domingo, 19 de diciembre de 2021

La historia de Wado de Pedro del 20 de diciembre de 2001

 En Infobae Milton Del Moral cuenta hoy cómo el ministro del Interior Wado de Pedro, secuestrado a los dos años por los militares que asesinaron a sus padres, se convirtió en un militante de los derechos humanos y en los días del derrumbe institucional de 2001, fue nuevamente detenido, ahora a los 24 años, y torturado, y finalmente salvado por un médico.


Gustavo llegó minutos antes de las ocho de la mañana al Hospital Argerich. Combinó subte y colectivo desde Villa Crespo. Tiene 44 años, es neurocirujano y vaticina una guardia intensa. Hay pronóstico de revuelta en Plaza de Mayo, que por jurisdicción comprende al centro de salud del barrio de La Boca. Lo intuye: tendrá trabajo ese jueves de diciembre. Las manifestaciones de ayer miércoles habían sido solo el comienzo. La madrugada actuó de paréntesis. La tensión no cede y el país se despierta en estado de sitio y de hastío. Lo sabe Damián, reportero gráfico freelance que había regresado a su casa en Caballito a las cinco de la mañana. “Se vivía un clima raro. Se los veía más envalentonados que de costumbre”, fue su diagnóstico: hablaba de la policía.

Duerme tres horas porque es joven: tiene 25 años. Cuando llegó, su hija de un año estaba durmiendo. Cuando vuelve a salir, ella aún no se despierta. Carga su bolso con rollos a color y en blanco y negro. Se pregunta cuándo podrá comprarse una cámara digital. A diferencia de ayer, esta vez procura no olvidar la radio portátil. Tiene miedo de ser contemporáneo de un suceso mucho más grande y desconocerlo. Presiente que la vorágine de la cobertura puede distraerlo de algo. “Mirá si hay un quilombo terrible y yo estoy sacando fotos como si nada”, supone. Intuición, persuasión, la vaga idea de que un quiebre se está formando. La hostilidad del día anterior había contribuido a su olfato agorero.

Eduardo conoce a Damián, el fotógrafo. Pero Gustavo, el médico, no: lo verá por primera vez al mediodía de este 20 de diciembre de 2001. Ayer, cuando se enteró de que el presidente Fernando De la Rúa decretó el estado de sitio, salió de la Facultad de Derecho rumbo a la Plaza de Mayo como otros tantos integrantes del movimiento universitario, como otros tantos actores de la sociedad. Pero ese jueves bisagra elige abstraerse del presagio fatídico y comenzarlo como un jueves normal: emprende viaje al sindicato de judiciales, donde trabaja. Tiene 25 años, es un “che pibe” en La Unión de Empleados Judiciales de la Nación y estudia abogacía en la Universidad de Buenos Aires. La noticia lo despabila temprano, camino a Tribunales. Un mensaje en su celular le avisa que están reprimiendo la ronda de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Eduardo nació el 11 de noviembre de 1976, cuando la dictadura militar recién estrenaba su maquinaria de sangre y terror. De sus padres no tiene recuerdos vividos. Es hijo de Enrique Osvaldo de Pedro, asesinado en abril de 1977 por ser militante de la organización guerrillera Montoneros e integrante de la Juventud Peronista de la Universidad de Buenos Aires, y de Lucila Adela Révora, psicoanalista y oficial montonera del Servicio de Informaciones en Buenos Aires, que muere el 11 de octubre de 1978 arriba de un auto (tal vez un Falcón verde) mientras un grupo de tareas la lleva -embarazada de ocho meses- al centro clandestino de detención Olimpo.

No tiene tiempo de agonizar. De Olimpo a la casa de donde la secuestraron hay cinco cuadras de distancia. En el departamento 2 del edificio de Belén 335, en el barrio porteño de Floresta, permanece oculto en la bañera un niño con 699 días de vida, que en un mes cumplirá dos años. Se llama Eduardo Enrique de Pedro. Le dicen Pichu. También le dicen Wado. Acaba de quedar huérfano después de que un comando compuesto por gendarmes, policías, militares, agentes penitenciarios y un helicóptero asesinara a su mamá. Buscan apoderarse de una presunta caja con 150 mil dólares destinados a financiar las acciones montoneras.

Los vecinos lo resguardan unas horas. Por la noche, unos supuestos tíos pasan a recogerlo. El grupo de tareas concluye así el operativo. Wado vivirá tres meses en un lugar desconocido, asistido por personas desconocidas. Es un secuestrado y desaparecido de dos años de edad. Su tío verdadero, Carlos Révora, entabla contacto con un comerciante que tiene vínculos con el entonces comandante del primer Cuerpo del Ejército, Carlos Guillermo Suárez Mason. Gestiona una recuperación que se ejecuta el 13 de enero de 1979. Ese sábado a la mañana, el pequeño Wado “reaparece” en la catedral de Mercedes, ciudad donde conseguirá sus primeros recuerdos vividos y donde evidenciará a temprana edad las manifestaciones del trauma: su orfandad y su captura, como posibles causas de su tartamudez.

“Una vida típica de un tranquilo pueblo del interior argentino, mientras crecía en esa ciudad donde se había criado mi mamá. A medida que pasaron los años, comencé a interesarme cada vez más por la historia de mis padres”, repasa. En 1995, a sus 17 años y ya instalado en la Ciudad de Buenos Aires, participa en la fundación de HIJOS, una agrupación de derechos humanos cuyas siglas resumen “Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio”. Milita en la organización Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), que había sido creada en 1991 por Mariano Recalde y empieza a involucrarse en la arena política. Estudia Derecho en la UBA en una maniobra afín a su proyección política militante. Estrecha vínculo con Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Se convierte en un defensor de la causa.

Por eso, este 20 de diciembre de 2001, no duda. Recibe la información de que están reprimiendo la ronda de los jueves en Plaza de Mayo y acude intempestivo, temerario. Las prioridades cambian: llevará los volantes a la Cámara Nacional Electoral que tiene en la mochila en otro momento. Intenta meterse en una plaza ya convulsionada, ya polvorienta. La policía no le permite el ingreso. Él persiste y busca otra forma de acercarse a las madres y abuelas. Esa insistencia resulta ofensiva para las fuerzas policiales. Wado pasa a ser un objetivo, concentra un propósito más dentro del plan represivo.

“Yo estaba en la plaza cuando le tiraron los caballos a las Madres alrededor de las Pirámides. Estaba ahí. No me lo contó nadie. Nunca había visto algo parecido: ver a un policía arriba de un caballo pegándole a una Abuela o a una Madre de Plaza de Mayo era una imagen de otros tiempos”, describe Damián Neustadt, un fotógrafo que suele colaborar en los eventos organizados por los organismos de derechos humanos. Ve entrar a Adolfo Pérez Esquivel y a Nora Cortiñas a la Plaza de Mayo. Ve cómo los policías los hostigan y lo documenta.

Se aleja. Apela a su credencial de fotógrafo como salvoconducto para graficar otro ángulo de las protestas. Se retira y se ubica detrás de la columna de policías agrupados. Los descubre agarrando palos de la calle y tirando piedras. “Era un fenómeno muy extraño. No podía creer lo que estaba pasando. Hasta que en un momento empezaron unas andanadas: entraban, sacaban gente, volvían a entrar”, recrea. En una de esas andanadas, distingue otra cara conocida. Es un pibe como él, de su misma edad. Es Wado, el de HIJOS, advierte.

“Yo estaba cerca de la Catedral, era casi el mediodía y lo veo a Wado, que lo conocía de cuando colaboraba con Abuelas. Le va a decir algo a un policía y lo agarran entre seis o siete. Lo tiraron al piso: tres lo toman de un lado y tres del otro. Se lo llevan a la rastra y yo fotografío la escena”. La zapatilla derecha ya no la tiene. Wado es un hombre sometido: ya no tiene el poder de manipular sus articulaciones. Lo arrastran, le pegan, algunos lo aplastan contra el asfalto de la calle Rivadavia, otros lo quieren reducir de pie.

“Me meten en un patrullero. Pero veo que la situación era muy caótica y muy violenta, y me escapo”, recuerda Wado, hoy funcionario, vestido prolijo de saco y camisa, sentado en su despacho. Ya no luce los rulos de la foto. El primer móvil policial al que lo suben tiene la otra puerta trasera destrabada. La abre y corre pero no escapa. La marea de policías es abrumadora. Lo vuelven a detener. En el fragor, lo sorprende una cara amistosa. “Veo a un fotógrafo conocido porque era el de las Abuelas. Le digo que soy Wado de HIJOS. Ahí la policía recrudece el maltrato, me meten picanas, me pegan en el piso, me llevan de nuevo al patrullero. Me esposan, me empiezan a pegar con palos, con bastones. Me sacan el DNI y me empiezan a insinuar cosas muy fuertes: me dicen que me van a matar”.






