viernes, 26 de julio de 2024

Quien llora

Porque se ha hecho grande. 

O porque está tomando unas pastillas. 

O porque no habla con nadie. 

O porque las cosas están mal en el país —ve una mujer y un hombre durmiendo en la vereda, con el frío que hace.

O vaya a saber por qué, en cualquier momento le sobreviene un llanto.

Quisiera hacer ruido, pero llora en silencio. 

Tal vez se mira las manos, o no mira nada. 

Llora. Sabe que no hay solución.




No sabe que en otro lugar de la ciudad hay otra persona que porque se ha hecho grande, o porque está tomando una pastilla.

O porque no habla con nadie o porque las cosas están muy mal en el país y vio una mujer y un hombre durmiendo en una vereda con el frío que hace. 

O vaya a saber por qué, en cualquier momento le sobreviene un llanto.

Quisiera escucharse llorar pero llora en silencio, tal vez mirándose las manos o no mirando nada, sabiendo que no hay solución. 


sábado, 20 de julio de 2024

Amanecer

A veces voy a algún lugar a pasar el amanecer.

Cosas que hago cuando viajo y me olvido de visitar las postales.

Una vez fui a un puerto de Estambul, de donde salía el ferry al barrio de Kadiköy. Me senté en un banco cuando aún era de noche. 

No hice nada. Ni leí, ni escuché música, ni un podcast, ni escribí. Sólo me senté en medio del amanecer que ocurría a mi alrededor.

En un banco al lado mío dormían dos adolescentes, uno más grande, otro más chico, envueltos en abrigos.

Fueron llegando pasajeros. Gente que entraba a trabajar muy temprano. Primero eran unos pocos, luego a cada ferry subían más.

Un kiosco abrió —el kiosquero levantó la cortina de metal, encendió las luces, puso música. Al rato comenzó a salir un humo casi imperceptible de una chimenea pequeña.

El agua aún estaba negra, pero arriba, en el cielo, de a poco, sin que uno se diera cuenta, iba disolviéndose la oscuridad.

Cuando estuvo más claro, las palomas se largaron a volar.

Un rato después, ya el cielo tenía claridad y las cosas se hicieron grises y comenzaron a verse sus detalles.

Ya subía una muchedumbre a los ferries que llegaban, haciendo su escándalo de agua.

Ya el kiosco tenía tres clientes. 

De repente, el cielo había perdido todo color, con una última estrella que no se quería ir —como yo no me quería ir. 

Pero entonces ya era de día. El amanecer había terminado.

Como si yo me hubiera quedado dormido sin darme cuenta y me hubiera despertado, el día era tan normal, era tan natural que fuera de día, que yo no podía recordar cómo era cuando todo aún era de noche.

Debí haber tomado una foto para luego recordar, pero quizás esa sensación de que algo que sucedió ya no volverá nunca es necesaria para que uno pueda tener intimidad, con un lugar, con un momento, con uno mismo.

La intimidad se hace importante cuando todo está a la vista.

Me levanté —bastante duro— del banco y volví caminando al hostel. Me acosté entre dos chinos, un turco que roncaba y tres gringas, y me quedé dormido.





Economía

Un líder que entienda bien la economía diría esto:


El pensamiento es puro valor agregado.

¿Qué es la ética?

 Si es mayor que vos le das el asiento.

Nada más.

miércoles, 17 de julio de 2024

Sin chicos

La infancia, las infancias, los chicos, no son un tema del actual Gobierno argentino —es generalizado. 

No existe ninguna imagen de los gobernantes relacionada con chicos. 

Los chicos han desaparecido. 

Sólo hay carcamanes y adultos grandes, furiosos, amargos, ricos, gente del poder. 

En vez de hijos, el presidente exhibe perros. Amo los perros y cualquier político barato puede sacarse una foto barata con cualquier pibe para buscar impacto demagógico, pero acá hay más. 

Cuando hay amor por la gente que se representa, inevitablemente aparecen los pibes. Acá no hay una pizca de consideración por la gente. Sólo hay una orgía helada, de poder y violencia.




Entre extranjeros

 Yo tenía 13 años cuando empezó la dictadura de Videla. Empecé la secundaria, la edad de salir de la familia a la sociedad, cuando empezó la dictadura. A mucha gente le salía el Hitler que tenían atado adentro. La regente de la escuela a la que yo iba nos tenía 20 minutos formados a las siete de la mañana en el patio a la intemperie, con dos o tres grados en invierno, en silencio total. Nuestros cuerpos se helaban, tiritábamos incontrolablemente, los pies como hielos. Ella caminaba entre las filas con una regla gigante de las de pizarrón, y si alguien se movía, le pegaba un reglazo. Alguien, de 15, 13 años. Era feliz, ella y las demás “autoridades” que asistían al espectáculo, porque al fin podían hacer lo que querían: actuar violentamente con perfecta impunidad.

En los años siguientes, mientras vivimos abusados en nuestro cotidiano por todos los que sentían que el abuso estaba legitimado, un placero o un tío, una empleada del Registro Civil, un portero, nos enterábamos de que los militares habían asesinado una familia entera en una casa de la calle Corrientes, de que había cárceles clandestinas, de que las torturas y los asesinatos se habían vuelto parte de lo que hacía el Gobierno.

Todo eso se me hizo carne. Todo eso me hizo. Soy lo que esa dictadura nauseabunda hizo de mí.

Le transmití esto como historia genética a mis hijos. La historia la conocen más o menos, pero sí tienen la alerta, el sentido de la justicia, el sentido del abuso. En cambio, escucho a muchas personas que parecen no tener ese registro profundo de la dictadura, parecen no haberla vivido, el miedo en el hígado, y que por eso aprueban este Gobierno nazi que tenemos ahora.

Ante esas personas siento, desconcertado como en un sueño, que estoy en otro país, poblado de personas que vinieron de afuera, que habla y decide sin saber lo que pasó en esta tierra.

Pero es peor. Esas personas son básicamente las que aprobaban a la regente que se daba el orgasmo de hacer un campo de concentración con adolescentes. Quieren que el presidente baje la imputabilidad a los 13 años porque odian a los negros y a los chicos. Quieren que Milei les meta la motosierra en el culo y la encienda.


“Pobre pájaro atrapado en tus propias palabras”, le dice una bárbara a un civilizado en una obra de Alfonso Reyes. 

Hace unos días escuché a un intelectual diciendo que considera a Milei un revolucionario, porque quiere cambiar la realidad. Pobre intelectual, atrapado en una formulación lógica que no sirve para nada. Milei es el payaso puesto por las fuerzas que sólo quieren llevar las cosas a lo más revulsivo de nuestro pasado.





lunes, 15 de julio de 2024

Ángeles

Me dice Pau:

— Estoy absolutamente enamorada de mi marido. Lo admiro, me deslumbra, igual que hace veinte años, cuando lo conocí. Lo más feliz que me ocurrió en la vida es estar con él, y sufro pensando que nuestras vidas se terminarán sólo porque no seguiremos juntos, porque no estaré más con él. Lo miro, no le digo nada, pero me corre algo por dentro —y él lo sabe, y eso lo hace más hombre y le da más seguridad en sí mismo, y a su vez eso me encanta.

Sigue:

— Pero Fran también me vuelve loca. No puedo comparar. Son como dos universos distintos, que no se tocan, no tienen nada que ver uno con el otro. A Fran le doy clases y jamás nos tocamos, y nos tratamos con algo de distancia —quizás porque sabemos lo que nos pasa—, pero nos miramos, y yo lo miro y se me derriten las moléculas, y se me hacen luminosas, como si se me transformara el cuerpo en un cardumen de luciérnagas.

Al fin:

— Quiero tanto a mi marido, necesito tan desesperadamente que sea feliz, que sea el monumento humano que es. Jamás le contaría lo de Fran. Lo mataría. No entendería que lo que me pasa con Fran no disminuye ni un miligramo lo que me pasa con él, ni tampoco le suma, porque son cosas que no tienen nada que ver. A la vez, le estoy ocultando algo, y si un día me llega a preguntar si le oculto algo, voy a tener que mentirle, y no quiero mentirle. Se rompería algo entre nosotros, que también somos como dos ángeles hermanos. No sé qué hacer.



domingo, 14 de julio de 2024

Vidas en contacto

1. Yesica

Jessica, o Yesica, vaya a saber cómo se escribe, pensaba Abel. Era una piba que trabajaba en el programa de servicio social que él coordinaba. No estaba en la línea del frente, atendiendo al público, sino que era asistente en la administración. 

Era tema de comentarios lo bonita que era, y lo vanidosa, que no tenía novio y rechazaba las invitaciones con desaire. En aquella época, Abel jamás cruzó una palabra con ella.

