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domingo, 31 de agosto de 2014

Vacaciones de uno


Puede ocurrir un día qué alguien llegue hasta el lado de uno, alguien que le guste y con quien disfrute vivir.

Puede ocurrir que un día uno no necesite entusiasmarse por todo.

Puede ocurrir que un día uno no necesite ponerle alma a todas las cosas.

Puede ocurrir que por un momento uno deje descansar la desesperación porque todo tenga tanto, tanto sentido.

Puede ocurrir que un día uno se permita vivir como si fuera seguro que mañana existirá, en lugar de exigirle al momento tanta significación como si fuese la frase final de un libro.

Puede ocurrir que uno tenga un día en que no suceda nada, que sea un día del almanaque.

Puede ocurrir que uno tenga un día que no sea un festival de deseos obligatorios, sin deseo de mística, sin deseos de que todo sea especial, sin deseos de que la realidad sea extraordinaria o de que una realidad extraordinaria irrumpa en esta rutina mortal; sin deseos de sexo drogas y rock and roll, sin deseos de aventuras fiestas y de amor.

Puede ocurrir que un día uno sólo tenga ganas de trabajar sin conciencia y luego sólo comer y dormir.

Puede ocurrir que un día uno esté en paz por estar solo.

Puede ocurrir que un día que uno no sea aquel que vive una vida que ofrezca tema de conversación.

Puede ocurrir un día que uno sea uno más.


La excusa de los textos


La buena literatura es aquella que es capaz de encender el alma del lector. Los textos son indispensables de la misma forma que es indispensable la chispa para iniciar el fuego.
Por otro lado, la materia de los textos no es mérito del autor. Lo único de lo que el autor puede jactarse es de su trabajo y de su habilidad de poner en palabras escritas aquel material que consigue o encuentra, pero que es siempre exterior a él y de ninguna manera un precipitado de su alma.





 

Epitafio en un cementerio remoto


Cuando quiero conocer una ciudad voy a su cementerio. No voy con un plan, dejo que mi mirada vague, esperando que algo le llame la atención. A veces me detengo en algo, un instante o más, el tiempo que ello me demande. A veces llego a sentarme, en un banco o en el piso, o en una tumba, para mirar algo. En las afueras de La Paz, camino al Hauyna Potosí, encontré un pequeño cementerio y me senté en un banco de piedra a leer un epitafio.
El lugar, como todos los cementerios, estaba desierto. Las tumbas, desparejas, parecían haber brotado entre las piedras de la tierra en un movimiento que quedó congelado. La tarde se escapaba y su espacio parecía ser ocupado por un viento a ras del piso.
Había algo en el epitafio que me causaba intriga. Mientras lo leía alguien se sentó a mi lado. Sin saludar, comenzó a hablarme.

— Le voy a contar algo que sólo se le cuenta a quien se acerca a preguntarte cómo estás: intenté hacerle bien algunas personas y sólo las dañé. Me consuela que han sabido defenderse, pero me lastima que para eso me hayan expulsado de sus vidas.

Hizo una pausa. No lo miré directamente, pero noté que no me miraba.

— Yo no sé qué significa la soledad o estar solo. No entiendo qué quiere decir, me desconcierta como me desconcertaba de niño que me preguntaran si extrañaba a mis padres. No sé qué se debe sentir.

El silencio era enorme.

— Lo que siento es mucho frío y aturdimiento, como si hubieran estado toda la noche pegándome en los ojos.

Tenía la voz un poco áspera. No sonaba triste, y más bien era enérgica. El viento sopló con insistencia.

— El frío que me acosa me viene desde el fondo de los huesos, y sin embargo su origen es muy exterior. Viene de esa pequeña luna de blancura concentrada. Es la hija de la muerte. Nada vive en ella, ninguna vida hace brotar en la Tierra, sino que elige algunas personas para enviarle la muerte en el frío.

Busqué la luna con los ojos. No la encontré.

— Hablo con usted, disculpe. Usted quería estar solo. ¡No se viene a charlar a los cementerios! Menos a escuchar confesiones que un extraño le impone.

— No se aflija. Lo escucho.

— Es que van filtrando fuera de mí las ganas de vivir. No lo digo como quien anuncia que se va a suicidar o pide ayuda; digo algo que veo, como quien le señala el carro a su amigo y le dice “mira, tu motor está perdiendo el aceite”. Quizás incluso no esté mal perder vida. A lo mejor tenía un exceso que me ahogaba el buen funcionamiento.

Me pregunté si el hombre era una especie de acechador de personas en el cementerio. Si procuraba encontrar a alguien solo y lo atrapaba para contarle su historia.

— A veces sueño que volvemos a estar juntos. Es un sueño muy real y todo ocurre muy apaciblemente. No sucede nada, sólo somos felices. Quizás suceda en otra vida. Seguramente esa esperanza me animará en un momento…

Lo escuché respirar pesadamente. Finalmente dijo:

— Creo que he estado muy contaminado de vitalidad. La vida en exceso es tóxica. O quizás la vida misma no es buena.

Recordé las palabras de un ángel que se había hecho humano: “Por tanto tiempo de estar entre los hombres me he contaminado de vida. La vida, la vitalidad, lo vívido, esa grosería. La angurria, los sentimientos, la indignidad, el ansia, la desesperación, la crueldad, la muerte, el instinto, la enfermedad, la miseria, la posesión, la voluntad, la culpa, la sexualidad, la satisfacción. Ruindades de la condición de estar vivo.” ¿Era una novela de Mann?

Mientras intentaba recordarlo el hombre se levantó y se fue, sin saludar, en silencio, como había llegado. Lo observé caminar. No había nada destacable en él. Llevaba un pantalón gris y un pulóver marrón. Y entonces mi mente conectó el ángel al que me llevó la confesión del hombre con el epitafio que estaba leyendo. Lo que me preguntaba cuando él llegó era justamente quién había escrito el epitafio.

Lo tenía frente a mí. Volví a leerlo:

Aquí yace una hermosa criatura. Por un momento, la mucha luz que ha irradiado y la vitalidad juvenil que llenó sus entusiasmos nos hizo creer que trascendería. Pero todo lo humano tiene la condena del final. Ella también estaba destinada a morir.
Q.E.P.D.

Terapia


La terapia de los gitanos es cantar a los gritos y bailar patiando el piso.






jueves, 28 de agosto de 2014

Una especie de afasia (palabras que faltan)


Perplejización
Aburridor
Tiesura
Chinidad
Legendizador
Ajenidad
remotidad
sustantivación
triquiñuelable
posesividad
efimeridad
desapurado
palabra que designe a "aquel que abre el camino"

Es abrumador e insoportable que falten tantas palabras. Es como el idioma padeciera algún tipo de afasia. Todo el tiempo me quedo sin poder decir lo que quiero porque no existen las palabras que den forma a y expresen mi pensamiento.