Damián y su cámara presencian toda la secuencia. Rememora dichos que Wado no escucha o ya no recuerda: “El patrullero estaba frente a la Catedral Metropolitana. Veo a una persona que yo conocía. Me mira, yo lo miro. Fue un segundo que se nos cruzaron las miradas. Tengo la imagen clavada de él mirándome cuando están metiéndolo por segunda vez al patrullero mientras yo le saco una foto. Él grita: ‘Soy Wado, soy de HIJOS’. Yo empiezo a escuchar: ‘Así que vos sos de HIJOS, te vamos a matar’. Y le empezaron a pegar, a picanear”.


La angustia de ver a un conocido ser víctima de violencia institucional le dura poco. El foco de las agresiones también las concentra él. “Un policía en moto me corre y me dice ‘salí, salí’. ‘Yo puedo sacar las fotos que quiero’, le digo y me apunta con la itaka. Y en un acto de inconsciencia absoluto, le corro la itaka y le saco una foto”, comenta. Se acuerda de Wado y llama desde su celular a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad para avisarles que un patrullero se había llevado a un fundador de la agrupación HIJOS. Pero la vida sigue y él seguirá sacando fotos: sentirá el soplido de un disparo acariciándole la cara, se tirará al piso más de una vez, atenderá el llamado de su mamá diciéndole “volvé a casa, por favor, tenés una hija”, le dará veinte pesos a un manifestante equis para que le vaya a comprar cuatro rollos de fotos.

Mientras Damián en la Plaza de Mayo tolera la sensación de que a Wado verdaderamente lo van a matar, el agente que maneja el patrullero se distrae picaneando al detenido y choca contra un taxi cerca del bajo porteño. El otro vehículo vuelca. El siniestro convoca a los curiosos de siempre. Las ínfulas de rebelión ciudadana continúan. La gente empieza a reclamar que asistan también al joven esposado. Wado está maltrecho: además de haber recibido golpes y descargas eléctricas, tiene un traumatismo que le deforma el contorno de la cabeza producto de la colisión.

“Viene una ambulancia y se lleva al taxista. Viene otra ambulancia y se lleva a uno de los policías. Y, por presión de los vecinos, en vez de meterme en otro patrullero, me llevan en una ambulancia al Hospital Argerich esposado y detenido”, repasa Wado. Ingresa por guardia con una intimidación: que no cuente nada de lo que pasó si quiere seguir vivo. En la sala hay heridos con fracturas, con balas de goma, con balas de plomo: nunca vio tanta gente sangrando en un mismo lugar. Al lado suyo, atienden a un hombre con una bala en la columna. Identificará después a un compañero de HIJOS con más trompadas y raspones que piel sana. Un primer médico lo ve, le hace unas curaciones y la policía le reclama, de inmediato, el alta. Pero Wado exige la presencia de un neurólogo por el golpe en su cabeza. El único neurólogo en la guardia es Gustavo Barbeito, que esa mañana ya había adivinado que tendría una jornada de trabajo intensa.

No imaginó tanto. “Fue la peor guardia de mi vida. La más movida que recuerde, la más movilizante. Pensábamos que iba a haber despelote, pero no semejante caos. Nos íbamos enterando por la tele hasta que empezaron a caer los heridos”. En medio del caos, lo llaman al box de guardia: un joven presenta un traumatismo de cráneo. “Cuando llego, veo que está acompañado por un policía. Normalmente con los pacientes que tienen custodia policial, yo hago salir al policía porque es un momento de intimidad entre el paciente y el médico. No tiene por qué haber un policía en el medio: si está para cuidar que no se raje, puede hacerlo del otro lado de la puerta”, precisa.

No se conocen. El médico recuerda solo su aspecto: “Estaba mal, muy golpeado y se lo veía abatido”. Wado nunca olvidó su apellido y su gesto: “El doctor Barbeito cuando me hace la inspección se da cuenta de que no tenía un solo golpe producto del choque sino que tenía moretones por todos lados”. “Este chico -dice el neurocirujano- me contó que en el patrullero lo habían picaneado, que lo habían amenazado, que le dijeron que lo iban a matar. Yo le pedí que se quedara tranquilo y le dije que le iba a hacer colocar un suero porque tenía un traumatismo de cráneo y que lo iba a dejar en observación el tiempo que hiciera falta”.

Wado le pide un favor: que llame por teléfono a un número y que al que atienda le cuente dónde y cómo está. Gustavo obedece. Llama sin saber a quién: “Me dicen que me despreocupe, que ellos se iban a encargar del tema, me agradecen y cortan”. Barbeito había llamado al sindicato de judiciales. La custodia policial que esperaba y exigía el alta del paciente no lo sabe. “Ese doctor que me salvó la vida. Me dio seis horas en observación. Durante ese tiempo estuve custodiado por la policía. Pero muchas organizaciones, compañeros y compañeras presentaron hábeas corpus: el sindicato de judiciales, el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), los Defensores del Pueblo de la Ciudad y de Nación consiguieron que un juez le dé la orden a la policía de que me liberara”.

“El paciente había quedado en observación con una custodia policial que preguntaba a cada rato cuándo iba a ser dado de alta. Yo les planteé que el alta dependía de la evolución, que tenía que estar en observación unas horas. En un momento me dicen que llegó un hábeas corpus y como su evolución había sido buena, decidí darle el alta. Debieron haber pasado como seis horas. No estuve todo el tiempo metido ahí”, relata el neurólogo, quien afirma que su comportamiento médico fue intachable y que su conducta ética estaba atravesada por su propia historia: “Desde la parte médica correspondía lo que hice: no inventé algo para que zafara. Obviamente, es difícil no sensibilizarte con alguien de HIJOS en este país. Yo tuve varios amigos desaparecidos: son historias que a uno le mueven un montón de cosas, al margen de la conducta médica”.

Wado de Pedro, que había sobrevivido a la dictadura militar con dos años, sobrevivió a diciembre de 2001. Su trabajo en el Poder Judicial de la Nación fue la semilla de una profusa trayectoria política que consigna que fue jefe de Gabinete de la Subsecretaría de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires en 2004, director y vicepresidente de Aerolíneas Argentinas en su reestatización en 2009, diputado nacional en 2011, vicepresidente del Consejo Nacional Justicialista en 2014, secretario general de presidencia entre febrero y diciembre de 2015, cabeza de lista de precandidatos a diputados nacionales por el bloque del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos y electo como tal hasta 2019, apoderado del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires en 2016, y finalmente ministro del Interior desde diciembre de 2019.

En alguna manifestación de la década pasada, se reencontró con Damián Neustadt. En broma, recrearon la foto que retrata su 20 de diciembre de 2001: Wado haciendo de él, con cara de desencajado, con su boca abierta, con sus manos separándose del patrullero y el fotógrafo doblegándolo, con el esfuerzo en el rostro de alguien que quiere meter una cosa donde no cabe. Hoy se pueden reír. “Me hubiese hecho millonario con tus fotos”, le dijo el fotógrafo en chiste al hoy ministro de haber sido otra su suerte.

En algún despacho, se reencontró también con Gustavo Barbeito. Wado lo rastreó y lo convocó a una cita. “Me buscó para agradecerme lo que había hecho, que no es más que lo que cualquier médico hubiese hecho en mi situación”, sostiene el neurocirujano. Reniega del calificativo de héroe que el funcionario le asignó y desliza que solo ayudó a “un chico indefenso en una situación compleja”. Wado cree que el médico se animó a desafiar a las autoridades policiales y repite sin eufemismos que le salvó la vida.

Los tres coinciden en un análisis: el funcionario, el médico y el fotógrafo están convencidos de que los policías no tenían pensado llevar a Wado de Pedro a la comisaría. Hablan de “otro lado”. Ese jueves 20 de diciembre de 2001 que empezó el miércoles 19 y duró 48 horas, las fuerzas de seguridad mataron a 39 personas en todo el país en el marco de una salvaje represión policial.


viernes, 10 de diciembre de 2021

Y todo eso

 


Una pared es ladrillos + cal + cemento + arena + hierro + tubos + pintura.


Un rascacielos es acero con vidrio.


La música es ritmo y melodía.

Ritmo y melodía. 

Ritmo y melodía.


Un avión es aluminio que vuela con un motor alimentado a combustible y piloteado por un piloto.


El cuerpo es 

PROPORCIÓN

TAMAÑO 

CONSISTENCIA


El fuego es oxígeno y gases que salen de una materia, encendidos por una chispa.


Y todo es creado por el espíritu.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

Tokio

De la misma manera que la ballena Moby Dick navegaba por el tiempo cargada de arpones, ganchos y restos de redes con los que intentaron cazarla, la palabra “Tokio” deja a su paso largas colas de forja semántica. 

