lunes, 27 de junio de 2022

Ella

De repente se me aparece la imagen de una chica.

Es una mulata, de ojos enormes y largas pestañas muy gruesas y muy negras, con una cicatriz que le brilla en la frente.

Siempre sonríe, pero tiene un pensamiento serio riguroso, que se le ve en la mirada y en la forma en que se peina, con el pelo tirante hacia atrás.

¿Quién es? 

No la recuerdo.

No puedo entender que no recuerde quién es, porque esa chica es tan familiar como si fuera mi hermana o mi novia.

¿Es la novia de un amigo?

¿Alguien que vive con una una amiga?

¿La soñé?

¿De repente tengo problemas de memoria?

Sigo viendo a la chica delante de mis ojos. Es orgullosa e inteligente.

¿ Vivo en mundos paralelos y ella pertenece a otro mundo?


Acostados

Tengo la impresión de que las chicas pueden acostarse juntas y es parte de la amistad, no tiene por qué involucrar algo sexual.

Pero con los varones no es así.

Una vez nos acostamos juntos con Marisa y se enojó conmigo para siempre porque la busqué, siendo que éramos amigos.

Cuando me separé de Rosario, muy triste me emborraché con mi amigazo Pedro, me tiré en el piso en posición fetal y Pedro, viéndome llorar, me consoló haciéndome cucharita. Pero al rato tuve que irme porque no sé si despierto o dormido, empezó hacer movimientos que iban a terminar mal y yo no quería.

Nos acostamos para charlar, lado al lado, el día que nos conocimos con Brígida. De esa noche nació Iñaki.

Con mi prima Nora nos acostamos en la cama de nuestra abuela, que había muerto hacía unos días. Yo vivía en la misma casa de mi abuela con mi familia, y Nora había llegado para el velorio con su familia desde Trelew y se quedaron unos días. Una tarde se habían ido todos y quedamos solos Nora y yo, y nos acostamos a charlar. No sé porque nos acostamos en la cama de mi abuela, quizás porque nos gustaba esa intimidad. La intimidad era porque era nuestra abuela, o sea nuestra familia, y porque estábamos solos en la casa en silencio, con todas las luces y el televisor apagados, y porque nos gustábamos. Éramos chicos, íbamos a la secundaria. Nos acostamos mirando el techo y charlamos de todo, pero en un momento, Nora se dio vuelta y se acostó mirándome. Yo también me puse de costado y quedamos mirándonos a los ojos, con las caras muy cerca. Mientras hablábamos, yo me colgué mirándole la boca y ella siguió hablando, pero se sonrió porque se dio cuenta, y entonces la besé y ella también me empezó a besar.

Con Adri veníamos con un embale tremendo, pero cuando nos acostamos estuvimos tan tranquilos como dos perros viejos. Nos pusimos los dos mirando para el mismo lado, yo le puse la mano arriba de la panza como para darle calor, y nos quedamos dormidos así.

Cuando nos acostamos con Mario yo estaba aterrorizado de que se le ocurriera empezar, porque me lo había anunciado. Pero se portó bien.

Cuando estábamos en pareja con Rosario, una vez nos acostamos con su hermana. Era su hermanita, siempre habían dormido juntas. Cuando nos acostamos los tres, Rosario y yo teníamos 21 años y la hermanita tenía 17. Rosario estaba en el medio. Entre la hermana y yo nos empezamos a tocar por arriba de Rosario. Quizás la hermana estaba dormida. Quizás Rosario también. O quizás los tres estábamos despiertos.

Cuando nos acostamos con Juli yo le tenía mucho respeto, mejor dicho, le tenía miedo, y entonces me dormí duro con la orden de no zarparme. Al otro día me dijo “qué hacés, cagoncito”.





miércoles, 22 de junio de 2022

La conexión profunda

En “La intimidad de las islas” cuento de un compañero de la escuela secundaria que luego de tratar con el padre Daniel McGrath, entró el seminario y se hizo cura.