Guillermo, al final


Ayer vi a Guillermo. Caminaba de regreso a su casa con la poquedad de alma de aquel a quien nadie espera, de aquel de quien nada se espera.
Llevaba una bolsa de supermercado que parecía la larga bolsa de testículos de un perro muy viejo.
Era una bolsa grande, en la que sólo llevaba dos o tres cosas, pesadas. El resto estaba vacío.
Llevaba su almuerzo, o lo que comería aquel día. Comía para no salirse de la rutina, porque si llegaba a salirse corría el riesgo de extraviarse en un tiempo sin ritmo ni orden, del cual quizás no volvería.
Comería solo. Vivía solo, en su casa y en el mundo. No tuvo hijos, su mujer lo había abandonado poco después de que se casaron y ya no volvió a hacer pareja; sus amigos, sus escasos parientes, su hermana, sus padres, estaban todos muertos. Su hermana había tenido dos hijos, pero no sabía nada de ellos.
Le daba lo mismo comer o no. Si hubiera olvidado la bolsa en el supermercado, quizás nunca habría recordado que una vez la tuvo, y habría pasado por alto la comida, distraído pensando en nada. Ya no pensaba, sólo tenía una angustia exigua y persistente.
Deambulaba por la Tierra mientras esperaba el momento en que volvería a ver a los pocos que habían sido su gente.

Mientras, era tan inútil e ignorado como un sorete de perro.


Hombres insaciables


  
La entrega
de tu cuerpo
no me engaña:
quiero el alma
las monedas
que ocultas


temerosa



(Darío Cantón, editado por Camilo Sánchez)

viernes, 22 de agosto de 2014

Delia Hou y Ronnie Keegan en De Acá a la China

Un programa de radio se llama No somos nadie, otro Cheque en blanco, o Demasiado tarde para lágrimas, o ¿Vos y cuántos más? 
El nuestro recurre a la frase más usada con la palabra china, después de Un cuento chino: De acá a la China.

En el timón, suficiencia y creatividad en las manos de Santiago Ortiz.

Alicia Canizza y Gustavo Pallini aportan el líquido que lo hace viable.

Néstor Restivo y Gustavo Ng lo conducen.

El miércoles 20 de agosto el programa fue una fiesta. Estuvo con nosotros Delia Hou, de genes taiwaneses, nacionalidad norteamericana (entre San Francisco y Nueva York) y actualidad porteña. Abogada y astrofísica (!!!!!!) de los Estados Unidos y modelo, actriz y bailarina de Argentina. Un día vino de vacaciones a la Patagonia, conoció el tango y se hizo de la milonga. Como aquel tango Malevo, "largó el laburo y se metió en la huella". Dice "chamuyo", dice "zafé", dice "chabón". Y es hermosa, una de las mujeres más hermosas de nuestro tango. El año pasado fue finalista del Campeonato Mundial de Tango. Este año tiene otras motivaciones, le gusta nada más que andar por las milongas. Del tango, ya es del lado de adentro.

Y estuvo Ronnie Keegan, fotógrafo inspirado. Sólo hace producciones únicas en el mundo, como la de personas que caminan por las aguas del delta del Tigre dentro de bolas transparentes o como el día que hizo bailar a Delia durante horas en un escenario preparado especialmente, que incluía una piscina, en medio de una bienal de arquitectura. Amigazo, no hay modo de vernos sin que aparezca una botella de whisky, como el día que estábamos trabajando para la revista Dang Dai y descubrimos en la tele un partido de Argentina en el último mundial, y justo yo estaba con un Chivas que me había regalado un nuevo amigo chino, y en celebración al intercambio cultural con China y para festejar por adelantado que Argentina haría un gran papel en el campeonato, y también en recuerdo del cura irlandés que me enseñó el inglés y que vino de la misma tierra que los ancestros de Ronnie, con alegría nos dimos a honrar el whiskey, gan bei, hasta el último aliento. De Ronnie son estas fotos.






Mala pata



Anoche, en el Parador Nocturno Retiro. Andaba mi amigo Boquita renqueando por todo el parador. Una de las patas del pantalón arremangada, el pie herido medio metido en una zapatilla.
    ¿Qué te pasó, Boquita?
    Hoy, trabajando… —viene largo relato de un accidente de trabajo y larga explicación de cómo mañana irá a arreglar con el patrón.
    No caminés más, menos sin muleta. ¿Querés que pidamos una muleta?
    No, dejá. Ahora viene el enfermero.
    Pero hasta que venga, dejá de caminar.
Vuelve a contarme el accidente. Al final agrega:
    Y ayer cuando llegué a mi cama[1] había uno. “¿Qué hacés acá?”, le dije, “¡vía!” y era un rengo. Y mirá lo que me pasó hoy. ¡Rengo mufa, la puta que lo parió!
Conozco a Boquita desde hace años. Estaba en uno de los talleres de Redacción de Cuentos para personas de la calle que yo coordinaba. Boquita escribía anécdotas muy cortas, que hacían aullar de risa a sus compañeros.




[1] El Parador aloja sólo por una noche; nadie debería tener una cama “suya”, pero muchos vienen desde hace meses o años y ya se han adueñado.






Faraway Springbok


Hubo en el Parador Nocturno donde hacemos la Biblioteca un grupo de africanos. Habían conseguido trabajar en un barco, cuando llegaron a Buenos Aires decidieron quedarse, buscaron un refugio donde dormir, alguien les indicó el Parador. Estuvieron algunos días, se pusieron en contacto con otros muchachos de la colectividad de diferentes países de África (ser negros los hace muy visibles y están en muchos lugares en las calles, vendiendo relojes y alhajas), quizás consiguieron trabajo, seguramente alojamiento y se fueron. Por otro lado, hay un sudafricano, solo. Claro, no está solo siendo que cada noche hay cerca de 170 hombres en el lugar, pero ya no está con otros africanos —de todas maneras no estaba con el grupo y había llegado antes. Y no está solo, pero está apartado. Nunca lo veo hablar con nadie y muchas veces lo veo sentado en uno de los sectores de varias sillas contra una pared, y en cada silla, alguien que no habla con los demás, como si tuviera a su alrededor una ciudad perfectamente desierta. Si les hablás a esas personas, te responden lentamente, pero ellos no le dirigen la palabra ni la mirada a nadie.
Pero este sudafricano un día salió de la zona de aislamiento y se acercó a preguntar si le podíamos prestar un libro. No se entusiasmó con ninguno, pero sí nos pusimos a charlar, y desde entonces cada vez que vamos, en algún momento se acerca. Hemos encontrado como tema de conversación el rugby. Ayer pudimos explayarnos y me dejó impresionado cuánto sabe de rugby. Es un apasionado. Conoce a los Pumas jugador por jugador, conoce su historia, los ha analizado, y de la misma forma habla de los Wallabies, los All Black y, por supuesto, los Springboks. Sabe que uno de esos equipos vendrá pronto, que jugarán en Rosario y Mar del Plata, me pregunta cómo llegar hasta allí. Yo me pregunto qué hace este hombre en el Parador, qué plan tiene, cómo saldrá, cómo conseguirá volver a Sudáfrica, si tendrá familia allá, si le importa volver. No veo que podamos ayudarlo en todo eso, pero quizás consigamos un libro sobre el rugby. Creo que sería feliz llevándose el libro en la mano. Quizás lo ayudaría de alguna manera en su camino.



