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domingo, 29 de noviembre de 2020

Mil vidas

Como los chicos cuando no se quieren ir a la cama, así el Tío Javier se niega a suicidarse. 

Y tantas veces había dicho que cuando llegara el momento se retiraría dignamente.

Pero ahora dice que le quedan mil vidas por vivir.







Vivir para exagerarla

La verdad es que no me importa ir al mar, a la montaña, a París, a esquiar, a un lugar imposible de la China en donde chinos de ojos verdes montan camellos.

No me importan los lugares, lo que me importa son las aventuras en los lugares.

Y tampoco me importan tanto las aventuras: me importa poder contarlas.

Bueno, en plan de ser sincero, tampoco me muero por contarlas, lo que disfruto, es exagerar las aventuras.

Esto me da la ventaja de que un viaje una isla de la Melanesia que tiene cerca unas ruinas submarinas de una civilización desconocida, me dé lo mismo que tomar una cerveza en un bar de dominicanos en el barrio de Constitución, a 30 cuadras de aquí.





lunes, 23 de noviembre de 2020

La tía Blanquita

Mi tía Blanquita murió a los 106 años.

Como todos en mi familia, se sentía una extranjera en el país donde había nacido. 

Su única pertenencia era la familia.

No le gustaba tratar con “los de afuera”, o sea, con los argentinos.

Y desde antes de que cumpliera los 90 años, ya no quería tratar tampoco con los de la familia. Los suyos estaban todos del otro lado y los que había ahora se los confundía o no tenía idea de quiénes éramos.






domingo, 22 de noviembre de 2020

Una risa

Como muchos, como todos, como un preso, llevé la cuenta de los días de cuarentena. El último que tengo anotado es del viernes pasado: 249. Ayer una amiga me pasó a buscar para que festejáramos nuestros cumpleaños con otras cuatro personas en una casa que alquiló a 100 kilómetros de Buenos Aires.

“Es todo abierto”, me dijo, esta amiga, que tiene puestas unas botas de Siete Leguas.

No puede dar pasos más cortos.

Es china y en el horóscopo de los chinos es Tigresa. Es propio de las Tigresas y los Tigres moverse en grandes dimensiones.

Le alquiló una casa de campo a unos millonarios.

Ella cumplió 36, yo 60. Me llevó como al tío que anduvo mucho y entonces siempre tiene buenas anécdotas para la sobremesa.

En una vuelta que dimos caminando por el campo, recordamos un relato de Clarice Lispector, "La mujer más pequeña del mundo", que habla de los pigmeos. Un antropólogo se había metido en la selva tan adentro que ya estaba en otro planeta, y entonces descubrió a los pigmeos más diminutos, que medían hasta 49 centímetros, y entre ellos, a una mujer pigmea que estaba subida a un árbol. Lo inverosímil volcaba en lo alucinante cuando el antropólogo descubría que aquella mujer estaba embarazada. Y su espanto mayor fue cuando la escuchó reírse, con una felicidad que nunca había sentido de un ser humano. Recuerda, Clarice, que los pigmeos vivían bajo un estado de terror, porque en cuanto los descubrían sus vecinos los bantúes, los atacaban y los cazaban con redes. Y se los comían.

Aquella mujer arriba del árbol, concluía el explorador, reía con una felicidad insoportable porque no había sido comida.

Cuando llegué al campo y me vi rodeado de árboles, y el sol en medio del cielo, y me acerqué a un árbol de moras y empecé a comer moras, sentí adentro mío un agradecimiento enorme con mi amiga y sentí esa risa.

Estaba feliz de no haber muerto.

Al menos, resistí 250 días.

 













jueves, 19 de noviembre de 2020

Testigos de Jehová que Odia

Un relato de la evolución de la Humanidad dirá que siempre fue empeorando, camino a la autoextinción, con una desigualdad social cada vez más inmoral y un modo de habitar el planeta cada vez más destructivo.

Otro relato dirá algo muy diferente, demostrando que con las luchas sociales se han conseguido derechos que eran impensables dos siglos atrás y detallando cómo la expectativa de vida se duplicó, la mortalidad infantil se redujo a un quinto en 100 años y la calidad de vida ha mejorado muchísimo.

Es difícil estar seguro sobre el desarrollo general de una sociedad, planetaria o nacional.


Más fácil me parece seguir el desarrollo de algunas líneas.

