jueves, 30 de enero de 2020

Droga pura





56 millones de personas fallecieron en 2016 en todo el mundo. Son los últimos números que tenemos en cuanto a desagregación por causas de  muerte.

De ellos, más de 39 millones murieron de enfermedades crónicas no transmisibles que progresan lentamente.

18 millones murieron de enfermedades cardiovasculares.

9 millones de cáncer.

Otras enfermedades no contagiosas como la diabetes, algunas enfermedades respiratorias y la demencia también están entre las primeras de la lista.

El 30% de las muertes fueron evitables.

Alrededor de 1,6 millones fallecieron por enfermedades relacionadas con la diarrea, lo que las sitúa entre las principales diez causas de muerte.

Los trastornos neonatales, que causan la muerte del bebé antes de cumplir los 28 días, se cobraron 1,8 millones de vidas de recién nacidos.

Diarrea y mortalidad infantil tienen como escenario la pobreza.

En accidentes de tráfico murieron 1,2 millones de personas.


Creo que debemos encender cada una de las alarmas ante la gripe que está causando el nuevo virus que apareció en China.

Tenemos que encender todas las alarmas para no entrar en pánico.

China estará declarando 200 muertos en unas horas.
En referencia a estas últimas cifras mundiales que manejamos, eso representa el 0,00036 de las muertes. .

Sólo en los Estados Unidos, ese año murieron 39.773 personas por armas de fuego. Los muertos por el nuevo virus son el 0,5% de esa cifra, o sea que por cada persona que murió por el nuevo virus, hubo 795 personas que murieron en Estados Unidos por heridas de armas de fuego.

Entramos en pánico por el virus porque somos muy temerosos.

Si consideráramos las armas de fuego una pandemia deberíamos estar 795 veces más temerosos.

Hacemos lo que podemos para prevenir una muerte por enfermedades coronarias, y luego nos resignamos.

Pero podemos vivir con el corazón en la boca por 1 caso de gripe cada 90.000 casos de personas que mueren del corazón.

Entramos en pánico por el virus también porque la histeria colectiva por el apocalipsis nos produce un gozo irresistible.

Amamos la tragedia, la muerte, la historia de que fuerzas malvadas e ingobernables nos persigan y nos devoran.

Y ese gozo forma una dupla imbatible con los medios de comunicación, que hacen fortuna alimentándolo.

Droga pura.

Un poco más de responsabilidad pondría la energía del pánico de masas en función de solucionar las muertes causadas por diarreas, vulnerabilidad de recién nacidos y otras de la miseria.

El ministerio de Salud de Argentina tiene a la cabeza un hombre que ha tenido un tránsito brillante en organismos internacionales y esperamos que encienda todas las alarmas para que ni un solo argentino muera por el nuevo virus, pero también celebramos que haya tomado las riendas con firmeza ante el dengue y el hambre.



martes, 21 de enero de 2020

Girls





Súbitamente descubro que ya no veo chicas.
Chicas: girls —están las chicas de mi edad (60) y luego las sub40, que han consumado la deconstrucción de la mujer como objeto, y tienden al estado amazónico, el mundo que prescinde (en parte con ganas) de los hombres.
Entre una generación y otra hay una de transición.
Las girls sólo perviven en los sectores sociales más altos y más bajos.



lunes, 20 de enero de 2020

‪Don Héctor



‪Don Héctor envejeció aceleradamente.
Su dueña tiene macetas pero ¿dónde lo enterrará?
Éramos ocho hablando del tema, tomando mate en la terraza, estudiando las macetas.
Don Héctor sólo era feliz porque estaba con tantos humanos.







domingo, 19 de enero de 2020

Más que burocracia



Molesto con el tema del nudismo para decir que charlar cosas que no nos aportan nada, charlar de siempre lo mismo, me parece malgastar la vida.
Entiendo que una de las funciones de la comunicación es la de construir el lazo, pero si toda la relación no tiene otro fin que mantener la relación en sí, me parece burocracia.
Me gusta que las relaciones sirvan para aprender y para que la gente cuente qué le pasa y así poder vivirlo mejor.