En la novela no relato una conversación que tuve años después con aquel compañero.

Fui a saludarlo porque hacía poco que lo habían ordenado sacerdote.

Nos alegró muchísimo encontrarnos y estuvimos muy parlanchines, como dos gorriones que charlan en el piso.

Me contó que lo más fuerte que le había pasado en el seminario fue la amistad con un compañero.

— Nos hicimos amigos el primer día que entramos al seminario. Nos entendimos como si nos conociéramos de siempre. Como los hermanos. Y sentíamos lo mismo por la vida, por los demás, por Dios. Vivíamos a Dios de la misma forma. Todos los años del seminario fue como si hubiésemos caminado de la mano para llegar a estar frente a Dios y entregarle juntos nuestras vidas.

La emoción le impidió seguir hablando.

Cuando se recuperó, dijo:

— Esa noche volvimos juntos a la habitación que compartíamos. Nos sentamos cada uno en su cama, frente a frente. Nos miramos a los ojos en silencio. Éramos una sola persona. ¿Como podíamos estar más unidos? ¿Cogeríamos? No, no nos uniría más. Sólo nos uniría más cada día que viviéramos con Dios adentro nuestro.






Quedé preguntándome si es posible alguna conexión entre dos personas más profunda, más estar uno adentro del otro, que la relación sexual.


domingo, 19 de junio de 2022

Son lindas las imágenes edulcoradas de los padres. Un papá metiéndose dentro del moisés de su bebé que no se quiere quedar solo, otro disfrazado de flor, haciendo el ridículo para que su hijita no se sienta expuesta solita en un acto escolar.


* * *


Mi hijo me ha traído con osadía el cuestionamiento de la figura del padre, cuando yo le dije que se estaba comportando como una madre.

— No es lo mismo —le dije—. Un hijo vive en el agua de la madre y tiene que robarle el fuego al padre. Eso es lo que lo constituye como persona.

— Comprendo lo que decís —me dijo—, y sé cuáles son tus fundamentos, pero ¿sabés qué? Me parece una fe. Es tu fe en el psicoanálisis y en el análisis simbólico y todo eso. No tengo por qué atenerme a tus supersticiones.


* * *


No sé por qué me dio por observar cómo eran los padres entre los Wichi con los que conviví algunos meses en la selva de Formosa. Eran indios bastante de verdad. No hablaban español. 

Como antes hubiera traído de una cacería, uno llegó con unos kilos de carne de la ciudad (se llegaba a la ciudad con un viaje en tractor de 15 horas). Hicieron un asado. Primero comieron los hombres, después le daban huesos con mucha carne a las mujeres, y al final las mujeres le daban huesos con un poquito de carne a los chicos, que andaban todo el día royendo los huesos y pateando los perros que se los querían disputar. 

Era una estrategia despiadada, pero la que mejor garantizaba la supervivencia del grupo. 

Los hijitos del que había traído la carne se nutrían de lo que había hecho su padre para conseguirla. Comían la vida de su padre. Si el padre no hubiera conseguido la carne, lo hubieran pasado mal. 


Conocí a un padre que se fue a vivir a un cerro, en Córdoba. Su hijo de 14 años se quedó en la ciudad con su madre. Yo lo llevé a visitar a su papá, un par de años después. Él no había ido. Su papá vivía como un croto, muy bohemio, plenamente artista. Vivía con otras personas.

Conocí a otro padre que era muy hijito de su mamá. Su mamá lo crió diciéndole que era el mejor nene, el mejor alumno, el más especial, el más inteligente. Lo crió como a un privilegiado, por arriba de su marido, de su familia, de todos los amiguitos de su hijo. Hoy, a los 60 años, en una casa modesta, él tiene una pieza a la que llama “escritorio”, adonde es el rey. Allí todo es lujoso y no deja entrar ni a su esposa ni a sus hijos. Una vez que descubrió que uno de sus hijos entró, le dio una paliza.

