martes, 30 de abril de 2019

Súbete a mi barco, vida mía


“Dejame invitarte a mi libertad”, dice la francesa Zaz.
Es un poquito sobrebio, ¿no?
Soberbia de joven; puede decirlo así, tan suelta de cuerpo, porque son sus padres los que pagan su libertad. Es más, son los negritos del hambre en África, las mujeres destrozadas en México, la gente humillada en Venezuela los que pagan pòr su libertad.
Sin embargo, la declaración de Zaz también nutre la vocación por la justicia. ¿Quién dice que ella no está dispuesta a pagar por su libertad?

Yo pago mi libertad con el achicamiento de mi deseo de una vida material hasta lo ridículo, con la resignación del éxito social y con la marginalidad.
— ¿Por qué estás acá? —me preguntó una amiga con quien éramos uno cuando chicos, al entrar en mi departamento— ¿Por qué vivís como un perdedor?
No me lo dijo para agredirme, sino por amor. Le dolió el estado en que vivo.
— Pago mi libertad. Así puedo vivjar a China todos los años.
— ¿No te estás justificando? Yo puedo viajar a China también, todos los años, y vivo como la gente.
— Hago lo que quiero. No me someto a una tarjeta de plástico colgada de un precinto del pantalón.
— Yo también hago lo que quiero, y no tengo ninguna tarjeta de plástico.
En fin, jaque mate. Pero bueno, no es mentira que trato de hacer lo que quiero.

Invito a algunas personas a mi libertad.
Podemos hacer cualquier cosa, uno a uno o en grupo.
Podemos cocinar, decirnos secretos, jugar a las escondidas, leer, mostrarnos rincones mágicos de la ciudad, salir a caminar, hacer gimnasia juntos, ir a escuchar a un rabino que descubrimos que es un sabio, sacar fotos, cantar, hacer un fuego, invertir dinero, aconsejarnos con la ropa, jugar a un juego de roles, andar en bicicleta, etcétera.





lunes, 29 de abril de 2019

Carta Política del Día - El indio



Hace dos años hubo un evento ecologista en un salón de la Reserva Costanera Sur. Todos los que fueron eran directivos de fundaciones ecologistas y funcionarios de Nación y Ciudad del área de medioambiente.
En una conversación, cinco personas estaban hablando de Bolivia. Cada tanto decían "el indio" con repugnancia, con un desprecio tan violento como penoso.
Se referían a Evo Morales.
Algunos tienen poder de decisión, otros poder de comunicación y de reflexión. Éstos últimos tienen la obligación de entender ese odio a los indios, los negros, los pobres y los peronistas.
El asco contra Evo es parte de ese odio. Hay que agregar a los bolivianos a esa lista y entender que una de las claves del éxito del liderazgo de Evo es que hasta el último boliviano entiende que su mensaje es "yo podría estar donde estás vos, vos podrías estar donde estoy yo".
A las personas que decían "el indio" en la Reserva Costanera Sur les resulta insoportable que Bolivia, que estaba lastrada por la miseria, y por la discriminación social y racial contra los indígenas, con el gobierno de un indio semianalfabeto haya registrado un crecimiento sin precedentes, que ha cimentado la reducción de la pobreza y la mejoría de los que estaban más postergados.
En Argentina, hemos conseguido la formidable situación de usar el gas, comprar carne y hasta leche, con angustia.



sábado, 27 de abril de 2019

Entre nosotros



Si meto el celular en una cajita, en silencio, sin vibrador, y lo dejos tres minutos allí, puedo pensar.
Voy a comprender que me algo me está faltando hacer con este amigo que es un poco impresentable, con aquel tío ya viejo, siempre medio gorila, con esta amiga tan mamá de sus pitufos.
Con los tres estamos conectados por en Facebook, también participamos en algún grupo de WhatsApp, pero la verdad es que nos vemos menos que las ganas que tenemos de vernos.
Unas ganas que están por allá abajo, como las velitas esas que no se apagan, que le ponen a los santos.
Nos decimos que estamos tan ocupados.
Y es verdad.
Pero tenemos cosas para contarnos, y esas cosas no terminan de aparecer en los mensajitos. Ni siquiera pueden brotar hablando por teléfono.
Tenemos expresiones, miradas que mirarnos.
Hay cosas que sólo salen con el rato de estar juntos, físicamente juntos.

