domingo, 24 de diciembre de 2023

La Navidad de Wang

Wang Zhao llorando en la vereda el 20 de diciembre de 2001 es parte de la liturgia navideña.


Liturgia navideña argentina es:

El aguinaldo, la caja de Navidad.

Los saqueos.

La fiesta de la familia, la alegría de los chicos, la esperanza de Argentina.

La oligarquía que saqueó todo, desde SOMISA, Aerolíneas Argentina, YPF, hasta los ahorros de la gente (y aquí está de nuevo, con los dientes afilados).

El vitel toné, el pan dulce, la sidra, el turrón, la comida “hipercalórica porque seguimos la costumbre del Hemisferio Norte, donde es invierno, una locura”.

La depresión.

Los inmigrantes que construyeron el país con su trabajo y quisieron una vida mejor para sus hijos.

La discusión de política en la mesa.

La Navidad norteamericana, Papá Noel, shopping centers, Coca-Cola, la dicha de consumir.

La negrada, ignorada como humanos por los oligarcas, aborrecida por la pusilánime clase media, castigada por todos, hambrientos en un país que rebalsa comida obscenamente.

Juntarnos, la felicidad de estar juntos, y el agujero de los que faltan.


El chino Wang Zhao vino a la Argentina a progresar. Acá se ganaba en dólares y en esa época en China era difícil salir adelante.

Los parientes lo ayudaron a poner un supermercado en Haedo.

Trabajó desde la madrugada hasta pasada la medianoche, sábados, domingos, feriados, sin vacaciones.

Se quiso hacer amigo de los argentinos. No conocía qué era la Navidad (aún en China no se conoce), pero aprendió que a los argentinos les encanta, y entonces como gesto de amistad, puso un arbolito, lo hizo decorar, con lucecitas.

Pocos años después Argentina le mostró cuán grave pueden ser sus ilusiones. El dólar fácil terminó en estado de sitio, muertos, presidente huyendo y saqueos.

Los clientes que criaban a sus hijos con la leche que le compraban, le saquearon el supermercado para poder comer.

Se le llevaron hasta el arbolito.

Le afanaron la Navidad.




Navidad es quilombo: fiesta y tragedia.


Navidad es quilombo porque es sinceramiento. Un peso no valía un dólar. Hay muertos. Para hacer felices a los niños y a nosotros, nos inventamos una mentira, Papá Noel.


Mi prima Susana, en la mesa navideña, me dijo:

— ¿Por qué me hablás así?

— Así, ¿cómo?

— Como si no fuéramos nosotros. Me careteás.

Era cierto.

Yo quería que fuéramos felices en Navidad. Quería que surgiera entre nosotros la dicha de las navidades de cuando éramos chicos.


No hay más aquella época, pero queda algo nuestro.

Ella me sacó la careta y vio mi cara de siempre.

Somos nosotros.

A lo mejor es poco, eso que somos nosotros. A lo mejor ya no tenemos muchas coincidencias. Su vida no me interesa, la mía no le interesa a ella, pensamos diferente, su ámbito no tiene nada que ver con el mío.

Pero aún así, hay algo. 

Algo de verdad. 


¿Hasta dónde llega eso que nos une?

¿Cuánto podemos confiar uno en el otro?


En Navidad se pueden repasar las relaciones y averiguar con quiénes uno tiene algo de verdad.

Con aquellos con quienes se descubre que se tiene algo, se puede averiguar qué es.

Saber qué tengo con Susana, luego de despejar toda fantasía.

Eso que no puede deshacerse.


Si se llega a descubrir que se tiene algo de verdad con alguien, entonces es posible dar sustancia a eso.

Sólo a eso.



Coyuntura política

 


Mi tío y su familia vivían en un barrio semirrural de San Nicolás. 

Había pocas casas.

En el 2001 la gente en esas casas sólo comía fideos.

En 2010 en los terrenos baldíos que rodeaban la casa de mi tío ya se habían construido muchísimas casas. 

Y en las casas las familias tenían ingresos.

Habían pasado 6 años del gobierno de Kirchner.

