domingo, 26 de febrero de 2023

Tres enseñanzas del Conejo

Primera Enseñanza del Conejo 

Aprovechemos que estamos en el Año del Conejo para que el Conejo nos ofrezca enseñanzas como estas que sigue.

Una persona —vos, ponele— puede ser consciente de cómo camina.

De la velocidad con la que camina.

Puede caminar rígida o flexiblemente.

Puede ir toc-toc-toc como un robot o acompasadamente.

Con los pies hacia fuera, paralelos hacia adelante o hacia adentro, chuequeando.

Puede caminar coordinando el movimiento de las piernas con los brazos o no.

Mirando hacia adelante o hacia abajo.

Apoyando la planta de los pies enteras, como un pato, o apoyando primero el talón luego cada parte de la planta y terminar con los dedos.

Puede mantener la cadera fija o menearla, más, menos, exagerada o imperceptiblemente.

Puede caminar con ritmo o sin ritmo , o con el ritmo que le salga.

O sea, una persona puede decidir cómo caminar.

Si practica lo suficiente, puede llegar a caminar como es.




Segunda Enseñanza del Conejo 

Muchas personas no saben qué hacer con sus manos cuando las toma una cámara.

Les parece que hagan lo que hagan, no va a parecer natural.

Hay personas que no saben cómo pararse ante una cámara.

Sin embargo, sí han decidido qué hacer con su cabello.

No saben qué gesto hacer, pese a que sí han sabido maquillarse.

Han elegido la ropa para la vocación de estar frente a una cámara, pero cuando la cámara se enciende, no saben qué hacer con su boca.

Y no saben cómo mirar, ¡y mirar dice todo de una persona!

Antes de estar frente a una cámara, conviene estar todo el tiempo necesario delante de un espejo, y en ese tiempo, que tal vez convenga repetirlo, decidir qué hacer con las manos, decidir cómo estar parado, los gestos que se harán, qué se hará con la boca y cómo se mirará.

Algo más: no hace falta que ocurra la situación extrema de tener una cámara delante. 

Siempre nos mira alguien, aunque no lo sepamos, aunque no haya nadie.

Siempre hay una mirada puesta en nosotros.

Decidamos ser quienes somos ante esa mirada.





Tercera Enseñanza del Conejo 

Hay una danza del carnaval de Oruro en que los hombres todos juntos muestran que tienen espaldas enormes. 

Un poco encorvados, apuntando sus espaldas al cielo, hacen sentir que podrían cargar sobre ellas una montaña, y que la montaña no los aplastaría.

Hay mujeres que andan como queriendo ocultar sus pechos, y otras llamando la atención sobre ellos.

Hay personas que parecieran alargar sus cabezas hacia el cielo, y otras que las ocultan entre sus hombros como una tortuga.

Algunos hombres van como echados para atrás  en una actitud de gran vanidad, mientras otros arrastrando los pies, vencidos. 

El modo en que se lleva el cuerpo entero y cada parte de él, puede tomar a una persona, y la persona no enterarse de que está tomada. 

Al contrario, la persona tiene la opción de decidir qué hacer con su cabeza, sus hombros, su torso, su espalda, su cola, sus pechos, su cuerpo.





jueves, 23 de febrero de 2023

Una tarde de suerte

Estaba sentado con una amiga junto al río, a la hora que el sol encandila y todo es blanco. 

Vimos un pájaro volando a pocos centímetros del agua. Iba rápido y se estrelló contra un gigante motor fuera de borda Mercury negro lustroso. En ese momento supe que no era un pájaro, sino una polilla negra gigante. Hay todo tipo de animales en la isla. 

Al rato mi amiga me señaló un palo que flotaba al costado de la lancha que llevaba el motor Mercury. Lo observamos un rato, le dije que era una palo nomás, pero ella notó que se movía diferente y recordamos la mariposa. Entonces mi cabeza, que suele ser más despierta que yo, me dijo que era un murciélago. Eso explicaba que mi amiga hubiera percibido que no era un pájaro y su color negro reconcentrado. Mi mente había descartado antes que fuera un murciélago porque los murciélagos no vuelan de día. 