 


miércoles, 20 de agosto de 2014

No siempre es necesaria la realización



Observo a Arielito, el ahijado de mi mamá. Es un chico que desborda entusiasmo, ganas de vivir y creatividad. Es intenso, voluntarioso y determinado. Las ideas que se le ocurren (y se le ocurren constantemente), lo incendian e inmediatamente se larga a realizarlas.
Pero he aquí que tiene un modo desastroso de hacer las cosas, e indefectiblemente todo le sale mal. Nunca consigue lo que quiere, siendo que lo ha concebido perfectamente y luego se ha entregado noblemente a la tarea de hacerlo.
Veo también que el papá de Arielito es un tipo muy torpe y cuando tiene que hacer algo se tensa tanto que acaba enredado, anudado, engranado y tieso, y que Arielito ha heredado ese rasgo, y que cada vez que el padre ve torpe a su hijo, el padre se siente culpable, y se siente imbécil al verse reflejado en su hijo; se retuerce de bronca y Arielito, entonces, ve potenciado su defecto, porque además de frustrar sus objetivos, es causa de la desdicha de su papá, a quien ama.
Quiero decirle a Arielito que debería deponer sus ansias por realizar. Avisarle que la materialización, la concreción, la realización de los sueños está muy bien, pero que no puede ser un vector moral para todos igual, vara del Juicio Final que acabará mandando al Cielo a los que obtuvieron resultados y al Infierno a quienes no.
Hay que avisarle que su papá lo quiere lo mismo, cierto que con esa contradicción entre quererlo porque sí y aprobarlo porque sea un self-made man. Su papá lo querrá como un gran ocurrente y soñador, creativo, impulsivo, espiritual, trascendental, contemplativo, inspirado. ¿Cuántos de los que pueden llevar a cabo muchas ideas (la gran mayoría mucho más simples que las que se le ocurren a Arielito) le llegan a los talones como apasionado incendiario?


No le puedo hablar a Arielito directamente porque estoy muerto. Pero me apareceré en una de las sesiones de espiritismo a las que concurre mi madre en la casa de Juan Montini, el que vende máquinas de coser, y le daré el mensaje a ella.

martes, 19 de agosto de 2014

Vital


"Por tanto tiempo de estar entre los humanos me he contaminado de vida. La vida, la vitalidad, lo vívido, esa grosería. La angurria, los sentimientos, la indignidad, el ansia, la desesperación, la crueldad, la muerte, el instinto, la enfermedad, la miseria, la posesión, la voluntad, la culpa, la sexualidad, la satisfacción. Ruindades de la condición de estar vivo. ¿Para qué?"



Del mundo de los aviones


Resulta que estoy con alguien, y de repente se me ocurre qué, pero qué-qué bueno sería ir a la punta del Aeropuerto ahora, ya, ahora, a ver cómo suben y bajan los aviones... ¿te das cuenta de que es el día perfecto, y de que nosotros somos las personas perfectas para ir a hacer eso?
Acto seguido le digo ¡vamos! Me paro, me visto, busco algo que tomaremos mientras estemos allá, agarro los anteojos y una lona para tirarnos sobre el pasto, y cuando miro a la persona que está conmigo, veo que sigue tirada en la cama y no amaga a levantarse
¿Qué te pasa? ¿No íbamos a ir?
Me quedo desconcertado. No entiendo. Si la idea era tan perfecta y estamos juntos en la vida, ¿qué le pasa que no está saltando como yo, como un conejo feliz?
Me amargo, luego me ofusco, luego me apago.
Al fin entiendo que claro, nunca me dijo: dale, vamos. Nunca se entusiasmó. Fue una cosa mía, sólo mía, jamás salió de mí. Ella nunca dijo que quería ir también.
Pienso que otro avión despega y se va, se aleja y al fin desaparece.







lunes, 18 de agosto de 2014

Un pestañeo del Sueño Chino


Esto me produce una emoción incontenible. Me ahoga la ola gigante de la maravilla, del asombro, no puedo contener el llanto, por los milagros que consiguen hacer los humanos.
A mi amigo Pablo Zhong le he pedido analizar la traducción del slogan Sueño chino o Sueño de China, y él me reenvía este video que ha compartido mi hermana en una red social. Me escribe junto al video, solamente el ideograma , sueño. Veo lo que hicieron en Beijing ese día y pienso que es una demostración que el Sueño de China es posible, que ya está siendo real.
Imagino el orgullo y el agradecimiento infinito que sentirán los chinos por ser chinos, al ver esto.
Quiero participar de este portento, pero me he sentido fuera; aún siendo medio chino, aún siendo un primogénito chino, aún teniendo un apellido que las computadoras de Occidente rechazan, me he sentido fuera. Aún dejando el cuero para hacer una revista de intercambio entre Argentina y China. No hemos recibido para hacer la revista ningún apoyo, ni un gesto de las instituciones del gobierno chino.
Pero está Pablo Zhong, y también Gao, Caro y Ana Kuo, Nacho Huang, y está Oscar Zheng, y hasta Chen Ruiping. Y está mi hermana. Y mi viejo, allá lejos, pero lo llamo por teléfono y charlamos.





Metele, acelerá

One sweet dream
Pick up the bags and get in the limousine
Soon we'll be away from here
Step on the gas and wipe that tear away.


domingo, 17 de agosto de 2014

El éxito traidor


Es notable el caso de quienes tienen un éxito muy grande muy temprano en la vida y se quedan entrampados, y de ahí en más les cuesta salir, como si ya no pudieran ir más arriba y no se pudieran resignar en avanzar yendo hacia abajo. Se parece a la paradoja de las especies que logran una formidable adaptación a unas condiciones muy puntuales, y transformadas las condiciones, se ven condenadas a la extinción.







Esta mariposa es la Esfinge de Morgan. Tiene una lengua
desmesuradamente larga para sorber el néctar de la
orquídea estrella. No come otra cosa.

Las manos de los indios tacunáu


En Occidente la visión pública de las tetas y del culo ha perdido poder de tabú. Esta tendencia nos alinea con lo que ha sucedido en la mayoría de las sociedades a lo largo de la historia de la humanidad.
En cambio la imagen de la vagina sigue siendo tabú, como lo prueba la fijación en ella que hace la industria porno.
A lo ancho de las sociedades encontramos partes del cuerpo que son objeto de tabú. Para los japoneses lo es el vello púbico, para los musulmanes la cara de las mujeres, etc. El etnógrafo inglés Francis McDonagh coleccionó estas prohibiciones, entre ellas la de los indios tacunáu del Mato Groso, para quienes un tabú crítico eran las manos. La desnudez de las manos les resultaba algo escandaloso. Tocarse las manos era equivalente al contacto entre genitales en Occidente —y al contrario, el contacto entre genitales y cualquier parte del cuerpo de otra persona no revestía ninguna impudicia. Así las cosas, estaban azorados con las monjas misioneras, cubiertas por entero pero con las manos —manos blancas, tersas, limpias, objeto de todo de fetiche desmedido— desnudas, tocando a los enfermos, los niños y los ancianos. Imagínese.




martes, 12 de agosto de 2014

El amor es algo maravilloso - Romance entre una china y un norteamericano

Recomiendo El amor es algo maravilloso, novela de Han Su Yin, El título de la versión original en inglés es A Many-Splendored Thing.
Otra traducción del título (menos horrible): Algo esplendoroso

Fue llevada al cine como Love Is a Many Splendored Thing (Angustia de un querer , también La colina del adiós, 1955).

Es la historia del amor frustrado entre una china y un inglés casado, ambientada en Hong Kong. La autora del blog ESCUELA DELAMOR escribe (en su único post a su blog): "El amor es una cosa esplendorosa se sumerge en el Asia de la postguerra sacudida por inmensos cambios revolucionarios. Una de las particularidades del libro es que muestra claramente la oposición entre los escenarios de China y de Hong-Kong. Forma un fondo conmovedor y contrapone a los distintos personajes que se mueven en la historia: chinos refugiados, jóvenes comunistas, misioneros cristianos. Los describe con profunda perspicacia y hace que acompañen de manera realista a los personajes principales: la euroasiática Han Su Yin y su amante inglés Mark".