Piensen todas las cosas con las que relacionan “Tokio”. 

Son tantas, que cada uno tiene un registro personal. 


En Villa del Parque está el bar El Tokio. 

Hasta la década de 1930 los bares de Buenos Aires eran de japoneses. Sólo cuando sus hijos se hicieron empresarios o abogados, los japoneses les legaron los bares a los gallegos. 

Este Bar Tokio no parece tener origen en dueños japoneses, pero en su interior se condensan tantas historias como en su nombre. 

Pueden hacer zoom en esta foto y verán que es baúl lleno de tesoros.




domingo, 5 de diciembre de 2021

Mascotas

 Dos situaciones de mascotas


¿Estás a favor de una ley que prohíba la venta de gatos, perros o cualquier otro animal, considerando que el humano no debe tener la potestad de vender o comprar a otras criaturas?


Hace unos días iba caminando distraídamente por la calle y al acercarme a la esquina de French y Sánchez de Bustamante noté que se había formado una pequeña multitud. 

Había varios policías —conté siete—, con un auto de policía que irradiaba la luz azul desde el techo.

Pensé que habían agarrado a alguien robando.

Pero era demasiada gente. Y no había un tipo sentado en el piso con las manos atadas atrás, como cada vez que agarran a un cazador de celulares.

Iba aproximándome y no podía resolver la incógnita.

Finalmente vi que un muchacho, de mocasines náuticos, bermuda color caca de bebé, camisa celeste y lentes RayBan, tenía de la correa a su perro, y vi que el perro estaba como abatido y tenía sangre en la boca y cerca del hombro, y en el otro rincón, entre la gente igual que el otro, había otro perro, un doberman, que también tenía la boca maltrecha. A este lo tenía una señora, de jeans y largo pelo canoso sin teñir. El dóberman tenía el mismo aspecto decaído.

Comprendí que se habían peleado, porque recordé que ese es el ánimo que les queda a los perros después de que se trenzan en combate. Ponen todo lo que tienen en la pelea, y al final quedan sin energía.

Eso era perfectamente perruno. 

Es así desde que el perro es perro. 

Lo novedoso en esta situación era la multitud humana y la policía.






Amigos

La novela del Quijote no tiene moraleja.

Sin embargo, las últimas palabras de Sancho Panza a don Quijote, que yace en la cama a punto de morir enfermo, las escuchamos en el oído. 

Le dice: “no se muera usted”.

Le pide que no se muera, que se levante, que tiene muchas aventuras para vivir aún, que mucha gente lo necesita, que muchas damas necesitan que batalle por ellas, que el mundo necesita que él acometa contra la injusticia, que él, Sancho, lo necesita para vivir. 

No lo consuela, no le dice que va a estar bien, no le aconseja que descanse y que viva una vida tranquila, ya que cumplió su misión. 

Por egoísmo y porque lo ama, ama a su amigo loco, le dice que no se puede morir allí en la cama, que por favor muera en la batalla.








sábado, 13 de noviembre de 2021

El puente

El Gobierno de la Ciudad invirtió en un centro de exposiciones en una parte privilegiada de la ciudad, en la zona del Museo de Bellas Artes, la Facultad de Derecho y la distinguida Recoleta, foco del turismo aspiracional interno.

Sobre el techo del centro de exposiciones se hizo un parque en la altura, que termina en un largo balcón que da a un paisaje particular: las vías del tren, que son la frontera de la zona. Más allá de las vías está la villa miseria de Retiro, donde viven miles de indigentes en condiciones deplorables.

Así las cosas, apoyado sobre las barandas en que termina el hermoso parque, un turista puede asistir al espectáculo de la pobreza y la injusticia social.

Para sorpresa de algunos, en un momento el Gobierno de la Ciudad comenzó a construir un puente desde la villa miseria hacia la zona oligárquica. Pero la obra no duró mucho: a poco avanzar, el puente fue interrumpido, y sólo sirvió para que los habitantes de la villa de Retiro cruzaran una de las muchas vías. O sea, terminó siendo un puente interno de la zona indigente. Para llegar al barrio distinguido (para visitar el formidable Museo de Bellas Artes, o si quieren estudiar derecho), los villeros deben dar una vuelta enorme.

Si los vecinos de la Recoleta y los visitantes que la recorren vieran llegar a los pobres por un puente, se horrorizarían y rápidamente montarían en cólera. 

Su idea de país es de pocos ricos, gente que vive con la ilusión de pertenecer a la clase de los ricos y una masa indeterminada, tal vez infinita, de pobres que alimentan con sus vidas y las de sus hijos, la riqueza de los ricos. Los pobres son mantenidos lejos, del otro lado. Sólo son visibles cuando no hay riesgo de que invadan.


Es un modelo de país. Unos arrojan toneladas de comida a la basura, para lo cual casi todos los demás son vampirizados sobreviven y mueren espantosamente.

Opuesto a un modelo en que todas las personas vivan dignamente, en un sistema que soluciona sus problemas: qué comer, poder pensar, tener dónde vivir, tener salud, poder imaginar y crear, tener una vida comunitaria, disfrutar de la belleza, criar bien a los hijos.

Este domingo se votan modelos.

Quizás no alcance con votar, con elegir entre candidatos para decidir un modelo de país. Sin embargo, en nuestro sistema político, votar es una instancia que tiene mucho peso.







viernes, 12 de noviembre de 2021

La ansiedad de Heraldo


Heraldo revolotea entre sus amigos, es muy socialité entre los demás artistas, así como en su esfera profesional (es diplomático), y a la vez tiene una necesidad intensa de experiencias profundas. Si ha buscado las orgías fue para satisfacer su voracidad por vivir el sexo como algo trascendente, encontrar en el sexo significados primigenios que explicaran la vida.

Por esa misma ansia abandonó las orgías, porque no halló más que una banalidad que lo hartó de aburrimiento. Sin embargo, para las demás personas, estas exploraciones fueron una marca que señalaron para siempre a Heraldo como un réprobo, un inmundo y una amenaza.






jueves, 11 de noviembre de 2021

Una historia oficial

 Podría ser que la admiración por Harari tenga como condición ignorar que todos sus aportes y puntos de vista novedosos no cuestionan el manto del modelo de la historia sobre el que tienden su trabajo: continua, evolutiva y basada en el punto de vista occidental. Tan conveniente a los sectores hegemónicos.

Estos días salió “The Dawn of Everything: A New History of Humanity”, ensayo en el que David Graeber y David Wengrow, si no proponen algo interesante, por lo menos, demuestran que Harari (como Diamond y otros) hacen la Gran Pigna: no se salen de la historia oficial.



  


l.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Mamá araña

Hay una araña que la llaman arañón del monte, bastante grandecita, peluda, de mucha personalidad. 

Vive en el Mercosur, es una especie mercosureña.

No anda buscando gente para picarla, pero el que la busca, la encuentra. La mordedura duele porque lastima y el veneno te deja flojo, te da ganas de vomitar y dolor de cabeza medio día, y luego de a poco se va. 

Pero nada más muerde si la apretás —lo que casi siempre pasa por casualidad.

Es mejor no apretarla, y si a uno le gusta la Naturaleza o se preocupa por el medio ambiente y es ecologista, es mejor no matarla. Hay ecologistas que le vacían un tarro de Raid en cuanto la ven.


De chico criaba esas arañas.

Muchos chicos que vivíamos en pueblos éramos aficionados al naturalismo. Nos gustaban los bichos.

Yo fabricaba un laberinto dentro de una caja y alojaba las arañas del monte allí dentro. Me gustaba ver cómo se comían las langostas que le daba.

Seguramente no eran del todo felices, pero nunca les faltaba comida, más bien les sobraba, y vivían mucho tiempo, hasta que construían un disco blanco que adherían a una pared. Una vez que lo terminaban, se asentaban contra el disco y ya no se movían, ni siquiera para comer. 

Al cabo de un tiempo, salían del disco decenas de microhijitas. Todas se le montaban y ella se quedaba quieta. En algún momento, la araña moría y las hijitas la devoraban. Unos días después, las hijitas salían en todas direcciones, hacia el mundo. Yo llevaba la caja al jardín y en unas horas sólo quedaba el cuero seco de la madre muerta y algunas pocas hijitas melancólicas que se negaban a abandonarla.

Me parecía noble que la araña madre, tanto que se les teme a las arañas, se dejara morir para ser alimento de sus hijas.


Quizás cuando los padres mueren, los hijos se alimentan de lo que ellos han sido. 

Los hijos se mantienen vivos nutriéndose de la vida de sus padres, unos días, más bien unos años, o todo el resto de sus vidas.