Por ejemplo, una y otra vez nos hemos escandalizado porque unos padres se negaban a que se les hiciera una transfusión de sangre a sus hijos. Preferían verlo morir.

Nos ha parecido un fanatismo atávico y peligroso. ¿Qué pasaría con toda la sociedad si los testigos de Jehová avanzaran y ganaran peso en las decisiones sobre todos? (A propósito, hace menos de un año, los testigos de Jehová demostraron su multiplicación llenando el Estado Unido de La Plata, incluidos más de 6000 delegados de 54 países).

Por otra parte, en un par de meses asistiremos a la resistencia activa, con marchas e instalación en el sentido común, a la rebelión contra las vacunas. Como los testigos de Jehová, se rechazará la medicina —de modo más virulento que los testigos de Jehová, que no escupen al poder sino que sólo lo desconocen con resistencia pasiva.


Me parece un tema bastante grave. Y tiene este aditamento: muchos de los nuevos testigos de Jehová que Odia son personas cercanas, incluso muy cercanas. 

¿Cómo se hace para que decisiones tan tajantes como cagarse en la salud pública no impongan una barrera insalvable con alguien?

 

Es como si vieras que tu cuñado muele trompadas a tu hermana, o si tu amigo policía tortura con una picana o si un día te enterás que tu padre violó a alguien.




martes, 17 de noviembre de 2020

17 de noviembre, Día de la Militancia: La desgracia de ser peronista

Eran un matrimonio de radicales. Sus padres fueron radicales, ellos habían militado en Franja Morada. Pero en el 2001 la pasaron muy mal. Cuando Kirchner empezó a acomodar las cosas, supieron encontrarle la vuelta y él terminó en un puesto que les dio de vivir. Vieron cómo venía la mano y empezaron a decir que eran peronistas. Lo decían, lo gritaban.

Una tarde el hijo llegó a la casa y era el cumpleaños del hermano más chico. Cuando encendieron las velitas, le cantaron el cumpleaños feliz, “¿podés creer que con la tonada de la marcha peronista?”, me dice el hijo, indignado.

Le dije que sí, que podía creer.




La identidad y la lealtad peronista son la forma en que los argentinos inventamos la desgracia y la gloria.

La mayor definición es la mayor indefinición.

Peronistas fascistas asesinaron peronistas revolucionarios.

Hay que tener cerca al amigo, pero más cerca aún hay que tener al enemigo.

Nada deja más en offside a un peronista que andar midiendo a quien que se dice peronista con un peronistómetro. 

Sos peronista si provenís de familia peronista, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si estás afiliado al PJ, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si te proclamás peronista y sabés recitar las diez verdades, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si apenas escuchás la voz de Eva se te hace un nudo en la garganta, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si combatís el capital, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista toda la vida, pero si no, también podés ser peronista.

Podés ser peronista si arde en tu interior la necesidad de que ni un solo argentinito se vaya a dormir con frío, pero también podés ser peronista odiando a los limítrofes.

Podés ser peronista adorando Miami y si te pueden las carteras, pero también podés ser peronista cura villero.

Podés ser peronista machirulo y podés ser peronista dando vuelta el mundo con un pañuelo verde.

Porque si el día que vamos todos a La Plaza pasa un camión de peronistas y vos les gritás “¡¿HAY LUGAR?!”, alguno te dice “¡DALE, SUBÍ!”

Subís y ya está, sos peronista.

No hubo tiempo para que rindieras ninguna prueba de ingreso ni para que presentaras carnet de pertenencia.

Después, claro, se arman los despelotes.

Ante lo cual, invariablemente, los peronistas tenemos esta solución:

¡VIVA PERÓN!



sábado, 14 de noviembre de 2020

La deuda del Conductor Serpiente



Ungido ya como el Gran Líder del Imperio de Oriente, el más poblado del planeta; ya conduciéndolo hacia la Grandeza Esplendorosa, el Conductor Serpiente no podría sacarse de la mente los dos años de su juventud en que tuvo a su cargo la provincia pobre.

“No alcancé mis aspiraciones”, se decía cuando el fragor del día se aplacaba y emergía la mayor intimidad, las horas a solas consigo mismo.

“La sensación de que aún tengo una deuda pesa en mi corazón”.

Por eso rescató los borradores de los discursos que en aquel momento había pronunciado a su equipo y a sus partidarios, a las multitudes, o a pequeños grupos de campesinos descalzos que lo escuchaban junto a los magros cultivos, con las herramientas en la mano. 