sábado, 18 de enero de 2020

La lógica de las hienas



El 73% de los recursos de Argentina está concentrado en un 16% de dueños.
Una alta proporción de ese 16% está compuesta por empresas y personas que no son argentinas.
Para vivir formidablemente bien, digamos que cada uno de ellos tenga un auto, que cada familia tenga una casa en Argentina, otra en Nueva York y otra en Londres, paguen una de las mejores universidades del mundo para sus hijos y las señoras se hagan vestidos con diseñadores top; para darse esa vida, les sobraría con el 10% de los recursos de Argentina.
Sin embargo, aún si se quedaran con el 50% —no el 10% sino el 50%—, y el 23% sobrante se volcara en la economía para que sea distribuido en el resto de la sociedad, la economía daría un vuelco revolucionario y se expandiría inmediatamente.
Lo que sucede es que ese 16% no quiere resignar, no el 23%, ni el 13% ni el 3%, sino que no resignará el 1% de sus ganancias.
Al contrario, si el Gobierno no aumenta su 73%, van a hacerle la vida imposible, desde los medios de comunicación, desde el FMI, desde la City, desde “el campo”, hasta voltearlo.
Estos muchachos que hacen bromas usando helicópteros y casas en José Ignacio, esos que tanto deseo de ser como ellos generan en todos, hasta en los más pobres, los más convencidos, los más esclarecidos, son una raza de hienas.
Nos van a comer los hijos.









martes, 7 de enero de 2020

Evolución poco deseable




Al principio de la vida de una persona, la percepción está abierta 360º. 
Todo es posible. 
Percibe toda la realidad, el noúmeno, pero sin forma, sin distinguir nada. 
El proceso de formación de una persona es el de recortar del absoluto perceptible, una realidad.
O sea, un recorte, una determinada configuración. 
Es como el juego de mirar una mancha hasta que vemos aparecer en ella algo distinguible, una africana, un perro, el rostro de Jesucristo. 
Esa realidad comienza con un amplio margen de ambigüedad, un margen de que las cosas sean lo que se percibe o sean otras cosas, o de que aparezcan cosas nuevas.
Con los años se va estrechando. 
Cuando llegan a viejas, las personas ya no escuchan a los demás porque todo se les hace conocido, nada nuevo pueden percibir. 
Su percepción tiene la consistencia del acero.
La realidad se les ha empobrecido hasta ser un cuero seco.













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domingo, 5 de enero de 2020

Luca, no viste las gallinas






Luca daba miedo. Y era un amigo como un hermano. No reconocía el poder de nadie sobre vos. Nadie podía decirle nada de vos. Si te tocaban, era capaz de matar. Se reía mucho y era muy serio.
Algo había estallado en él.

Las gallinas caminaban lentamente, apoyando sus largos tres dedos contra el piso, con sus ojos concentrados y fríos. Caminaban haciendo sonidos desde el interior de sus cogotes, picoteando cositas en el piso, entre dos perros marrones echados, en el pasillo entre las dos filas de bancos dentro de la iglesia, llenos de gente, durante la misa, mientras el Padre Denis hablaba.
Siempre era así la misa en la parroquia de la Virgen Inmaculada, en un barrio marginal de San José, adonde habían mandado parte de la gente que desalojaron de la villa miseria que creció demasiado cerca del centro de la ciudad.
Los militares habían arrasado los ranchos de la villa con topadoras. Era en la época de la dictadura, cuando el Padre Denis Fitzpatrick aún no había llegado. Estaba en otra villa, del conurbano bonaerense. Desde que se había ordenado como sacerdote prefirió los barrios de los pobres, en Beirut, en Goya, en Rosario, en San Martín.
Ahora daba la misa en este barrio muy pobre, un poco rural. Quienes cubrían los bancos no le entendían su español enrevesado, pero lo querían con mucho cariño. Había conseguido que la iglesia reventara de gente en la misa del domingo. Cuando llegara el momento de la misa en que los que estaban se desearan paz, la solemnidad se rompería por completo, con todo el mundo saludándose con todo el mundo y haciendo una larguísima fila para ir a darle un beso al cura. Él había iniciado aquella costumbre, que terminó siendo más importante que la comunión.
Hasta ese momento, los perros seguirían durmiendo, sacudiendo una oreja para espantar una mosca, y las gallinas andarían por el pasillo entre los bancos.

