará con él vaya uno a saber qué.
Veo que algunos líderes concebidos en el futuro pero paridos
en el presente son ahogados (como sucedió en toda la historia).
Pienso, en fin, que se podría crear una nación virtual que
tuviera a Lula como presidente.
PS. Me avisan que ya existe Asgardia. Incluso Clarín reportó que ¡entre sus ciudadanos ya hay 2.500 argentinos!
Yo lo vi
Aunque
yo era muy chico, debía tener siete años, supe claramente que las ropas del
tipo eran las más finas que había visto en mi vida. Tenía una camisa blanca de
una blancura luminosa, de otro mundo, y un traje gris oscuro de una tela que
caía de un modo tan hermoso que aún siento placer al recordarla. Y calzaba unos
zapatos marrones hechos con una precisión increíble, que tenían el balance
perfecto entre nuevos (si hubieran estado perfectamente nuevos hubieran llamado
la atención groseramente por pretenciosos) y gastados (era obvio que cuando se
le gastaban un poco demás, ya no los usaba).
Esa
ropa maravillosa, llegada de una realidad que yo sólo podía imaginar, era
vestida por un pequeño hombre que tenía una expresión noble, una manos grandes,
un corte de pelo perfecto y una borrachera muy desagradable. Apenas se mantenía
parado, en el andén de la estación de tren de San Nicolás, a las cuatro de la
tarde.
Cholulo,
mi padre me dio un papel y una lapicera y me dijo, riendo, andá pedile un
autógrafo.
Yo
no sabía qué era un autógrafo.
Mi
padre y las personas que estaban con él, entre ellos mi madre, me explicaron y
me dictaron las palabras para decirle.
Decile
"Campeón, ¿me firma un autógrafo?"
Fui
hacia él automáticamente.
El
hombre me sonrió con una sonrisa muy buena. Tomó el papel, lo firmó, me puso
una de sus manos en la cabeza y me sonrió, mientras me miraba con esa fijeza
vacía de los borrachos.
- ¿Vos
cómo te llamás?
- Gustavo.
- A mi
querido amigo Gustavo -dijo, como si estuviera escribiendo.
Entonces
ya nos rodeaban varias personas, todas con papeles para que Pascualito Pérez
les firmara.
Yo
me acordé de la ropa y de la amistad con que me miró, y de la frivolidad de mi
familia, pero me llevó años entender que ese hombre borracho había llegado a
ser lo más que podía ser, que había corrido miles de kilómetros entrenando, que
había pasado años en los gimnasios como casi nadie se dedica a lo que ama
hacer, que había recibido cientos de trompadas en las costillas, en la boca, en
los ojos, en la nariz, en la cabeza, que eran capaces de poner en coma al tipo
más robusto. Me enteré que ganó la medalla de oro en las Olimpíadas y que fue
campeón del mundo durante seis años; que peleó en el ring 92 veces, ganó 84, 57 por nocaut. Defendió nueve veces el título mundial.
Muchos dicen que él y Monzón fueron los mejores de la historia del boxeo
argentino.
Me
había puesto una mano en la cabeza alguien que era más que humano. Mi padre
debió explicarme eso. Con siete años, sólo lo entreví en la ropa.
sábado, 7 de abril de 2018
Sirena
Eras
la cola plateada
de una sirena verde
que atravesaba el
cielo
de Oeste
a Este,
la forma de la luz
se reunía
en tus alas, y el
viento
dejaba caer lluvia
y hojas negras
(Oda a Ángel Cruchaga, Pablo Neruda)
Dale que va
El chanta es un
estafador al que se perdona.
¿Por qué se lo
perdona?
Se perdonó durante
una década al chanta de La Rioja.
¿Por qué es
simpático?
No.
Porque está mal
pero no está mal estafar, robar.
Porque sabemos que
en el fondo vivimos en una economía en estado de robo.
Los bancos roban,
las empresas roban, los políticos roban.
Y roban legalmente.
Instalado el robo
legal, lo que se instaura en el fondo es el robo.
Hay que ser un
fanático, un héroe, un freak para no robar cuando tenés la oportunidad.
La oportunidad de
hacerle un juicio al Estado que sabés que vas a ganar.
La oportunidad de
pasar por el molinete del subte sin pagar.
La oportunidad de
subir un poco más el precio.
La oportunidad de
pagar por los servicios que te hacen ganar una licitación.
Todo eso que llaman
grandes y pequeños actos de corrupción.
No son
excepcionales, son un sistema total, el mecanismo básico de la economía
capitalista.
Insisto, unos robos
son ilegales, otros no.
Sabemos, incluso,
que las mayores transferencias de dinero son legales.
Es el estado
“Cambalache”, ¡dale que va!.
Y entonces cómo
pedirle a alguien que no salte el molinete del subte.
Así las cosas, no
se le retira apoyo a los gobernantes porque roben.
Fulano de tal tiene
millones de dólares en una cuenta offshore, sí, ¿y vos qué harías si tuvieras
millones de dólares? ¿Los dejarías acá para que te los roben los bancos, o el
Gobierno cobrándote impuestos desmedidos?
Entonces las
críticas a las empresas que promovieron la dictadura militar del 76 para enriquecerse
y las críticas al presidente porque tiene dinero en Panamá se desinflan. Sirven para el indignómetro de las viudas del kirchnerismo que eligió abdicar el
poder.