Si así fuera, quien tiene hijos o quiere tenerlos, lo mejor que puede hacer por ellos es ser buen alimento, para lo cual es menester vivir bien, vivir de acuerdo con lo que se piensa, tener una buena vida, suculenta, animarse a desear y a hacer algo por cumplir esos deseos, vivir intensamente con los demás. Como se dice: "honrar la vida". 

Eso es lo que alimentará a nuestros hijos, una vez que estemos kaput, y antes aún, desde el momento en que nacen, porque los hijos se alimentan tanto de lo que les damos como de lo que somos.





lunes, 25 de octubre de 2021

 “Las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes. No debieran nuestros escritores insistir sobre la crueldad de los españoles para con los salvajes de América, ahora como entonces, nuestros enemigos de raza, de color, de tendencias, de civilización. Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes, por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia… no son más que unos indios asquerosos, a quienes habríamos hecho colgar y mandaríamos colgar ahora, si reapareciesen en una guerra”.

Esto lo escribió Sarmiento.

Aunque algunos consiguen cuestionarlo, la bestia que lo parió está caliente de nuevo.





miércoles, 20 de octubre de 2021

No sólo

 “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.


“No sólo de toda palabra que sale de la boca de Dios vive el hombre, sino de pan”.


“No sólo del hombre viven las corporaciones que producen, distribuyen, venden y son formadores de precios monopólicos del pan, sino de toda prebenda que pueda arrancarle al Estado, que les pertenece”.


“No sólo de usuarios viven las redes sociales”.





Un escritor insensato

Regalarle un libro al sintecho que duerme con su perro en el cajero automático del banco.

Organizar una reunión con antiguos excompañeros de escuela a quienes no aprecia.

Tener un affaire con la vecina del 12 “F”.

Tomar un taller de otaku.

Comprarse zapatillas en una feria de skaters

Armar una campaña para formar un grupo que visite a una persona cualquiera que está internada en un hospital y no tiene a nadie.

Tomar un tren a un lugar distante 23 horas y regresar sin haberse bajado.

Ir a una muestra temporaria en un museo y quedarse todo el día allí.


Un escritor insensato, que debe ser condenado a la cruz: aquel que genera todo tipo de situaciones para poder escribir sobre ellas.





martes, 19 de octubre de 2021

El cura y mi madre

 Con mis amigos Eduardo y Camilo estamos escribiendo sobre un cura irlandés que no se le entendía el español, revoltoso, que la iglesia lo trasladaba todo el tiempo por quilombero (con el ERP en el conurbano, o juntando gente en Pergamino contra la trata que tenía al intendente a la cabeza). 

Incluimos algunos de sus poemas, que son como Jesucristo escupiendo insultos en el templo convertido en mercado. 

Ese cura medio que me crió. Yo era adolescente y escribía basura, pero él rescató algo sobre abrir la ventana y sentir que un día era un milagro, un día que se repite eternamente: yo miro por la ventana y está mi madre tendiendo la ropa.




domingo, 17 de octubre de 2021

Sobre la vida de la muerte

Hace unos diez años se me ocurrió que debería haber talleres de preparación para la muerte.

No (sólo) por morbosidad, ni de ninguna manera (sólo) para no vivir o distraerse de la vida, ni (sólo) por obsecación, o cualquier otra inspiración negativa, sino como una ayuda preventiva, una guía que aproveche las experiencias de otros para abordar algo inevitable.

Pensé en un taller que sirva, algo útil, para quien va a morir y para las personas que tienen a alguien que va a morir.

No sería necesariamente para quien morirá de forma inminente, alguien que tiene una enfermedad o una edad terminal, sino para cualquier persona que comprenda que está bueno mirar de frente y no evitar algunos temas, y mejor aún está tratarlos en grupo.

Fue una de esas ocurrencias que se parecen a un arroyo a la hora de la paz, cuando saltan unos tras otro, a veces más de uno, suculentos peces, y uno no tiene nada con qué pescarlos. Son ocurrencias que tengo cada semana. Las veo irse resignado y melancólico, anticipando que me ofuscaré cuando vea que alguien las materializó.

Pero con esta idea me ocurrió algo singular: nunca me abandonó. La seguí cultivando todos estos años. 


En estos momentos, pienso mucho en el límite entre estar vivo o muerto.

La muerte es la muerte del cuerpo, claro, pero no es tan simple. No es lo mismo un dedo muerto que un cerebro muerto.

Pareciera ser que el corazón y el cerebro son los dos órganos críticos para decretar la muerte.

(Acabo de escribir: “decretar”, puerta para otra reflexión).

Una persona puede estar en una máquina que mantenga su cuerpo vivo aunque su cerebro o su corazón hayan dejado de funcionar.

Sus células se siguen duplicando, sus pelos crecen, su hígado, intestinos, páncreas, riñones, su sistema endocrino funcionan.

Al contrario, podría ser que todo el cuerpo deje de funcionar, pero el cerebro se mantenga vivo. Conectado a una máquina, podemos hablar con él, con la persona, preguntarle por sus recuerdos, sus miedos, sus sueños, sus ideas.

Podría participar del taller de preparación para la muerte.

Incluso un día la ciencia encontrará la manera de que la vida y la información de ese cerebro migre a una computadora, y entonces ya no serán necesarias las células del cerebro. La persona quedaría completamente independizada de su cuerpo físico y podría ganar una vida muy larga, suponiendo que habrá computadoras durante mucho tiempo.

Luego está el tema de los trasplantes. Alguien que ha donado un riñón y luego muere, sigue vivo en el receptor de su riñón.


Todo esto, tomando al cuerpo como hábitat de la vida de una persona.

También se puede considerar que una persona vive en otros hábitats, por ejemplo, en registros materiales, como películas, estatuas, libros y fotos, o en registros inmateriales, como canciones, relatos orales o recuerdos.


El límite entre estar muerto y estar vivo se vuelve difuso, y desde esa dilución, no es fácil pensar cuál es la existencia que tenemos.


Es posible que alguien viva en otras personas, si se acepta que una persona no es un individuo desconectado de los demás como un circuito cerrado, sino más bien es un recorte de la masa de deseos y acciones que es una sociedad, o familia, o tribu o manada, clan, barra, club, colectivo femenino, etc.

La muerte de un recorte es un agujero, pero lo que llenaba el agujero, lo que le daba contenido de vida, sigue vivito y coleando. 


Así es como se siente que la madre muerta sigue viva en sus hijos en la forma de las uñas, en un lunar en la cara o en la forma del pelo, o también en el modo de ser ansioso, en la manera de comer, en la opinión que se tiene de la oligarquía o los prejuicios contra los codiciosos, etcétera.


Algunas personas crean algo, un lenguaje, una manera de ver ciertas cosas, hipótesis, teorías, sentimientos, que influyen mucho en una sociedad durante mucho tiempo. En ese sentido está vivo Cervantes, Jesucristo, Pedro el Grande, Confucio, Tutankamón, Borges, Goya, Platón, Leonardo, y tantos otros.


Procuro en este planteo no alejarme demasiado del espacio común de la lógica, pero no debería dejar de mencionar el modo en que se siente viva a una persona que murió, en la forma de una presencia, un fantasma o cosas por el estilo.


Qué es lo que vive de una persona es una definición de la persona.

Puede decirse que mientras algo de la persona permanece vivo, en el medio que sea, la persona no ha muerto, aunque haya muerto algo, tal vez muchísimo, de ella.

De ese modo, quien escribe esto, ya ha muerto parcialmente (dos discos de mis lumbares, varias muelas, una cantidad infinita de recuerdos, el 62% de la capacidad auditiva), pero quizás siga vivo una vez que mi cuerpo sea alimento balanceado para la fauna necrófaga, si alguien me recuerda o mientras nadie dé de baja mi perfil en facebook.

 

Finalmente, también pienso que la muerte del cuerpo tal como es para cualquier mortal del planeta, que rasguña los beneficios de una obra social que atiende como la mierda, es el fin.

“Buenas gentes que caminan, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra”.

Y entonces, hay que tratar de darle momentos felices a los que queremos mientras tengamos con qué, ganas, fuerza y cuerpo.

Y punto final.





lunes, 4 de octubre de 2021

Negro el 8

 Me dice mi tío Juanca, el finado, que empezó pobre y murió rico:

— Ya tenés 60 años, no podés esperar ser feliz con cada cosa que te pasa. Sos medio pelotudo. No podés apostar todo en cada jugada con la esperanza de que los demás hagan lo mismo. La gente apuesta una ficha, una sola ficha a par o impar, o a color. ¿Perdiste? Perdiste una fichita nada más. ¿Ganaste? ganaste una ficha, te la metés en el bolsillo y te vas silbando bajito. Vos, en cambio, ponés todo, y querés hacer saltar la banca. Y encima te decepcionás porque tus amigos no te acompañan. ¿Cuándo vas a crecer? Mirá que te cacha el porvenir, ¿eh?





martes, 28 de septiembre de 2021

Un poco de fe

El peronismo, el movimiento político más representativo del Pueblo Argentino, derrapó feísimo en los 90.