Diez años después, le llegó a Abel un mensaje por una red social, “cómo estás?” Era su carita hermosa, un poco angelical, con un toque despiadado en la mirada.

Sin responderle, Abel comprobó que su nombre se escribía “Yesica”, y se puso a curiosear las publicaciones que ella había hecho. 

Supo que había tenido dos chiquitos, tan bonitos como ella, observó que vivía con sus padres, y tal vez con hermanos u otros parientes también, que estaban en la mayoría de las fotos. Le pareció que vivía en algún lugar del conurbano, tal vez Claypole, Lomas de Zamora o Florencio Varela. Algunas fotos eran en una pileta pelopincho, otras en una habitación iluminada escasamente por una lámpara de 60 Watts, o en un comedor pequeño, llena de cosas de colores. Había muchas paredes sin revocar, muchas personas alegres y en un video la familia festejaba algo y “Yesica” mostraba cómo bailaba cumbia con sus hijitos. 

“Menos mal que no hay una selfie en un baño”, pensó Abel.

En ninguna foto estaba con un hombre. 

“Se separó”, pensó Abel. “O tuvo los chicos de soltera”.

Y ahora estaba ese “cómo estás?” en la cajita de los mensajes personales. 

Pensó en responderle. Y pensó que si lo hacía se metería en el baile. Se verían en un bar, fernets, ir a bailar, luego a la casa de él.  Los días siguientes se escribirían, repetirían las salidas, luego más seguido, en otras partes. Se enamorarían. Se pondrían en pareja y entonces la familia de Yesica, y entonces los chicos, y en un par de meses ya hablando de vivir juntos, y en eso Yesica quedaba embarazada. 

De ahí en más, una vida con Yesica.

Y ¿quién era Yesica? ¿Qué pensaba? ¿Qué anhelos tenía? ¿Qué pensaba del momento del país? ¿Cómo se veía a sí misma? ¿Qué contradicciones tenía? ¿Qué la apasionaba? ¿Qué quería para sus hijos?

 Las fotos y las frases que había subido a la red social no revelaban nada de su pensamiento —¿los tendría?—, ni de sus sentimientos, más allá del amor a su chicos y de su aceptación de la vida en familia.

Abel no veía a Yesica, pero veía la vida de Yesica. Si le respondía, entraría en contacto con esa vida, pondría en contacto su vida con la de ella.

Quizás ella le gustaba mucho, y él a ella, pero sus vidas parecían ser incompatibles.



2. Hans

A Lily, Gao Ling, le agradaba que Hans fuera alto y que siempre sonriera. Sin embargo, su fuerte olor a hombre, sus gigantescos dientes de caballo, sus manos velludas, sus robustos huesos prominentes, su falta de armonía al moverse, le causaban una mezcla de extrañeza y rechazo. Era demasiado diferente. Era otro tipo de humano. 

Lo que fascinaba a Lily de Hans era su osadía de meterse en China dispuesto a soportar todo lo que le sucediera, dispuesto a pagar el precio que fuera necesario. La encendía la voluntad inquebrantable de Hans de instalar una escuela de violín, la inspiración que él había tenido de compartir lo que sabía hacer con los chinos y la determinación con que lo había logrado, sin amedrentarse ante los muchos obstáculos que fueron apareciendo.

Lily supo que era el hombre de su vida, no él, con su pestilencia de bestia que nadie aseaba, su barba pinchuda y sus enormes orejas de Neandertal, sino su vida. En todo caso, aunque bastante brutalmente fabricado, Hans era un producto de su vida, de su deseo de ir siempre más allá, de su intrepidez y su espíritu aventurero. 

Hiciera lo que Hans hiciera de su vida, Lily quería estar en esa vida.



3. Ziyi y su padre

Mi padre, Ng Ping-Yip nació en la provincia de Guangdong, vino de muy joven a Argentina, se casó con una nativa y se hizo un argentino más. Cuando mi hermana Anita y yo nacimos, casi no sobrevivían rasgos chinos en él y naturalmente no nos enseñó el idioma ni nos habló de su pasado en China. 

Desde que éramos adolescentes, mi hermana Anita conoce un aspecto de mí que nadie más percibe tan finamente, como si me espiara desnudo: mi neurastenia por lo perfecto, mi intolerancia ante cualquier cosa que no sea de la mejor calidad. 

Esto me hace tirano ante la realidad. Un tirano que tiene algo de oriental. De esos que si le traen una comida que no tiene el gusto apropiado, hace echar al cocinero. En mi realidad, si alguien estuvo 22 días preparando un informe y cuando me lo entrega le encuentro una sola idea que no está impecablemente formulada, le hago hacer el informe entero de nuevo. No me importa que se angustie, que llore, que tenga que quedarse a deshoras y no pueda estar con sus hijos.

Este es un rasgo que también tiene mi padre, y que también tiene Gastón, el hijo de mi hermana.

Claro que es un rasgo entre otros. Por otra parte, es un trazo que la realidad nos ha domado a los tres —básicamente, no hemos sabido crear las condiciones para estar en posición de ser tiranos.

Sin embargo, es un rasgo que no acaba de disolvérsenos.

En esto que estoy contando no me interesa ser querido, sólo necesito decir la verdad.

Cuando estoy con mi padre, choco de un modo inexorable, rey contra rey, orgullo contra orgullo. Él manda, yo mando. No acepto su autoridad sobre mí porque ya soy un rey, él no acepta la autoridad mía porque es el rey padre.

Esta es una de las razones de mi enojo por no haber sabido construir una relación con Isabel (de nuevo, hoy no me interesa ser querido, sólo necesito decir la verdad, aunque me abochorne). Yo sentía que Isabel era la mujer adecuada para mí porque satisfacía mi aspiración de pertenecer a la clase alta, lo que corresponde a mi exigencia de perfección —si estoy en esta sociedad, quiero estar en el mejor lugar.

Si yo viviera en China, claramente buscaría hacer una pareja con Ziyi porque es hermosa, aprecia lo mejor de mí y de mi vida, su padre el artista Lou Zhijie, entre los que mejor venden en el mundo, me aprecia de la misma manera; es rica, inteligente, sabe lo que quiere y, en fin, es perfecta.

El toque oriental que mencioné de mi tiranía aparece cuando pienso en cómo sería esposo de Ziyi y yerno de Lou Zhijie. Percibo que en China ser tirano no generaría ningún problema. Al contrario, hija y padre esperarían eso de mí, porque sabrían que es mi modo de buscar lo mejor.

Y eso es lo que me une a ellos. 



Esther

Estoy de duelo porque se me terminó una serie.

Larguísima, de 72 capítulos.

Debería haber una palabra para esta sensación de vacío, orfandad, nostalgia adelantada, tristeza, soledad.

Todo este tiempo, cuando me preguntaban cómo estaba, yo respondí:

 

1. Refiriendo actividades

 

2. Si la persona era más cercana, exponiéndole pensamientos

 

3. Si era más cercana aún, le contaba pensamientos y sentimientos respecto de las cosas y personas de mi vida

 

4. Si era una persona íntima, le confesaba temas de fondo

 

Son 4 cauces naturales, ordenados, para responder a "cómo andás", si avanzás de “bien, bien”.

 

Mis confesiones no tienen problema en revolver el cuchillo en la herida. Aún así, si hubiera sido honesto en el sentido de hacer lo que sentía en lugar de hacer lo que se supone que hay que hacer, todo este tiempo hubiera contado lo que pasaba en esa serie.

Que tal actor me parecía limitado.

Que veo las discusiones de los guionistas.

Que no soporto que Brenda le meta los cuernos a Nate.

Que si Claire fuera un toquecito más madura hubiera aprovechado la riqueza que había en su novio porque por esa riqueza se permitió ser puto un rato.

Que las personas no se vuelven locas como George.

Que Maggie era un ángel.

Que esa rabina fue la mujer más hermosa de todos los 72 capítulos.

Que el portorriqueño habla español como el orto.

 

Todo este tiempo de mirar la serie mi vida fue mucho vivir la serie

El resto de mi vida no era tan interesante

 

Así era una vecina que tuvimos, que se llamaba Esther.

Cuando le preguntabas cómo estaba, decía que más o menos, porque Rolando iba a dejar a Teresa, el muy idiota, sin pensar que a Teresa la conoce desde que eran chicos, que están hechos uno para el otro, y es buena y lo va a querer toda la vida, y la va a dejar, el muy guampudo, por esa chiruza que a la primera de cambio le va a poner los cuernos...

Y seguía un rato, Esther.

No tenía vida, con el marido enfermo todo el día sentado en una silla en la vereda, y ella fregando y cocinando.