En 6 años hubo una reconstrucción enorme, con un Gobierno que hizo ganar mucho dinero a las empresas, e hizo cumplir la ley que establecía que una parte mínima de esas ganancias se distribuyera en toda la sociedad, a través de escuelas, trabajo, comida, obra pública.


Me parece que poco después muchos empezamos a acomodarnos en un “estamos bien”.

Especialmente los que tenían poder.

Y era mentira que “estábamos bien”. La gente empezaba a estar bien, pero faltaba mucho.

Y subestimamos a la oligarquía que había saqueado el país en los 90.


El estado de derecho que mantenía a los militares fuera del poder, se nos hizo tan natural que ya no supimos que existía.


Ahora podemos aprender que lo que se conquista debe ser consolidado y mantenido con una lucha permanente, porque las hienas están todo el tiempo al acecho.


Es muy lúcido que veas que nos arrebataron y nos atacan con pilares del sentido común: libertad, Estado, y también casta, y si querés el “prohibido prohibir” del mayor francés. Menem ya lo había hecho con “peronismo” y hasta con “revolución”.


Podemos producir mínimos actos. Juntarnos y hablar más allá de la indignación y los lugares comunes. Hablar para pensar.

Eso, para empezar.

No sabemos qué resultado dará.

Hace cuatro días los que salieron a la calle desafiando un protocolo totalitario eran profesores de yoga, guías del Centro Cultural Kirchner, diseñadores gráficos, actores y oficinistas, poetas y periodistas, la clase media más inofensiva.

En medio de la dictadura, las que clavaron un cuchillo en el piso fueron señoras amas de casa —ni siquiera sus maridos.

No se puede saber por dónde se arma.

Quizás por la cúpula peronista, pero ninguna cúpula va a poder construir sobre la nada.

Lo que se construya, debe hacerse sobre un millón de actos —un millón de protestas en las plazas, un millón de elecciones en Boca, un millón de charlas.

 


miércoles, 13 de diciembre de 2023

Coyuntura política

Sabemos qué perdió cuando ganó Milei, pero no sabemos qué ganó. Sabemos contra qué votó la gente que votó por Milei, pero no sabemos qué fue lo que sí votó al votar por Milei.  

Hubo una idealización del gobierno de Kirchner.

Desde el 2008 esa idealización reemplazó al gobierno de Kirchner.

Buscar el regreso a esa idealización es tan conservador como el golpe de Estado de 1955. 

Queremos ese clima de “somos privilegiados”, manejando cajas en las áreas de gobierno sin gobernar, sin liderar, sin ponernos al frente de los deseos y las necesidades de la gente. 

Lloramos porque perdemos ese estado de indiferencia en el que podemos hacer política cosmética, peleando contra la exploración petrolera y cagándonos en los pobres.  Es algo diferente lo que debe surgir para parar el saqueo que se viene los próximos 4, 8, 24 años. 


Un amigo perfecto


Es hermoso decir que un buen compañero es la mayor bendición que podés tener en la vida. 

Lo más lindo que se puede decir de una esposa es que es una buena compañera.


Es divino adorar, enaltecer, honrar, celebrar, llevar al estado místico, idealizar a un amigo.


Pero no le estás haciendo ningún favor.


No le dejás lugar para la mínima agachada.


Adonde te falle en el mínimo gesto, caerá del cielo a estallar contra el piso y romperse en mil pedazos.


Y eso habrá sido por tu imprudente enamoramiento de la ilusión de que un amigo es alguien perfecto.


No tenemos derecho a no ser sagaces.


Todos te cagan, tarde o temprano.

 


martes, 12 de diciembre de 2023

La lombriz solitaria


Tuve un tío que se llamaba Tito.

Yo no sabía nada de él.

Murió a los 48 años, cuando yo era adolescente, y nunca supe qué pensaba de la vida, qué quería.

Sí recuerdo algo que escuché contar a mis padres y otros parientes en una reunión, cuando Tito estaba vivo. 

Contaban que había tenido la lombriz solitaria, y para sacársela, tomó en ayunas varios días leche con ajo.

No contaron cómo supo que tenía la lombriz solitaria.

Finalmente, una mañana la “expulsó” (así dijeron). 

