lunes, 31 de agosto de 2020

En patas

 El casamiento de Daniel y Laurita no solamente fue una de las fiestas de casamiento más inolvidables que me tocaron, sino uno de los momentos mayores de mi vida.

 Llevaron un cargamento de tequila, algo así como un container secuestrado cuando estaban por subirlo en un barco hacia China, y entonces cada una de las decenas de mesas tenía canilla libre de botellas de tequila.

 Diría que eso, para empezar.

 En un momento, no diría que avanzaba la fiesta, porque todavía era plena luz del día, estábamos abrazados a unos mariachis cantando a viva voz con ellos, de repente un blanco gigante como un marine de civil, un chiíta y otros teníamos camisetas de Boca y saltábamos cantando una canción de la cancha; más tarde una multitud hacía una ronda alrededor de Ponchito y de mí, porque habíamos descubierto que, él tapatío, yo argentino, nos parecíamos como dos gotas de agua y nos topábamos las grandes panzas, al son de la música. Episodios así, que no recuerdo, sino que puedo referirlos porque los vi en las fotos.

 Lo que sí recuerdo bien es que también a hora muy temprana, miré abajo de una mesa, y había muchos zapatos.

Arriba de la mesa había muchas botellas de tequila y abajo, muchos zapatos.

Entre los zapatos, estaban los míos. Cuando un perro apareció de la nada y raudamente eligió un fino zapato dorado con un alto y fino tacón aguja, y salió corriendo con el zapato en la boca, me reí a carcajadas, feliz de que todo el mundo se sintiera tan cómodo que había arrojado los zapatos ahí para irse a bailar en patas.

 Quizás este pensamiento está nutrido por la cuarentena. Tengo 60 años, me estoy enterando de que no voy a vivir eternamente, y me entran unas ganas de dejar los zapatos ahí abajo de la mesa y olvidármelos, o que se los lleve el perro.



 

jueves, 27 de agosto de 2020

Anempatía y despegue

Se acaba de estrenar en China la película bélica “The Eight Hundred”

Para el cierre, el director Guan Hu echó mano nada menos que a una melodía muy popular, “Londonderry Air”, con la que se ha hecho la divina “Danny Boy” y es un himno del corazón irlandés. Algún día nos dedicaremos al tema de la tradición china de adaptar lo que adoptan hasta llevarlo a su síntesis, tan diferente de la hegeliana, en tanto los elementos sintetizados no se funden, sino que conservan sus características —desde la arquitectura hasta el capitalismo. En esta película, con la anempatía típica de las incorporaciones chinas, rebautizaron el tema como “Remembering”, y además de la música nacional de Irlanda, adopta al tenor Andrea Bocelli, que hace dueto con la cantante local Na Ying.

El tema de la película es la épica de un puñado de chinos que resiste a la invasión japonesa en Shanghai a principio de los años 1940. “No nos digan que no participamos de la Segunda Guerra Mundial. Sin la resistencia de China, los Estados Unidos quizás no hubieran vencido a Japón”, me repitieron una y otra vez académicos chinos.

El diario Global Times dice de la historia que “los héroes no nacen héroes. Al igual que muchos de nosotros haríamos, estos soldados consideraron salir corriendo de aquel infierno (…) Pero poco a poco estos soldados van comprendiendo su responsabilidad y deber de luchar por sus compatriotas, que los habían apoyado durante semanas mandándoles todo lo que necesitaban.”

En el videoclip se puede apreciar algo diferente al resto de las películas y a las películas que se ruedan en Occidente. No parece ser una película excepcional en cuanto a la historia o el aporte cinematográfico total, pero el singular efecto visual que causan imágenes filmadas con cámaras IMAX (toda la película está hecha así), el cuidado milagroso de la fotografía, que tiene detalles en cada centímetro cuadrado de una imagen concebida como un cuadro de 12 metros de largo por 4 metros de alto y la estética, con un manejo de los símbolos que resulta de emoción arrasadora, nos hacen sospechar que China está a punto de despegar del planeta.



sábado, 22 de agosto de 2020

Estatuas

En la tradición hermética, Asclepio describe el arte de atrapar las almas de los demonios en estatuas.

Indica hacerlo con la ayuda de hierbas, piedras preciosas y aromas tales que la estatua acaba hablando y, más aún, profetizando.



Desastre de amor Rita

 En el momento más desastroso de su vida, recién separada y hostigada por el exmarido, recién muerta su madre de quien jamás se había separado, con la casa cayéndosele encima. los hijos odiándola, con su comercio quebrado, tapada de deudas y sin un peso, sin futuro, Rita me dijo:

— No me importa el dinero, no me importa tener una profesión, no me importa tener buena salud, no me importa estar en orden con mi vida, no me importa ser una buena hija ni una buena madre. Lo único que quiero es vivir grandes amores, tener aventuras, muchas, todas juntas, estar enamorada de cuatro, cinco hombres a la vez, que me hagan sentir una reina, que me hagan prender fuego de celos, que me causen intentos de suicidio y ganas de ser mamá otra vez.