Esperé a que el Padre Denis saludara a todas las personas que habían ido.
Nadie le pidió nada.
Al fin, cerró la puerta de la iglesia y nos metimos en un pasillo por un costado hasta que llegamos a su habitación, de piso de tierra, sin ventana. Había una cama, una repisa con demasiados libros, una mesa angosta y una silla.
Se sacó la sotana, la colgó en una percha de un clavo en la pared, besó la cruz de la estola, salió y volvió con dos vasos. Vertió en ellos whisky de una botella que había en el piso, me dio uno, brindamos y me pidió que me sentara en la silla. En el lugar donde estaba la botella quedó una marca, con dos bichos bolita.

Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Charlamos un rato largo. Le conté que había muerto Luca.
Miró el piso.
Nos quedamos un rato en silencio.
Yo lloré.
"Brilló intensamente, más de lo que cualquier hombre puede brillar en 80 años", me dijo en inglés. "No estés triste por él, porque brilló intensamente".
Me preguntó si yo estaba con él cuando murió.

Luego le pregunté por sus cosas, "me dijeron que anduvo haciéndole lío al intendente".
"Es un fascineroso. El jefe de los prostíbulos".
Me relató el trabajo de los últimos dos meses contra la prostitución.
Entonces hizo silencio.
Estudió un rato el escaso resto de líquido en el fondo de su vaso vacío y volvió a llenar los vasos con un gesto que tenía algo de bestial, como si quiera terminar con la botella o estuviera enojado y ya no le importara nada.
"Hace unos días tuve un estallido", dijo luego de beber un largo trago. Y repitió "un estallido" —"a burst", dijo, en inglés.
No entendí por qué me decía eso de repente. Traté de comprender, pero sólo escuchaba en la cabeza una frase de Luca, "I’m bursting over the ocean", una y otra vez, Luca cantándola, gritándola.
"A burst", repitió Denis.
Entonces comprendí que quería confesarse. Me estaba pidiendo que escuchara su confesión.
Igual que Luca, no respetaba las reglas. Sólo hacía lo que le parecía, y siempre eso terminaba muy bien, siempre resultaba que era lo correcto.
Me contó lo que había hecho.
No dije nada.
Se tapó un rato la cara con las manos.

Cuando se recompuso le pedí que rezara por Luca.
"Claro, claro", me dijo.
Esa fue la última vez que lo vi.

Aún no entiendo por qué se fue Luca. Se hubiera reído si hubiera visto las gallinas en la misa.



Impredecible


“Tener una fórmula para resolver es ya haber resuelto. La verdadera aventura es largarse a resolver sin saber de antemano cómo.” (James Chadwick)
“La ciencia no descubre nada. Los instrumentos con que asegura descubrir nuevas cosas están fabricados por ella misma y sólo confirman la realidad. Ningún instrumento descubre algo para cuya percepción no está concebido. La ciencia hace el viejo truco de magia de sacar de la galera un conejo que previamente metió en ella”. (Alfred North Whitehead)



Sin exactitud una vidente puede indicar donde ha caído un avión.

Un ojo experto y una mente muy informada pueden acercarse a adivinar qué potranca ganará la carrera de 1.000 metros.

El mejor servicio meteorológico del mundo puede pronosticar el clima en los próximos tres días.

Un equipo de astrónomos anticipará con exactitud cuándo tal y cual astro se alinearán.

Un matemático puede sin problemas anunciar el resultado de una operación.

Pero nadie puede predecir en absoluto qué pasará una vez que dos personas se hayan besado.