La expulsó en un balde.

La lombriz era blanca igual que la leche y el ajo.

Empezó a salir y se retorcía, y no terminaba de salir.

Yo pregunté si era del tamaño de una lombriz, ya que se llamaba “lombriz”, y me dijeron que no, que era mucho más grande, como una víbora blanca.

Yo era chico, tendría cuatro o cinco años, cuando escuché esto.

La lombriz iba saliendo y se retorcía, y salía, poco a poco con el esfuerzo de Tito.

No terminaba de salir.

El balde se iba llenando con la lombriz.

En ese momento del relato yo me asombré mucho.

Iba saliendo despacio, pero salía más y más.

Llenó el balde.

Pensé en lo que pesa un balde lleno de algo, de agua, por ejemplo.

La cantidad de agua que entra.

La lombriz llenó el balde, viva, retorciéndose.

Y después rebalsó el balde.

No sé cuánto lo rebalsó, ahí ya no recuerdo más el relato. Siempre me distrajo mi imaginación.

Me quedé pensando que Tito tenía esa lombriz adentro de él, que estaba lleno de esa lombriz.

La lombriz le debía ocupar todo el interior de la panza, y quizás del pecho. Las piernas. Los brazos. Quizás andaba por adentro de su cabeza.

Me pregunté si yo también tendría algo vivo adentro, algo que no sé que es, pero que vive adentro de mí con su vida propia, comiendo, moviéndose, acomodándose, retorciéndose, durmiendo, viendo, escuchando, pensando sus cosas que yo no conozco.



viernes, 8 de diciembre de 2023

De Rosas a Kicillof

Una arremetida de militancia de base mostró determinación en el proceso electoral y fue un factor decisivo del desempeño del oficialismo, que consiguió resultados casi milagrosos, tomando en cuenta que el candidato era el ministro de la inflación y que el sentido común estaba por completo ganado por la certeza de que todos estábamos muy mal económicamente.

Ese desempeño de esos militantes representa un capital político que se suma a la tradición que existe en Argentina de resistencia a la brutalidad de la oligarquía y de capacidad de construir un poder más sensato.

El gobernador de la provincia Buenos Aires tuvo un desempeño excepcional en las elecciones, recibiendo un apoyo muy sólido, que le otorga un fuerte respaldo en el poder.

No es un poder menor, ya que la provincia de Buenos Aires es la región más fuerte de la Argentina, con un PBI que representa el 67.5 % del total del país.

Tiene un crecimiento del 12.3% encima de la media de Argentina.

Tiene 17, 6 millones de habitantes, el 39% del país.

Con una superficie de 307.571 km² es la segunda jurisdicción del territorio macional, sólo por detrás de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, que cuenta con 1.002.445 km² (incluyendo territorios antárticos e insulares en litigio).

Tiene el mayor número de establecimientos industriales del país.

Tiene la mayor producción agrícola y ganadera de Argentina.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires depende casi por completo de la provincia para sobrevivir.

Entre sus numerosas centrales eléctricas están las centrales nucleares Atucha I y Atucha II, que abastecen a las demás provincias de Argentina e incluso a Uruguay, Paraguay y Brasil.

Tiene hermanamientos con Madrid, Hebei, Moscú, Járkov, México, Fermo, Génova, Gifu, Roma, Shandong, Sichuan, Renania del Norte-Westfalia y Galicia, entre otras.

Tiene el poder de un país.

Y sin embargo, escucho que en los medios de comunicación opositores se repite como un mantra: “se la van a ser muy difícil a Kicillof”.

O sea, el posicionamiento de los analistas opositores al gobierno de la oligarquía elige quedarse en las debilidades del gobernador de la provincia Buenos Aires, su vulnerabilidad, el miedo, la pasividad.

Claramente, el cuadro de líderes en Argentina hoy es famélico. Ya la militancia electoral es traicionada por la clase política en estos momentos, y los medios opositores, en lugar de mostrar un espíritu de lucha para apuntalarla, promoverla, aunque sea acompañarla, la desechan yendo a menos.





martes, 5 de diciembre de 2023

La balada del progreperonismo

Papá, ¿vos qué hiciste cuando le dispararon en la cara a Cristina?