Nuestros hijos crecen con la vida de sus papás, hagamos lo que hagamos los papás. 

Crecen con lo que les damos y, sobre todo, con lo que ellos toman de nosotros, nuestros deseos inconfesables, nuestras hazañas de integridad, nuestras mentiras, nuestros actos nobles, nuestro aburrimiento, nuestros entusiasmos, nuestros vicios, nuestro amor, nuestros aciertos, nuestros fracasos, nuestras pasiones. 


* * *


Mi novela “La intimidad de las islas” tiene el capítulo que sigue.


PADRE E HIJO


Dice el hijo del padre


Anoche llamé a mi papá.

Debería llamarlo más seguido. Está grande.

Debería llamarlo nada más para escucharnos, estar juntos

unos minutos. Darle eso.

Anoche resultó crudo que no tuviéramos nada que decirnos.

Era como si no hubiera nada entre nosotros.

Era como una de las rocas que vi en el archipiélago fueguino, en un paisaje infinito de rocas peladas, lisas, brillantes, sobre las que llueve torrencialmente cada día del año desde hace cien mil años.


Traté de acercarme a mi papá, hace un tiempo.

Tuve un recuerdo de cuando yo era muy chico. Jugábamos, él me abrazaba muy fuerte.

Hace poco alguien me dijo “tomá té, vos que sos chino”, y pensé, “¿en qué sentido soy chino?” Me han puesto de sobrenombre “Chino” toda mi vida en cada lugar al que llegué,

y luego quise ser chino, quise acercarme a mi papá. Fui a conocer su pueblo, del otro lado del mundo; hice muchas cosas.

Cuando les hablaba de nuestro origen chino a mis hijos, ellos me miraban como diciendo, “ah, hoy te disfrazaste de canguro”. Yo lo acepté. Tenían razón.


Sin embargo, después de todo eso, ahora cuando llamo a mi papá, no tenemos nada para decirnos.

Busco en mi cabeza algún tema, trato de inventar algún

recuerdo, pero sé que no va a resultar para llenar el vacío de la charla.



El padre mira al hijo


Podés hacer lo que quieras de tu vida, hijo.

Sos un pibe que se llena de inspiración.

El entusiasmo se expande en vos igual que nace un día, y sos pura fuerza, como un caballo en el momento en que salta.

Te admiré siempre.

Me hiciste tan feliz.

Siempre vi en vos los ojos de Dios.

Cuando eras chico, jamás dudaste de quién eras.

Eras, nada más.

Andabas con la ropa que te ponían, con tu pancita, tus pelos chuzos.

Cuando te enfermabas, llorabas y te cuidábamos, y no había más que eso.

Cuando querías algo, lo pedías.

Ahora ya no.


Sólo te pido que no te dejes tratar mal.

No te quedes junto al que no valore lo que sos. Sos un animal hermoso.

No busques a quien te use.

Te di todo, y eras feliz.

No permitas que alguien te desprecie, no dejes que alguien quiebre a mi pibe.


sábado, 18 de junio de 2022

Algo más

Dividir realidad y ficción es como asesinar a la realidad, condenarla a la muerte de la repetición eterna, a la mesa del club en que los muchachos jubilados dicen siempre lo mismo, repitiendo lo que vieron en la televisión; es aceptar que la vida no tiene sentido, sentenciar el cotidiano al vacío.

Prefiero creer que en los pliegues de la realidad de eternidad opresiva, se esconden tesoros por descubrir, nuevos sentidos, hechos, pensamientos, criaturas, emociones que pueden hacerte vivir.

Escribo porque desde chico descubrí que escribiendo es donde aparecen esos bichos, como si en un museo de anatomía humana hubiera una sala que exhibe algo que sólo se ve con el microscopio: que nuestro cuerpo está integrado por entre 6000 y 7000 especies diferentes de seres vivos. Además de nuestro ADN, hay entre 6000 y 7000 otros ADN de gusanos, bacterias, ácaros, virus (la prueba más patente, incluso no necesita microscopio: los piojos). Nos creemos que somos uno y somos una multitud de bichos de una variedad increíble.