 


Ella

 No voy a poner los nombres, porque después dicen que invento.

Me referiré a ella y a él.
Pero quiero que sepan que este es un caso absolutamente real.

Él le dice:

— Boluda, sos resexópata. Cada vez que tenemos un problema, en vez de hablarlo, lo tapás con sexo. Te empiezo a decir algo, me tapás la boca y me cogés. Te digo que estoy triste, y me cogés. Estás triste vos, y me cogés. Cuando estamos aburridos, me cogés. Si estamos nerviosos, me cogés. ¿No sabés hacer otra cosa?

Ante estas palabras, ¿qué les parece que hace Ella?

Tuvo que intervenir la hermana de ella (tampoco pondré su nombre).

— ¿No te das cuenta de que ella te quiere como una loca? —le dijo a Él.

— Yo no digo que no me quiera…

— ¿Y entonces qué te pasa? Su manera de manifestar el amor es el sexo. Vos hablás, vas al psicólogo, hablás, hablás, hablás. Querés hacer melodramas, te ponés romántico, te gustan las complicaciones, querés que estén enamorados como en las películas. Bueno, vos sos como sos, y ella es como es. Te quiere, te da. Punto. Aceptala como es.

miércoles, 10 de julio de 2024

Una pausa

Lo que me pasó con Daria es que se me abrió una pausa.


Como le dice Ifigenia a su hermano: “abriste una pausa entre dos mundos”.


Se suspendió por un momento mi pensamiento, hice un perfecto vacío para que se llenara con ella, con su voz, sus ideas, sus hermosos ojos.


Y entonces no sólo sus ojos me parecieron hermosos, sino toda ella. Toda su historia, su sensibilidad, su alegría, su ímpetu, su iniciativa, su boca, su tiempo, sus inseguridades, sus dedos, su subjetividad repartida en dos mundos, su cabello.


Supe entonces que sucedería lo que luego sucedió: que ese instante de suspensión era una llave en mi mano. 

Una lupa. 

Una linterna. 

Un encendedor. 

Unas tijeras. 

Un condimento de la India. 

Un combustible. 

Una forma de hacer un nudo. 

Un polvo mágico. 

En cualquier momento, con cualquier persona, puedo sacarlo de mi bolsillo y usarlo.





martes, 9 de julio de 2024

Los estúpidos que ponen todo lo que tienen en cada cosa que hacen

Un escritor Kurt Vonnegut escribió que “la gracia fundamental de Laurel y Hardy consiste en que hacían todo lo posible en cada prueba”.

¿Qué quiso decir con “gracia”?

¿Por qué le parecía divertido que hacían todo lo posible en cada prueba?

No sé si lo entiendo pero algo en mi interior lo entiende muy bien. 

Amo a los estúpidos que ponen todo lo que tienen en cada cosa que hacen. 

Los que no calculan, los que no se guardan, los que no ponen nada más que lo que conviene. 

Cuando se hacen grandes, cada vez ponen más, porque han acumulado más vida. 

Llega un momento en que pueden perder todo lo que tienen de toda su vida, y eso puede resultar una tragedia. 

Quizás por eso Vonnegut también escribió de Laurel y Hardy, el Gordo y el Flaco, que “hay una terrible tragedia en ellos en algún sitio. Esos dos hombres son demasiado amables para sobrevivir en este mundo y están en terrible peligro todo el tiempo”.


viernes, 21 de junio de 2024

Una cuerda

 Vivo solo.

Salgo poco. 

Estoy lejos y no tengo muchos amigos.

Si voy a encontrarme con alguien o si recibo a alguien, espero que nos toquemos una cuerda de adentro.

Me horroriza verme seco cuando salgo del mar.

Me hace saber que mientras me creía vivo, he estado muerto.

Para salir seco luego de estar con otras personas, mejor no la veo.

Quizás por eso es que estoy solo.



miércoles, 12 de junio de 2024

Sentado en el parque

Caminando sin rumbo por los senderos del Parque Saavedra, usando los senderos como laberinto, encontré a un viejo sentado en un banco. 

El viejo no hacía nada. Tenía las manos en los bolsillos de su sobretodo. Se veía que tenía frío.

No usaba celular, ni leía el diario, ni miraba en alguna dirección.

No hacía nada.

Me senté al lado, me presenté sucintamente —“soy un vecino”—, me dio la mano. Su actitud me movió a que le dijera lo que iba pensando, algo que dijo Kierkegaard sobre la alienación que viene después de que uno se atreve a hacer una movida y el vacío que corroe a quien no se atreve.

No le mencioné “Kierkegaard”, y pensé que el viejo tal vez sólo hablaba de la yegua de Cristina o de la jubilación o de sus achaques, y entonces mi comentario era una desubicación total, incluso grosera. Pero el día estaba tan desapacible, tan arrasado por la soledad, que no me importó. Si me salía con una boludez, me iba.

Pero en cambio me dijo: “lo que dijo Kierkegaard es que atreverse produce un desbalance, no una alienación”.

Y se puso a hablar de Kierkegaard. Pausada, largamente. Como si pudiera hablar de Kierkegaard eternamente. Podría entretener a la Muerte hablándole de Kierkegaard y postergar su muerte para siempre, en ese banco frío, en medio de los grandes árboles del parque.

Lo escuché. No era fascinante, pero era preciso y hablaba honestamente. No hablaba para otra cosa que para masticar los pensamientos de Kierkegaard que repasaba.

No sé cuánto tiempo pasó.

Al final me dijo “bueno, me voy. Disculpe si lo agarré de cliente. Mi boca es una caja de Pandora, si la abre, aténgase a las consecuencias”.

Me quedé en el banco, con las manos en los bolsillos de su sobretodo.

No saqué el celular.


viernes, 7 de junio de 2024

“Semillas que caen lejos de sus raíces”



Una maestra de horticultura que llegó de niña y vio a su padre crear un parque de bambúes chinos. 

Sus hijos. 


Una psiquiatra que asiste a las parturientas chinas que no pueden decirle a los médicos qué sienten. 

Y su mamá y su hija. 


Un pibe futbolista que podría jugar en la selección de China. 

Y su familia. 

Una psicoanalista que dedica su vida a difundir el psicoanálisis en China. 

Una profesora que llegó a los 13 años y hoy dirige una instituto para enseñar chino. 

Una joven que intrépida que vino porque Argentina es el lugar más alejado. 


Un periodista que va al país de sus ancestros para traer historias que contarle a los argentinos. 



La última película de Tomás Lipgot cuenta historias cotidianas de chinos y descendientes de chinos que construyeron su vida en Argentina. Como un cactus crece entre plantas tropicales, como un pato es adoptado por una mamá gata. 


El documental se llama “Semillas que caen lejos de sus raíces” y fue estrenado en el Cine Gaumont. 


El documental dirigido por Tomás Lipgot, de una calidad técnica y humana extraordinaria, es una reflexión sobre los chinos que llegaron al otro lado del mundo, sobre el fundamento migrante de los argentinos, sobre el fundante hecho humano de la migración.

También ofrece una visión muy elaborada sobre las infinitas posibilidades de construir una identidad en el proceso de integración en una sociedad de orígenes múltiples. 



Fue realizado con el apoyo del INCAA, es una muestra del talento cinematográfico argentino que debería alentarse en lugar de ser destruido.



jueves, 6 de junio de 2024

Un presidente fascinante

La palabra “casta” es genial. Un pedacito de muchos votos a Milei fue a su genialidad.

Muchos lo votaron en parte, apenas, pero lo votaron —también— por su genialidad.

Por esa genialidad.

Es la genialidad de los psicóticos.

“Si no llegan a fin de mes estarían muertos”.

Esa literalidad.

No es que esté captado por la literalidad, sabe que está engañando, pero se anima a esa literalidad.

Fascina como fascinan los locos. Fascina alguien que viva sabiendo que lo están buscando unos agentes de Putin para matarlo. Fascina que otro viva en otra realidad. Y fascina más aún si no está sometido a eso, sino que puede decidirlo. Esa persona tiene poder.

De allí sale la palabra “casta”. La primera “casta” es un concepto elemental, ordinario, pero enseguida empieza a largar un jugo corrosivo, luego penetra, finalmente le da sentido a las cosas, crea realidad.

Como la realidad de los agentes de Putin.

“Casta” empiezan siendo los parásitos de la política (no los delincuentes privados) y luego es cualquiera que tiene un trabajo en el Estado, estable, luego cualquiera que tiene trabajo estable, luego cualquiera que tiene algo que un “nosotros”, no tiene, o sea, un privilegiado. Un profesor es “casta” porque tiene autoridad, alguien que pertenece a algo que lo contiene —una religión, un sindicato una escuela— es “casta”. Para odiar a alguien basta encontrar que tiene algo que yo no tengo: se lo siente “casta”. 