Rescató los viejos borradores, garabateados en papeles sueltos, con frases tachadas, reescritas, vueltas a tachar y nuevamente escritas, y les dio nueva forma. Los escribió para que los funcionarios actuales pudieran sacar provecho de su experiencia, en aquel tiempo remoto y aquel lugar lejano, en el que él había hecho todo lo que pudo para sacar a la gente de la pobreza.

Con los nuevos textos, mandó editar un libro. 

En el epílogo escribió: “En este libro me he atrevido humildemente a ofrecer al público discursos del momento en que goberné el lugar. Es, en parte, un intento de saldar mi vieja deuda”.

En la soledad, se confesaría que el tiempo es como un potro blanco que se ve pasar a través de una grieta en la pared: no volverá.


John William Cooke

Unos dicen que fue Fidel, otros se lo atribuyen a Mao: “Cuando fueron representantes del Partido Comunista argentino a pedirle recursos para hacer la revolución, MaoFidel les dijo: «los obreros argentinos están en el peronismo, ustedes deben encolumnarse en ese movimiento»”.

Incluso hay quien dice que la anécdota es un bolazo. Pero es expresiva.

Sin embargo, ¿cuándo dejó de tener validez?

El peronismo sigue siendo la fuerza política con más potencia y voluntad para modificar la sociedad argentina, pero ¿cuándo empezó a perder el poder revolucionario del 17 de octubre?

Hubo una época en que era patente, era ya ya, que el peronismo daría vuelta todo, “superaría la brecha” poniendo el Pueblo arriba, sometiendo a la oligarquía, dándole a todos los argentinos una vida en que no tuvieran que envidiar a los ricos.

Éramos todo lo necesario para hacerlo. Básicamente, nos teníamos como la fuerza sin la cual la revolución no es posible: el Pueblo.

¿El bombardeo a la Plaza de Mayo fue la derrota final de ese proyecto?

¿O lo fueron los burócratas y el Perón que les dio lugar, que vinieron después?

Algunos, sin embargo, no se resignaron.

Tomaron el golpe del 55 como una batalla en un camino que tendría otras, y tomaron a los burócratas como los traidores presentes en toda revolución, y siguieron peleando.

John William Cooke fue uno de ellos.

Hoy cumpliría 101 años. Ya no está presente más que en unos pocos que lo reivindican, porque aún no pierden la fe.

Es difícil vivir sometido a la resignación de que nada cambiará.


Algo para leer de Cooke


sábado, 7 de noviembre de 2020

Antes de entregarte a la pena





Pienso en el momento en que moriré, claro.

“Y en la hora de nuestra muerte”.

A veces me jaquea. Es como un asunto a resolver.

Podría pensar mucho en la mejor solución.

Y también me sucede que no estoy de acuerdo con gastar tanto tiempo en eso.

Pero vuelve.

Algunos de ustedes me entenderán.

Lo que sí, los otros días me regalaron un antídoto que valoro mucho y por eso lo comparto, quizás a alguien más le haga caer la ficha.

Me dijeron;

Date el gusto de aterrorizarte por tu muerte, pero antes, sembrá.

Primero sembrá.

Sembrá sabiendo qué planta querés que salga, pero no te quedés preso del resultado, porque la planta que nacerá sólo será uno entre infinitos resultados. Sos demasiado insignificante para alcanzar a conocer todos los resultados del hecho de que siembres una sola semilla.

Sembrá bien. Da lo mejor que tenés. Dalo a consciencia.

Sembrá tu energía, tu trabajo, tu inspiración, tu entusiasmo, tu dinero, tu tiempo.

Una vez que hayas sembrado todo lo que tenés para sembrar y hayas ayudado a crecer aquello que brota, entonces sí, entregate a tu egoísmo, complacete con tu autoconmisceración y date una orgía de pena de vos mismo y de tu propia miseria.




jueves, 5 de noviembre de 2020

Ni uno solo

Muchos años después de terminada la revolución, el hijo de uno de los revolucionarios, ya líder prominente, visitó una zona montañosa donde vivía una etnia medio perdida. 

El líder agradeció a un grupo de nativos el modo en que primero habían apoyado a los revolucionarios y luego se habían hecho revolucionarios ellos mismos.

“Un veterano me dijo una vez”, les dijo mirando a cada uno de los ojos, “que no hubo ni un solo traidor de la comunidad de ustedes en toda la guerra. Un hecho extraordinario”.