Yo soy más que yo. 

La realidad es más que la realidad.





Discusión


Mi papá y mi tío Juanca, su hermano, siempre andan juntos, como mellizos —de todos modos, compartieron el vientre de mi abuela.

Siempre andan juntos y siempre se pelean.

Los otros días caminaban por una calle del barrio de Once.

Mi padre decía que era el barrio más desastroso de Buenos Aires.

— Pero mira que edificios hay —le dijo mi tío Juanca—. Cuando se vino abajo y se hizo un barrio comercial, quedaron ocultos estos edificios que son formidables.

Le iba señalando uno y otro edificio, los viejos, de más de un siglo, señoriales, dignos, distinguidos.

Mi padre no le hacía caso.

— ¡Mirá! ¡Mirá! —decía mi tío, y mi padre miraba para adelante.

Frente a uno en particular mi tío dijo:

— ¡Fíjate ese, Horacio! Es una joya arquitectónica. Eso no es de acá, eso es arquitectura inglesa.

Aún sin mirar, mi padre dijo secamente:

— Sí, tenés razón, es un edificio inglés. Un edificio hecho por esos asesinos que nos han chupado la sangre y nosotros felices.

— ¡Pero la calidad, Horacio!

— Siempre sentís que son superiores los europeos. No hay gente más bruta en el mundo. Hay que ser bruto para vender, explotar y matar gente, y ellos son los campeones.

— Sos incapaz de apreciar. Sos un amargado. ¿Qué culpa tienen los edificios?

Siempre mi tío y mi padre tienen esta discusión.


viernes, 17 de junio de 2022

La paradoja de Borges y El sueño en el pabellón rojo

Borges decía lo que conviniera en el momento para poner a la gente en situación.

Inventaba.

Si era necesario, inventaba la verdad.

Es lo que hacía con la estrategia de vanagloriarse desintegrando su importancia personal.

“Disculpe mi ignorancia”.

Si alguien se le presentaba en la calle y le decía, para empatizar con él, que escribía, Borges le respondía: “caramba, usted es un escritor. Yo también escribo”.


No mentía cuando decía que era más lector que escritor.

Fue un escritor magnífico, pero en lo que escribe percibimos que fue un lector aún más portentoso.



Algunos críticos literarios chinos plantearon algo así como “la paradoja de Borges y El sueño en el pabellón rojo”. 

Borges dijo que había leído esa novela emblemática de la literatura china (hoy felizmente recuperada en Argentina con gran trabajo por Rubén Pose), de una traducción al alemán. Los críticos chinos concuerdan que la mejor versión a la que pudo acceder Borges era alemana; sin embargo, el uso que hizo Borges de la novela y sus comentarios delatan no sólo una lectura altamente sofisticada, sino que esa lectura no puede ser sino del original en chino. No encuentran otro modo de que Borges comprendiera, como hizo, algunos aspectos de la obra a partir de la versión alemana —y no hay ningún indicio de que Borges leyera chino, ni que se la hiciera traducir directamente del chino.


Esta paradoja nos convence de la estrategia de lectura de Borges. Sin sentir la mínima obligación de leer una obra hasta el final (recomendaba a los estudiantes no leer algo que no los atrapaba), leía lo suficiente para comprender, en sus palabras, la cifra de la obra. Luego, seguía leyendo, o volvía a leer, sólo por complacencia. 

Pero si la obra no le gustaba, apenas captaba su espíritu o si percibía que no lo tenía, de inmediato la abandonaba.


Esto nos hace pensar que quizás la mayoría de los libros que leyó, las leyó parado, junto al anaquel de la biblioteca de donde lo tomaba, picoteando pasajes al azar.