Algunas de esas cosas, que son las que hacen la relación de tenemos, cosas que nos nutren, nos cambian la opinión, nos hacen ver esto o aquello; algunas de esas cosas se van a pasar si no nos la decimos en el momento, o poco después, y cuando al fin nos veamos ya no habrá quedado nada de ellas.
Cosas para decirnos, y también tenemos comidas que nos debemos cocinarnos.
Tenemos una casa en Los Nonos para estar un verano. En el mar, en el delta del Tigre. Y pasan las vacaciones, una, otra, y no vamos y no estamos unos días, como era antes.
Tenemos libros para contarnos, bandas y canciones para hacernos escuchar. Tenemos callecitas, parques, noches que nos esperan para caminar, nada más que por caminar.
Y a lo mejor ya ni se nos ocurre llamarnos, “che, ¿nos vemos?”, porque ¿quién tiene a esta altura un rato libre? Ya no nos hacemos aquella pregunta “¿estás al pedo?”, ya no estamos jamás al pedo.
Y la vida nos lleva uno para acá, el otro para allá, cada vez más lejos. Como dos arroyos que corren juntos, pero un día uno va para abajo y el otro gira hacia afuera y se van perdiendo.
Crecen los chicos y cuando los vemos no podemos creer lo grandes que están.
Perdemos el cotidiano.
Después perdemos el hilo.
Al fin, mi amiga es la de siempre, pero perdí de vista el panorama de su vida.
“¿Qué es de tu vida?”, le preguntaré cuando la vea, y sentiré una amargura, porque esa pregunta se la hago a conocidos, no a los amigos. Con los amigos se habla de otra cosa, no se habla de “qué es de tu vida”, porque ya lo sabés, y estás medio adentro de su vida. No le preguntás por sus hijos, porque el domingo los tuviste toda la tarde, no le preguntás por su trabajo, porque esta mañana te contó para decirte que no aguanta más a ese compañero que es un pesado.
Y en fin, ya no es posible recuperar los años. Se va perdiendo la vida.

Y sin embargo, aún está aquella sensación de que tenemos algo para hacer.
Si pudiéramos volver al día siguiente de cuando empezamos a dejar de vernos, tendríamos algo fresco pendiente, algo para hacer ya.
Algo que nos quedaría pendiente para siempre si estuviéramos muertos y girando lentamente en la eternidad.

Pero estamos vivos. Menos lozanos, medio resignados, menos explosivos, con el deseo un poco distraído, pero vos ahí y yo acá.
Aún podemos hacerlo.
Nada más tenemos que caminar un rato, sentarnos en el banco de la pequeña placita sin sol, pasar por el viejo andén de la estación de tren, y descubrir qué tenemos para hacer.
Porque a lo mejor tanto demoramos el encuentro porque algo dentro de nosotros nos decía “no lo veas aún, tengo miedo”.
Quizás nos da miedo ese algo que está pendiente entre nosotros, tío, amigo impresentable, amiga tan linda, con tus críos agarrado uno a tu cuello, el otro atrapándote la pierna.
Quizás es eso lo que un día nos llevó lejos del otro.

Y entonces tenemos que descubrir qué es.
Descubrir qué es lo que tenemos para hacer.
Quizás es decirnos unas palabras.
O darnos un abrazo.
O decirnos que no queremos ser ni amigos ni nada.
O bailar.
O aconsejarnos cómo vestirnos.
O regalarnos algo.
O nada más estar.

Pero no quiero que esto quede en el lirismo, así, un poco sentimental, un poco realista.
Estoy pidiéndole a mis amigos que descubramos qué tenemos para hacer.
No en abstracto, no “dos amigos”, “un tío y un sobrino”, “dos humanos”, no: vos, vos-vos y yo.
Descubrirlo del mismo modo en que se resuelve un acertijo.
Como buscar un tesoro y encontrarlo.
Descubrirlo y hacerlo.
Después, Bueno, después ya se verá.
Siempre la vida es ahora.