GRAN GRAN GRAN novela.




lunes, 11 de agosto de 2014

De cuando a Borges se le dio por analizar la letra del Himno Nacional Argentino

 Notas de Borges, de A. Bioy Casares.


1962. Miércoles, 6 de septiembre. (…) Cuenta Borges la visita de Helen Hayes y otras actrices a la casa de Victoria en San Isidro. «(…) Yo pensé que el viaje a San Isidro desilusionaría a esas americanas, si esperaban ver pampa y gauchos. Pronto comprendí que no esperaban ver nada: que no tenían idea de que acá hubiera pampa y gauchos (…)».
(…) «También dijo Helen Hayes que su marido pertenecía al wild Group de Hemingway. ¿Te das cuenta? Lo que sería ese grupo tan wild: unos idiotas borrachos».

1962. Jueves, 7 de septiembre. (…) Hablamos de anuncios. Dice que no abundan los anuncios insultantes: «No sea bruto. Beba Cinzano».

Se ha dicho que Borges era un escritor del siglo XIX.
1962. Miércoles, 16 de mayo. (…) BORGES: «La Historia argentina es apenas mayor que nosotros. No sabremos bien nuestra Historia, pero entenderla, la entendemos».
(Borges) Observa que cuando un escritor da lugar a innovaciones llega hasta cierto punto y no admite un paso más.

1962. Miércoles, 23 de mayo. (…) BORGES: «Según Schopenhauer hay tres clases de escritores. Los peores, que nunca piensan, los que piensan cuando escriben y los que piensan antes de escribir. Schopenhauer dice que éstos últimos son los mejores. Tratándose de ensayos filosóficos tiene razón, pero en los cuentos o en los poemas es mejor que el escritor vaya pensando y que no sea un amanuense de su memoria. Aunque los poemas de Chesterton sean excelentes, tienen ese defecto. Se ve que, con toda suerte de felicidades circunstanciales, Chesterton cumple un esquema previo: BIOY: «Por eso para muchas personas no es poeta. Los poemas de Auden, por ejemplo, serán inferiores, pero tienen una libertad de creación que no tienen los de Chesterton». BORGES: «En cada poema juega a todo o nada». BIOY: «(…) Por esa misma razón uno suele escribir mejor los cuentos con mal argumento que los cuentos con argumento perfecto. Cuando uno tiene en la mente un cuento con argumento perfecto, se aviene a redactarlo, a veces un poco aburrido, como quien escribe los deberes; pero cuando uno cree, sin mayores razones para justificar la creencia, que hay un cuento en tal idea y se pone a escribirla, uno lo hace con toda su elocuencia y muchas veces con fecundidad de invención».

1962. Sábado 26 de mayo. (Borges y Bioy analizan la letra del Himno Nacional). BORGES: «coronados de gloria vivamos» —qué plan abrumador, que fatuidad, qué espanto para los que viven con nosotros, mucho mejor es con gloria morir.»

1962. Sábado 26 de mayo. (…) De Mandie Molina Vedia, por quien in illo tempore supo suspirar, (Borges) dice que hoy es una Sancho Panza flamenco.




Agosto en skate


Me despierta el lunes, atropellándome con una cantidad de luz desmesurada. 
Como si hubiera hecho erupción un volcán.


Y así me entero de que agosto se está yendo y no puedo ni siquiera manotearlo.
Gelman diría que agosto es esa ráfaga que pasó soplando cerca de un costado de la cara, volando sobre un skate.





La verdad de la trama fabulosa


En El elegido, Thomas Mann presenta la versión de una historia que trama a un rey y una reina quienes, ya perdidas las esperanzas de concebir, son regalados con el jubiloso milagro de darse y dar al reino mellizos, varón uno, mujer la otra. La madre muere en el parto; la noche que muere el Padre, veinte años después, los hermanos se hacen amantes. El nacimiento de un hijo hará naufragar la abominable pareja; el joven padre parte hacia la muerte, el niño es arrojado a las aguas para que Dios disponga, la madre deviene reina casta.
En la segunda parte, diecisiete años después el fruto del incesto llega al reino convertido en caballero, salva a la Reina, quien, ignorando el origen del salvador, abandona su voto de castidad y se casa con él. En la tercera, el matrimonio conoce la infernal verdad, claramente obra del Demonio, quien sin embargo no tiene poder sobre un último resquicio bueno del alma de los protagonistas, de modo que éstos deciden expiar toda la serie de inmundos pecados en que están enredados. Ella se despoja de todas sus riquezas y se hace monja para curar durante el resto de su vida a los leprosos, y su marido marcha a un destierro esperando en cada recodo del camino el justo castigo de Dios. Éste parece actuar según la previsión y le provee la calamidad de encerrarlo, esposado y desnudo, en una cueva de la cual no es humanamente posible salir. La pena gana características de divinidad oscura cuando el condenado, en lugar de morir y ya, encuentra que de una roca mana una especie de leche que lo mantiene vivo. ´
En la última parte de la historia el sobreviviente ya se ha convertido en una especie de animal parecido a un erizo sin patas ni manos ni cabeza, cuya vida se ha reducido aparentemente a respirar y beber su leche. Lejos de la cueva, en el Vaticano se produce un cisma que amenaza con acabar disolviendo para siempre la Santa Iglesia Católica. Entonces dos sujetos sueñan un mismo sueño en que Dios les da indicaciones precisas para encontrar aquella penosa criatura, que Él ha elegido como Papa. Asombro tras asombro, los dos obedientes soñadores llegan hasta la cueva, rescatan al erizo y lo ven regresar a la forma humana. Tal fue dispuesto, es ungido Papa. Nadie entre todos los hombres tenía más autoridad que él para religar al Hombre con Dios; en nadie se sintetizaba mejor la historia de la relación de los hombres con Dios: Dios los crea en un acto de infinito amor, los hombres lo traicionan pecando, Dios les da una oportunidad para que se arrepientan y vuelvan a Su regazo.

Para su relato Mann recoge una epopeya medieval de un poeta alemán, la cual fue recogida por otro autor anónimo francés que compuso a fines del siglo XII la Vie de Saint-Grégoìre. No fue éste un personaje de fábula, sino que fue el Papa Gregorio V, tan terrenal como el actual Papa Francisco. Ni eran tampoco fábulas los matrimonios entre primos y hermanos, sino que respondían a razones políticas y económicas tan materiales como el cuerpo.
¿Qué queda, entonces, para la imaginación? Que Gregorius se había convertido en una especie de erizo, los sucesivos sentimientos de culpa y no mucho más.

En el diario Borges, Adolfo Bioy Casares cuenta que Borges comenta una Biblia: “Estoy seguro de que todo es verdad. No digo los milagros, claro está… Pero ¿quién iba a inventar todo eso? No un discípulo ignorante. ¿Qué novelista sería capaz de mejorar la conversación de Cristo y Pilatos, del judio y del romano? Cada uno está en su mundo —habla en cross-purposes—, y no se recurre a idioteces de vestuario o a las trabajosas invenciones de Walter Scott o de Flaubert. La diferencia está dada desde adentro. ¿Y qué mejor que el sueño de la mujer de Pilatos, la lavada de manos, el buen ladrón, el ‘Dios mío, Dios mío me has abandonado’?”.