*   *   *

Hoy algunos acusan al líder de despótico. 

En aquel momento fue a visitar a aquella gente porque había resultado elegido gobernador del lugar. 

Mientras la plaza de Tiananmen estaba poblada de fantasmas frescos, el líder, un joven de 35 años, anduvo pueblo por pueblo de la provincia remota que gobernaría, anunciando que iban a trabajar duro todos juntos y así en unos años ya nadie sería pobre.

Ni uno solo.





miércoles, 4 de noviembre de 2020

Diariamente


Toda mi vida en Brasil está en la canción Diariamente, de Nando Reis.

 

Escucharla es como haber muerto, pero tener la suerte de seguir vivo y entonces poder ver toda mi vida y estar en paz con ella.


Le agradecí a Nando Reis por el video que grabó explicando la montaña de claves que tiene la letra. 

Le dije que “sempre quis essa explicação, desde a primeira vez que ouvi que a Marisa Monte cantava a música. É muito difícil entender por que o país que tem as pessoas mais maravilhosas do mundo agora mergulhou em seu proprio pesadelo.”


¿Cómo nuestro Brasil ha llegado a este mamarracho?

¿Cómo, algo tan lindo que dio esta canción, tan bueno como Chico, tan hermoso como Denise, algo tan íntimo, que tenemos para siempre dentro de nuestra vida?

No podemos no tener esperanza.

Chico estuvo obligado a tener esperanza.

Es tiempo de irnos a vivir a la casa de Chico, de desayunar juntos, de que vuelva a cantar Vai passar.


DIARIAMENTE

 

Para calar a boca: rícino
Para lavar a roupa: omo
Para viagem longa: jato
Para difíceis contas: calculadora
Para o pneu na lona: jacaré
Para a pantalona: nesga
Para pular a onda: litoral
Para o lápis ter ponta: apontador
Para o Pará e o Amazonas: látex
Para parar na Pamplona: Assis
Para trazer à tona: homem-rã
Para a melhor azeitona: Ibéria
Para o presente da noiva: marzipã
Para o adidas e o conga: nacional
Para o outono a folha: exclusão
Para embaixo da sombra: guarda-sol
Para todas as coisas: dicionário
Para que fiquem prontas: paciência
Para dormir a fronha: madrigal
Para brincar na gangorra: dois
Para fazer uma toca: bobs
Para beber uma coca: drops
Para ferver uma sopa: graus
Para a luz lá na roça: 220 volts
Para vigias em ronda: café
Para limpar a lousa: apagador
Para o beijo da moça: paladar
Para uma voz muito rouca: hortelã
Para a cor roxa: ataúde
Para a galocha: verlon
Para ser moda: melancia
Para abrir a rosa: temporada
Para aumentar a vitrola: sábado
Para a cama de mola: hóspede
Para trancar bem a porta: cadeado
Para que serve a calota: volkswagen
Para quem não acorda: balde
Para a letra torta: pauta
Para parecer mais nova: avon
Para os dias de prova: amnésia
Para estourar pipoca: barulho
Para quem se afoga: isopor
Para levar na escola: condução
Para os dias de folga: namorado
Para o automóvel que capota: guincho
Para fechar uma aposta: paraninfo
Para quem se comporta: brinde
Para a mulher que aborta: repouso
Para saber a resposta: vide-o-verso
Para escolher a compota: Jundiaí
Para a menina que engorda: hipofagia
Para a comida das orcas: krill
Para o telefone que toca
Para a água lá na poça
Para a mesa que vai ser posta
Para você o que você gosta: diariamente

domingo, 1 de noviembre de 2020

Alguien a quien contarle

Con una persona tuvimos una relación muy apasionada, y en esa pasión nos dijimos todas las verdades sobre nosotros mismos, incluso las verdades que cada uno no se atrevía a decirse. 

Nos las dijimos para presentarnos, porque fue vernos y saltar a estar juntos todo el día; nos las dijimos luego porque nos hacía muy felices fundir nuestras almas, y nos las dijimos cuando nos peleábamos. 

Desde que nos separamos, no he estado con alguien que se meta en todas mis habitaciones, ni que me deje entrar a todos los espacios de su vida.

Ella anda por ahí y si hablamos, todavía tenemos aquella complicidad. Pero nuestras vidas tomaron rumbos diferentes y ya no hay oportunidad de jugar a la verdad.