Bueno, permiso, voy a sacar el celular de la cajita.





martes, 23 de abril de 2019

Ducha



Mis abuelos vivían en el campo. No eran ricos. Tuvieron quince hijos. Los más grandes tuvieron que trabajar desde chicos. Sólo los últimos cuatro pudieron terminar la escuela primaria.
Mi abuela entendía que querer a sus hijos era consentirlos.
Quizás se daba el gusto de consentirlos en todo.
Eso es lo que debe haber aprendido mi madre, porque me crió consintiéndome.
Las obligaciones, la disciplina, venían después del consentimiento.
La idea del sacrificio la mantenía muy lejos de mí.
Me protegía del tímido disciplinamiento que intentaba mi padre.
Nunca salí de ese corralito. No he hecho en mi vida otra cosa que consentirme.
Hace un tiempo un tipo me enseñó que es muy bueno darse una ducha helada después de la ducha caliente.
La primera vez que lo hice casi me muero. No aguantaba.
Ahora lo hago. Es algo que es completamente ajeno a mi crianza.
Mi madre está absolutamente ausente de ese momento.


lunes, 22 de abril de 2019

Los libros, las alpargatas, la Martha Argetich y su Juan Perón



La nena sabe que necesita estudiar fuera del país. Ha elegido, incluso, a quien deberá ser su maestro: Friedrich Gulda. ¿Cómo llegar a él? La familia no tiene muchos recursos. El padre es un contador, la madre una taquígrafa. El dinero alcanza para vivir, para ir al cine, para que nada falte en la mesa, pero no para viajar a Viena. Corre el año 1954. La suerte golpea a la puerta de la nena: el intendente de Buenos Aires, de apellido Sabaté, la ha escuchado tocar y la admira. Le promete y le consigue una cita con el Presidente de la República, el general Perón. La madre acompaña a la nena. Las dos, ahora, están frente a Perón, que ese día se ve distendido y de abierto buen humor. La nena le cae bien al general. ¿Así que ya tocaste en el Colón? Sí, el Concierto de Schumann. Mirá vos, tan chiquita y ya tocaste en el Colón. La madre de la nena, que se llama Juana, le sugiere al general que –de producirse alguna ayuda económica para sus estudios– la nena podría dar un concierto en la UES. “O donde usted lo considere adecuado.” El general sonríe con su célebre sonrisa. “Pero no, señora. La nena está para otras cosas.” Se inclina sobre ella y le dice: “Decime, Ñatita”. A la nena, jamás, nadie le había dicho “ñatita”. Acaso se pregunte si es o no “ñatita” ya que sabe mirarse al espejo y nunca advirtió poseer una nariz pequeña. Pero ahora ese señor tan importante le ha dicho “ñatita”. “Decime, Ñatita”, le dice, “¿a dónde querés ir vos?” La nena, ahora la Ñatita, le dice: “A Viena”. “Yo no era muy peronista –recordará después–. Siempre andaba pegando por todas partes unos papelitos que decían Balbín-Frondizi.” La madre sugiere que Estados Unidos es mejor. Pero la nena insiste: a Viena. “A él le gustó que no quisiera ir a Estados Unidos”, recordará también la nena. La madre, tal vez aún insegura, insiste con lo del concierto en la UES. “Parece que yo debo haber puesto mala cara –recordará otra vez la nena–. Una cara bastante reveladora de que la idea no me gustaba porque Perón le empezó a seguir la corriente a mamá, diciéndole ‘por supuesto, señora, vamos a organizarlo’, mientras me guiñaba un ojo y, por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no. El la estaba cargando a mamá y a mí me tranquilizaba. Se dio cuenta de que yo no quería. Fantástico, ¿no? Y le dio un trabajo a mi papá. Lo nombró agregado económico en Viena. Y a mamá le dijo que le parecía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz y le consiguió otro puesto en la embajada”. Esto lo escribió José Pablo Feinman en Página 12, aclarando que tomó la anécdota, contada en primera persona por Martha Argerich, de la Revista Clásica, No 133, Buenos Aires, 1999. 


sábado, 20 de abril de 2019

Carta Política del Día - Snowden, desde la colonia




Edward Snowden tiene 35 años. ¿Tenemos en foco al personaje?

Hace cinco años, luego de descollar como hacker en la CIA y en la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos le explicó a la prensa cómo su Gobierno vigila a través de la telefonía y de internet a cada norteamericano y a gente de toda Europa y América Latina.
Desde entonces está refugiado en Rusia.

“El terrorismo es nada más que una excusa. De lo que realmente se trata es del control económico y social”, le hace decir Oliver Stone en el thriller que se puede ver en Netflix.