En los últimos años, urdiendo el polvo que levantó el Realismo Mágico, el relato del Nuevo Periodismo, la marea alta de la Novela Histórica, la Historia Ficcionada y otras variantes en que se relacionan realidad y ficción, autores como Tomás Eloy Martínez, Ricardo Piglia han tratado el tema en numerosas conferencias. Han explorado las estrategias para decir la verdad mintiendo y para mentir con datos consagrados por las fuentes de certificación de la verdad. Piglia nos ha acostumbrado a sentencias que nos desconciertan fecundamente, como la popular: “Narrar, decía mi padre, es como jugar al póker: todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad”.
Ese “parecer mentiroso” se diría que es la literatura misma, en tanto contrapuesta al registro objetivo, ya sea histórico, judicial, etc. Claro que en la consideración de los críticos estos relatos tampoco escapan a la ficción, desde que no hay manera de elaborarlos sin que la subjetividad entre a tallar. Y ese trabajo de la subjetividad no es otra cosa que la creatividad, o sea, lo que el sujeto agrega al mundo. No se trata, entonces, de decidir cuáles relatos son ficticios y cuáles no, sino de percibir la ficcionalización, la forma que un autor le da a la verdad.
Por este derrotero vamos a parar a las formulaciones que Paul Ricoeur hizo de la metáfora, destituyéndola en su concepción clásica de una cosa en lugar de otra, para presentarla como una torsión de significado, fruto de un movimiento que agrega información al significado original.
Así las cosas, Borges no necesitaría dejar de lado los milagros de Jesús para creer que los evangelios eran verídicos. Es más, justamente en el más disparatados de los milagros podría hallar el más elaborado acercamiento a la verdad.

Volviendo ahora a El elegido, nos preguntamos por la verdad que revelan aquellos mitos en que un final inefable requiere de una trama urdida por casualidades extraordinarias, al borde de lo imposible. El símbolo se construye por la tensión de lo necesario con lo aleatorio.

Y también me pregunto cómo reaccionaríamos si en los diarios y la televisión apareciera un caso que automáticamente reconozcamos que es de la misma naturaleza que el de Edipo, Moisés, Jesús o Gregorio.




sábado, 9 de agosto de 2014

Ni siquiera juzgar - En la Biblioteca Retiro


Bárbara me contó que Alicia, cuando ambas empezaron a trabajar en un parador nocturno, tenía momentos de ira que apenas podía controlar cuando los empleados despotricaban contra los hombres que concurrían a dormir, darse un baño y cenar. “No puedo entender que sean tan energúmenos, miserables y fascistas —le decía Alicia a Bárbara en aquellos primeros tiempos—. Se refieren a los tipos que caen acá como si fueran una lacra, dicen que son todos borrachos, drogadictos, criminales, que no tienen salida, que están donde están porque quieren, que son culpables de la vida que tienen. No lo puedo creer. ¿Cómo pueden hablar así? Son unos hijos de puta. Los mataría, te juro”. El asunto es que dos años después el punto de vista de Alicia había cambiado notablemente. “Me confesó —esto me lo dijo Bárbara— que cuando empezamos ella, recién salida de una carrera humanística, era un alma bella. Creía que una persona que estaba en una situación muy mala o era víctima de algo, especialmente de causa social, era de por sí buena. Ahora entendía que esa persona no tenía por qué ser buena, y que ni siquiera era real esa dicotomía entre gente buena y gente mala. No era real y era berreta. «Muchos de los tipos que vienen acá efectivamente son faloperos, chorros, alcohólicos», me dijo. «El tema es que uno no debe estar movilizado porque sean buenos, puros, angelicales sino porque uno tiene una ética que le manda hacer algo para torcer el rumbo de mierda de injusticia social que tiene nuestra sociedad»”.


No llevamos libros ni porque somos almas bellas ni porque los tipos que no tienen dónde caerse muertos sean angelitos por eso. Lo hacemos porque creemos que es lo correcto.



Si a los 20 no sos de izquierda no tenés corazón


Me levanto con un fuerte dolor de estómago. Pienso amargamente en un triste amigo, que fue militante del MAS cuando el MAS fue casi un partido de masas, como lo fue el Partido Obrero porque le mataron un militante, y ahora es un burgués aterrado por la inseguridad, indignado por el cepo del dólar y todo lo demás que hace este gobierno para perjudicarlo, furioso porque los extranjeros entran sin ningún control y concentrado en los precios de los bonos.

"Si a los 20 años no sos de izquierda, no tenés corazón y si a los 40 años no sos de un burgués de derecha y capitalista, sos un idiota": el Himno del Puslánime.

Pusilánime o pelotudo, en tanto subespecie de hijo de puta. Y que pare hijos cuyas utopías políticas se juegan en hacer tejidos al crochet para abrigar árboles, donar dinero por Internet para salvar un pingüino y con concurrir a una manifestación a favor del derecho de vías exclusivas para rollerskaters.


Slavoj Zizek: "parece más fácil imaginar el 'fin del Mundo' que un cambio mucho más modesto en el modo de producción, como si el capitalismo liberal fuera lo “real' que de algún modo sobrevivirá, incluso bajo una catástrofe ecológica global".


viernes, 8 de agosto de 2014

Charla entre Bioy Casares, Borges y Peyrou hace 53 años


1961. Jueves, 27 de julio. (Borges) Dice que hay personas con los límites mentales próximos.

1961. Sábado, 2 de septiembre. Borges citando a Macedonio Fernández: “Los gauchos son entretenimientos que tienen en las estancias para los caballos”.

1961. Sábado, 2 de septiembre. PEYROU (indicándome dos flores que llevo en el ojal): «¿Y esas flores?». BIOY: «Se las compré a unas chiquitas que estaban en un balcón jugando a que vendían flores». PEUROU: «Qué lindo». BORGES: «Al comprador de esas flores al fin del capítulo lo matan. Por la ley de causalidad estética».

1961. Sábado, 2 de septiembre. PEYROU: «La mujer del monumento a Sáenz Peña de Fioravanti es Estela Cid. Esta muchacha fue una pintora, nacida en San Nicolás; verdaderamente se llamaba Estela Hurtado. Fue amante de Fioravanti, pero lo dejó porque “era tan bruto que no se podía hablar con él”. Después fue amante de Bernárdez. “Conmigo —dijo Bernárdez—, por lo menos podía hablar”. También a él lo dejó, porque era mucho menor que ella y “no quería perjudicarlo”; estaba enamorado y, según dice, sufrió mucho. “Cuando estuve en España, quise ir a Ginebra, a ver su tumba, pero mi mujer se puso a preguntar qué iba a hacer a Ginebra y renuncié al viaje.” Cuando yo era joven, lo admiraba a Bernárdez, porque lo veía con esa mujer lindísima. Los cuadros de Elena me gustaban mucho, no sé si porque ella era tan linda. Bernárdez era muy solitario. Su conducta no es buena pero él es simpático. Su catolicismo, sus rarezas, se explican un poco por la tristeza que tuvo cuando lo dejó Elena Cid».







jueves, 7 de agosto de 2014

Antología de cuentos extraños y olvidados - Bioy y Borges

En agosto de 1961 Bioy y Borges han leído cuentos para un concurso, luego novelas para otro, han hecho una selección de cuentos de Kypling y les quedó tiempo para ir a reuniones de escritores, charlar de cualquier cosa y agarrar para la joda a unos cuantos, y eso, sólo entre los dos: aparte cada uno ha tenido su vida, Borges ha dado conferencias, etc. Impresiona la cantidad de trabajo. En eso se les ocurre una antología de cuentos extraños. Bioy se reprocha no recordar los autores de dos historias que refiere en Borges.