Mi tía Tita llegó a muy vieja. Entre sus muchos enojos permanentes, estaba el de que se habían muerto todas las personas que conocían lo que había en el fondo de ella. Ya no podía hablar con la gente con la que no necesitaba hablar para entenderse.


Gaita maricón

Esto ocurrió en 2012.

En una carrera de cross country, el keniano Abel Mutai estaba a sólo unos metros de la meta y confundió con la señalización. Creyó que ya había completado la carrera, pero aún faltaba. 

El español Iván Fernández llegaba segundo a unos metros detrás de él y al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritarle que siguiera corriendo.

Pero el negro no entendía el castellano. Saludaba a la gente como triunfador.

Entonces el español lo llevó hasta la línea de llegada, medio a los empujones, y lo hizo atravesarla primero. 

Un periodista le preguntó al español: "¿Por qué hiciste eso?"

"Mi sueño es que algún día podamos tener una especie de vida comunitaria", respondió.

El periodista insistió, "pero ¿por qué dejaste ganar al keniano?"

Iván respondió: "No lo dejé ganar, iba a ganar".

El periodista volvió a insistir: "¡pero podrías haber ganado!"

Iván lo miró y respondió: "pero ¿cuál sería el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esa medalla?"

Y añadió: “¿qué pensaría mi mamá de eso?"

En suma, un pollerudo. 



Qué lindas papas

El viejo, que era un viejo amargado, se puso hostil cuando supo que una piba de la ciudad había alquilado la casa que estaba pasando lo de Pereyra. 
No le gustaban los pueblerinos. Menos le gustaba que fueran a la Colonia. Esta piba encima se había metido allí. Iba a ser para problemas.
Supo que había llegado con dos hijitos chicos.
No fue a verla. 
“No va a durar. En cuanto se ponga difícil se vuelve a la ciudad”, lo consoló otro viejo.
Con el tiempo fue sabiendo algunas cosas de ella. No preguntaba, pero los demás hablaban.
La piba no se fue. Era una chiquilina de la edad de sus nietos, y había quedado viuda y sin plata, con los hijitos.
Dijeron que trabajaba como una hormiga todo el día, y que había dejado la casa una pinturita. Esa casa estaba para tirarla abajo. Dijeron que hasta arregló la chimenea del hogar previendo el invierno.
Y siguieron diciendo cosas. Andaban asombrados. Dijeron que estaba empezando a hacer quinta para tener comida.
Un día fue, el viejo. La encontró trabajando un terrenito chico. Su hijo le había dicho que ella había encargado papas en la forrajería.
La piba estaba solita, con una pala que le quedaba grande. Era muy gurrumina. Pero era porfiada para trabajar.
Por todo saludo, el viejo le dijo que para plantar papa tenía que hacer los surcos más anchos. Ella lo miró con una sonrisa, estudiándolo. El viejo sintió vergüenza, le dejó una bolsa con las papas suyas que le había traído y se fue.
“Gracias”, escuchó que le decía la piba mientras él arrancaba la camioneta.
Dos días después no se aguantó y volvió, el viejo.
Le enseñó mejor cómo tenía que plantar las papas. Y le dijo que ese terreno no le alcanzaba, que tenía que sembrar hasta aquel árbol. 
Ella le dijo que nada más necesitaba para ella y los chicos, y que había hecho el cálculo del tamaño del terreno con un ingeniero agrónomo.
El viejo chistó, dijo “qué saben”, y casi le ordenó bruscamente que agrandara el cultivo. 
“Haceme caso, no discutás”, le dijo.
Por algún motivo, la chica le hizo caso. 
Al otro día llegó un peón del viejo a ayudarla con la labranza.
Las plantas salieron muy bien. Mejor que en las quintas que tenían otros. La piba estaba muy feliz.
Llegó una señora con un cajón de cebollas y otro de zapallos. “Me dijo don Roque que tenés mucha papa. Te traigo estas cebollas y estos zapallos”, le dijo, y recién entonces la piba entendió. 
Metió diez kilos de papas en unas bolsas y se los dio a la vecina.
“Qué lindas papas”, le agradeció la vecina.





Esta anécdota, sacando lo de “Pereyra”, lo de “la Colonia” y lo de “don Roque”, está en la película japonesa de animé Los niños lobo.
Simpático que el director la haya puesto en la película.
Simpático que la haya escuchado.
Simpático que sucedan estas cosas.