¿Qué? ¿No sabíamos que nos vigilan, que registran cada palabra, video, audio, foto que mandamos por correo electrónico, por Whatsapp, Facebook, Instagram, en un comentario en cualquier página, o que pondemos en cualquier buscador, subimos en un blog, lo que sea?
El caso fue especialmente escandaloso en Estados Unidos donde el fetiche del derecho individual es sagrado.
En las colonias asumimos un poco más frontalmente que somos colonizados.
Incluso nos indigna pero tampoco nos sorprende que los imperios no sólo nos espíen sino que tengan dispositivos para producir apagones masivos. Eso reveló Snowden también, seis años antes de los apagones en Venezuela.

En la coyuntura argentina, el tema está caliente por el caso D’Alessio y sus ramificaciones, que llegan más y más lejos cada día que el juez Ramos Padilla da un paso en la investigación. Aquella información, “privada”, como la que el Gobierno de Estados Unidos espía ilegalmente es la que vienen usando funcionarios y políticos para incriminar a otros.

En otra escala y menos cibernético, tenemos a Iósi, el espía de la Policía Federal que infiltró a la comunidad judía desde fines de los 80 y durante toda la década de los 90. Arrepentido, también buscó periodistas —en su caso a Miriam Lewin y Horacio Lutzky— para revelarles todo.

Los periodistas a los que recurrió Snowden, Ewen MacAskill y Alan Rusbridger, fueron entrevistados por Pedro Brieger en 2015 en un especial para analizar “El mundo después de Snowden”. Lujos que se daba la TV Pública en épocas de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.

La cuestión no es sólo la violación del derecho a preservar la intimidad de los ciudadanos, las empresas, las asociaciones civiles, los gobiernos, sino la concentración del poder en el contubernio del Estado y las grandes compañías que controlan las comunicaciones.
Lo que el caso Snowden pone sobre el tapete (sea la que fuere la motivación del muchacho para hacer lo que hizo), es que no hay lugar para voces que contribuyan a la creación de otro sentido común.

En aquel 2015 CFK se reunió con Snowden en Rusia, según informó el Buenos Aires Herald, alertado de la reunión por Anthony Romero, director ejecutivo de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU).

A principios de abril, poco antes del viaje, había trascendido que el Reino Unido realizó una fuerte actividad de espionaje sobre Argentina, con el pretexto de prever que nuestro país volviera a intentar la recuperación de las Malvinas.
La Nación informó que documentos filtrados por Snowden demostraban que el país europeo identificaba a aquel gobierno peronista con Irán.

En julio de 2013, Francia, Portugal, Italia y España negaron el aterrizaje del avión del presidente boliviano Evo Morales, que volaba desde Moscú hacia La Paz, por sospechar que Snowden viajaba a bordo.

¿Y China? Los Estados Unidos de Donald Trump, donde Snowden probó que las agencias de espionaje sobre ajenos y propios trabajaron articuladas con YouTube, Verizon, Google, Skype, Microsoft, Yahoo, acusan al “régimen” comunista de espiar a todos el mundo a través de sus empresas de comunicación, básicamente Huawei.

De paso, acusan a CFK de permitirle China, como resultado de negociados, poner en Neuquén una base de espionaje.

En enero de este año, el New York Times decía que el Gobierno norteamericano “sostiene que el mundo está embarcado en una nueva carrera de armamentos —que involucra a la tecnología en lugar de las armas convencionales, pero que representa un gran peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. En una época en la que las armas más poderosas, además de las armas nucleares, están controladas desde el ciberespacio, el país que domine la 5G obtendrá una ventaja económica, de inteligencia y militar durante gran parte de este siglo.

Esta aclaración fue ofrecida a propósito de la difusión de países a los que Estados Unidos estaría presionando para que no contraten a la china Huawei, de la que se teme que vaya a controlar gran parte del mercado mundial del 5G.

Escenario abierto, también este, para las elecciones presidenciales de resultado desconcertantemente impredecible. Los Kirchner no se reprimieron a la hora de hacer negocios con China. En sus mandatos la relación se consolidó y se estableció como “alianza estratégica”. Una continuación del gobierno de Mauricio Macri garantizaría el bloqueo a Huawei, pero un eventual triunfo de CFK podría significar un contrato con Huawei para la instalación de redes 5G.







viernes, 19 de abril de 2019

Una pedagogía primitiva





¿Quién dice que alguien está capacitado para enseñar?