En aquel pisar mierda en patas, el progresismo estuvo muy lejos del peronismo.

Pero cuando Néstor Kirchner empezó a devolverle la dignidad y a demostrar que el peronismo, sea lo que sea, es el movimiento que mejor puede realizar los deseos de todos los argentinos, el progresismo —clase media urbana, convicciones de izquierda, valores burgueses, influyente— se hizo peronista. Incluso por conveniencia. Y, como siempre, una vez más el peronismo le abrió los brazos. 

Ahora el progresismo está rechinchinando. De nuevo está diciendo “los peronistas” como “otra gente. Está despegándose.

Ante el Gobierno timorato, que le dice que sí al obrero y le dice que sí al patrón, que no avanza porque no decide, no corta el bacalao, que tiene el poder pero no tiene ambición, en este momento tibio y chirle, de perspectivas funestas, varios amigos progresistas dicen que es mejor no salir a la calle.


Los progresistas salen a la calle cuando la batalla está ganada.

Especula con todas las maniobras, estratagemas y trucos políticos de alianzas, celadas, jugarretas palaciegas, que deben hacer Cristina, Fernández, este, aquel, para ganar las elecciones y posicionarse y esto y lo otro.

Lo cierto es que los cambios grandes, los cambios de Destino que ha tenido Argentina —como cualquier otro país— han sido forjados por la gente en las plazas y en las calles. 

No en manifestaciones testimoniales y seguras, con niños sobre los hombros y en bicicleta, sino luchando. 

El progresismo no tiene fe en la gente y le teme a la negrada.

Sin embargo, es la negrada poniendo el cuerpo la que ha producido los cambios que luego son usufructuados por el progresismo. 




viernes, 24 de septiembre de 2021

Al final de qué, se dice la verdad



Muchas veces al final, de una u otra manera, la verdad sale a la luz y se descubre que todo fue mentira.

Pero ¿al final de qué?

¿Cuánto se tardó?

Nuestra vida en la Tierra dura un pestañazo, es bastante tonto sostener una mentira creyendo que hay tiempo para aclarar y confesar la verdad.

Aún si hubiera una eternidad, ese espacio de tiempo en que se sostiene una mentira hace de quien miente, un miserable.

Digan, díganse, la verdad en este momento.



sábado, 18 de septiembre de 2021

Un poco de mística de mi tía Clara

Esta mañana llamé por teléfono a mi tía Clara.

Fue militante en los 60 y los 70.

La adoro.

Hablamos de lo que pasó en la semana. Esto es lo que me dijo:


Lo que me gustaría ver es un poco de inspiración política.

Toda la clase política están como en otra cosa. 

Parece el equipo de Boca del pobre profesor Russo, que no se le aparecía ninguna idea. Los muchachos llevaban la pelota, la perdían, pasaban los minutos, los partidos, y no sabían qué hacer.

A los políticos de este gobierno no se les ocurren ideas simples, la ministra de Mujeres y Diversidad podría hacer un festejo del Día de la Primavera con L Gante y toda esa nueva onda, que surgió de las netbooks que dio el Gobierno, hablando que los chicos tienen que ser más respetuosos con las chicas y se tienen que cuidar del SIDA; o el ministro de Turismo podría anunciar que crea un sector en las canchas, cuando se pueda, para los trabajadores de la Salud; o el presidente podría jugarse a poner en juego el resto de su gobierno y su propio futuro, para hacer que todos los chicos de Argentina puedan tener contención, a través de las escuelas, los planes sociales, los hospitales, las viviendas, la policía, los precios de la comida, todo, todo en función de que los chicos estén mejor, y que si no logra avanzar unos pasos, renunciará a la política.

Decir “acá empieza el Plan Qunita”.

No digo prometer como mentir, sino ponerse los pantalones, prometer y dejar el cuero en cumplir. ¿Qué es, si no, un político?

Sé que soy una vieja chota. Mi generación fracasó, ¿con qué autoridad te hablo?

Te estoy diciendo pavadas, ideas irrealizables, podés demostrarme con tres palabras que estoy proponiendo disparates, pero ¿no te parece que falta mística, corazón, esperanza, amor por el Pueblo?




jueves, 16 de septiembre de 2021

Una canción anónima

Un poeta contó que andaba por un pueblo lejano y oyó a un hombre que canturreaba, mientras recolectaba basura, unas palabras que le resultaron familiares.

Haciéndose un poco el distraído, se acercó al hombre y prestó atención a la canción.

Grande fue su sorpresa al descubrir que la letra era una parte de un poema que él había escrito hacía muchos años.

Entonces recordó que en algún momento alguien le pidió el poema para ponerle música.

Sonrió contento y cantó con el basurero.

Al fin le preguntó:

— Buenas tardes, buen hombre. ¿Quién compuso esa canción que usted entona tan bien?

— No se burle de mí, no sé cantar. Y en cuanto a quién compuso la canción, ¡vaya usted a saber!

El poeta sonrió con una sonrisa aún más amplia.

Que la gente común cantara lo que él había escrito, le hizo sentir que su vida había tenido sentido.

Nada podía justificarlo más que su poema ya no fuera suyo, sino del Pueblo.





La memoria de la orgía de primavera

De un etnógrafo escuché una historia que me suena a fábula.

Una etnia del Chaco salteño tenía el rito del Juego del Sapo al final del invierno.

El invierno era para ellos fatal. Frío y sin comida. Muchos morían de hambre. 

Entonces, festejaban la explosión de la primavera en el Chaco emborrachándose con una bebida alcohólica que hacían con el fruto de la algarroba que también comían (era la comida abundante que determinaba el fin del sufrimiento). 

En el Juego del Sapo se emborrachaban masivamente y durante tres días se perdían en una orgía desaforada. 

Cuando llegaron los misioneros anglicanos a evangelizarlos a principios del siglo XX, lo primero que hicieron fue erradicar la orgía. 

Se entiende.

Nunca más se hizo.

Sin embargo, en 1982 Argentina entró en guerra con Inglaterra por las islas Malvinas y los misioneros , que eran ingleses, fueron expulsados del país por el Gobierno nacional.

Eso fue entre abril y junio.

Pues en la primavera de 1982, la primera sin los misioneros, los bisnietos y tataranietos de aquellas personas libres, ¿qué rito hicieron? 

A veces la memoria no está en la consciencia. 

Vaya a saber dónde está.





Sin palabras

 Mi madre, que no tenía inhibiciones ni prejuicios para observar la realidad, me habló de un zapatero italiano que conoció en Nueva York.

"No tenía muchas luces", me dijo. "Se había olvidado el italiano por no tener con quien hablarlo, pero no llegó a aprender el inglés. El pobre hombre se quedó sin lenguaje".








martes, 14 de septiembre de 2021

Mensaje en un sobre

El periodista Alejandro Bercovich habló mucho de "voto bronca" en su interpretación del resultado de las PASO.

O sea, un voto que no tiene tanto el objetivo de elegir representantes del pueblo, sino de expresar una posición.

Todo acto es un acto de comunicación, dicen los profesionales de la comunicación. Este principio se aplicaría de modo pleno al voto de las PASO.


Cuando asumió, el presidente Alberto Fernández dijo algo así como que si no hacía lo que prometía, se lo hiciéramos saber.

Fue una frase impactante. Un fuerte desafío de una carga democrática rotunda.

Ahora, ¿cómo le haríamos saber?

¿Cómo hará mi vecina del 8º J para advertirle al presidente que no hace bien al permitirle a unos pocos poderosos decidir a su antojo los precios que debemos pagar todos?

¿Planteándolo en una unidad básica o en un comité político, pensando que quizás, vaya a saber cómo, le llegará al presidente?

¿Planteándolo en un centro de jubilados (mi vecina tiene sus años), en un CGPC?

¿Por redes sociales?

¿Mandándole una carta de lector a un medio de comunicación?

¿Un pasacalles, una pintada, un cartel para mostrarle al presidente cuando pase en auto, un graffiti de un avión?


Acabo de googlear las palabras del presidente Alberto Fernández. 

Dijo: “quiero que si alguna vez me desvío salgan a la calle y me lo digan”.

Ahora sí. El Pueblo se expresa en la calle, organizado, con bombos, banderas y cánticos.

Pero vino la pandemia.

Nada más podemos aplaudir por la ventana.


Y entonces llegaron las elecciones, y ahí está, la vecina usó el voto para decirle al presidente el asunto de los precios votando lo que más le duele al Gobierno.

Claro que meter en la urna un voto por Heidi, hay que ver si el presidente lo comprendió como mensaje de “usted no hace bien al permitirle a unos pocos poderosos decidir a su antojo los precios que debemos pagar todos”.