También vuelve a asombrarnos su memoria prodigiosa, porque lo que leía en ese pictoeo, eran frases que aprendía de memoria y repetía, para aponer a la gente en situación, tal vez años más tarde.


Sobre todo, quedamos pasmados, aturdidos y quizás espantados ante su inteligencia lectora. Encontraba en algunos párrafos claves tan profundas que no sólo iluminaban cada parte del libro como si todas sus hojas se desparramaran bajo el sol, sino que nos permiten captar con claridad todos los infinitos contextos de la obra.


Presentación del Libro Blanco y Celeste


Con Néstor Restivo y Eva Blanco Lu (Lv Xia) recopilamos artículos que escribimos los últimos años sobre China en medios de comunicación de Argentina y editamos el “Libro Blanco y Celeste” —diseñado por la sinófila Ana Belén Ruiz.

Es un libro periodístico. De alguna manera, también es un libro que interpela al periodismo.

Su excepcionalidad hace ver que el periodismo argentino no se pregunta por qué cuando se habla del desmoronamiento distópico del Mundo, no se incluye a China, donde el crecimiento económico es formidable, se distribuye bien y las investigaciones de encuestadoras norteamericanas demuestran que más del 95% de la población tiene fe en que la vida de sus hijos será mejor que la suya.

Al periodismo argentino no le resultó noticia que China, el país más poblado del mundo, acabara con la indigencia en su sociedad.

Para los medios argentinos no es cuestión la diferencia de muertos por Covid-19 en China respecto de Estados Unidos.

La diferencia es esta: en Estados Unidos la cantidad de muertos alcanzó el millón, mientras en China, desde el comienzo de la pandemia, es hoy de 5.772.


El periodismo existe para indagar la realidad.

¿Qué periodismo es el que no se hace esas preguntas?




El Gobierno de China publica continuamente “libros blancos”. 

Cada uno está dedicado a un tema específico: el desarrollo de África, las emisiones de dióxido de carbono, los derechos de los capacitados, la pandemia, la defensa militar.


Hay más de un libro blanco dedicado a América Latina, les cuento. No sé cuántos argentinos los habrán leído.


Los libros blancos son informes desde el punto de vista del Gobierno.

Es lo que hacía Fidel Castro en sus largos discursos y lo que hacía Chávez en televisión.

Materializan la función didáctica e informativa que debe cumplir el Gobierno.




Sin un cuerpo de estudios sociológicos sólidos, puedo ofrecer mi sensación: 19 de cada 20 argentinos que se ocupan del tema de China, China no les importa.

Es la misma proporción que entre la población argentina en general.

Pero entonces, ¿por qué trabajan con China?

Algunos, porque les toca en su trabajo.

La mayoría, por oportunismo.

Algunos porque observan que China va a ser el nuevo patrón de la vereda y se ponen en la fila primeros para congraciarse.

China no es un país preferido porque Europa tiene más encanto (a algunos les alegraría mucho más que su hija le presentara a un novio suizo que un pretendiente chino).

Estados Unidos resulta más apasionante, con su exitismo y espectacularidad.

Además, los argentinos estamos llenos de prejuicios contra los chinos. 

Los consideramos mentirosos, sucios, aprovechadores, indiferentes ante la Argentina. 

Sobre todo, no los preferimos porque son extraños. 

No los entendemos. 

No los entendemos por el idioma y porque no los conocemos.

Especialmente en esta época en que Estados Unidos le ha declarado la guerra simbólica a China, cómo ha hecho otras veces, los chinos no nos resultan deseables. 

No queremos ser China. Queremos ser Finlandia, pero no queremos ser China 

En orden de preferencia, tenemos a los europeos y los norteamericanos al tope del ranking, tenemos una cantidad de países afuera del ranking, y en el fondo del ranking están los países limítrofes mezclados con China.




Ahora bien, hay algunas personas que le encuentran un gusto especial a China.

Algunos de los que hacen contacto con China por oportunistas, terminan comprendiendo el valor de China.