“Casta” es algo religioso. Se dice de alguien “es casta” y es como cuando en una aldea se señalaba a una mujer y se le decía: “es una bruja”. No importaban las razones, lo que importaba era que hubiera brujas. Lo que importaba era que existiera esa otra realidad que fascinaba.

Esa es una genialidad de Milei. Como dijo “casta” dice cosas todos los días. Un poco se votó esa genialidad y el atrevimiento de ponerla en juego, además jugándose, porque se juega a que lo tratan de loco, lo encierren, lo maten.

Además de votárselo por genio, entonces, se lo votó por valiente. Pero ese es otro asunto.




martes, 4 de junio de 2024

Un Hamlet Chino

Cierta vez, mi amigo Javi, al estacionar, golpeó con su auto a otro. Desde la puerta del edificio de enfrente se oyeron los gritos de alguien que se acercaba rápidamente.

— ¿Pero qué hacés, boludo? ¡Me chocaste el auto! ¿Dónde aprendiste a manejar? ¡Puta madre!

Estábamos en Bariloche y aquella era la voz de un porteño inconfundiblemente porteño. Mi atención se fijó tanto en las puteadas, quizás un poco exageradas, como en el acento y la voz de porteño.

Fue todo en un instante. Me doy vuelta para mirar a Javi y veo que no puede contener la risa. ¿Qué le pasaba? 

Recién entonces vi al tipo: era un perfecto japonés. 

Javi se bajó del auto para pedirle disculpas, pero estaba demasiado tentado. Cada vez que miraba al tipo a la cara largaba una carcajada.

— ¿Qué te pasa? ¿De qué te reís, idiota? —lo increpaba el japonés, y Javi cada vez se reía más y más y le pedía perdón todo el tiempo.




Resulta difícil encontrar una queja más razonable que la del actor Nacho Huang cuando me explicó que dedicaba toda su vida actuar, que se venía formando desde muy joven, que invertía en sus obras todo lo que ganaba, todo su tiempo en los ensayos, en escribir y en ver teatro y cine, pero que aún grande jamás había conseguido otro papel que el de chino.

"Los otros días un productor me dijo: 'sos el más talentoso de los que se presentaron en el casting, pero… sos chino'”.

Cuando Nacho aparece en una escena, aunque sea Hamlet, la gente ve, ante todo, un chino.

Lo mismo sucedería si fuera negro o indio —y lo mismo sucedería si fuera caucásico y actuara en China.

A lo sumo, la mente de los espectadores pensaría “mirá, un Hamlet chino”.

No hay modo de obviar ser chino. Y sucede en el cine, sucede en la vida real: un negro que es una eminencia en psiquiatría, presidente de la más importante sociedad de psiquiatras, millonario, golfista, profesor destacado de una universidad muy prestigiosa, si está en el lugar incorrecto con la ropa incorrecta, es candidato cantado a ser considerado un delincuente. Corre el riesgo de Floyd.

De modo que Nacho Huang ha debido hacer algo con sus rasgos de chino. No puede ser simplemente Hamlet. Debe hacer algo con ese “chino” del “Hamlet chino”.

Puede usarlo a su favor, pero a condición de no tratar de disimularlo.


lunes, 3 de junio de 2024

Lo que sea que tengo por delante

 Yo podría detenerme cuando marcho como un robot

Cuando la rutina me arrastra como el viento arrastra una hoja

Y permitir que me llegue la inspiración

Tomar envión 


Y lanzarme a hacer que el día haya valido la pena ser vivido.

El día

La hora

El año

La semana 

Lo que sea que tengo por delante.


martes, 28 de mayo de 2024

Franela

Hay cuerpos que te dan ganas de abrazar un tiempo sin límite.  

Hay miradas que es imposible no mirar.

Hay voces que te enamoran a los dos minutos.

Hay espaldas, brazos, hombros, panzas que te llaman para que les des una palmada, un golpecito de cariño.

Hay pecas que producen una fiesta dentro tuyo.

Hay piojos que no podés no alzar.

Hay piernas que activan un determinado gen que te hace morderlas.

Hay manos que te dan ganas de darle un apretón.

Hay lunares que te crean intimidad.

Hay labios que no podés no besar. 

Hay defectos de un cuerpo que te hipnotizan.

Hay cabellos que te hacen viajar a otro país, a otro siglo.


Todo esto me lo enseñó a Gisela.




viernes, 26 de abril de 2024

Para qué tanto cálculo

Miguel Benasayag parece viejo choto porque tiene prevenciones contra la AI.

Cualquiera que hace carita cuando le decís AI, es sospechado de viejochotez.

Benasayag dice que cuando el cerebro delega una tarea, desactiva los mecanismos que estaba usando para realizar esa tarea y entonces utiliza los recursos en otra cosa. 

Si el proceso es lento, los recursos se “reciclan”, dice, pero si el proceso es demasiado veloz o instantáneo, sólo se atrofian.

Tal es el caso de la delegación a las computadoras, desde la calculadora más sencilla hasta la más sofisticada AI.

Si sólo hacés cálculos matemáticos con la calculadora, te olvidás de cómo se saca una raíz cuadrada, y si usás el GPS para ir al kiosco de la esquina, el día que no lo tenés, no llegás ni hasta la puerta.

Y sacar una raíz cuadrada no es nada más que hacer un cálculo matemático, sino que es una infinidad de cosas, y saber llegar a un determinado lugar no es sólo tomar el camino más conveniente o corto, sino que involucra una infinidad de procesos —emotivos, racionales, físicos, de todo.


Creo que hay un problema en esta formulación, y es que Benasayag considera que quienes están naciendo en la era digital usan las computadoras como un recurso externo, y la verdad es que ya nacen con las computadoras incorporadas.

Los viejos nos podemos hacer adictos al celu, pero no somos adictos a nuestras piernas para caminar. Para los pendejos, el celu es a su pensamiento lo que para nosotros son las piernas al caminar.


Por otro lado, Benasayag es hermosamente lúcido al diferenciar estar informados de comprender.


También cuando afirma que no hay pensamientos sin tiempo.


Y es fascinante cuando dice que una cosa es funcionar —lo que pertenece al orden de la sola eficacia— y otra es trabajar el sentido —lo que pertenece al orden de lo humano.


En un congreso en que le preguntaron la diferencia entre la máquina y el humano, sintetizó: “la máquina no puede ser pelotuda. El humano lo necesita, para sentir, para comprender, para vivir”.  


Al final de este texto les voy a pasar la entrevista de Bercovich a Miguel Benasayag, en la que dice bien todo lo que estoy refiriendo.


Pero entonces, ¿para qué les escribo?


Porque medio que me convenció de que copiar y pegar links, “miren, lean, oigan”, es asumir una función en algún algoritmo.

Lo único que nos salva de no ser sujetos y agentes de los algoritmos y demás mecanismos con que BlackRock y el resto de los vampiros manejan las conductas sociales (todos votando a Milei), es hacer nuestros los temas. 

Es decir, contarlos, dibujarlos, tergiversarlos, equivocarnos, escribirlos.

Para ser humano, es mejor contar con errores, incluso sucia y desprolijamente, que copiar y pegar lo que escribió una máquina, eficiente, nada pelotuda.


https://ar.radiocut.fm/audiocut/ia-no-piensa-personas-tampoco/






miércoles, 24 de abril de 2024

Coyuntura - Marcha en defensa de la universidad pública - 23 de abril de 2024

La marcha es descomunal.

Descomunal e increíblemente compacta.

Están los profesores que los jubilaron, los que llevaron libros de Mark Fisher, los que no tienen libros, los que trajeron la bici, los LGBT, los radicales, los LGBTQRGUJBVGHEK, los orkos CGT, los de universidades privadas, los kirneristas, los ayudantes ad honorem, los que llevan libros de George Orwell, los veganos, los estudiantes que pasaron la noche en Ciudad Universitaria, los generalizados manifestantes de carteles individuales, no banderas pero muchos diciendo lo mismo, diciendo lo mismo pero de modo individual, graffitis móviles, respetuosos de las paredes, voluntariosos, en cualquier cartón; las mamás de estudiantes universitarios, las pibas, los que llevan libros de Paulo Freire, de Galeano, los que se recibieron en universidades públicas, los generalizados tatuados, las que se dejan la cabellera blanca, los generalizados blancos progres, pero también algunos gorrita. 


No asoman líderes, pero se siente que van a despuntar, una vez que se haya disipado la política como un negocio para beneficio personal y una vez que no tengamos que tragarnos ni un sapo Scioli, Fernández, Massa, peronistas exclusivos, gente elegida por otros.