Agarré un palo y me metí al agua para rescatarlo. 

Llevé el palo porque unos días atrás había salvado otro murciélago, en una casa los días que me quedé a cuidarla, y noté lo muy capaces que son de morder con muchos dientitos afilados como agujas. 

Llegué hasta la lancha, le ofrecí el palo al murciélago y él lo tomó. 

Mientras lo llevaba de regreso a la costa, se cayó varias veces de nuevo al agua, y yo volvía a ofrecerle el palo. Una vez en tierra firme ya se había puesto hacia abajo, como hacen los murciélagos. 

Mientras yo sostenía el palo con el murciélago, recordamos con mi amiga que habíamos ido juntos en la ciudad que estaba frente a la isla, al último recital que dio Sumo allí, y que Luca Prodan había cantado “A los murciélagos no les importa Batman / Revés al panza tu viendo, revés al panza tu viendo!” Y al final: “Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos!”

Le tomé una foto, pero -como más tarde me explicó con lucidez otro amigo-, “los vampiros no salen ni en los espejos ni en las fotos”. El murciélago salió tan borroso que no se lo reconoce.





Como ustedes saben, murciélago en chino es 蝙蝠, bian fú, y como la palabra felicidad, 福, se pronuncia igual, fú, se usa la imagen de los murciélagos para desearle a alguien buena suerte. 


Quizás el murciélago no se refleja en los espejos porque es uno mismo.

Uno busca y no ve el murciélago, sólo se ve a sí mismo, y eso es porque uno es el murciélago.

Así fue como yo le di suerte al murciélago, que tal vez no existió. Tal vez era yo mismo.


miércoles, 15 de febrero de 2023

El sexo de los búfalos

Me ocurrió algo como un jaque.

Hay almas que necesitan ser jaqueadas.

Almas atormentadas porque convocan las tormentas.

 

En los últimos años, al quedarme dormido sale de mí una banda de demonios que se dedica a retorcer mi cuerpo toda la noche como si fuera un trapo de piso.

 

Una pobre amiga a quien le tocó dormir en una habitación contigua a la mía, me dijo que quedó impresionada al ver cómo me revolvía, gemía, luchaba, respiraba agitadamente, me tensaba violentamente, tiraba golpes al aire, castañeando los dientes y dando tumbos por la cama.

 

— Era como si estuvieras en el infierno. No pude dormir en toda la noche —me dijo.

 

Durante un tiempo me calmaron unas pastillas, luego fueron teniendo cada vez menos efecto, dupliqué, cuadrupliqué la dosis y al final, ahora ya no me sirven para nada.

 

Entonces, otra noche me tocó dormir en la misma habitación con otra amiga, tan buena como un ángel.

Como me dio vergüenza explicarle lo que me pasaba de noche, sólo atiné a advertirle que roncaba.

— Por favor, tírame con algo, y dejo de roncar —le dije, bromeando para disimular mi aprehensión.

 

Ella se durmió plácidamente y yo me quedé sin poder dormir porque no quería empezar a hacer escándalo.

Observé el bulto de su cuerpo en la oscuridad. Estaba durmiendo de costado, dándome la espalda. Respiraba pausada y profundamente.

Me quedé mirándola. Creo que mi respiración se sincronizó con la de ella, y así me quedé dormido.

El jaque me llegó a la mañana. Cuando desperté, estaba tan apacible como una nube que flotar reflejada en el agua de un estanque. No sentía nada de la tensión que cada mañana me tortura y me obliga a levantarme antes de que salga el sol. Sentía claramente que había tenido una noche reposada y en paz absoluta.

 

Cuando mi amiga despertó, le pregunté si había roncado y me dijo que no. Entonces junté coraje y le pregunté si la había molestado con ruidos o de alguna otra manera y me miró extrañada.

— No, nada. Dos veces me desperté, te miré y dormías tranquilo.

 

¿Qué me había sucedido?