Con Néstor Restivo nos metimos con China por culpa de Camilo Sánchez, que es uno de los argentinos a los que China le toca la última cuerda del fondo del alma. 

Camilo hace contacto con la maravilla profunda de China 

Le gusta China por su pensamiento y su sabiduría.

Por la capacidad de ingeniería social y el humanismo de los chinos, que les permitió la proeza de sacar 800 millones de personas de la pobreza y acabar con la indigencia.

Por su multiplicidad de portentos, desde la muralla inconcebible, hasta el ejército de terracota enterrado ah (vaya a saber cuántos otros milagros hay enterrados bajo el suelo de China).

Por el mundo del siglo XXV reflejado en las aguas del río Pudong, que atraviesa Shanghái.

Por el rover que en este momento está recorriendo la superficie de Marte, fruto de una carrera espacial que empezó 60 años después que la norteamericana y la soviética.

Y por la caligrafía divina, la poesía divina, la destreza divina de los dedos de los chinos.

Esa es una China eterna, esencial, diríamos.

Otros argentinos quedan prendados de China cuando tratan íntimamente con los chinos. Muchos de ustedes lo saben: son amigos que saben entregar el alma. No hay cómo resistirse a esa amistad.



Hemos insistido en que para los argentinos, más allá de que nos gusten o no nos gusten los chinos, más allá de que consideremos que están plantando un mundo mejor para nosotros o que son una amenaza, conocerlos es una cuestión de soberanía. 

Insistimos en que la soberanía se juega tanto en la deuda externa, como en las Malvinas, como en el conocimiento de China.

Uno de los hombres que más sabe sobre China en América Latina es Enrique Dussel Peters. Ha conducido un trabajo sobre las inversiones china en nuestra región y ha demostrado que la última década de la gigantesca inversión que ha hecho China en Latinoamérica, la mayor parte está destinada a la energía.

¿No les parece llamativo? 

Comprendemos perfectamente que hayan invertido en infraestructura para poder transportar las riquezas naturales que nos compran, pero ¿por qué la mayor inversión es en energía?

¿Ustedes creen que es simplemente la demanda y oferta del libre mercado?

¿China pondría sus inversiones en América Latina en las manos de un libre mercado? 

¿No deberíamos pensar que esa apuesta de instalar capacidad energética obedece a un plan? ¿Y cuál es ese plan? 

El común de los latinoamericanos no tenemos la menor idea.

¿No es formidable esa ignorancia? 

Los chinos nos quieren desarrollados, para eso está la energía. ¿Para qué nos quieren desarrollados?

Y además, ¿esto es un secreto de China o simplemente es que no nos enteramos porque TN, Infobae, La Nación ni Radio Mitre lo informan?

Es formidable que Argentina sea presidente de la Cela, pero ¿qué diálogo tienen los países de la Celac? 

¿Qué diálogo tienen sobre China? 

¿Y qué diálogo tiene en conjunto la Celac con China?



Occidente se viene abajo. La pandemia lo ha demostrado de una forma cruda. 

Mientras tanto, China emerge. 

¿Sabían que están fabricando un sol artificial como fuente de energía? Bueno, ese tipo de cosas son las que están pasando con China.

Esa China que se está transformando en un polo mundial, ¿es salida al desastre actual de Occidente?

¿Es un modelo alternativo que debemos copiar?

¿Extenderá su modo de hacer las cosas al resto del planeta, a la Argentina?

¿Es una amenaza? ¿Nos dominará y saqueará?

Insisto: los medios argentinos no ponen a los periodistas que trabajan en ellos a responder estas preguntas.



Primero, necesitamos conocer a China porque China tiene cosas que podemos aprender directamente. 

Ya lo hizo Europa en los siglos XIII, XIV, XV, y con cuatro inventos chinos revolucionó su mundo.

Luego, tenemos que conocer a China, porque conocerla suscita ideas, que de otra manera no aparecerían. Es lo que sucede cuando se observa una realidad de alto contraste respecto de la nuestra.

