sábado, 20 de abril de 2024

Un plan

Hay cosas que tiene California que la ponen muy al borde Estados Unidos —algunas, del lado de afuera.

Por ejemplo, que su actual gobernador se haya pasado una cantidad interminable de días en China este año. 

O que Terminator haya sido su anterior gobernador.

Vi un brevísimo video (ya todos los videos son brevísimos) de Terminator en su función de exgobernador, muy embebido en la onda espiritual autoayuda de California, o sea, diciendo una sarta de puerilidades. Sin embargo, se le escapó algo que no estuvo mal.

Dijo que 79% de los norteamericanos odia su trabajo.

Remarcó que era un porcentaje exorbitante.

Lo explicó así: “se meten en un trabajo porque no tienen plan”.


Al poeta español Antonio Machado le gustaba justo esa gente. Gente anónima, que trabajan toda la vida sus cuatro palmos de tierra y al morir apenas son recordados un breve tiempo por sus nombres en una lápida perecedera.


La idea de Terminator es bastante individualista, por lo demás. El self-made man lucha por su objetivo, se cae y se vuelve a levantar como un héroe, no se da por vencido y al fin triunfa.


Claro que la mística de tener un sueño y trabajar para construirlo no se reduce al individualismo, ni al voluntarismo, ni al vector moderno del progreso, ni al enamoramiento del superhombre (Terminator, Nietsche), es decir, la noción de que hay hombres inferiores y hombres superiores.

Esa mística está viciada de toda esa basura, pero puede prescindir de ella.


Un pueblo puede tener un sueño y trabajar para construirlo, todos anónimos, trabajando cuatro palmos de tierra y cada uno olvidado apenas ha sido enterrado.

El tema no es el superhombre, sino el sentido que da a la vida tener un sueño.




viernes, 19 de abril de 2024

En el juego

El chico —o tal vez hombre —o muchacho —o el joven de 34 años se entera de que tiene un demonio adentro del cerebro.

Hace unas décadas, 34 años era plenamente un hombre. Adulto, maduro, transitando ya hace tiempo la plena integridad de su persona, responsable de una familia, de una empresa, de un campo. Un hombre hecho y derecho.

Pero en este momento, a los 34 años se pasa bastante tiempo jugando a la playstation o a juegos online, muy lejos aún del proyecto de casarse, quizás se vive con los padres, posiblemente no se sabe qué hacer con la vida.

Bien, este que se entera de que un alien le habita la cabeza, toma consciencia de que se puede morir.

De que se va a morir.

Jamás había pensado que podía morir.

No había pensado que era inmortal, tampoco. Sólo no había pensado nada.

Cuando observa que ha tomado plena consciencia del tema, alguien le dice: “Bienvenido al juego”.

(Este es un capítulo de la serie Six Feet Under, que se llama “En el juego”).




jueves, 18 de abril de 2024

Sobre arrimarse

Nos angustia mucho ver que los carniceros inmundos entran en nuestras casas y nos degüellan, saquean, destrozan y violan a nuestros hijos, y no aparecen los grupos que saben manejar el poder para organizarnos y embestir juntos, prender fuego a estas alimañas y empezar algo nuevo.

No hay nada. 

Pero siempre que no hay nada, lo que surge, surge cuando nos juntamos. 

Parece magia, pero es nada más que un rasgo interesantísimo de los humanos.

Es una constante en la historia.

Nos juntamos y surge algo nuevo, una tercera cosa que no existía.

Juntamos la materia de nuestros cuerpos y se genera algo que los trasciende.

No hay algoritmo que pueda contra eso.





Lo que adora mi gusano

Adentro mío circula un YO del tamaño de un gusano.

Sé lo que le pasa a ese YO.

Ese YO siente esto:


ADORO a los ricos, sus casas maravillosas

ADORO viajar para mostrar que pertenezco a la clase internacional

ADORO ser culto para demostrar que no estoy esclavizado a esa negrada de tener que trabajar

ADORO la limpieza y la pulcritud, todo sin mácula, todo sin arrugas, sin olor

ADORO la perfección

ADORO la familia perfecta, papá-mamá-hijos

ADORO ser inteligente y no ignorante como los que escuchan a L-Gante y votan a Milei

ADORO ser universitario

ADORO usar marcas 

ADORO el arte, la intelectualidad

ADORO todo lo que me hace superior





domingo, 14 de abril de 2024

Hipócrates



Un médico tenía, entre muchos pacientes, en uno de los hospitales donde trabajaba, un hombre que moriría pronto.