¿Qué había pasado con mi desasosiego nocturno?

¿Que tenía esa amiga, que me produjo ese extraño efecto?

 

Me vino la imagen de dos cuerpos durmiendo uno cerca del otro y sentí una paz profunda.

 

Entonces pensé en la paranoia que siente un animal cuando está solo y cómo se calma cuando aparecen otros, y pensé en dos niñas que están en una ciudad en medio de una guerra, que han perdido a sus padres y duermen tomadas de la mano, porque sólo así encuentran calma.

Pensé en los toros de lidia en los sanfermines, cuando se quedan afuera de la manada solos, y entonces embisten contra todo, son incontrolables, se hacen asesinos, diabólicos, y la manera de sacarlos de ese estado es hacer pasar junto a ellos una manada de bueyes. Los bueyes los llaman, los toros acuden y se va tan mansos como los bueyes.

 

A la tarde charlamos con aquella amiga, ganamos confianza y le conté esto. Luego de quedarse pensativa un rato, me dijo:

— Tuvimos sexo.

— ¿Qué? No entiendo —le dije, extrañado.

 Eso es el sexo —me respondió—. Lo que pasa entre dos cuerpos.

— ¿Cualquier cosa que pasa entre dos cuerpos es sexo?

— No cualquier cosa no. Es lo que pasa sólo entre dos cuerpos, algo singular, que de algún modo los une, algo que hacen dos cuerpos o algo que se hace a sí mismo utilizando dos cuerpos.

 

Me quedé pensando.

Aún estoy pensando.

 

 


Un poco de carnaval

Se ha popularizado la idea de que el carnaval es bastante universal como evento que abre un paréntesis en el que la sociedad descomprime la tensión que le causan las reglas que la oprimen.

Las máscaras otorgan el anonimato necesario para cometer actos prohibidos sin ser identificado y así evitar cualquier castigo.

El alcohol y el estado de desenfreno mental colectivo libera a las personas de sus constricciones internas.

Las reglas se trasgreden poniendo patas arriba la realidad y entonces el mendigo es rey, el rey es humillado, y todos terminan siendo iguales.

Dios desaparece y el Diablo anda suelto, las personas liberan sus instintos, cumplen sus deseos reprimidos, descargan sus fuerzas que todo el año han contenido.

Es posible que esto haya ocurrido literalmente en algunas sociedades, en algunas épocas, pero hoy el carnaval está muy domesticado.

El cuestionamiento al poder a través de la burla puede ser más o menos ácido, pero respeta los tabúes. Ninguna murga se burlaría de cualquier asunto políticamente correcto, por ejemplo.

La desnudez de las mujeres ya no es transgresión.

El alcohol se limita a algunas personas.

Las agresiones físicas y el sexo están prohibidos. La ley no se depone en ningún sentido.

Los disfrazados, los bailarines, quienes expresan la transgresión se han transformado en un show, que es contemplado por una mayoría pasiva.

Sin embargo, en algunos carnavales, como el de Lincoln, algunos elementos perviven.

En Lincoln está el carnaval de los “autos locos”. La zona es de fanáticos del automovilismo y esa pasión se ríe de sí misma fabricando autos que hacen cosas imposibles, como uno que se parte en dos y cada parte anda por sí misma, o un tractor que se para sobre sus ruedas traseras y da giros como un trompo, o un Citröen que se convierte en un robot humanoide.

Por otro lado, aunque en Argentina ya está perfectamente naturalizado que las mujeres están casi desnudas en piletas y balnearios, las chicas y señoras que desfilan exhibiendo sus cuerpos y bailando de un modo un poquito orgiástico, tienen la llama provocativa del carnaval primigenio. 

No son vedettes o modelos profesionales contratadas para que desfilen, sino que son la chica que atiende en el patronato de los exconvictos, la profe de gimnasia, la señorita de la caja de supermercado, la dueña del salón de belleza. Y desfilan con mallas de mujeres, embardunados con aceite perfumado, felices y con una feminidad poderosa, los homosexuales del pueblo.