Se siente que surgirán líderes que están más allá de los algoritmos, de Cambridge Analytitca, los bitcoins y BlackRock.


Esos líderes están entre la gente de esta protesta. 


Porque cuando la gente se junta así, junta los cuerpos, junta lo que hay, el bochorno y la nobleza, aparece el espíritu.





sábado, 20 de abril de 2024

Mudanza

 Me mudé de barrio. 

Me fui a vivir a otra casa. 

Hacía mucho años que vivía en la casa anterior. 

La casa era yo y yo era yo porque vivía en esa casa. 

Ahora estoy un poco desorientado. 

Una casa es un espejo. Uno mira la casa y se ve. Cada libro, cada raspón en la pared, las sillas, las fotos en los portarretratos, la luz que entra por la ventana en invierno, la cama, todo remite a momentos de los que está hecha la vida de sus habitantes. 

Cuando uno se muda y esas marcas no están, uno no sabe bien quién es.



 

Un plan

Hay cosas que tiene California que la ponen muy al borde Estados Unidos —algunas, del lado de afuera.

Por ejemplo, que su actual gobernador se haya pasado una cantidad interminable de días en China este año. 

O que Terminator haya sido su anterior gobernador.

Vi un brevísimo video (ya todos los videos son brevísimos) de Terminator en su función de exgobernador, muy embebido en la onda espiritual autoayuda de California, o sea, diciendo una sarta de puerilidades. Sin embargo, se le escapó algo que no estuvo mal.

Dijo que 79% de los norteamericanos odia su trabajo.

Remarcó que era un porcentaje exorbitante.

Lo explicó así: “se meten en un trabajo porque no tienen plan”.


Al poeta español Antonio Machado le gustaba justo esa gente. Gente anónima, que trabajan toda la vida sus cuatro palmos de tierra y al morir apenas son recordados un breve tiempo por sus nombres en una lápida perecedera.


La idea de Terminator es bastante individualista, por lo demás. El self-made man lucha por su objetivo, se cae y se vuelve a levantar como un héroe, no se da por vencido y al fin triunfa.


Claro que la mística de tener un sueño y trabajar para construirlo no se reduce al individualismo, ni al voluntarismo, ni al vector moderno del progreso, ni al enamoramiento del superhombre (Terminator, Nietsche), es decir, la noción de que hay hombres inferiores y hombres superiores.

Esa mística está viciada de toda esa basura, pero puede prescindir de ella.


Un pueblo puede tener un sueño y trabajar para construirlo, todos anónimos, trabajando cuatro palmos de tierra y cada uno olvidado apenas ha sido enterrado.

El tema no es el superhombre, sino el sentido que da a la vida tener un sueño.




viernes, 19 de abril de 2024

En el juego

El chico —o tal vez hombre —o muchacho —o el joven de 34 años se entera de que tiene un demonio adentro del cerebro.

Hace unas décadas, 34 años era plenamente un hombre. Adulto, maduro, transitando ya hace tiempo la plena integridad de su persona, responsable de una familia, de una empresa, de un campo. Un hombre hecho y derecho.

Pero en este momento, a los 34 años se pasa bastante tiempo jugando a la playstation o a juegos online, muy lejos aún del proyecto de casarse, quizás se vive con los padres, posiblemente no se sabe qué hacer con la vida.

Bien, este que se entera de que un alien le habita la cabeza, toma consciencia de que se puede morir.

De que se va a morir.

Jamás había pensado que podía morir.

No había pensado que era inmortal, tampoco. Sólo no había pensado nada.

Cuando observa que ha tomado plena consciencia del tema, alguien le dice: “Bienvenido al juego”.

(Este es un capítulo de la serie Six Feet Under, que se llama “En el juego”).




jueves, 18 de abril de 2024

Sobre arrimarse

Nos angustia mucho ver que los carniceros inmundos entran en nuestras casas y nos degüellan, saquean, destrozan y violan a nuestros hijos, y no aparecen los grupos que saben manejar el poder para organizarnos y embestir juntos, prender fuego a estas alimañas y empezar algo nuevo.

No hay nada. 

Pero siempre que no hay nada, lo que surge, surge cuando nos juntamos. 

Parece magia, pero es nada más que un rasgo interesantísimo de los humanos.

Es una constante en la historia.

Nos juntamos y surge algo nuevo, una tercera cosa que no existía.

Juntamos la materia de nuestros cuerpos y se genera algo que los trasciende.

No hay algoritmo que pueda contra eso.





Lo que adora mi gusano

Adentro mío circula un YO del tamaño de un gusano.

Sé lo que le pasa a ese YO.

Ese YO siente esto:


ADORO a los ricos, sus casas maravillosas

ADORO viajar para mostrar que pertenezco a la clase internacional

ADORO ser culto para demostrar que no estoy esclavizado a esa negrada de tener que trabajar

ADORO la limpieza y la pulcritud, todo sin mácula, todo sin arrugas, sin olor

ADORO la perfección

ADORO la familia perfecta, papá-mamá-hijos

ADORO ser inteligente y no ignorante como los que escuchan a L-Gante y votan a Milei

ADORO ser universitario

ADORO usar marcas 

ADORO el arte, la intelectualidad

ADORO todo lo que me hace superior





domingo, 14 de abril de 2024

Hipócrates



Un médico tenía, entre muchos pacientes, en uno de los hospitales donde trabajaba, un hombre que moriría pronto.

El médico fue el primero en darse cuenta. Lo intuyó y luego los estudios confirmaron que su diagnóstico era exacto.

Había pasado innumerables situaciones como esa. Con sus colegas, para sus adentros, pensaba en el paciente como “este”. “Este no llega a los 50 días”, “qué mal la va a pasar este”.

Siempre se amargaba. Pero con “este” le pasó otra cosa.

Una mañana, cuando iba en su auto al hospital, se le apareció el paciente en la cabeza y se quedó pensando en él. No pensaba nada en particular, pero le sobrevino una emoción muy fuerte. Empezó a sentir mucha pena, rabia, impotencia y al fin, una rebeldía contra su muerte.

Se preguntó qué le estaba pasando, por qué aquel hombre le causaba dolor. No lo conocía. No sabía nada de su vida, si dejaba hijos chicos, si había sufrido mucho, si su mujer estaba enferma, si se merecía morir o no.

Se preguntó si lo estaría identificando con alguien —con su padre no, porque era muy joven; tampoco consigo mismo, porque era más grande. Quizás con un hermano mayor que nunca tuvo, pero este era un pensamiento forzado. No tuvo respuesta.

Después de atender en el hospital al que iba, en vez de volver a su casa fue a visitar al hombre.

Repasó su historia clínica con detalle, viendo si se le estaba pasando algo por alto, buscó algún resquicio que abriera una posibilidad de que se curara.

Pasó a hablar con el paciente unos minutos, tuvo una breve charla, profesional, apenas más larga que la que solía tener en la rutina.

En los días que siguieron buscó avances en investigaciones y tratamientos para la enfermedad del hombre y fue consultando a sus colegas.

Los días siguientes los colegas más cercanos, los médicos amigos, comenzaron a extrañarse, cuando notaron que estaban insistente con aquel hombre. Le preguntaron si lo conocía, o si el caso tenía algo especial. Les dijo que no.

También estaba extrañada su esposa, porque nunca su marido hablaba de un paciente en particular, y de este hablaba todo el tiempo.

Un día ella le dijo:

— Estás obsesionado.

Él ya lo sabía. Pero no podía parar. Buscaba tratamientos experimentales. Habló con investigadores de otros países, habló con el jefe de servicio donde estaba el hombre para probar nuevos medicamentos, empezó a descuidar el resto de su trabajo.

A medida que el hombre desmejoraba, crecía su angustia y la desesperación por salvarlo. 

Llegó un momento en que supo que había sobrepasado los límites de su profesión.

Ya no estaba actuando como médico.

Perdió la sensatez. Era como un perturbado mental. Se instaló primero en el hospital, intentó todo lo que se podía intentar, tomó riesgos legales enormes con terapias en sus primeras fases de testeo, y finalmente se quedó en la habitación del paciente.

Allí permaneció hasta que el hombre murió.

Si sus colegas estaban asombrados, el jefe de Servicio, que era un veterano de la Vieja Guardia, conocía el síndrome y lo dejó hacer.

La familia del paciente estuvo agradecida. Su esposa también comprendió lo que le pasó como algo que le podía suceder a cualquier médico, en tanto ser humano, y supo acompañarlo.

Al paciente, no se sabe qué le pasó. Tal vez fue víctima de la desesperación del médico que le daba esperanzas, o tal vez su mente se fue apagando y no siguió el proceso, o tal vez estaba agradecido.