El médico fue el primero en darse cuenta. Lo intuyó y luego los estudios confirmaron que su diagnóstico era exacto.

Había pasado innumerables situaciones como esa. Con sus colegas, para sus adentros, pensaba en el paciente como “este”. “Este no llega a los 50 días”, “qué mal la va a pasar este”.

Siempre se amargaba. Pero con “este” le pasó otra cosa.

Una mañana, cuando iba en su auto al hospital, se le apareció el paciente en la cabeza y se quedó pensando en él. No pensaba nada en particular, pero le sobrevino una emoción muy fuerte. Empezó a sentir mucha pena, rabia, impotencia y al fin, una rebeldía contra su muerte.

Se preguntó qué le estaba pasando, por qué aquel hombre le causaba dolor. No lo conocía. No sabía nada de su vida, si dejaba hijos chicos, si había sufrido mucho, si su mujer estaba enferma, si se merecía morir o no.

Se preguntó si lo estaría identificando con alguien —con su padre no, porque era muy joven; tampoco consigo mismo, porque era más grande. Quizás con un hermano mayor que nunca tuvo, pero este era un pensamiento forzado. No tuvo respuesta.

Después de atender en el hospital al que iba, en vez de volver a su casa fue a visitar al hombre.

Repasó su historia clínica con detalle, viendo si se le estaba pasando algo por alto, buscó algún resquicio que abriera una posibilidad de que se curara.

Pasó a hablar con el paciente unos minutos, tuvo una breve charla, profesional, apenas más larga que la que solía tener en la rutina.

En los días que siguieron buscó avances en investigaciones y tratamientos para la enfermedad del hombre y fue consultando a sus colegas.

Los días siguientes los colegas más cercanos, los médicos amigos, comenzaron a extrañarse, cuando notaron que estaban insistente con aquel hombre. Le preguntaron si lo conocía, o si el caso tenía algo especial. Les dijo que no.

También estaba extrañada su esposa, porque nunca su marido hablaba de un paciente en particular, y de este hablaba todo el tiempo.

Un día ella le dijo:

— Estás obsesionado.

Él ya lo sabía. Pero no podía parar. Buscaba tratamientos experimentales. Habló con investigadores de otros países, habló con el jefe de servicio donde estaba el hombre para probar nuevos medicamentos, empezó a descuidar el resto de su trabajo.

A medida que el hombre desmejoraba, crecía su angustia y la desesperación por salvarlo. 

Llegó un momento en que supo que había sobrepasado los límites de su profesión.

Ya no estaba actuando como médico.

Perdió la sensatez. Era como un perturbado mental. Se instaló primero en el hospital, intentó todo lo que se podía intentar, tomó riesgos legales enormes con terapias en sus primeras fases de testeo, y finalmente se quedó en la habitación del paciente.

Allí permaneció hasta que el hombre murió.

Si sus colegas estaban asombrados, el jefe de Servicio, que era un veterano de la Vieja Guardia, conocía el síndrome y lo dejó hacer.

La familia del paciente estuvo agradecida. Su esposa también comprendió lo que le pasó como algo que le podía suceder a cualquier médico, en tanto ser humano, y supo acompañarlo.

Al paciente, no se sabe qué le pasó. Tal vez fue víctima de la desesperación del médico que le daba esperanzas, o tal vez su mente se fue apagando y no siguió el proceso, o tal vez estaba agradecido.

El médico quedó anímicamente afectado por mucho tiempo. Le dieron licencia y estuvo varios meses sin poder trabajar.

Sin embargo, finalmente volvió.

Después de todo, era médico. Seguiría haciendo aquello que había elegido hacer en su vida motivado por la locura que le agarró por aquel paciente, es decir, la necesidad de que otra persona esté bien.

 

 


jueves, 11 de abril de 2024

Vivir

Un milico traiciona a su partida y se pone del lado del forajido.


Alguien acaricia a su galgo viejo en la estancia de siempre.


Un viejo decide dejarse llevar a altamar por un pez.


Una mujer sabe tratar a los hombres de diferentes tribus salvajes.


Otra mujer escribe para que retrocedan las sombras.


Cuando van a buscar al guerrero al que han lanceado como para matarlo diez veces y aún así ha ido a morir entre los matorrales, no lo encuentran. Ha escapado para volver un día a la batalla.