Salimos del progreperonismo conservador, entramos al nazismo payasesco candidato a República bananera.

Los del progreperonismo conservador parecemos la gorilada contra Perón. Ante todo estamos indignados porque perdemos nuestros privilegios.

Los del progreperonismo conservador estamos anunciando el Big Crunch en Argentina de bronca porque perdemos nuestros cargos y negocios.

El ndrangheta Macri y el payaso bananero Milei es lo peor que le puede pasar a la sociedad que quiere trabajar y vivir en paz y a la sociedad que no le alcanza para llegar a oligarquía corrupta, pero el progreperonismo conservador está lejos de ser lo mejor que le puede pasar a todos.

Cargos, negocios; el progreperonismo conservador ¿qué queríamos, qué queremos conservar?

En 2004, 2005 desfilamos por los ámbitos donde se necesitaban funcionarios de todos los niveles, los recién estrenados kirchneristas: yuppies trasnochados, peronistoides de utilería, peronistas profesionales de la política, burgueses de izquierda huérfanos, hasta radicales. 

Todos oportunistas, arribistas, ventajeros.

¿Cuántos de nosotros terminaron viviendo de kirchenristas? Muchos, pero no hablo de porcentajes, tanto por ciento de comunistas, tanto por ciento de La Cámpora, hablo de una actitud. Desde entonces los que ocupamos el poder fuimos creando un estado de cosas estático. “Ya está, ya llegamos. Esto es lo que queríamos desde el Felices Pascuas, esto es lo que quisimos mientras el Turco ganó todo. Ahora ya está”.

Era un estado recargado de nobleza. El mejor gobierno peronista después de Perón. 

Las Madres allá arriba, el cuadro de Videla abajo.

La ocupación subiendo como un cohete, la pobreza viniéndose abajo a pique, kunitas, jubilación para todas las amas de casa, universidades y ciencia, obra pública, satélites y televisión digital directa, Paka-Paka y Canal Encuentro, escuelas, hospitales. Un sueño. Tablets para todos los pibes, para que no tuvieran que envidiar a los niños ricos. 


Pero nos quedamos, y el statu quo consistía en convertir ese sueño en causas sociales de Palermo. Transformamos los derechos humanos en diversidad de géneros, veganismo, feminismo, cultura, todo bastardeado, reivindicaciones construidas como cutáneas, que nos daban el irresistible encanto de sentirnos europeos y que no ponían en riesgo el poder que habíamos ganado.


Nos hicimos los boludos incluso cuando nos dieron el tiro final que fue el disparo a Cristina en la cara.

Todo el coraje y la decisión de poner el cuerpo por la causa se puso a prueba entonces. Todo el coraje y el ímpetu llegó hasta cantar “Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”.


Estaba rodeada, Cristina, de los que nos habíamos cansado de cantar eso, cuando un criminal paquebote le disparó. Y nadie, nadie, no tres, ni dos, ni uno, atinó a tirarle una trompada, a tirarle el pelo, a escupirlo.

¿Sabía el tipo, que Cristina estaba rodeada de castrados que lo mirarían horrorizados y en estado de parálisis?

Quizás fue una reacción democrática. Quizás no fue pánico, sino una lección de convivencia pacífica y de defender la institucionalidad democrática y el estado de derecho.  

Interesante es que desde entonces, en los 425 días desde el tiro, no hubo una calle cortada, una manifestación de una cuadra de gente, un cacerolazo en una esquina, en repudio por el magnicidio. Es notable que hasta se escribió un libro (“Muerta o presa. La trama violenta detrás del atentado”, de Irina Hauser), pero a Fernando Sabag Montiel ni le arañamos la cara.

Dejemos la salvajada de lastimar al atacante, ¿y la defensa a Cristina? Si yo fuera Cristina, ¿cómo me sentiría? Me rodean cientos de miles de mujeres, jóvenes, gente mayor, que se embelesan cuando me escuchan hablar, que cantan que me van a defender con gargantas poderosas, pero me ponen un tiro y ¿corren a esconderse debajo de la cama —en esa hora de crucifixión, pero luego siguieron, cada uno de los 425 días sin abrir la boca?