1961. Domingo, 27 de agosto. (…) ¿De quién era el cuento norteamericano, aparecido en una antología de Ellery Queen, sobre aquel restaurant donde comían un cordero que resultó carne humana? ¿Y de quién era aquel otro, leído el año pasado, de una persona que caía en el poder del demonio, lo que poco a poco se descubría por una creciente soberbia que se manifestaba en comentarios descomedidos, pero acertados y graciosos, sobre los más prestigiosos libros de su biblioteca?







La noche anterior en la Biblioteca Retiro


Justamente la noche anterior a que se recuperara el nieto de Estela de Carlotto, uno de los lectores de la Biblioteca Retiro, que hacemos funcionar en un Parador Nocturno al que concurren personas que no tienen dónde dormir, le dijo a uno de nosotros que conocía a Estela de Carlotto. El de nosotros, el Negro Ibarra, conocía su caso: cuando era bebé lo secuestraron con su mamá. Charlaron del asunto de los chicos desaparecidos y el Negro recordó una canción de El Sabalero, Angelitos. Es una canción que le ha conmovido el alma los últimos 30 años; nombra uno por uno a los chiquitos uruguayos robados por los militares. Y este muchacho es uno de los nietos.

Igual que me cuesta escribir ahora, en ese momento al Negro se le hizo un nudo en la garganta y no pudo seguir hablando. El otro, acostumbrado a estas situaciones, se hizo cargo y sacó el tema de lo que hace falta para poder instalar el nuevo mueble que nos han regalado para esta Biblioteca.







martes, 5 de agosto de 2014

El curso "Muera con algo de Dignidad"


Debería ofrecerse un curso que nos prepare para morir con dignidad.

En ese curso veríamos extensamente el tema del tamaño del Universo y del tamaño del Tiempo para tomar conciencia de que es un milagro portentoso que algo tan infinitesimal, tan descomunalmente despreciable como nosotros, exista. Tanto que no deberíamos siquiera existir, de modo que la muerte es una suerte de autocorrección del Cosmos.

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Despedirse. No esperar al momento en que caímos al agua en un mar infestado de tiburones o tan temido al anuncio del cáncer, sino empezar hoy.
En el curso nos darían el ejercicio de confeccionar la lista de todas las personas de las que nos queremos despedir, y en cada encuentro se debería presentar una planilla en la que se muestra el registro creciente de despedidas.

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El buck list, por supuesto, pero algo realista. Las películas no son la realidad, por Dios, estamos hablando de algo serio.
En el curso deberíamos poder confeccionar un buck list sensato y realizable. Un deseo cada tanto, por empezar, y nada de “un viaje a Nepal” y sí “ver por última vez The Blues Brothers”; no tirarse en paracaídas y sí decirle a alguien: “de todas las parejas que tuve, me quedo con vos”.

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Pensar seriamente en lo pelotuda que es la maniobra que estimamos tan intelectual que al asumirla nos sentimos con derecho a ponernos soberbios, de creer que la muerte es el final.
Por favor.
Si aceptamos que no sabemos qué sucederá después de la muerte, ¿de que nos sirve sentenciar: la nada? Si puede ser nada tanto como algo, ¡elijamos algo! Eso se llama “un mínimo de sangre”. O sea, europeos existencialistas pechofríos, háganos el favor de retirarse a sus mundos muertos de aburrimiento y déjenos hacer nuestros quilombos bananeros, bailar la conga, festejar en el obelisco, sambar, lidiar toros, bailar en el día de los muertos: queremos tener el Cielo, adonde iremos a encontrarnos con nuestra novia de los 15 años, a descansar del hambre, la policía y la inseguridad, a comprarnos unos Rayban y correr picadas por toda la eternidad, a estar tirados en la playa un día que nunca se termina, con un mar siempre tibio y donde las mujeres siempre tienen los cuerpos firmes y espléndidos; a ser campeones todos los campeonatos, a ser poderosos, a hacer la Revolución Populista y a abrazarnos con nuestra madrecita.

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La marihuana ayuda. Y si se alcanza una etapa en que aún con la cabeza volada persiste la angustia, pasar al opio, la heroína, etc.
El curso daría las herramientas para hacer esto correctamente: no dejaría las cosas libradas a la indolencia del “etc.” ni libraría a los participantes del curso la trabajosa tarea de averiguar dónde y cómo conseguir todo aquello, cuánto cuesta y qué maniobras se harán para sortear los eventuales inconvenientes jurídicos.

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Previsiblemente, el curso incluiría la unidad “Epitafios”.
Se lo redactará y trabajará hasta tener un primer borrador, que se podrá ir ajustando de ahí en más.
Se evaluarán alternativas de lugares donde se dejará el borrador de epitafio: un blog —si se lo quiere ir socializando—, un papel que se llevará en el bolsillo de atrás del pantalón, una carta a un colega extranjero, al que se conoció años atrás y luego no se volvió a ver, con instrucciones precisas para que en determinado año (en que se calcula que estaremos muertos hace tiempo) lo envíe a parientes y amigos cercanos; en una carta a la esposa del padre de uno, dentro de la caja fuerte.
He aquí un texto modelo:

Una amiga muy íntima se asustó hace un rato cuando hablamos por teléfono. Es muy perceptiva y creyó entrever que estoy pensando en suicidarme.
No me suicidaré.
Es sólo que tengo ante mis ojos el final. Igual que cualquiera. A veces lo siento más o menos inminente. Y como cualquiera estoy rodeado se señales que indican el final. Ojalá no sea doloroso ni pronto.
Antes de morir quiero dejar sentado que tienen mucha razón las personas que decidieron alejarse de mí. Les he destrozado la vida, las aplasté, las ahogué. No las acepté como son, las culpé de que mi vida era una desgracia, les pedí todo y luego las acusé de no quererme lo suficiente.
Quiero decir que no tengo remedio y debo explicar de dónde viene eso.
Cada vez que me meto en mi habitación, me encuentro a oscuras. Sé que hay un ropero, una cómoda y otros muebles, dos ventanas, mesitas de luz, alguna silla, alfombras, una cama, y sobre la cama está mi papá agonizando. No puedo verlo. No puedo ver su cara que se descompone de dolor, y corro afuera, a salir de mí, a aferrarme de alguien para no estar solo, para que me proteja del horror, y en cuanto lo consigo empiezo a temer que me rechace y me devuelva a la habitación, y entonces me trepo encima suyo, más y más, y lo odio porque me abandona, mientras lo necesito para no volver junto a mi padre.

El epitafio (a propósito, bastante largo) terminaría con un fragmento de Mascaró, de Haroldo Conti: “Las sombras mudan silenciosamente de lugar. (…) aunque todavía lejos, se presiente la noche, ese corredor de pies enfundados que en algún momento les dará alcance”.

*          *          *

El curso proveería otro formulario, para registrar todo aquello de lo que uno se irá desprendiendo.
Que se vayan las cosas. Soltar, como dicen en Brasil: abrir la mano.
Una vez que nos hemos liberado de todo lo que no es esencial para el día a día, seguir con lo que estábamos haciendo y haremos hasta el final, tranquilitos como chico con lombrices.
El curso de preparación para morir con alguna dignidad ayudaría a encontrar esa tal actividad, que aloje y produzca la serena obsesión, como sería leer, caminar, construir una maqueta, fabricar zapatos, pintar la luna en diferentes cielos, resolver ecuaciones de Cálculo Matemático, coleccionar videos, fotos, notas periodísticas y todo lo relacionado con la telenovela Rolando Rivas, taxista; abrir una librería, inventar soluciones que ayuden a resolver problemas rebeldes como la obesidad, el SIDA o la injusticia social; construirse un rancho en la isla, procurar el bien de los hijos.