El médico quedó anímicamente afectado por mucho tiempo. Le dieron licencia y estuvo varios meses sin poder trabajar.

Sin embargo, finalmente volvió.

Después de todo, era médico. Seguiría haciendo aquello que había elegido hacer en su vida motivado por la locura que le agarró por aquel paciente, es decir, la necesidad de que otra persona esté bien.

 

 


jueves, 11 de abril de 2024

Vivir

Un milico traiciona a su partida y se pone del lado del forajido.


Alguien acaricia a su galgo viejo en la estancia de siempre.


Un viejo decide dejarse llevar a altamar por un pez.


Una mujer sabe tratar a los hombres de diferentes tribus salvajes.


Otra mujer escribe para que retrocedan las sombras.


Cuando van a buscar al guerrero al que han lanceado como para matarlo diez veces y aún así ha ido a morir entre los matorrales, no lo encuentran. Ha escapado para volver un día a la batalla.


Un hombre levanta un cuchillo que la arrojan para ir a morir en un duelo.



Escribí una cantidad de cuentos y los llevé siempre en la mano, para no publicarlos.

Para desear publicarlos.

Por miedo a perder el deseo, que es lo que pasaría si los publicaba.

Porque lo que yo quería no era publicarlos, sino desear publicarlos.

Si lo publicaba, mi deseo sería un pescado muerto. El pellejo de un perro querido. Unos ojos secos.


Pero yo no estaba de acuerdo conmigo. 

También me decía que no publicarlo era no vivir.

Para que mi deseo no muriera, yo no vivía.

Entonces escribí una novela, y decidí publicarla. Como sabía que tenía muchas torpezas, se la pasé a una editora, dura como una punta de vidia, para que me señalara qué debía ajustar.

Pues la destrozó.

Yo no me aguanté el chicotazo y abandoné también esa novela en un cajón. Otra vez le saqué el cuerpo a mi deseo. 

Pero un año después un amigo, no menos estricto, me alentó a seguir trabajándola, y así una tarde la puse sobre la mesa.

Comprendí que la editora tenía razón. Le hice una cantidad de tachaduras mayor que la que me hizo huir, pero cuando la cerré, sentí que lo que tenía en la mano no era una ilusión de mi vanidad, algo sin sustancia o un pasatiempo. Había escrito algo sólido.

Supe que las cosas que conté le pueden dejar una experiencia a alguien que la lea.


Otra amiga, en una clase de español a un norteamericano, hizo un descubrimiento extraordinario. El alumno trató de encontrar el verbo en español que correspondía al sustantivo “experiencia”. Ella le explicó que en inglés la conversión de un sustantivo en un verbo es natural, pero en español muchas veces suena muy forzado, como en el caso de “experiencia”. “Tuve una experiencia”, se dice, y de ahí en más se explica. Alguno traducirá torpemente “experienciar”, y habrá errado. Mi amiga le dijo al alumno: “nosotros decimos, lenta y enfáticamente, «vivir».”

Ese “vivir” es una clave para apreciar lo que alguien escribe, poema, cuento, novela.

La literatura es, entonces, aquello capaz de transformar a un lector dotándolo de un vivir. 





martes, 2 de abril de 2024

Unidades básicas

 ¿Hay unidades básicas abiertas para que los vecinos vayamos a discutir la situación actual y pensar cómo nos sacamos de encima esta basura que nos está matando?

Algunos tienen la desagradable sensación de que el peronismo son los políticos peronistas y arrimados que se beneficiaron bastante en los últimos 20 años y ahora están en la rosca.

Que le estén midiendo la temperatura al clima social.

Que están negociando planes para recoger la fuerza social, una vez que la gente no aguante más y estalle.


Ya hemos dictaminado que nosotros los peronistas perdimos el gobierno porque dejamos entrar a los progres.

Primero los dejó entrar Néstor.

Toooooooda la izquierda, los socialismos, los demócratasocialismos, los movimientos sociales, los feminismos, los ecologismos, los movimientos culturales. Los veganos de Palermo que se van de vacaciones a Portugal, Italia y Austria. Los de Villa Crespo en el Sanber. Los porteños. Los blancos.

Después Cristina les dio más cabida.

Hasta que le tomaron el gobierno.

Al final, Cristina eligió a uno que le gustaba más el radical socialista Alfonsín que Perón.

Y ahí perdimos todos.

Nos sumergieron en su marxismo, su amor por Europa, su antiproducción petrolera —porque genera cambio climático—, su antiproducción agrícola —contra el complejo sojero—, su antiproducción minera —porque contamina—, su antiproducción ganadera —porque es maltrato animal—, en total, “antiextractivismo”.

Nos hundieron en su amor por la “cultura”, —sólo foránea, en sintonía con la de los norteamericanos y los europeos—, antirreligión, su veganismo, su consideración de los pobres sólo como justificación de ser socialistas para parecerse a los países nórdicos, su anticapitalismo, su odio a los hombres, su odio a los sindicatos por negros de mierda.

Ya decretamos que esos nos mataron.

Tomaron el gobierno de Fernández para hacer cine, masa madre y cambiarse de género.


¿Alguna hipótesis de por qué les cedimos el poder?


¿Hay unidades básicas abiertas para que los vecinos vayamos a discutir la situación actual y pensar cómo nos sacamos de encima esta basura que nos está matando?






domingo, 31 de marzo de 2024

Más allá de la indignación

Cuando nos juntamos, nos la pasamos llorando. Nos comentamos las malas noticias, increíbles, imposibles, que todos conocemos.

Lo mismo hacen los periodistas que no son pagados por Milei.


No queremos resignarnos a la miseria.

Ante el empeoramiento de nuestras condiciones de vida, resistimos.

Parece ampliamente dominante la actitud de sólo resistir.

Somos ante todo lamento, impotencia, castración, indignación.


Estamos en una posición que no propone algo nuevo a los demás, a la sociedad, a las generaciones que vienen.

Es apabullante la incapacidad de proponer un proyecto que se oponga al programa de la oligarquía, que está desatada.

Le estamos yendo de atrás.

No conseguimos hacer que la oligarquía sea un obstáculo a nuestro sueño. 

La ponemos en un pedestal para putearla.


Sólo le damos entidad a Milei.

No proponemos para el presente ni para el futuro algo diferente de lo que perdimos en las elecciones que él ganó.


La reacción general de quienes queremos una vida digna para toda la sociedad es la de conservar lo que nos queda del pasado.

Nos hemos vuelto unos conservadores.

Queremos conservar lo que hizo Kirchner en el pasado, basado en lo que hizo Perón en el pasado anterior —y hasta queremos conservar lo que obtuvimos en el pasado con Fernández, de quien renegamos.

Es como si no tuviéramos fuerza, ni ideas, ni recursos para construir algo nuevo.

O como si nos hubiéramos enamorado de estar en el piso, puteando a Milei allá arriba.


En esta escena, nos están sacando lo que tenemos porque no tampoco estamos pudiendo resistir bien.

Para resistir hay que existir, y parecemos una masa de individuos y grupos atomizados, sin capacidad de proponer algo.

Somos como un equipo de fútbol o un boxeador que sólo se defiende.

Tenemos una energía descomunal para resistir. Tenemos una tradición, mártires, acontecimientos heroicos que fundamentan, avalan y nutren nuestra capacidad de resistencia. Esa épica habita el espíritu de más de la mitad de los argentinos.

Y no hay manera de que podamos superar este momento sin esa resistencia magnífica que nos dignifica, nos dice quiénes somos y causa respeto afuera del país.

Sin esa fuerza, nos entregaríamos sin luchar, como corderos, como cobardes que no merecen el pasado que tenemos.

Sin embargo, si el único plan es defender lo que tenemos, estamos destinados a perderlo.


Como la resistencia es pasividad, lloramos, nos indignamos, nos desesperamos, nos deprimimos.

Así pasivos, le dejamos toda la realidad a un mamarracho que abre puertas y ventanas para que entren los monstruos.

Los monstruos nos sacan lo que queríamos preservar, nos corren para quitarnos todo y destrozarnos, cagan en nuestra comida, les dan armas a los pobres para que trafiquen droga y se maten entre ellos y maten a cualquiera, van creando las condiciones para que nuestros hijos se prostituyan y ellos puedan violarlos.

En la dictadura, ya vimos lo que son capaces de hacer.

Entonces nos indignamos más, nos desesperamos más, nos deprimimos más, comenzamos a suicidarnos.


Tenemos el desafío de superar la pena, la depresión, la autocompasión, la impotencia y la indignación.


También podemos aceptar que no es posible una superación.