El mensaje del presidente Alberto Fernández, conocido el resultado de las PASO, fue que va a escuchar al Pueblo.

Como cuando pidió que le avisaran si no hacía las cosas bien, el consenso fue grande.

Y nuevamente aparece la pregunta sobre los mecanismos que tiene nuestra democracia para que la gente se haga oír. 

O sea, la pregunta sobre la democracia.




lunes, 13 de septiembre de 2021

Elecciones PASO 2021, un enredo de contradicciones

Cosas que me pasaron en las elecciones de ayer:


1. Un hombre y una mujer se encontraron en la puerta del colegio donde votábamos. “¿Qué hacés, tanto tiempo?” Luego: “tus chicos”, y “cómo anda José”, y “te fuiste a España”, y así. Cuando se despiden: beso en la boca. 


2. En el cuarto oscuro miro las boletas. Pienso que los amarillos se presentan y a la vez están preparados para dar un golpe de Estado.


3. Una chica entra con un perro al salón-cuarto oscuro. Mientras la chica vota, el perro se pone a cagar.




Los diarios deben decir algo porque salen todos los días, igual que los periodistas deportivos tienen que decir algo porque necesitan llenar cientos de horas de radio y televisión.

Hay que decir algo, y como no se tiene algo para decir, se atrapa una idea, tal vez propia, más probablemente ajena, y se la machaca en la cabeza del público hasta que esa cabeza tiene la forma monstruosa de esa sola idea, que en muchos casos es tonta.


“El Pueblo nunca se equivoca”, “la gente es idiota, vota a los que endeudaron al país: a sus explotadores”: entelequias de politiqueros. 

Hay tendencias, y es complicadísimo comprender el juego que arman y su resultado en las elecciones.

Hay “Gato, Reposera, nos cagaste” y hay “Alberto no hacés nada, el kilo de carne cuesta igual que un kilo de auto”, y “Milei es diferente, basta con peronistas, todos viejos”, “los peronistas son corruptos”, “basta de planeros, que trabajen”, “nosotros también queremos ser conchetos”, “con el Gato veníamos mal, le votamos en contra; con Alberto, las cosas siguen mal, tomá, le votamos en contra también”, etc.


Tenemos varios enredos de contradicciones. Pareciere difícil que propios e indecisos voten con entusiasmo por un gobierno cuyo objetivo prioritario y mayor en los primeros 100 días (los que todo gobierno tiene de changüí) fue hacerse cargo del cagadón gigante que hizo Macri, y que por haberlo hecho perdió.

Un gobierno que puso su épica al servicio del factor de fracaso de aquel al que derrotó.

El gobierno entero se armó como un negociador de la deuda que armaron Macri, el FMI y los poderes financieros de Occidente. Toda la economía quedó en suspenso hasta que se consiga ese objetivo. El único plan económico es pagar la deuda.

La mística es volver a poner las cuentas con el exterior al derecho y entonces garantizar la estabilidad económica.


En política, la mística es garantizar el Estado de Derecho ante el embate general en Occidente de la ola neonazi que en la región golpeó en Brasil, Bolivia, Ecuador.

Garantizar la estabilidad económica e institucional son ineludibles, pero es difícil ganar el apoyo mayoritario en unas elecciones si no se planta algo en el futuro, si no anuncia que se pondrá en juego todo lo que se tiene para que nuestros hijos tengan una vida mejor que nosotros, para que comamos asado todos los domingos, para que los recién casados se puedan comprar una casa, para que el día que nos jubilemos no tengamos que preocuparnos por la plata, para que los trabajadores de la salud sean reconocidos y honrados por todos, para que, en fin, los argentinos tengamos algunas alegrías.


Quizás los votantes sintieron que este simple asunto, “que tengamos algunas alegrías”, no le llegaba a los oídos del Gobierno.

Un Gobierno que le paga millones a Clarín para que Clarín le haga llegar cosas espantosas del mismo Gobierno a los oídos de la gente.

En vez de escuchar, el Gobierno parece decir “sabemos qué les pasa a ustedes, no necesitamos que nos cuenten. Sabemos que están hartos de la grieta”, y entonces se ilusionó con que estaba por encima de la grieta. Como la grieta se siente cuando los poderosos braman, el Gobierno le concede a los poderosos todo lo que piden. No braman, no hay grieta. Pero lo que le concede es la plata de la gente. Suben los salarios 27%, pero al otro día los poderosos que ponen los precios, suben los precios 40%, y el Gobierno, para garantizar la estabilidad institucional y para superar la grieta, deja hacer.


También es enredo de contradicciones la derrota de 38% a 34% en la provincia de Buenos Aires, donde gobierna Kicillof, para muchos el as en la manga para el futuro. 

Se argumenta que no hubo votos contra Kicillof, sino contra la política económica nacional, en la que el gobierno de la provincia no tiene mayor incidencia.

Además de que quizás sí podría tener más incidencia, contradice el razonamiento la victoria contundente en el partido de La Matanza (provincia dentro de la provincia) de 44% contra 25%. La Matanza sufre tanto o más que la provincia en general los problemas económicos nacionales.

Podría ser que un elitismo político en el armado de las listas haya pateado en contra.


Tercer enredo de contradicciones: hablando de elitismo, quizás también contribuyó a la incapacidad de escuchar a todos los argentinos el hecho de que el gobierno está armado con una fuerte carga porteña. 

Un gobierno de peronistas de la ciudad donde el peronismo es no sólo derrotado siempre, sino además aborrecido.



martes, 31 de agosto de 2021

Libertario

 Di Giovanni sabía que lo iban a matar.

¿Quiénes lo iban a matar?

Los que molestaba con todo lo que hacía para que la gente viviera más dignamente.

Era uno de los anarquistas que sembraron en la Argentina la consciencia de que no estamos condenados a que la mayoría seamos pobres para siempre.

Todos podemos ser iguales.

Todos podemos vivir con dignidad.

De esa semilla creció el formidable protagonismo con que el pueblo argentino cada tanto toma el destino en sus manos. 

El escritor Roberto Arlt presenció el fusilamiento del libertario Severino Di Giovanni y escribió esto:

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?

— Pelotón, firme. Apunten.

La voz del reo estalla metálica, vibrante:

— ¡Viva la anarquía!

— ¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas. Fogonazo del tiro de gracia.

Si no aparece pronto el formidable protagonismo del pueblo argentino, vamos a creer que los libertarios son los imbéciles que dicen “plandemia” y queman barbijos, y los chicos van a tener como héroe revolucionario a un triste impresentable como Milei.

Esos son los hijos de los padres que se enteran de la realidad por TN.




lunes, 30 de agosto de 2021

Pitaya

Un periodista de un país periférico de Occidente, económicamente una colonia, muy fan de los Estados Unidos, critica a China por la falta de libertad informativa.

China podría argumentar que la noción de libertad informativa que agita, declama y con que se enarbola Occidente, no forma parte de la vida social china.

Pero China no argumenta, porque no se defiende de estos ataques persistentes.

Si lo hiciera, también podría demostrar que nuestro periodista se traga el cuento de que el árbol que da bananas es el mejor posible, y luego se traga el cuento de que ese árbol crece en Occidente.

Montado en ese entusiasmo, el periodista va como corresponsal a China, observa las pitayas que da su árbol, las compara con las bananas y las denuncia por todo lo que les falta y tienen de diferente.

Esa es su contribución a que los norteamericanos, en bien de la Humanidad, talen el resto de los árboles que crecen aquí y allá en el planeta y los suplanten por su dichoso árbol que da bananas.

Esto no significa que las pitayas sean mejores que las bananas, ni siquiera que sean buenas.

Lo que significa es que el periodista es tragón.




viernes, 20 de agosto de 2021

Confesiones de un chino bastardo

Cada vez que me encuentro con el idioma chino, me embriago y no puedo y no quiero salir. 

Quiero contarles que hay un desarrollo de significados que parte de 木, mù, “árbol”, que es el dibujito de un árbol.

La raya horizontal en la parte superior indica la copa del árbol.

Si se le agrega otra raya más arriba, queda 未, que se pronuncia wèi. Eso se hace para comunicar la idea de algo que está brotando, la proyección, el crecimiento.

Es un significado dinámico —de la misma forma que “árbol” es “madera que crece”— y en su dinamismo indica “lo que será pero aún no es”. El significado corriente de 未 es “aún no”. 

Luego, si se combina 未con 来, lái, que significa “venir”, se obtiene el significado “lo que aún no viene”.

Así es como se dice en chino “futuro”. 未来, wèi lái.


Como dije, me fascinan estas cosas del idioma chino, pero por favor, no se tome esto como autorizado.

Es sólo mi manera de aprender —desfigurándolo— el idioma chino.

Una anécdota explicará qué quiero decir.