Ver en esas condiciones a las personas con quienes uno trata en el cotidiano, produce una conmoción, trastoca las relaciones para siempre, cambia el concepto de las personas que están desfilando, bailando o mostrando las carrozas que hicieron.

“Vi tu otro lado, tu lado oculto”.

“Y yo vi que me viste”.

Un toque de la liberación del carnaval.

Liberación del diablo.






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viernes, 10 de febrero de 2023

El señor Draco

Publicado en Revista REA


Es notable cuánto cambia la imagen de un hombre si en lugar de andar solo, lleva un perro. En las plazas se gana instantáneamente el ingreso a la familia de quienes tienen perro.

Nunca escuché decir que el humano y el perro tienen una relación especular. Sí se dice usualmente que el perro toma el carácter de su amo. Sin embargo, posiblemente los perros nos formaron como humanos en más de un sentido, en tantos miles, quizás millones de años de convivencia.

Una amiga me pidió que me quedara a cuidar su departamento, con sus plantas y con el Sr. Draco.

El Sr. Draco es un perro viejo, que fue rescatado o encontrado por una asociación protectora de animales y luego “dado en adopción” a mi amiga.

Llegó con la personalidad acabada: viejo, pacífico, sumiso. Parece más bien la estatua de un perro. No ladra, no rompe nada, aunque tiene hambre todo el día porque su ama le da estrictamente la poquísima comida que le indica el veterinario, no vuelca el tacho de la basura. No pide, no se queja, no llora. Está completamente vencido.

Lo saco a pasear a la mañana y a la noche.

Es notable cuánto cambia la imagen de un hombre si en lugar de andar solo, lleva un perro. Aún no sé explicar bien en qué consiste el cambio, salvo que en las plazas se gana instantáneamente el ingreso a la familia de quienes tienen perro.

De repente las personas le hablan a quien lleva un perro sin que sea necesaria una presentación.

La presentación es tener un perro. El perro es un facilitador eficacísimo de la comunicación. No se busca un tema de conversación, ni la política, ni la noticia del día, ni la inseguridad, ni el fútbol ni el clima.

— ¿Cuántos años tiene?

— Este es un alfa bárbaro.

— ¡Ah, es amistoso!

— Esta raza es muy buena con los chicos.

Me da la impresión de que se genera una charla fluida y que puede durar indefinidamente.

El Sr. Draco es un boxer. Me paro frente a un vidrio, observo nuestra imagen juntos y me surge esta extraña pregunta: ¿este perro me queda bien?




Es una pregunta políticamente incorrectísima.

Siempre me sentí bien con un airdale terrier que tuve, aunque su raza era una raza a la que yo aspiraba, por así decirlo, a pertenecer, pero la verdad es que no es la mía.

¿Qué raza me representa, entonces? (esto es un juego que algunas personas juegan). Pues ninguna. Soy un bastardo. Si fuera un perro, sería agradable para los que le gustan los perros morrudos, tendría ganas de ser macho alfa y seguramente sería muy comprador.

La combinación de una persona con el perro que lleva parece un buen tema para un ensayo fotográfico. Una anciana enclenque que pasea el rottweiler del nieto, una bestia que podría dispararse hacia otro perro para matarlo, tirando a la anciana al piso. Un muchacho fornido, vestido de cuero negro brillante y tachas de metal, barbudo, con una mandíbula prominente y casi tapado de tatuajes, que tiene en brazos a un diminuto Chihuahua. Un viejo muy, muy viejo, que va con un perro muy, muy viejo que parece embalsamado y cubierto por un felpudo. Y así.

En la plaza no puedo soltar al Sr. Draco, porque es completamente tonto con los autos. Si se fuera a la calle, un auto lo atropellaría, sin ninguna duda. No tiene chances de sobrevivir si uno lo suelta. Quiere jugar con los otros perros, pero no puede, porque lo tengo agarrado de la correa.

No lo sueltes jamás, me dijo su ama, y soy tan obediente como él, que acepta con santa resignación no poder jugar porque no lo suelto.