Si consideramos esa posibilidad, tal vez podamos tomar una decisión: no hacer nada, esperar que el que haga sea otro, intensificar la impotencia, matarnos.


Pero si queremos superar este estado infame, dado que la soledad desanima y estar con otras personas nos estructura, nos compone, nos contiene y nos potencia, juntémonos con otros. Para esto, ayudan las rutinas.


Mucho de lo que queremos conservar ya está perdido.

La ESI está perdida. El cine está perdido. El Plan Kunita. Los beneficios a los discapacitados. El soporte de la agricultura familiar. Los talleres de producción cultural. Conectar igualdad. Télam, la TV Pública, el Canal Encuentro. El sostén de los organismos de derechos humanos. El programa Potenciar Trabajo. El Programa Procrear. El Ministerio de las Mujeres. 

Está perdido ahorrar, tender puentes con otros países de América Latina, tener vacaciones, que nuestros jóvenes tengan experiencias en otros países, comprarse una casa, que a cualquiera que ponga un taller mecánico o una fábrica de alfajores le vaya bien.

Están perdidas empresas estatales estratégicas como YPF, Aerolíneas Argentinas, ARSAT.

Están perdidos miles de empleos.


Nos aferramos a todo eso.

Chillamos para conservarlo.

Lloramos para que no nos los arranquen.

Pero ya los perdimos.

Milei ganó, tiene poder y usa el poder para destrozar ese mundo que era nuestro mundo.


Hay que aceptar la pérdida.


Ahora bien, aceptada la pérdida, conviene ritualizarla. 

Esto requiere hacer un funeral, en el que se mira al cadáver.

Luego tenemos que padecer un duelo, en el que se comprende qué perdimos, por qué, qué consecuencias tiene, qué nos pasa.

Finalmente, podremos distinguir cuál era la fuente que creó lo que perdimos.


Perdimos los Centros Integrales de la Mujer, pero seguimos pensando que a las mujeres no se les levanta la mano.

Perdimos todo control sobre los precios de la comida, pero seguimos pensando que todas las personas tienen derecho a la comida.

Perdimos contra un energúmeno que dice que la justicia social es abominable, pero la justicia social está en nuestra sangre.


Una vez que paguemos el precio de la derrota y aceptemos que lo que está perdido, ya no está, entonces podemos reconstruir, resucitar, generar algo hermoso y gigante, hecho con el material del que estaba hecho lo que perdimos.


Tenemos que construir un sueño con los fundamentos que generó lo que perdimos.

Estamos siendo sometidos a un “cambio cultural”, entonces tenemos que revolucionar la basura que nos imponen y levantar un sueño con los deseos que tenemos adentro.

Deseamos vivir en paz, deseamos tener una vida buena, calentitos en invierno, fresquitos en verano, cumpleaños de los chicos, los viejos bien, trabajar de lo que nos gusta, andar en bicicleta, poder ir al médico y comprar remedios, reírnos, asados los domingos, leer un buen libro, ir a la cancha, tener un gato, bailar, que nuestros hijos tengan un futuro, poner la casa linda, disfrutar de la Naturaleza.

Amamos la Argentina, vimos ese amor en las calles cuando ganamos el Mundial. Queremos tener una Argentina que disfrutemos todos. Sobran los recursos.

No nos falta un sueño.


Pero sí nos falta la convicción, la fe, en que podemos liberarnos de la porquería en que nos entrampamos y ponernos a construir lo que deseamos.


Parece que lo más difícil es permitirse desear.

Deberemos recurrir a diferentes estrategias para levantar el bloqueo del deseo.

Levantar ese bloqueo es una tarea muy ardua, porque el bloqueo está implantado en un lugar casi inaccesible y es extremadamente eficaz. 

El bloqueo actual fue creado por la dictadura del 76 con la tortura, el asesinato, el robo de bebés y todo tipo de bestialidades a modo de una didáctica diabólica.

Néstor Kirchner rompió el bloqueo unos años, con lo cual demostró que es posible hacerlo, y es posible construir algo hermoso. Pero luego la oligarquía, ayudada por nosotros, lo reconstruyó.

El segundo presidente que se atreve a romperlo es Milei, pero lo hace en la dirección del bloqueo, de modo que termina fortaleciéndolo. Milei no habilita otro deseo que el de destruir.


La desarticulación del bloqueo para desear puede pensarse mediante la figura de robarle el fuego a los dioses —Milei violentó la entrada al espacio de los dioses para devolverles el fuego en forma de hoguera en la que se queman millones de argentinos y para entregarse a que los dioses los sodomicen.

Para robar el fuego hay que desearlo. Con sagacidad, la oligarquía, además de fortalecer la seguridad de los muros que la protegen, dinamitó el lugar donde deseamos. Con la dictadura nos enseñó que desear el fuego de los dioses es indefectiblemente penado con el infierno sobre el cuerpo propio y de las personas queridas. 

Así, la oligarquía puso una bomba en el corazón donde se gesta el deseo.

Lo que creó la oligarquía no es una cultura que sublima el deseo, sino una trampa que impide que el deseo surja.


Podríamos empezar por poner una pausa a esto. 

El deseo surge del vacío. Es diferente a la reacción que tenemos cuando nos amenazan.

El deseo es activo, mientras que la resistencia que tenemos ahora es pasiva. Resistimos como reacción, porque nos atacan.

El deseo aparece en otro momento.

Convendría crear ese momento, charlando y pensando con otras personas. 


Estamos sumidos en el mundo atlántico de los imperios coloniales, al que se lo está comiendo el cáncer de la distopía.

Esto explica mucho de las cosas que nos pasan.

Algunos insistimos en hacer contacto con otras realidades —hubo precursores que empezaron en el siglo XIX; en las décadas de los 50 y 60 una cantidad de artistas e intelectuales hicieron de esto el hipismo; siempre hubo alguno que se maravilló y logró comunicar otros modos de vivir, como los músicos que estuvieron en África, desde Brian Jones, Peter Gabriel, Paul Simon, Stewart Copeland; en América Latino hay tradiciones de escritores, músicos y otros que bebieron de las raíces precolombinas.

Mirar en este momento a los sectores del mundo que no están siendo devorados por la distopía, puede tener dos efectos constructivos: por un lado, comprobar que la distopía no es inevitable; por otro, comprender que se puede vivir de una manera distinta.

Por ejemplo, observar a Rusia, a China, quizás a algunos países balcánicos, del Sudeste Asiático, de Asia Central o el universo musulmán, puede generar la idea de que el patriotismo podría llegar a ser una fuente de inspiración importante.

Un patriotismo nuevo, que elaboraríamos con nuestros recursos enriquecidos en el contacto con otros patriotismos.

Esa era la intención de la Tercera Posición y del Movimiento de Países No Alineados.


Quizás otra manera de hacer una pausa es escuchar a los jóvenes. 

La brecha generacional es muy profunda.

No veo que estemos observándolos, comprendiéndolos, dialogando con ellos.

Más bien, creo que tenemos el síndrome de los pobres profesores exhaustos porque tienen que trabajar en tres o cuatro escuelas, y vemos a los jóvenes, como “ellos” sin distinguir diferencias, como si fueran una raza homogénea, como si todos fueran iguales.

Como si los consideráramos a todos iguales y aborrecibles.

Los odiamos porque nos incomodan. 

Entonces quedamos los adultos, indignados, llorando porque nos quitan lo nuestro, y expulsando de entre nosotros a los jóvenes que no imitan nuestra impotencia rabiosa.

Así, nos encanta acusar a los jóvenes de que son los que sostienen a Milei.  

Convendría aceptar la posibilidad de que haya aspectos muy buenos, extremadamente buenos, incluso geniales entre los chicos.

Que, por lo demás, son los dueños del futuro. 

No vamos a poder superar el fracaso que nos atrapa si no ponemos el alma en el futuro. 

En este momento, tenemos el alma en el pasado, para conservarlo, mientras que el futuro son estos chicos que no estamos apreciando bien.


31 de marzo, 2024.




martes, 26 de marzo de 2024

Coyuntura - Maleducados

 “Mi educación fue interrumpida a los seis años, cuando me mandaron a la escuela”.

¿De qué educación hablaba?

Aunque nos reímos y reconocemos que la frase tiene algo de verdad, salimos a protestar si un gobierno anuncia su intención de desfinanciar la educación.

Un sentido común reconoce la formación ética de la escuela. La formación dota a los alumnos de valores y de un sentido de la vida. Hacer las cosas bien, ser mejores, terminar lo que se hace, luchar por lo que se cree que está bien, ser justos, no robar, respetar, cumplir con las obligaciones, hacer los deberes.

Principios.

Aquello que, si se pierde, cualquiera puede hacer cualquier cosa y queda impune.