Cuando nuestra tía Sharon fue a buscarnos al club que nuestra familia tenía en un subsuelo del Barrio Chino de Manhattan, le pregunté quién era ese señor que ganaba todas las partidas de mahjong y se reía a las carcajadas.

Hasta el fondo del salón grande como una cancha de fútbol, se multiplicaban las mesas con viejos que jugaban al mahjong. Mi abuelo nos llevaba a mi hermanita y a mí y nos quedábamos sentados esperando que viniera a buscarnos nuestra tía. 

— ¿Por qué preguntás? —me preguntó ella, y le respondí que él me había regalado un billete de 50 dólares. Para un adolescente, en el New York de 1972, era bastante dinero.

— ¿Le agradeciste?

— Sí.

— ¿Cómo le dijiste?

— Xie xie. 

— Muy bien.

— Pero ¿cómo se llama? —insistí.

— Ese es el señor Zhāng.

— ¿Chàng? 

— Parecido: Zhāng.

— ¿Es el señor Cantar?

— No, no es chàng, es Zhāng.

El sonido me resultaba indiferenciable.

Mi tía se acercó a una mesa, sacó una lapicera y escribió en un papel que había sobre la mesa el signo 张.  

— Su apellido se escribe así. Y “cantar” se escribe así— me dijo, y dibujó el signo 唱. 

— ¿Qué significa este cuadradito? —le pregunté por el cuadradito de la izquierda.

— Eso es “boca”.

— ¿Y estos otros dos iguales?

— Los dos juntos significa que las cosas van bien, cómo florecimiento o prosperidad.

Me quedé pensando.

Le dije:

— Como que cantar es lo que florece de la boca.

— No.

— ¿Por qué no?

— No hay “porque”, nada más es así.

— Pero es “boca” y “florecimiento”.

— No. No es así. “Florecimiento” está sólo para darle el sonido, no para darle significado.

— ¿Por qué?

— ¡No hay “porque”, te dije!

Yo aprendía chino haciendo inferencias, con mi imaginación, exactamente lo que mi tía censuraba. 


En general, lo que no sé, lo imagino. Por herramienta cognoscitiva tengo la ficción, por saber, la fantasía. Mi tía Sharon me amonestaba explicándome que el idioma chino fue cultivado durante miles de años por miles de millones de personas, por la civilización más antigua que continúa viva, por millares de generaciones de sabios, literatos, filósofos, filólogos, poetas. ¿Cómo pretendía yo suplantar eso con mis cándidas, ignorantes y poco iluminadas ocurrencias?


Mi tía tenía razón. Yo debía cerrar la mente y humildemente aprender de memoria sin cometer la insolencia de preguntar por qué.

Y si yo no deponía mi porfía en inventar cualquier cosa, simplemente debería haber sido respetuoso con mis ancestros y desistir de la intención de aprender su lengua.

Sin embargo, un demonio tomaba mi voluntad y yo reincidía. El demonio entraba por dos puertas. Por un lado, yo no tenía otra cosa que mi interés y mi imaginación. Por otro, tenía el deseo de incorporar en mi mundo algo del mundo chino de mi padre y mi familia. Inevitablemente, al entrar en mi mundo, cualquier partícula del idioma chino se contaminaba. Se transformaba, terminaba siendo otra cosa, quizás más pobre, o tal vez más rica, pero seguramente muy distinta.

Mi tía Sharon no admitía esa deformación. 

— Si querés aprender, aprendé, no imagines —me decía—. Aprender no es suponer, intuir, inferir. Si querés ponerte creativo, hacelo con lo que aprendiste, no con lo que tenés que aprender. Lo que se aprende, se aprende como es, no como no es. Se aprende como es, no se aprende como se te antoja que es.

Para ella el idioma chino, lo chino, todo lo chino, debía ser admitido, tragado, obedecido, como se dicta desde China, desde la tradición, desde la asociación de escritores o desde el Ministerio de Cultura.


En ese autoritarismo los occidentales que temen a China ven el germen de un imperialismo que se activará en la medida en que China vaya ganando influencia económica sobre otros países.

En la inevitable transmutación de algo chino en cuanto es asimilado por otros, radica la posibilidad del intercambio.


Las cosas siempre cambian. Cambian en procesos internos, como las dinastías eternas un día fueron terminadas, como Mao revolucionó el país multimilenario, como el gobierno acaba de terminar con una indigencia que parecía un ingrediente estructural e inevitable, y que torturaba a la sociedad China desde el principio de los tiempos.

Y las cosas mutan notoriamente cuando mundos mutuamente exóticos intercambian sus fluidos. 

Aceptar ese desafío conlleva tanta valentía como no admitir la profanación de lo puro y eterno.




jueves, 19 de agosto de 2021

A veces el amor aparece con la persona equivocada

 A veces el amor aparece con la persona equivocada, alguien que está con vos por una mala razón, alguien que quizás llegue a apreciarte, pero vos no le tocás el sentido de la vida, como te sucede con ella.

martes, 17 de agosto de 2021

El San Martín de 2021

Hoy, 17 de AGOSTO recordamos a José de San Martín.

Como pocas veces, es motivo de debate. Este año, tanto después de su muerte.

Me resultan muy alentadoras estas revisiones, el desbronceado para la rehumanización de un prócer y la confirmación de que el pasado sólo existe como la imagen que vemos, pensamos, intuimos, inferimos, con nuestros ojos, nuestras teorías y recursos cognoscitivos, y nuestros intereses de hoy.

Resumo lo que he escuchado en el fin de semana sanmartiniano que hemos tenido.

1. Hay acaloradas discusiones sobre su origen. Los polemistas están a punto de manotear el facón para batirse a duelo. El historiador Chumbita viene asegurando que San Martín fue hijo de un militar español y una criada. Que en los círculos de la clase alta militar lo segregaban por bastardo —entre ellos, especialmente, su suegra—, y que él respondía con carisma. Dicen que era chispeante y entrador, gran compinche jodón y bullanguero. Que hablaba guaraní, porque fue su primera lengua. Diversos centros sanmartinianos buscan a Chumbita para crucificarlo.

2. San Martín fue educado por España y durante 20 años —no durante dos semanas— guerreó para España. Era lacayo del Rey de España. Mató pilas de moros en nombre de la Corona Española. Pero un día, se pasó al bando enemigo. En España lo condenaron para toda la eternidad al lugar más indigno del Infierno, aquel reservado a los traidores.

3. Los directivos de los centros sanmartinianos explican que no traicionó, sino que luchó por la independencia de Argentina. Otros historiadores tan serios como ellos, observan que eso no era posible, dado que Argentina aún no existía. Pero sí existían las colonias americanas. Por eso San Martín hizo un plan con su camarada Bolívar, para liberar todo el territorio, uno desde el sur hacia el norte, otro desde el norte hacia el sur.

4. Otros historiadores se han puesto a pensar en la idea de “liberación”. Les parece un poco rara. ¿Liberarse de qué? ¿Quiénes querrían liberarse, si los que mandaban en América eran españoles? Algunos explican que San Martín pertenecía en España a la tendencia liberal, en parte por influencia de su padre verdadero, un español Alvear, que fue el que lo llevó y le pagó la carrera militar. Los liberales estaban influidos por los principios de la Revolución Francesa, y para ellos, la libertad era liberarse de la monarquía, de la corte de parásitos, e instaurar un sistema republicano. Era más fácil hacerlo en las colonias que en la península metrópoli, y allí tendrían un poder que en España sería muy difícil conseguir. 

5. De esta manera, difícilmente se tratara de la liberación de las colonias respecto de España, sino de una lucha interna de toda España, desplegada en el territorio.  

6. En las colonias, el poder pasaría de manos de los realistas, fieles a Fernando VII, a las de los liberales, que en parte eran los encendidos por el romanticismo de la Revolución Francesas, jacobinos y demás, y en parte estaban compuestos por los comerciantes, que querían comerciar con Gran Bretaña. La idea de “liberación” le queda grande a esa realidad, y la idea de “revolución” sólo estaba en la mente de Mariano Moreno, Belgrano y San Martín, que querían revolucionar el sistema monárquico para iniciar una república.

7. Finalmente, algunos afirman que a San Martín no le interesaba la política, que era sólo una formidable “máquina militar”. Otros discuten esta idea, sosteniendo que la máquina se dirigía en una determinada dirección, y la decisión de esa dirección es nada más ni nada menos que la política.





domingo, 15 de agosto de 2021

Digan lo que digan


Estoy de acuerdo con la posición de “el lenguaje es algo que ocurre”.

Entonces, soy pasivo ante el “lenguaje inclusivo” del progresismo de clase media urbana, igual que ante el lenguaje que no sé cómo se llama de los raperos cumbieros, que dicen cosas como “adentro del party, bacaneo, vacileo, pariceo, le perreo con lo' ojo' colora'o, mientra' al otro le mando fuego”.