La resignación es el sello del Sr. Draco. Quizás eso, además de la edad avanzada, me hace  identificarme con él. No soy tan resignado, pero voy en camino a serlo. Él pareciera encarnar la resignación de un modo tan consumado porque ha sido castrado.

Siendo viejo, soy muy machista superconstruido. Creo que las bolas son lo que hacen macho a un macho, en el sentido en que es una persona. Un castrado es alguien a quien le cortaron el fundamento de su persona.

Otra vez estoy derrapando hacia lo políticamente incorrectísimo. Parece ser que el Sr. Draco y yo ya tenemos marcas incorregibles. Jamás le cortaría las bolas a un macho. A ningún macho. Preferiría matarlo.

Por otro lado, esta posición radical, ¿no expresa cierta preocupación de que en algún sentido a mí me caparon, también?

Ahora que lo pienso, ciertamente temo que la gente, al vernos juntos al Sr. Draco y a mí por la calle, caminando con gravedad y civilizadamente, con una educación que revela que somos inofensivos, piense que ahí van los dos machos castrados, pobres.

No imagino que las personas supongan que mientras paseo el perro, en mi casa está mi esposa, mis hijos, mis suegros, mis hermanos. La gente sabe que somos dos solitarios.

Ver a un hombre solo con un perro solo paseando silenciosamente es algo a la vez triste y consolador. Es triste la soledad irremediable que los condena, pero uno se alegra de que estén juntos, porque por lo menos tienen un amigo, se tienen uno al otro.

Yo me siento cordial con el Sr. Draco y muy cívico al levantar con una bolsita de nylon que uso como guante, los asuntos que larga cuando llegamos a la plaza y olfatea el pasto, cerca de otros asuntos que parecen inspirarlo.

Yo nunca había hecho esta tarea. Bueno, lo hice con mis hijos, pero era muy diferente.

El Sr. Draco me da la oportunidad de servir a alguien. Es  cierto que él no tiene lo que se diría conciencia de qué es lo que estoy haciendo. Como hombre no deconstruido, aunque castrado, como macho, no he servido mucho a los demás. Vengo de una familia de enfermeras. Mi madre, mis tías, ellas sí han servido. Han curado, limpiado, tenido la mano, charlado, consolado a miles de personas.

Pero eran mujeres. La experiencia de servir es importante para un hombre. Supe de un militar retirado, cuya esposa padeció desde bastante joven una enfermedad que la dejó postrada. El hombre la bañaba, la alimentaba, la acostaba, la paseaba. Estuvo más de 30 años de su vida dedicado a cuidar de su mujer, quien, como el Sr. Draco al yo levantar lo que deposita sobre el pasto, no sabía qué era lo que hacía su marido, porque su mente estaba en otra parte.

Le deseo a todos mis colegas machos que la vida le dé la oportunidad de servir a alguien.

Para mí, madurar fue asumir que los humanos me interesan muchísimo, pero que la gran mayoría de aquellos con quienes trato, no ponen en juego su humanidad.

Así, he comenzado a evitarlos, porque me aburren. En cambio, con los niños y los perros puedo comunicarme directa y plenamente. No hay necesidad de hablar. A un niño le hago una cara y eso ya fue una charla.

Con los perros, es sólo la acción, darle una galleta, palmearle la cabeza, pegarle una patadita. A veces al Sr. Draco le ladro. No entiende, pero sabe que es algo que hago con él.

Con los niños y los perros puedo ser yo, sin tener que presentarme de ninguna manera, diciendo a qué me dedico, vistiéndome con determinado estilo, escuchando determinada música, diciendo que conozco a tal o cual persona, hablando de determinada forma.

Con los niños y los perros estoy como si estuviera desnudo. Pero si invitara a otras personas a que nos desnudáramos para poder ser nosotros como soy con los niños y los perros, las personas interpretarían mi invitación como una forma de presentarme y yo debería fundamentar mi propuesta, todo lo cual me agota antes de siquiera pensar en hacerlo. (Sin embargo, una vez lo hicimos con una amiga. Los dos habíamos perdido a nuestras novias y estábamos devastados, con una tristeza que rebalsaba de angustia y reclamaba que hiciéramos algo, y lo que hicimos fue desnudarnos y pasar así todo un día juntos. Resultó muy bien. Fue como darnos un abrazo).