Un hombre levanta un cuchillo que la arrojan para ir a morir en un duelo.



Escribí una cantidad de cuentos y los llevé siempre en la mano, para no publicarlos.

Para desear publicarlos.

Por miedo a perder el deseo, que es lo que pasaría si los publicaba.

Porque lo que yo quería no era publicarlos, sino desear publicarlos.

Si lo publicaba, mi deseo sería un pescado muerto. El pellejo de un perro querido. Unos ojos secos.


Pero yo no estaba de acuerdo conmigo. 

También me decía que no publicarlo era no vivir.

Para que mi deseo no muriera, yo no vivía.

Entonces escribí una novela, y decidí publicarla. Como sabía que tenía muchas torpezas, se la pasé a una editora, dura como una punta de vidia, para que me señalara qué debía ajustar.

Pues la destrozó.

Yo no me aguanté el chicotazo y abandoné también esa novela en un cajón. Otra vez le saqué el cuerpo a mi deseo. 

Pero un año después un amigo, no menos estricto, me alentó a seguir trabajándola, y así una tarde la puse sobre la mesa.

Comprendí que la editora tenía razón. Le hice una cantidad de tachaduras mayor que la que me hizo huir, pero cuando la cerré, sentí que lo que tenía en la mano no era una ilusión de mi vanidad, algo sin sustancia o un pasatiempo. Había escrito algo sólido.

Supe que las cosas que conté le pueden dejar una experiencia a alguien que la lea.


Otra amiga, en una clase de español a un norteamericano, hizo un descubrimiento extraordinario. El alumno trató de encontrar el verbo en español que correspondía al sustantivo “experiencia”. Ella le explicó que en inglés la conversión de un sustantivo en un verbo es natural, pero en español muchas veces suena muy forzado, como en el caso de “experiencia”. “Tuve una experiencia”, se dice, y de ahí en más se explica. Alguno traducirá torpemente “experienciar”, y habrá errado. Mi amiga le dijo al alumno: “nosotros decimos, lenta y enfáticamente, «vivir».”

Ese “vivir” es una clave para apreciar lo que alguien escribe, poema, cuento, novela.

La literatura es, entonces, aquello capaz de transformar a un lector dotándolo de un vivir. 





martes, 2 de abril de 2024

Unidades básicas

 ¿Hay unidades básicas abiertas para que los vecinos vayamos a discutir la situación actual y pensar cómo nos sacamos de encima esta basura que nos está matando?

Algunos tienen la desagradable sensación de que el peronismo son los políticos peronistas y arrimados que se beneficiaron bastante en los últimos 20 años y ahora están en la rosca.

Que le estén midiendo la temperatura al clima social.

Que están negociando planes para recoger la fuerza social, una vez que la gente no aguante más y estalle.


Ya hemos dictaminado que nosotros los peronistas perdimos el gobierno porque dejamos entrar a los progres.

Primero los dejó entrar Néstor.

Toooooooda la izquierda, los socialismos, los demócratasocialismos, los movimientos sociales, los feminismos, los ecologismos, los movimientos culturales. Los veganos de Palermo que se van de vacaciones a Portugal, Italia y Austria. Los de Villa Crespo en el Sanber. Los porteños. Los blancos.

Después Cristina les dio más cabida.

Hasta que le tomaron el gobierno.

Al final, Cristina eligió a uno que le gustaba más el radical socialista Alfonsín que Perón.

Y ahí perdimos todos.

Nos sumergieron en su marxismo, su amor por Europa, su antiproducción petrolera —porque genera cambio climático—, su antiproducción agrícola —contra el complejo sojero—, su antiproducción minera —porque contamina—, su antiproducción ganadera —porque es maltrato animal—, en total, “antiextractivismo”.

Nos hundieron en su amor por la “cultura”, —sólo foránea, en sintonía con la de los norteamericanos y los europeos—, antirreligión, su veganismo, su consideración de los pobres sólo como justificación de ser socialistas para parecerse a los países nórdicos, su anticapitalismo, su odio a los hombres, su odio a los sindicatos por negros de mierda.

Ya decretamos que esos nos mataron.

Tomaron el gobierno de Fernández para hacer cine, masa madre y cambiarse de género.


¿Alguna hipótesis de por qué les cedimos el poder?


¿Hay unidades básicas abiertas para que los vecinos vayamos a discutir la situación actual y pensar cómo nos sacamos de encima esta basura que nos está matando?