Quiero decir, no me convence que un sector le imponga un lenguaje, que es su lenguaje, a los demás. 

Después de todo, a fin de cuentas, eso no es otra cosa que autoritarismo.

Arrogarse el derecho de ordenarle a los demás qué deben hacer y cómo deben vivir.

No estoy de acuerdo con la furia asesina del tradicionalismo que llama a matar a quienes dicen “chiques”.

En cambio, confieso que si yo le dijera “perras” a las chicas o si dijera “chiques”, sería profundamente falso. Y mi mejor aporte a la sociedad en la que vivo no es la hipocresía.





Pequeño milagro

Muchos sentimos que la amarga sociedad en la que vivimos, con gente que tiene la vida destrozada y duerme en un cajero automático, con bebés que en este momento lloran de frío adentro de una casilla al lado de las vías del tren, es la cárcel de la que no es posible escapar.

Pero otros nos han demostrado que es posible la revolución.

Incluso es posible que la puerta de la cárcel en la que pasamos resignadamente los días condenados a la rutina, esté abierta.

Me parece conveniente entregarnos a la vida. A la inspiración, a lo que sentimos que toca algo trascendente, a lo que creemos que está bien, a las demás personas, a lo que nos surge y sentimos como auténtico, a lo que intuimos, a razonar, a los sentimientos, a jugar, a andar, a conocer, a animarnos.

Después de todo, si estoy escribiendo esto y vos lo estás leyendo, somos parte del brevísimo instante mágico en que alguien ve una estrella fugaz. Sólo existe una fracción de segundo, para luego desaparecer para siempre.

Ese instante es nuestra vida en la eternidad.

Si estamos vivos, conviene que vivamos, porque somos materia de ese milagro, que está rodeado de una muerte infinita.






jueves, 12 de agosto de 2021

Miradas

Ver una mirada, todas las dimensiones de una mirada, no es sólo una cuestión óptica.

Un ciego puede captar con mucha nitidez una mirada.

Un lector puede ver perfectamente una mirada leyendo las cartas que alguien escribe.


Las miradas se comprenden.

Se distingue una mirada cuando se abarca el alma de una persona.


Las miradas son siempre parte de una relación entre las personas.




Una idea del tema lo dan los sinónimos. 


Mirar puede ser:

ver

observar

ojear

otear

contemplar

atisbar

divisar

vigilar

acechar

avizorar

fisgar

enfocar

También:

look

glimpse

peek

flash

gander

lamp

look

peep

sight

slant

squint

view

focus


lunes, 9 de agosto de 2021

Charla junto al mar

 Fue un abrir y cerrar de ojos.

Sin embargo, puedo ver la secuencia entera con perfecta nitidez. Él manejaba en la ruta, le di un mate, cuando lo agarró hizo un movimiento que no debía, el agua caliente del mate se volcó sobre su mano, se sobresaltó, el auto dobló abruptamente hacia la derecha y empezó a dar tumbos.

Yo sentí un horror y sin solución de continuidad, estaba sentado en este banco de troncos al lado del mar.

Al lado mío estaba un muchacho, apacible pero vital. Tenía la piel oscura y los ojos grandes, el pelo y la barba renegridos. Me sacó tema de conversación. Charlamos. En un momento me preguntó:

— ¿Recordás lo que hacías cuando eras chico y estabas solito? Lo que hacías cuando nadie te decía qué tenías que hacer y hacías lo que querías. Lo que te gustaba hacer.

Yo no tenía una respuesta preparada. Pensé un rato. Al fin le dije:

— Tenía ocurrencias.

— ¿Cómo, “ocurrencias”?

— Tenía ideas. Se me ocurría desarmar un juguete, o treparme a un árbol, o preguntarle algo a los grandes, o mirar cómo se persiguen las hojas en el piso cuando sopla el viento en el otoño.

— ¿Hacías las cosas que se te ocurrían?

— Sí.

— Y después, cuando fuiste adulto, el resto de tu vida después de tu infancia, ¿seguiste realizando tus ocurrencias?

— No, tuve que estudiar, trabajar, hacer la vida normal.

— ¿No te hiciste lugar para tus ocurrencias?

— No. He tenido ocurrencias pero no hice lo que se me ocurrió. No podía. Se me ocurría ir a andar a caballo con los mongoles en Mongolia, pero ¿qué iba a hacer?

— Y en tu trabajo, ¿no tenías ocurrencias?

— Siempre estaba todo pautado lo que había que hacer, no había lugar para innovar.

El muchacho hizo silencio. Luego dijo:

— Está difícil, che. Lo que queda es lo que hiciste —o lo que no hiciste.

Me saludó y se fue.

Y aquí estoy, frente al agua, sin tener adónde ir.




miércoles, 4 de agosto de 2021

La única solución

Hay un problema, se lo soluciona.

La vida está hecha de fórmulas simples.


Pero un problema quizás no es un problema.

O quizás no es tanto problema.


Y podría ser que no convenga solucionarlo.

Acaso una vida hecha de correr a solucionar problemas no sea una buena vida, ni una vida útil. A lo mejor es sólo obedecer.


Ni qué decir que los modos de encarar un problema son siempre infinitos.

Lo contrario a “lo único que se puede hacer en este caso” o “la única solución”.


martes, 3 de agosto de 2021

Marcela

Era una salvaje. Era alta y tenía una cabellera que era una parva de crenchas rubias hasta la cintura que debía pesar kilos, y jamás hacía caso, se reía a las carcajadas y era insolente y violenta. Juntos, nos potenciábamos y terminábamos haciendo cualquier cosa. 

Y creo que yo siempre estuve enamorado de ella, pero ella no estaba enamorada de mí. 

Siempre enamorado. 

Aún hoy. 

Cuando teníamos más de 60 años, me pregunté si no sería mejor que hubiésemos estado juntos.

Se lo dije.

— Nah —me respondió—. Somos amigos. Si nos hubiéramos puesto de novios, no habríamos hecho todo lo que hicimos.

Recordé tantas veces que me decía “haceme carpita”, para agacharse a mear en cualquier lugar, y comprendí que tenía razón.

— Melancólico —me dijo.

— Melancólica esta.

— Melancólica, Marcela.

— ¿Qué Marcela? 

— Agachate y conocela, ¡jaaaaaaaaaaa, boludo!







lunes, 2 de agosto de 2021

Puertas

Por muy grossa o capo que seas, no podés saber 

ni percibir

ni inferir

ni intuir

ni percibir 


todas las puertas que 

se abren


cuáles

en qué momento

dónde

hacia qué


cuando tenés el coraje de mover una pieza con el corazón.



sábado, 31 de julio de 2021

Irina y Andy

Cuando mi hija Irina era chiquita yo también, horror, la llevaba al pelotero del McDonald’s.

Sin embargo, a veces íbamos a parar a lugares fuera del Circuito Padre Separado en Buenos Aires. Disfrutábamos andar por el paisaje posapocalíptico de Lugano I y II, las islas del delta, caminábamos por las vías del tren, nos metíamos en las terrazas de algunos edificios, pasábamos tiempo en las estaciones de subte.

Una vez estábamos en un lugar que no puedo recordar, quizás fuera cerca de Ciudad Oculta, y vi que Irina jugaba con otra nenita. Tendrían cuatro o cinco años. Mi hija siempre fue muy calladita, como si estuviera haciendo algo que no estaba permitido, pero no, porque siempre fue juiciosa. Era reservada porque dejaba de este lado del mundo el silencio y ella se metía entera dentro de los mundos que encontraba en su interior, o vaya a saber dónde. 

Aquella tarde, que era una tarde horrible, de viento frío y de energía negra, Irina estaba absorta en lo que hacía, como un médico cirujano o como los mecánicos cuando el auto llega a boxes en medio de una carrera. 

Su modo de estar abstraída atrajo mi atención como un remolino. Irina colocaba cuidadosamente en las ramas de una mata, pedazos de escombros que había encontrado cerca. El resultado era algo que producía un desencajamiento de la realidad. Estaba creando un estado en el que lo muerto y lo vivo, lo natural y lo humano, lo naciente y lo decrépito se conjugaban en una sola cosa.

Estaba ordenando la realidad de un nuevo modo. Había creado un nuevo sentido, que redefinía la naturaleza y la obra del trabajo del hombre. 

Pensé que estaba tocando el nervio humano.

También perturbaba la lamentable idea del arte que ha imperado desde hace algunos siglos, que tiene al autor, el prestigio y el valor de mercado y la trascendencia como pilares.


Como los antiguos nazca, el artista Andy Goldsworthy ha llevado lo que hizo Irina esa tarde a una expresión muy desarrollada.

Estas imágenes son de sus obras, perecederas y eternas.