Yo dejo hacer a los niños, en parte porque corro con la ventaja de que, no siendo su padre, no me hago cargo de las consecuencias de darles libertad. Lo mismo hago con los perros. Si el Sr. Draco tiene deseos intensos de quedarse horas oliendo un palo, allí me quedo parado. Algo le interesará de ese palo. He leído que un perro es capaz de conocer todo de otro perro, su historia, su salud, su dieta, su personalidad, sólo oliendo su orina. Imagino que oler el palo es para el Sr. Draco el equivalente a leer una novela de Tolstoi.

Si, como le sucede a cualquier perro, se le ocurriera comer los asuntos que otros han entregado y sus poco cívicos dueños no han recogido, miraré hacia otro lado porque me dará asco, pero bueno, si él siente que está comiendo trufas en el Savoy, ¿quién soy yo para dictarle los gustos?

En unos días regresará la ama del Sr. Draco, que lo estima muchísimo, y él tiene auténtica veneración por ella. Nos despediremos con el Sr. Draco sin decirnos nada. Yo pensaré que volveré a verlo pronto, mientras él, en cambio, no pensará nada. El futuro no es un asunto.

Como en tantas otras cosas, cuando parece tonto por animal, tendrá razón. Pensaré en ese último mensaje suyo, mientras vuelva caminando a mi casa, solo.





jueves, 9 de febrero de 2023

Suvenirs

Por dejar que las manos y el corazón sean agarrados por el cariño que está en un mechoncito de pelo de nuestro hijo cuando era bebé, o una corbata que era de nuestro padre, o un collar de nuestra madre, nos perdemos de  vivir el cariño que fluye todos los días, que está vivo, que nace y muere.


miércoles, 8 de febrero de 2023

La impureza racial

Una abuela mía era china. 

Un abuelo mío, su marido, también era chino. 

Otro abuelo era gallego. 

Una bisabuela mía era vasca. 

Un bisabuelo mío era piamontés.

No soy más que una muestra de cualquier argentino. Los argentinos solemos tener muchos orígenes.

Esto también sucede con las personas de muchos países, mientras en muchos otros, los ancestros de las personas son nacidos en el país.

Por otra parte, enumerar orígenes de la forma que acabo hacerlo, es engañoso, porque he dejado congelado cuatro orígenes, como si todos los ancestros de mis ancestros chinos fueron chinos, los de mi abuelo gallegos, gallegos, etc.

Lo más probable, es que algunos de ellos también tuvieran distintos orígenes.

¿Cuál es la importancia del origen?

La importancia es la que le da la gente.

Para mi hermana, nuestro origen chino no tiene ninguna relevancia, mientras yo llevo construyendo mi vida sobre la base de trabajar ese origen.

Me parece importante reconocer la diversidad, saber que lo único que es uno, lo único que soy yo, está hecho de una multiplicidad de ingredientes.

Una vez con mis amigos alquilamos una cancha para jugar un picado en un lugar nuevo. Los que estaban antes eran todos de un solo origen, todos muy parecidos. Sólo un ojo entrenado distinguiría a unos jugadores de otros. 

Nos sorprendió.

Nos quedamos mirando, creo que más que nada para ver cómo eran de iguales.

Pero más nos sorprendió ver que a un costado de la cancha, donde había unas mesas con sillas, hubiera una cantidad de chicas, del mismo origen de los que jugaban, y también todas demasiado parecidas entre sí.

El parecido estaba enfatizado porque estaban vestidas todas igual, con camisetas con cuello blancas, pollera apenas arriba de la rodilla, zapatillas y zoquetes. 

Todo era impecable, en los varones y las chicas.

Cuando ellos terminaron de jugar, las chicas habían servido las mesas. Todos se sentaron alrededor y comieron y hablaron en su idioma.