Nos parece bien, necesario, que los adolescentes se rebelen, pero hasta un límite. Un límite de lo que pueden hacer —si con otros adolescentes rugbiers matan a un pibe, se pasan de la raya—, y de cuánto tiempo serán adolescente —si sigue rebelándose contra todo a los 35 años, no está madurando.

Bueno, acá están todos estos líderes que cruzan la raya. Que matan, que se cagan en los acuerdos de la convivencia, que tiran abajo lo que creíamos que habíamos convenido para siempre: el rechazo al racismo, el rechazo a gobiernos que torturan y asesinan en masa, la igualdad de la mujer, el respeto al estado de derecho.

Y pareciera que no tenemos capacidad de reacción frente a esto. Le pegaron un tiro en la cara a una defensora de la institucionalidad y la negamos dos veces antes de que el gallo cantara tres. Así fue asesinada la institucionalidad democrática instaurada en 1983. Luego, en la marcha del 24, nos sacamos selfies como en un picnic.

sábado, 16 de marzo de 2024

Los árboles

Mi amiga Silvina y su compañero Pedro usaron sus ahorros para comprarse una casita pequeña pequeña en un lugar bastante lejos de Buenos Aires. 

Hay que tomar el tren, viajar 40 minutos y después esperar el colectivo, que medio pasa cuando quiere y que llega hasta unas cinco cuadras de la casita. No es tan fácil llegar.

No es tan fácil llegar, pero allá está la casita esperándolos, paradita, amarilla, pequeña.

En medio de un terrenito donde Silvina plantó un fresno, un álamo, una planta de mandarina y un limonero.

El fresno se fue para arriba como un campeón, y al álamo, que es un álamo plateado, se le cayeron las hojas, pero el tronco está saludable.

También crece con vigor juvenil el arbolito de mandarina, al que no le importó en absoluto una inundación.

En cambio, el exceso de agua parece haber afectado al limonero, que no murió pero tampoco cambia. Quedó como en un estado de latencia.

Cada vez que va a la casa, Silvina pasa mucho tiempo con sus árboles. 

Se compró algunas herramientas de jardín, mira en su celular algunos consejos que ofrecen otros amantes de los árboles como se ha descubierto ella, está juntando bosta de caballo con la que prepara abono.

Al fresno lo curó de pulgones. Al limonero le dedica un amor especial (parece que algo significa el limonero para ella).

Son todos arbolitos chicos. Arbolitos niños. Pero el álamo se hará enorme. Crecerá hasta la altura de un edificio de dos o tres pisos. Y el fresno también será un árbol grande, y el árbol de mandarina y el limonero se llenarán de flores blancas en la primavera.

El limonero, tan cachuzo como está ahora, un día aparecerá decorado con una muchedumbre de limones de oro que brillarán como soles, y Silvina los mirará y llorará de amor.


Porque todo esto pasará.





martes, 12 de marzo de 2024

La médium

Era una familia supersticiosa. Todo el tiempo buscaban en la realidad signos de otra realidad. Nada los entusiasmaba tanto como la ocurrencia de que un pájaro que se metía en la casa era el anuncio de que alguien quedaría embarazada, o de que la enfermedad de un niño era producto de la maldición que alguien le había echado a su madre.

No era extraño que varios de ellos practicaran el espiritismo. Lo hicieron durante toda la vida. Fue así que alguien descubrió en una muchacha que trabajaba de mucama, dotes de medium.

La muchacha obedeció a su patrona y también se complació en tener un reconocimiento mayor que el ser una sirvienta.

Su agente la introdujo como medium en las sesiones de espiritismo, con bastante éxito y más tarde comenzó a llamarla a su casa y convocar a personas que tenía algún problema. Entonces le pedía a la muchacha que se concentrara y le dijera que veía en la persona.

Quienes iban cada vez salían más impresionados y la muchacha cada vez estaba más segura de que la señora tenía razón y ella realmente veía más allá. 

Sus visiones la asombraban, más aún cuando las personas le confirmaban, también azoradas, que les decía cosas que nadie sabía, y más aún todavía cuando profetizaba circunstancias y hechos que con el tiempo se cumplían.

Una tarde la señora convocó a su sobrina Micaela, y la muchacha le dijo que en su interior vivía el espíritu de un artista gigante, alguien que vino a este mundo para sembrar algo que cambiaría todo.

Le dijo que tenía que pintar —Micaela le dijo que muchas veces pintaba— para que el espíritu pudiera hacer su obra.

Con la voz de otra persona, la muchacha le dijo a Micaela: “ahora tenés un sentido en la vida”.



Lista de personas con quienes uno quiere estar

Ariel podría ser una lista con los deseos que lo mueven a estar con las personas con quien más quiere estar:

Su esposa Alicia.

Su amigo Manuel.

Su amigo Beto.

Su hijo Pablo.

Su amiga Miriam.

Su compañera de trabajo Eduardo.

Su sobrino Esteban.

Su amigo Fernando.

Y otros. 


Eficacia del lenguaje oral

Para traducir del idioma chino al español debería tenerse en cuenta la observación de Borges de que sólo las palabras del lenguaje oral tienen eficacia. 

Decía que no la tienen todas las palabras de diccionario. Por ejemplo, la palabra “azulado”, “azulino”, “azuloso”. “Azulado” es una palabra que el lector acepta, pero “azuloso” no. Va en la dirección contraria de la que piensa el lector.


lunes, 11 de marzo de 2024

Coyuntura - Eliminamos los parásitos. ¿Y ahora?

Esta semana lloverá todos los días. 

Rosario se hace invivible. 

En marzo y abril la gente de todo el país comenzaremos a sentir que nos están sacando todo. 

Y que eso no tendrá fin. 


En el verano viejo aparecen estas semanas de lluvia y ya se instala el frío y las nubes para siempre, y luego comienza la muerte. 


Si no disfrutamos con la muerte, conviene pensar en un plan.


Quiero tener fe en que los argentinos resisten los embates de la oligarquía perversa, mugrienta, violenta.


Los argentinos se levantaron una y otra vez, como con Irigoyen, con Perón, en el Cordobazo, contra la dictadura del 76, contra la infamia del final de los 90.


Es cierto que esos movimientos fueron al final doblegados. La dictadura del 76 triunfó, con cada ataque, la oligarquía ganó metros.

Desde hace por lo menos medio siglo, después de cada batalla, salimos más debilitados y maltrechos que antes.

Pero no nos despedazaron, como era su intención.


Quiero tener fe en que no nos van a despedazar tampoco esta vez. 


Ahora nos están dando una puñalada profunda.


Salvo las feministas, no hemos sabido ponernos firmes con un futuro. Hemos perdido el sencillo y pacífico paraíso familiar de que los viejos estén tranquilos, de tener un trabajo, hacerle el cumpleaños de quince a la piba, una casita y un auto, saber que un argentino ha sido premiado, asado el domingo, leer un buen libro, ver un partido de fútbol, tener el descanso de unas vacaciones, el sueño de que los chicos cumplan sus deseos.

No aspiramos los argentinos a ser dueños del mundo ni a un progreso espectacular que se consigue con guerras y conquistas.

Sin embargo, hemos tenido representantes que le dieron la espalda a nuestras modestas aspiraciones, y así en la última década la derecha se adueñó del futuro. 


Sin embargo, con Milei está demostrando que no sabe qué proponer para ese futuro, salvo rabia.


Es evidente cuánto le debe el triunfo de Milei a la necesidad de terminar con un statu quo miserable, con un esquema de poder mezquino, inútil a la hora de representar los intereses de toda la sociedad. Pero ¿cuál es la utopía de Milei?


Se habla de la aspiración individualista, la ilusión de los veinteañeros de hacerse millonarios con bitcoins y desarrollando videojuegos. El individualismo es una fuerza poderosa, pero no es un sueño para toda la sociedad.


Sí ha sido un sueño liberarse de los inútiles, de los parásitos, de la manera en que fuera —aún sabiendo que convocaríamos parásitos mayores, más voraces, más criminales.


Había que cambiar. Pero ¿y ahora?


Necesitamos tener fe en que surgirá un sueño y en que tomen forma las maneras de proponerlo.


Necesitamos pensar qué será bueno para nuestros hijos y, contra el viento y marea de estos monstruos, empezar a construirlo. 


domingo, 10 de marzo de 2024

Tres de nosotros



2 genéticamente chinos.

1/2 genéticamente argentino. 

genéticamente china.

1/2 genéticamente argentina.

genéticamente medio chinos. 

genéticamente medio argentinos. 

3 humanos.

Haien Qiu, china de Rada Tilly; Vero Chen, china de Buenos Aires; Gustavo Ng, chino de San Nicolás.