El Estado, a través de su ministerio de Educación, que se fundamenta en los pedagogos. Estos son quienes disponen de largas tradiciones, o sea que concentran lo que han investigado, probado, aplicado miles de pedagogos durante siglos, sobre las mejores maneras de capacitar a quienes tienen la función de enseñar.
Por tanto, son quienes diseñan, implementan y supervisan los modos de certificar si alguien está o no capacitado para enseñar.

Claro que el Estado es un aparato de democracia cuestionable, desde que es la organización de los sectores dominantes para ejercer su hegemonía sobre toda la sociedad.

Es cierto que esta situación no es estática, y que el Estado es también escenario de la lucha de clases. Pero en nuestra sociedad los poderosos van ganando por goleada, y usan al Estado en beneficio de sus intereses de un modo calamitoso.

Es así que al Estado no le gusta que haya gente que enseñe sin que el Estado haya certificado su capacidad.

Así las cosas, la educación no controlada por el Estado puede no obedecer a los intereses de los sectores hegemónicos, pero también puede no beneficiarse de los pedagogos y otros recursos del Estado.

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Daniel practicó Yoga muchos años y ahora es instructor.

Marta enseña Acupuntura.

Claudia enseña Tai Chi.

Alfredo enseña a preparar Flores de Bach.

Camila da clases de Qigong.

Sebastián da un curso de Masaje Tailandés.

¿Cómo aprendieron a enseñar esas disciplinas?

Los pedagogos oficiales se espantan cuando comprueban el modo en que los maestros de Daniel, Marta, etc., les enseñaron a enseñar.

¿Manifiestan Claudia, Alfredo, etc., sus inquietudes respecto a su formación como educadores?
Quizás sí, quizás no, y quizás no porque: 1) para ellos el Tai Chi, las Flores de Bach, etc., hacen muy bien, y por tanto desean promoverlas, 2) no hay capacitación oficial para formadores y 3) la actividad es parte de la fórmula de sus ingresos.

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En fin, nada más esta consideración.

Creo que Camila, Sebastián, etc., deberían tener en cuenta esto, tanto como es mejor que los pedagogos oficiales comprendan que están metidos en una lucha y que son empleados por el que va ganando, o sea, que explota al resto de la sociedad.

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En lo práctico y en lo personal, la forma en que han intentado enseñarme Qigong, Masaje tailandés, etc., no me ha ayudado mucho a aprender. Mis instructores eran practicantes avezados, pero no eran tan buenos enseñando.

Por ejemplo, me daban más instrucciones de las que podía absorber mi mente.

Me llenaban de información que no tenía ninguna utilidad para lo que me estaban enseñando, incluida una alta dosis de verdades muy sabias y misteriosas, del tipo "el sol alinea la energía".

A veces no comprendían mis tiempos.

Algunos eran autoritarios.

Otros no daban lugar a que yo preguntara, o respondían muy mal mis preguntas, con respuestas mal fundamentadas, o inventadas en el momento, o que yo debía aceptar sólo porque ellos mis instructores.

He sentido que algunos de los que me han tocado —sólo algunos, no todos, ni la mayoría—, no teniendo una tradición pedagógica firme para la capacitación de formadores, pero debiendo presentarse como tales, apelaron a lo que tenían a mano, básicamente las creencias que se adquieren en la escuela primaria o secundaria sobre cómo es ser maestro.

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No quiero despotricar contra ninguno de mis instructores, sólo deseo dar mi parecer de que en toda situación de aprender algo podemos retroceder a la pedagogía más básica, que resulta más sana que la forzada pretensión de ser algo que no se es.

Esa pedagogía primitiva es la pura imitación.

Me lo enseñó Daniel Vera, que es un formidable maestro de Kung Fu.

Es: "mirame y hacé lo mismo".

Con el tiempo, el maestro puede corregir esto o aquello.

Con el tiempo. Porque ¿qué apuro hay?

Más importante que el alumno haga todo perfecto es que haga suyo. Ya habrá tiempo de perfeccionar.

Y con el tiempo, recibir las preguntas. Si se sabe una respuesta, se responde, y si no, se busca una respuesta junto al alumno. ¿Cuál es la necesidad de ser el maestro que lo sabe todo?

Es más, ¿cuál es la necesidad de la autoridad?

El maestro es alguien que está enseñando lo que hace. Debe hacerlo de modo que los alumnos pueden imitarlo y hacer suyo el ejercicio.