El resto de la
gente va por otro lado.
Sordo y loco
En Valencia conocí
a una mujer enferma de cáncer de pulmón que decía “mi cáncer se llama María
Jiménez”. María Jiménez era su nuera.
Siempre me asombró
que Beethoven fuera sordo y loco.
Sordo y loco.
¿Van juntas esas
dos cosas?
A medida que mi
sordera crece como una marea, escucho frases en los ruidos. Se me cae un táper
y dice “I got it”.
Se enciende la
heladera y dice “ya que está parada”.
Se apaga la
computadora y exhala un “¿qué hora son?”
En la calle los
autos dicen todo tipos de cosas, “¡qué tren!”, “¡decilo vos!”, “¡it’s noon!”
¿Podría ser que el
día que deje de escuchar a alguien, esa persona ya empiece a ser otra, hasta
que sea completamente otra, hasta que no tenga más relación con ella?
¿Podría ser que el
aislamiento que causa la sordera sea real?
Me aterra pensar
que ya no está más junto a mí quien habría de estar para siempre.
Mi tía Tita en sus
últimos años le decía Irma a mi mamá (Irma había muerto). Todos los que tuvo al
lado estaban ya del otro lado.
Quizás desde allá
le mandaban mensajes cifrados en los ruidos que hacen las cosas.
La guerra del abuelo
“La luz blanca de
los reflectores era como un tul…”, dice Piglia que le dijo su abuelo Piglia
cuando le contaba de la guerra (la Primera Guerra Mundial).
Se nos están
acabando los escritores que tienen su lo que escriben algunas marcas de lo que
le contaron de la guerra sus padres o abuelos, ¿no?
* * *
Libros Ref atrae
muchas personas a quienes les gustan naturalmente los libros. Hay un muchacho
con el que nos gusta mucho entendernos. No sé si realmente nos entendemos
mucho, en realidad hemos hablado muy poco, pero en cuanto nos entendemos un
poquito lo celebramos y nos entusiasmados. Espero que terminemos haciendo algo
juntos.
Esta tarde le
pregunté cuántos libros de ficción hay editados de Piglia, que tuvo una carrera
muy larga y él los nombró a todos. Eran los que yo conocía. Le pregunté porque
temí ignorar que hubiera escrito muchos más. Entonces le dije que me llamaba la
atención que tan poca obra justificara que los diarios del escritor se
extendieran por tres libros tan voluminosos. Él, sin embargo, no encontraba
nada extraño en eso. Y el mercado de la razón, porque los diarios se venden muy
bien.
Bárbara
Bárbara es una antropóloga divergente.
Recuerdo que cuando estudiábamos cuestionaba cada cosa que
decía un profesor o que leía.
Jamás aceptó nada.
Los profesores la odiaban todos. Los interrumpía
constantemente para discutirles sin fundamento y sin racionalidad.
Decían que estaba loca.
Tenían razón.
Se hizo católica, rastafari, sufí, budista, experimentó con
todo tipo de vegetales que le provocaban alucinaciones.
No cree en la realidad.
Es anarquista epistomólogica, lo que aplica a la antropología.
Hace unos días nos encontramos y sólo me habló de cuánta plata
le cobraba el veterinario para curarle una nutria que tiene de mascota.
Es instructora de qi kong en un parque. Casi no cobra. Tiene
la elasticidad y la tensión de una nena de 14 años.
Le interrumpí su relato interminable de la nutria para decirle
lo que pensaba de ella. Le dije que toda su vida buscó otro camino a cada paso que
daba, y que con eso nos había regalado una gran libertad a sus amigos.
Entraba los paisajes
nuevos armada con su aparato cognoscitivo de este mundo y por lo tanto nunca
pudo ver nada nuevo. Siempre volvió frustrada, pero los que la seguíamos
descubríamos cómo traía prendidos de sus polleras, de sus cejas, de su nariz y
entre los dedos de sus pies cosas rarísimas, indescriptibles y efímeras. Se
disolvían en un instante, y ellas jamás las percibió, pero nosotros nos
quedamos absortos porque vimos prendas de otra realidad.
Cuando
muera, su alma no se enterará en absoluto y seguirá por acá, diciendo no, no,
no es así, estás equivocado, eso es una pavada, eso que decís es sólo algo
funcional al poder.
Y
tomará por otro camino.
La gran paranoia
Mucho más potente
que lo que se figura la astrología, muchos menos infantil que lo que
fantasearon los griegos de la antigüedad, algo da forma a la realidad a través
de designios sobre los seres. Ellos son los agentes que actúan y orientan las
cosas en tal o cual dirección. Quizás la mejor descripción son las concepciones
orientales de los cambios como consecuencia de un movimiento del todo en su
conjunto.
Esta es la gran
paranoia.
Algunos somos más
sensibles para percibir las decisiones, otros las actúan sin saber que vienen
de más allá de la voluntad personal
miércoles, 4 de abril de 2018
El deseo toca
Las personas mueren si pasan un determinado tiempo sin que las
toque el deseo de otro.
Por otro lado, las mentes están atrapadas, convertidas en un
enredo de contradicciones y vicios que impiden que las personas se desarrollen de
modo de alcanzar a otros con su deseo.
A quien le tengo afecto le deseo que aunque sea cada tanto materialice sin intermediaciones sus instintos.