No veo ninguna virtud en la pureza homogénea, que en principio es engañosa, y en cuanto a lo racial, ha derivado en situaciones horribles y en tragedia. 


Dije al principio que soy medio chino. 

El actual presidente de China insiste en las ventajas de la diversidad, empezando por la diversidad interna de su sociedad, y extendiéndola a todo el mundo.

Espero que a China no se le ocurra jugar la carta de la pureza racial, por ejemplo en África.





martes, 7 de febrero de 2023

Dionisio y Apolíneo

Dionisio:

Porque no engraso los ejes

Me llaman abandonao

Si a mí me gusta que suenen

¿Pa qué los quiero engrasaos?


Apolíneo:

No creo que te guste.

Creo que te abandonás porque tenés problemas psicológicos. Deberías consultar a un analista.


Dionisio:

¿Por qué no consultás un analista vos, así averiguás por qué no podés aceptar que a mí me gusta que suenen?


Apolíneo:

A nadie le gusta la fealdad.


Dionisio:

¿Y quién dice que es la fealdad?


Apolíneo:

No te hagás el relativista. Todos sabemos lo que es la fealdad.


Dionisio:

Si yo soy relativista, vos sos absolutista. A todos les tiene que gustar lo mismo.

Porque no engraso los ejes

Me llaman abandonao

Si a mí me gusta que suenen

¿Pa qué los quiero engrasaos?


Apolíneo:

No creo que te guste.

Creo que te abandonás porque tenés problemas psicológicos. Deberías consultar a un analista.


Dionisio:

Porque no engraso los ejes

Me llaman abandonao

Si a mí me gusta que suenen

¿Pa qué los quiero engrasaos?


Apolíneo:

No creo que te guste.

Creo que te abandonás porque tenés problemas psicológicos. Deberías consultar a un analista.


Dionisio:

Porque no engraso los ejes

Me llaman abandonao

Si a mí me gusta que suenen

¿Pa qué los quiero engrasaos?


Apolíneo:

No creo que te guste.

Creo que te abandonás porque tenés problemas psicológicos. Deberías consultar a un analista.


Dionisio:

Porque no engraso los ejes

Me llaman abandonao

Si a mí me gusta que suenen

¿Pa qué los quiero engrasaos?


Apolíneo:

No creo que te guste.

Creo que te abandonás porque tenés problemas psicológicos. Deberías consultar a un analista.



Piropos

Voy a respetar el pedido de Rodolfo Navas de no mencionar su nombre para contar esto. 

Siempre fue muy piropeador. 

Pero con altura, ¿eh? Ninguna grosería, nada soez, ni atrevido.

Era de los piropeadores galantes, y un toque juguetón.

Una típica manera de abordar a una señorita en la calle era: “Disculpe, es probable que nunca más nos crucemos, así que me veo forzado a hacerle una pregunta: ¿se casaría usted conmigo?”

Pero los tiempos cambian y Rodolfo Navas ha aprendido cabalmente que su conducta de toda la vida ha pasado a la categoría de acoso sexual y es definitivamente cancelable.

Ahora, cuando pasa al lado de una señorita que le arranca suspiros a su corazón romántico, Rodolfo Navas mira al cielo y dice bajo: “Dios mío, Dios mío”.




La felicidad de los eloi

Una de las inteligencias de Herbert George Wells consistía en comprender que la percepción de otra realidad se basaba en no proyectar sobre esa realidad los elementos de la nuestra.

En La máquina del tiempo, por ejemplo, el viajero se encuentra en el año 802.701 con los Eloi, que no tenían consciencia de la muerte ni de que tenían que hacer algo para alimentarse.

Si H. G. Wells hubiera sido un autor que proyectara su realidad, los eloi estarían felices por no tener que preocuparse por la comida y porque la muerte no existía, pero los eloi no estaban felices ni nada.

H. G. Wells no pensaría que los chinos son obedientes, porque comprendería que la obediencia tal como la conciben los occidentales, es un asunto de los occidentales. 