¿Qué no me harían mis enemigos, si cuando me matan, los que dicen que están conmigo huyen como ratas?

¿Qué defendían, qué defienden, qué no ponen en riesgo por defenderme a mí?


¿Qué queríamos, qué queremos conservar el progreperonismo conservador?

No pareciera que la defensa de los intereses de los más pobres.

Ni siquiera la satisfacción de las necesidades básicas de los más miserables.

Ni la materialización de los derechos, los anhelos, los sueños, de los argentinos.

Ni el poder de representarlos.

Ni liderarlos.

Ni siquiera escucharlos.

¿Para qué, entonces, tuvimos el poder?

¿Qué hicimos con el poder?

Dejamos que Alberto se lo entregara a los cipayos, al FMI, a Magnetto, a Macri, a “La Justicia”, a “El Campo”, sin hacer nada. Lo insultamos mirando una pantalla, escuchando la radio. 


¿De verdad defendemos un salario, un cargo, negocios?

Obviamente que si fuera así, nos merecemos un ejército de mafiosos y payasos violentos desquiciados.


¿No hay nada más?

¿Somos una generación que nació castrada?

¿Una generación condenada a la pusilanimidad?

¿Esta impotencia, esta cobardía infinita, esta esterilidad es nuestro destino?


Tal vez habíamos naturalizado tanto el estado de cosas kirchnerista, que el gobierno de Milei nos parece irreal, una ficción, un sueño, una pesadilla.

Cristina y Alberto asumieron que su misión histórica era mantener la institucionalidad, es decir la defensa de la Constitución. 

El rito de paso, su bautismo de madurez política, fue la instauración de la Democracia después de la dictadura del 76. Nacieron políticos como demócratas tal vez antes que como peronistas. El peronismo se podía perder, pero no se podía perder el estado de derecho.

La realidad política consistía en mantener la Democracia frente al embate del fascismo que impondría una dictadura.

Todo se podía perder, el Estado, el gobierno, el poder de consumo, la industria, la ciencia y la tecnología, la minería, el campo, la inversión extranjera, las empresas estatales, el turismo, la educación, la cobertura social, la salud pública, los negocios personales, hasta la lealtad, pero todo se podía recuperar, a condición de que no se perdiera la Democracia. 

Con Democracia, todo era reparable, sin Democracia, nada. Sin Democracia era desapariciones, torturas, muertes. 

La determinación fue indeclinable. Ganaron. El sistema tambaleó en el 2001, pero se evitó otra dictadura.

Y entonces, naturalizamos el estado de derecho. Luego, como todo lo que naturalizamos, ya no lo vemos. Perdemos por completo la consciencia de que nos puede faltar.

Así, ahora estamos ante algo que es peor que una pesadilla. Pesadilla es pensar que no podremos colarnos en la cola de las vacunas, pero ahora no sabemos nada. 


SUPERIORES e INFERIORES

Hay personas que tienen la piel más oscura que otras.

Hay personas que tienen más habilidad matemática que otras.

Hay personas menos reflexivas que otras.

Hay personas que cabalgan mejor que otras.

Hay personas que tienen más habilidad que otras para ganar plata.

 

Somos todos diferentes.

 

Ahora bien, usar algunas de esas diferencias para construir una escala en la que unas personas son SUPERIORES y otras INFERIORES, es otra cosa.

 

Una gente que vivió hace mucho, creía eso, que había personas SUPERIORES y personas INFERIORES, y pensando así, les parecía normal que las SUPERIORES esclavizaran a las INFERIORES.

Las personas SUPERIORES eran las dueñas de todo, incluso de las personas INFERIORES.

 

No alcanza con aceptar que las personas se dividen en SUPERIORES e INFERIORES para que exista una sociedad criminal.

 

Sin embargo, una sociedad como aquella, o el nazismo, que fue lo mismo, o la dictadura militar en Argentina, que también fue lo mismo, no podrían existir sin que a la gente le parezca normal que haya personas SUPERIORES y personas INFERIORES.