Buenos Aires, 5 de agosto de 2014


lunes, 4 de agosto de 2014

Benigno


Lorena ha venido a sentarse al lado de Benigno.
El  año pasado Lorena comenzó a dar clases en la escuela que está cerca de la villa miseria donde vive Benigno con su mamá, su papá, sus parientes y sus vecinos, todos bolivianos. Es apocado, no habla. Intenta hacer la tarea, se distrae, apenas le sale. Trabaja con su mamá. Los demás chicos no lo tratan bien, su única defensa es pasar desapercibido. Lorena le tiene cariño. Ama sus manitos gordas, sus pelos pinchos y sus densas pestañas negras.
Como otras veces, se sienta a su lado.
Benigno está haciendo algo con su teléfono celular.
    ¿No hacés la tarea?
    No entiendo.
    Cuando no entendés tenés que preguntarme.
Benigno hace silencio.
    ¿Qué hacés con el celular?
Sin decir nada, Benigno le muestra fotos. Son fotos de chicos, más alegres que él, abrazados en barra, poniendo caras, inventando poses, chicas haciéndose las sexys.
    ¿Quiénes son?
Benigno no contesta, pero a medida que pasan las fotos Lorena creer ver algo que le llama la atención. Comienza a observar mejor para descubrir qué es. Sin saber por qué le pide a Benigno que vuelva a una foto y agrande la cara de un chico. Lorena descubre que sabía quién es: Miranda, uno que está en el mismo grado de Benigno. Lorena alza la cabeza, allí está Miranda. Le pide a Benigno que vuelva a pasar las fotos que había visto por arriba y comprueba que en muchas otras también había compañeros de Benigno. Un escalofrío le corre por la nuca.
    ¿Les sacás fotos a tus compañeros?
Con un movimiento casi imperceptible, Benigno niega con la cabeza.
    ¿De dónde sacaste las fotos?
    Bluetooth —dice Benigno.
Lorena no entiende.
    ¿Cómo, Benigno?
Benigno orienta la pantalla de su celular hacia los ojos de Lorena y con su índice va abriendo ventanas y haciendo maniobras que ella apenas puede seguir —clickea en el ícono BLUETOOTH y aparece una lista de códigos, abre una aplicación en la que vuelve a aparecer la lista, clickea en uno de los códigos, aparece una serie de carpetas, clickea en una de ellas llamada DCIM y se abre un menú de fotos. La cara de Lorena se tensa. Son sus fotos, las que ella tiene en su celular. Comprende finalmente que Benigno puede entrar en todos los celulares que tiene cerca. O sea, puede leer todos los mensajes, ver todos los documentos, escuchar la música y los mensajes de voz archivados en otro celular, ver los videos, obtener direcciones de contactos, tal vez claves. Lorena mira a Benigno azorada y le ve una sonrisa tímida, apenas pícara, infinitamente inocente.
    ¿Nadie se dan cuenta de que les espiás el celular?
Benigno niega con la cabeza y dice:
    Un Señor, nomás.
Perturbada, Lorena no se detiene en “un Señor”. Le dice a Benigno “loco”, le revuelve los pelos parados y vuelve al frente, a preguntar si terminaron la tarea.

El Señor es uno de los empleados de maestranza. Es ingeniero en comunicaciones y muchos años trabajó en el área de radares del aeropuerto de San Fernando.
Él también se hizo amigo de Benigno. Lo veía siempre solo en los recreos, un día se le acercó, le preguntó qué hacía con el celular y Benigno le mostró (mucho más de lo que tiempo después le mostraría a Lorena).
El Señor también le contó secretos a Benigno. Le habló de la Transarticulación, que se mete adentro del pensamiento de algunas personas.
    Hay que tener cuidado. Yo denuncié esa violación de la intimidad en la Justicia, en las Defensorías del Pueblo y en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
El señor le mostró a Benigno una red que había construido y se ponía en la cabeza como un gorro para que la Transarticulación no se metiera en su cerebro. A veces dormía con la red puesta, porque detectaba que el Sistema se estaba metiendo en sus sueños, pero la Transarticulación permeaba la red y tuvo que quedarse despierto varios días, y al fin tuvieron que internarlo. Entonces un psiquiatra le dio una pastilla y le dijo “esto disolverá la Transarticulación”. El Señor miró al psiquiatra dentro de sus ojos, para saber si lo estaba burlando.
    Una pastilla que yo meta en mi cuerpo ¿va a disolver la Transarticulación, que opera con millones de personas, equipos, edificios, vehículos? ¿De qué modo? ¿De verdad usted piensa eso? ¿Quién es el loco, de nosotros dos?
Benigno siempre escucha al Señor. Jamás dudó de lo que el Señor le dijo. Benigno tiene sus razones para creer que el Señor dice la verdad.


Buenos Aires, 27 de julio de 2014







domingo, 3 de agosto de 2014

La marca de la luna


En mi adolescencia debí estudiar Análisis Matemático. Lo resistí al principio, luego algún dáimon que aquella disciplina tenía en su interior me atrapó, me absorbió y al fin fui muy feliz, sumergido en los desafíos de ecuaciones y fórmulas, desafíos grandes como montañas. Tan lejos me fui que llegó un momento en que no ya no hice otra cosa. Y no sólo de día: dormía agitado, revolviéndome porque mi mente trabajaba sin parar en la solución de algún problema, y cuando arribaba a la zona crítica me despertaba, ¡arriba! ¡a trabajar en el papel, que estamos cerca del final!

Algo parecido me ocurrió hace unos días cuando estaba en una casa, desperté en mitad de la noche y en el baño, revestido el interior de mármol pálido, me llevé un susto que me detuvo el corazón. Desde el exterior por la ventana de vidrio opaco entraba una luz furiosamente intensa. Yo conozco bien qué hay en el exterior, los edificios, las antenas iluminadas, los carteles de publicidad, y sabía que aquello era algo nuevo. Era igual a los sets de filmación, cuando se filma un interior con una luz proveniente de un gran spot desde una ventana. O era como si un helicóptero estuviera apuntando un cañón de a luz a la ventana del baño. La luz era tan potente como la luz del día, pero lo que no tocaba lo dejaba en sombras.
Estuve un rato parado allí, con mis pies congelándose, yo estático mirando la luz, un poco preguntándome pero sobre todo anonadado. Suspendido, sentí el susto y luego ya no sentí nada.
Al fin me acerqué a la ventana y la abrí.
Era la luna.
No una luna gigante, sino más bien pequeña, aunque muy sola en todo el cielo, y muy redonda y de una luz muy sólida y poderosa. Esa potencia y el vidrio creaban el efecto de un spot descomunal.

Desde chico he escrito sobre la luna. Ese día no pude evitar escribir lo que me sucedió en aquel baño, y lo mostré en mi blog. Cuando vio lo que escribí una de mis profesoras de chino comentó que aquello era una versión del poema que habíamos trabajado unos días antes. Apenas leí el comentario me pregunté de cuál poema hablaba (habíamos trabajado varios), pero un poco después otra vez quedé pasmado: ¿cómo podía ser que yo no me hubiera dado cuenta de que escribiendo lo que me pasó en el baño, hacía una versión de aquel poema?
El poema, de Li Bai (Li Po), decía:

Ante mi lecho un charco de luz.
¿La escarcha cubre la tierra?
Levanto los ojos y contemplo la luna.
Bajo la cabeza, y pienso en mi hogar.