Tercero, necesitamos conocer a China, finalmente porque nos hace de reflejo. En China, observamos variantes de nuestros procesos, y eso nos permite pensarlos desde otra óptica.




Para conocer a China, las fuentes de información occidentales ya no son confiables. Se han transformado en una cadena de enorme homogeneidad que solamente amplifica el mensaje del Departamento de Estado norteamericano.

China como fuente de información es complicada, porque los medios chinos, también en cadena, solamente informan dentro del paradigma de comunicación socialista, con el que es muy difícil dialogar.

Nos queda el camino propio, conocer por nuestros propios medios. 

Mirar a China con nuestros ojos. 

Eso es lo que intentamos hacer Néstor Restivo y yo —no necesita hacerlo Eva, que tiene ojos chinos.

En fin, entre Néstor, Eva y yo, hemos sentido la necesidad de hacer el mínimo aporte de contarle a los argentinos lo que vemos de China. 

Parte de nuestro trabajo está en este libro.






martes, 14 de junio de 2022

Nosotros

 Pensar en MI libertad —contra los demás.

Pensar en MIS derechos —los otros que velen por los suyos.

Pensar en MI propiedad privada —los demás que hagan lo que quieran con la suya.

Pensar en MI espacio personal —el espacio personal de los demás es cosa de ellos.

Pensar en MI privacidad —los demás: afuera.

 

Termina mal.

 

Termina con alguien que entra en una escuela y dispara contra los chicos.

 

Si los demás fueran los suyos, fueran él mismo; si él formara con los demás un NOSOTROS, no dispararía.

 



sábado, 11 de junio de 2022

Un periodismo sin fundamento

 Los países poderosos de Occidente hacen guerras por todas partes para defender la democracia y sus derechos, como el derecho a la libertad de prensa.

Ese mundo, en bloque, castiga de manera inhumana al periodista australiano Julian Assange porque reveló información que comprometía a personas poderosas.

El silenciamiento y escarnio a Assange es ejemplar, es una lección y es una advertencia a todos los periodistas del mundo. 

Es parte de una época en que la comunicación periodística está prácticamente entera derramada en el mar de las comunicaciones virtuales, donde todo lo que se afirma, se afirma sin prueba.

El anonimato que otorga el tamaño descomunal de los mensajes emitidos y la velocidad con que las noticias se desvanecen, exime de la responsabilidad de respaldar lo que se dice.

Cualquiera dice cualquier cosa.

También exime de pruebas el fanatismo. Muchos leen sólo las noticias que coinciden con sus ideas, y porque les dan la razón, no quieren pruebas.

Tal vez los periodistas nuevos nacen a ese mar y les cueste comprender que una información no tiene valor si no tiene respaldo.

Todos los periodistas deberíamos decir sólo aquello que podemos probar.

Y mi recomendación a los lectores y público es que no escuchen lo que no es fundamentado.






miércoles, 1 de junio de 2022

Invisible

Debe haber efectos de la pandemia que vuelan entre nosotros como fantasmas de mariposas, que no vemos pero que tienen una influencia fuerte cuando se nos asientan en la espalda cuando dormimos, o en la boca cuando terminamos de comer o en el vientre cuando estamos sentados frente a la computadora. 

Roberto es mi contador desde hace muchos años. Tiene muy buena onda pero no tenemos ni un solo tema en común, ni jamás pensamos lo que pensó el otro en toda su vida y vemos las cosas de modo tan diferente que ni podemos comparar, pero ayer me sorprendió que me dijera que le pasa algo que es lo mismo que me pasa a mí tan íntimamente que no se lo dije a nadie. Ni siquiera me lo había dicho a mí, no lo sabía. 

— Ya se terminó el encierro por la pandemia —me dijo— pero yo es como que se me hizo natural quedarme adentro. Es como si me hubieran metido en una celda y ahora está la puerta abierta, pero la celda es mi casa.