O sea, los chinos serían obedientes al modo occidental si la obediencia fuera la misma que en Occidente. Si el chino fuera yo, si yo estuviera en el lugar del chino, sería obediente, pero como el chino es chino, no podemos decir que es obediente en el sentido en que nosotros somos obedientes.

Es necesario comprender la obediencia en China en los términos de la cultura china.





La verdad es flujo

无穷, infinito.

无, wú, es no tener

穷, qióng, es agotamiento, y también escasez, y más exactamente exhaustamiento (salvo que esta es una palabra de las que faltan en español; en inglés 无穷 es inexhaustible.)

En el idioma chino, el infinito no es la negación del fin, sino de la extenuación.

Lo imposible no es que algo termine, sino que se acabe.

El universo, para el idioma chino, es más acción que estatismo.

Más verbo que sustantivo.

No hay substancia, sino fluidez.

Nada permanece fiel a sí mismo, todo muda.


 


domingo, 5 de febrero de 2023

El veterano que se reencuentra con un inglés

Hay un veterano de Malvinas haciendo una huelga de hambre afuera del campo que compró un inglés, porque el inglés, infringiendo la ley, no da paso a un lago. 

La huelga de hambre es acto de comunicación. Expresa el rechazo a que Argentina sea una colonia.

Joe Lewis es dueño también de un aeropuerto sobre el Atlántico, cerca de Sierra Grande, provincia de Río Negro, a menos de dos horas de vuelo de las Islas Malvinas.

Malvinas es un nudo del acto de comunicación del veterano en huelga de hambre, Gustavo Bellido.

En los festejos del martes que siguió al domingo en que Argentina ganó el Campeonato Mundial de Qatar, no pasaban diez minutos antes de que resurgiera en la multitud “¡el que no salta es un inglés!”

No un francés, sino un inglés.

Argentina ni siquiera jugó contra Inglaterra en el campeonato, pero Inglaterra es el símbolo de la colonización.

No se canta “¡el que no salta es un yanqui!”, porque está implicado en “¡el que no salta es un inglés!”


El veterano haciendo huelga de hambre expresa un cuadro en el que se entreveran los ingleses que extendieron sus dominios a cada rincón del planeta a fuerza de asesinatos masivos, los ingleses repelidos por los argentinos a principios del siglo XIX, los ingleses asesinando adolescentes argentinos de 18 años en las islas cuya apropiación es cuestionada por la abrumadora mayoría de los países del mundo; los militares argentinos serviles a la oligarquía disponiendo aquellos adolescentes para que los ingleses los masacraran de la misma manera en que ellos los masacraban torturándolos y arrojándolos vivos desde un avión al río; los gauchos, emblema de la argentinidad, castigando a los que protestan contra los ingleses, los representantes de la oligarquía elegidos como gobernantes por los argentinos, mostrando su amistad con Joe Lewis y haciendo reuniones en su campo, lo que sintoniza con la muchedumbre por un lado, cantando ese martes “en Argentina nací / tierra del Diego y Lionel / de los pibes de Malvinas / que jamás olvidaré” y por otro lado, apoyando a la traicionera oligarquía cómplice arrastrada de los ingleses, que quiere ganar el poder para hacer de la Argentina una colonia.


Foto: Alejandra Bartoliche


miércoles, 1 de febrero de 2023

Filtraciones

Hablé con un hombre de la familia Lugones.

Tiene parentesco con Leopoldo Lugones.




Se llama Pablo Lugones y es genial. Hizo de sí mismo una persona fascinante, que conoce muchos rincones escondidos del planeta y de la historia, y ha desarrollado lúcidas y frondosas hipótesis sobre cada tema en que se ha enfocado.

Mientras lo escuchaba, yo me preguntaba cómo filtra la vida que se ha construido (incluido a sí mismo) alguien como Leopoldo Lugones, a su descendencia. 

Cómo filtra, por qué vías infinitas y qué genes y moléculas espirituales traspasan las generaciones y van llegando a los descendientes.