En el fondo de mi pregunta había otras preguntas: ¿cómo podía ser que yo hubiese vivido el poema? ¿Acaso procuré hallarlo en la realidad? ¿O fabricar una realidad con el poema? ¿Qué me pasaba con el poema? ¿Qué me pasa con algunas cosas que se escriben? ¿Cómo lo que hallo escrito crea, recrea, transforma, labra mi realidad? ¿Con qué palabras me pasa esto? Aquí mi profesora me hizo tomar conciencia, pero ¿no me estará pasando esto otras veces y no me doy cuenta?

En general aborrezco los poemas. Cuando me he acercado a ellos, leyendo o tratando de escribir, me parece que el asunto se limita a formalidades de rimas o no rimas, métricas, sonidos y silencios, palabras. Es de una banalidad extrema la importancia de la subjetividad y la pose de poeta. Me contaron que Juana Bignozzi estaba un día en un bar, unas mujeres la reconocieron y la invitaron a que estuviera presente en la tertulia de poesía que estaban haciendo en el salón del subsuelo. Ella se resistió, pero tanto le insistieron que aceptó ir, sólo para no quedar como una mal educada. Soportó las lecturas 15 minutos y luego descargó su furia, explicando cómo todo aquello era una basura inmoral.

Juana Bignozzi era celebrada y agasajada por aquellas mujeres porque escribe poemas.

El poema de Li Bai no me conmueve estéticamente, como me sucede con algunos temas musicales, pero se me hundió no sé en qué profundidades y desde allí me despertó aquella noche y me llevó hasta el baño, y me dejó parado como un fantasma.

Creo que la verdadera poesía son las palabras que perturban a algunas personas. Penetran en lugares muy vivos de su ser y allí hacen algo de modo que la persona de ahí en más ya no es la misma.
Puedo pensar en unas pocas palabras de Miguel Hernández, otras pocas de Peter Handke, de Juan Ramón Giménez, de César Vallejo.
La poesía tiene menos que ver con la experiencia estética, la declamación y la investidura que con aquello que cambia por dentro a algunas personas. Las cambia instalando una manera diferente de ver, un sentimiento nuevo, una obsesión, un énfasis nuevo. Eso, claro, produce un cambio en la realidad, porque se la percibe y vive de modo diferente, y así cambia la vida.

Creo, en fin, que los verdaderos poemas actúan en las personas como traumas.








La forma de Borges


Con varios asuntos puedo decir “llevo una vida entera tratando este asunto”. Las películas de Woody Allen, la escena del encantamiento con la luna, el horror del cachorro desvalido, por ejemplo.
Otro ejemplo: la insustancialidad de Borges. A los 20 años, discusión con Pablo Makovsky. Yo sostengo que Borges no vale nada porque es sólo superficie, a lo que Pablo responde, apoyado en Tzevan Todorov, que la forma es el contenido.
A los 43 encuentro que Jerzy Kozinski sentencia también que Borges no ha aportado a la literatura más que elementos decorativos.
A los 51 Camilo Sánchez me cuenta su admiración enorme por Borges porque “esá completamente concentrado en trabajar las formas”.
A los 35, en una de las decenas de veces que seguimos discutiendo el tema con Pablo Makovsky, su mujer, Mariela Mangiaterra, acota: “es una cuestión de fondo, Pablo vive en el sintagma, vos en el paradigma”.
Etcétera.
Y he aquí que me sale al encuentro ayer, desde el Borges de Bioy Casares, que Borges ofrece, depurado y con una forma notable, mi argumento contra él. Están leyendo una Biblia y Borges dice: “Estoy seguro de que todo es verdad. No digo los milagros, claro está… Pero ¿quién iba a inventar todo eso? No un discípulo ignorante. ¿Qué novelista sería capaz de mejorar la conversación de Cristo y Pilatos, del judio y del romano? Cada uno está en su mundo —habla en cross-purposes—, y no se recurre a idioteces de vestuario o a las trabajosas invenciones de Walter Scott o de Flaubert. La diferencia está dada desde adentro. ¿Y qué mejor que el sueño de la mujer de Pilatos, la lavada de manos, el buen ladrón, el ‘Dios mío, Dios mío me has abandonado’? Al leerlos los episodios vuelven a conmoverme; en cualquier redacción conmueven”.







 

sábado, 2 de agosto de 2014

Momentos felices




Hay que saber tener momentos felices, tarde o temprano son necesarios.

Gracias, Titán.






viernes, 1 de agosto de 2014

Ghaneses


Hoy seguían en el Parador de Retiro para personas sin hogar los muchachos de Ghana. Tres son muy hoscos y uno extremadamente sociable. Habla un inglés lleno de obstáculos. Se llama Moses. Hace unos días me acerqué a la mesa en la que estaban reunidos, los saludé, les dije que prestábamos libros, los invité a acercarse. Minutos después llegó Moses y se llevó una versión bilingüe de Cumbres borrascosas. Hoy volvió, y le habíamos conseguido otro libro en inglés, que agradeció. Charlamos unos minutos, él, yo, Mascherano y un muchacho que duerme también en el lugar. Durante un rato hablamos, inevitablemente, del papel que hizo Ghana en el Mundial de Fútbol ("fuimos el equipo al que el campeón Alemania no pudo vencer"), pasamos a otros temas objetivos y en un momento Mascherano se fue raudamente y volvió corriendo con un libro de gran formato abierto. Le mostró a Moses un nombre y me pidió que le tradujera que hay un chico ghanés que está jugando en las inferiores de Boca. Mascherano es periodista deportivo, había escrito sobre el futbolista en ese libro y estaba bastante excitado por tener con nosotros a un ghanés. Me dijo “preguntale si quiere que lo ponga en contacto”. “Sí, sí, por supuesto”, respondió Moses, y agregó “quizás él pueda ayudarme”. Entonces me contó que estaba allí porque le habían robado todo. Le sacaron sus zapatos, su celular, sus documentos, su dinero. "Pero no me quitaron la vida —terminó. Por eso estoy muy agradecido". Le pregunté si era un hombre religioso y se le hizo una gran sonrisa. "Sí, usted se dio cuenta de eso". Le dije que sí y me agradeció. Me dijo "que Dios lo bendiga" y yo le dije lo mismo.





Zamba para no morir y El cosechero


El folclore argentino es una parva de cantantes que berrean y letristas malos. Cuando aparecen las joyas, brillan hermosamente.

Hoy me han perseguido la Zamba para no morir, de Hamlet Lima Quintana, Noberto Ambros y Alfredo Rosales, y El Cosechero, de Ramón Ayala.

Zamba para no morir

Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo.

Era el tiempo viejo la flor,
la madera frutal,
luego el hacha se puso a golpear,
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo.

Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuero asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire al gritar, siempre.

Mi razón no pide piedad
se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo.

Veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo.





El cosechero

(Ramón Ayala)
El viejo río que va
Cruzando el amanecer
Como un gran camalotal
Lleva la balsa en su loco vaivén

Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
Y entre copos blancos mi esperanza cantaré
Con manos curtidas dejaré en el algodón
Mi corazón

La tierra del chaco quebrachera y montaraz
Prenderá en mi sangre con un ronco sapucay
Y será en el surco mi sombrero bajo el sol
Faro de luz

Algodón que se va, que se va, que se va
Plata blanda mojada de luna y sudor
Un ranchito borracho de sueños y amor
Quiero yo

De Corrientes vengo yo
Barranquera ya se ve
Y en la costa un acordeón

Gimiendo va su lento chamamé