Lo demás responde a otros objetivos diferentes del aprendizaje por parte del alumno.





jueves, 18 de abril de 2019

Motociclista japonés

Un japonés sacado se dió una hostia con la moto. A lo fiero que era le agregó un ojo siempre abierto, un cachete triturado, pozos y tajos. Podía hacer una infinidad de cosas con sus cicatrices, desde ignorarlas (difícil) o avergonzarse, hasta asumirlas invistiéndose de ellas, que es lo que hizo. Pasó interminables horas frente al espejo, hasta que las cicatrices fueron parte de él hasta que él perteneció a las cicatrices, hasta que él fue esas cicatrices feroces. Después de todo, era un japonés sacado.

jueves, 4 de abril de 2019

Duelo con El libro tibetano de los muertos



Mi mamá se va yendo de a poco, lentamente. No sabe que está muerta. A veces entra en letargos, los que cada vez son más largos. A veces despierta. A veces se aleja mucho, a veces vuelve. A veces está dulce, amable, plácida, a veces está furiosa. En total, está perdida. En tinieblas.
Todo el tiempo me viene a la cabeza El libro tibetano de los muertos. Es una guía, en forma de una larga oración, para que los vivos conduzcan a los muertos los primeros tiempos después de la muerte, hacia la luz.
Lo prioritario es convencer al muerto, con paciente amor, de que ya no está vivo. Diciéndole que eso no es malo, que es una instancia superior.
Quienes escribieron ese libro a lo largo de muchas generaciones, fueron gente que había ganado un poder inconmensurable en la meditación. Nuestra sociedad no tiene recursos para comprender ese poder. Ellos pudieron observar qué había más allá del momento de la muerte, estudiarlo en grupo, aprender, comprender. Como resultado, la guía es precisa, basada en el conocimiento de las sucesivas situaciones con las que se va encontrando el muerto. El libro va anticipando esas situaciones y aconsejando al muerto qué debe hacer. Es a la vez algo muy delirante y muy pragmático. No hay reflexión, sólo imágenes, información e indicaciones.
Está claro que lo que siento de mi mamá ahora está formateado por la lectura de El libro tibetano de los muertos. Es así como funciona, todo lo que nos pasa está formateado.
Lo que no significa que quedemos necesariamente presos del formato. No podemos existir sin una matriz, pero una vez nacidos, hacemos de nosotros lo que decidimos u omitimos decidir —y entonces dejamos que otros hagan de nosotros lo que quieran.
Yo soy muy maleable, las decisiones mías o de otros me marcan demasiado. Un día puedo ser algo y al día siguiente otra cosa. Mi mamá tenía 22 años cuando nací. Era una piba, a esa edad, hecha de plastilina. Esa fue mi matriz. Creció conmigo. Se fue formando mientras yo me fui formando. Y me veía como a un líder. Me admiraba, le gustaba seguir mis consejos.
Mucha gente se siente atraída por El libro tibetano de los muertos, en parte por el extraño culto que se le ha hecho, en parte porque intuyen que el libro posee algo muy importante que uno adquiere al leerlo. Pero fue escrito en un contexto tan diferente, que es casi imposible sostener su lectura. Es insoportablemente repetitivo y las ediciones que nos llegan tienen un lenguaje artificioso que impide llegar al corazón de lo que dice.
El año que viene encararemos con Camilo una versión para que los interesados puedan acceder más fácilmente a su lectura.



martes, 2 de abril de 2019

Malvinas, un extremo de la Patria

La Patria es una entelequia perversa fabricada para que un conjunto de sociedades esparcidas por un territorio sientan una pertenencia común.
Se trata de una pertenencia ineludible, que otorga entidad, hace ser.
Una trama de poderosos parasita esa máquina llamada Patria y la alimenta de fanatismo para que el grueso de la población de la vida por ella.
Esos parásitos producen guerras que los benefician grandemente. Ni siquiera tienen que pagarle a los soldados para que vayan a matar y dejarse matar sin más beneficio que someterse a una ficción.
Los parásitos, en cambio, se benefician de muchas maneras. Ganan muchísimo con las guerras.
Malvinas fue un enorme episodio de la dictadura militar. Los chicos que fueron mandados a masacrar son víctimas de aquella dictadura inmunda, cuya peste diabólica sigue viva, enardecida desde el 2015.