 

 

En este mundo

Se acercaron entonces unos saduceos, de esos que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:

— Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano”. Bueno, pues había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. El segundo, el tercero y así hasta el séptimo se casaron con la viuda y murieron también sin dejar hijos. Finalmente murió también la mujer. Pues bien, esa mujer, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos va a ser mujer, si ha sido mujer de los siete?

Jesús les respondió:

— En este mundo, los hombres y las mujeres se casan; en cambio, los que han sido dignos de alcanzar el mundo futuro y la resurrección, sean hombres o mujeres, no se casan; es que ya no pueden morir, puesto que son como ángeles, y, por haber nacido de la resurrección, son hijos de Dios.

Lucas 20, 27-38

*    *    *

Somos las evocaciones de unas pocas vivencias verdaderas que tuvimos en otras vidas. Esas vivencias son nuestra única realidad, y para mantenerlas vivas y hacerlas florecer es que nos nace un nuevo cuerpo una vez que morimos.

No vivimos sino en la espuma de la corrupción de este mundo, con un puñado de piedras preciosas en la mano. Algunos arrojan las piedras preciosas lejos de sí, otros las venden para comprar bienes de este mundo y otros, finalmente, entienden que viven para ellas como el suelo fértil se entrega a la semilla.

Ser la evocación de verdades es nuestra realización.

Xuánzàng (玄奘)

*    *    * 

No estoy más en matrimonio con nadie.

No dejo de hacer nada por nadie.

No voy donde quiere nadie.

No conozco a tu madre si no quiero. Trato trato trato

G.

*    *    *

Muchas personas no pertenecen realmente a este mundo.

Son dobles de otras personas de un mundo paralelo.

Pertenecen a una sociedad primitiva en la que las personas sólo pasan el tiempo haciendo grandes libaciones, entregadas alegremente al desenfreno.

A esa sociedad aún no le nacieron las etiquetas correspondientes a los modos de relación.

Sus integrantes, siendo humanos, hacen como los animales, que sólo viven.

Sus dobles, al estar en este mundo, donde no es posible tener una relación sin nombre, o sea, sin unas reglas establecidas, se convierten en novios, amigos, familiares, subalternos o cualquier categoría que, en su interior, ellos padecen como castraciones. 

Asclepio





sábado, 15 de agosto de 2020

Infección de zombiedad

 En las películas de zombies siempre me quedo colgado en ese momento en que una persona normal, que estaba siendo perseguida por los zombies, a los que venía combatiendo, luego de ser mordido, ¡chán! se convierte en zombie.

 



Ha sido infectada de zombiedad. A partir de ese momento, ya no piensa más, ya se mueve espástica, lenta e implacablemente, ya no se detendrá hasta comerse alguno.

Aunque es mi hermano, mi amigo, mi esposo, ya es otra persona.

Mientras me aterrorizo, me quedo colgado con esa conversión de lo familiar en ajeno. De lo vivo en muerto. De lo solidario en amenazante.

 

La zombiedad de hoy engloba a Trump alentando la primacía blanca y secuestrando niños centroamericanos, a los húngaros pateando refugiados sirios, a Bolsonaro mandando incendiar territorios de indios y alentando la homofobia, a los golpistas bolivianos adorando biblias y matando gente de El Alto, la Macri saqueando la economía de modo impune y diciendo desde Europa que un tipo se murió de un infarto porque el nuevo gobierno prohíbe la libertad.

Todos estos líderes son altamente representativos. Millones los apoyan.

 

Millones que han sido infectados por la insensatez.

La misma insensatez de los antivacuna, los que aseguran que se viene el comunismo, los terraplanistas, los Illuminati, ahora están los QAnon, que aseguran que Trump es quien se interpone ante una organización secreta que está devastando el planeta, creando el Nuevo Orden Mundial a través de plagas.

No les importa no poder fundamentar con datos o con racionalidad, están en modo fanático: les sobra con estar convencidos. No les importa que una noticia sea falsa, les importa que les confirme lo que piensan.

Alguna vez intenté discutir y renuncié para siempre, al comprobar que no quieren razonar. No fundamentan ni escuchan fundamentos. Para ellos el pensamiento crítico es una imbecilidad.

Como dan por hecho que los que no coinciden con ellos mienten, en todo lo que hacen los demás ven confabulaciones.

 

Por otra parte, los mueve el egoísmo extremo.

Los demás no les importa.

Cuando escuchan conceptos como el bien común, el bien de todos, gritan que son palabras de los políticos para embaucarlos.

Así, son perfectamente irresponsables de sus actos. No les importan las consecuencias de lo que hacen.

 

¿Cómo terminan las películas de zombies?

¿Al final sólo quedan zombies en el planeta?

Me pregunto si todos terminaremos infectados, devorándonos unos a otros.

O sea, ¿esta es una pandemia que pasará, o es el futuro instalándose en el presente?

Los que llamo normales seríamos, entonces, los restos de un mundo que se extingue. Un mundo que incluía la fe en la solidaridad y la racionalidad para entendernos.

 

Un mundo de Bolsonaros y antivacunas no es sostenible. ¿Es esta la culminación de la autodestrucción activada con las industrializaciones y el comienzo de una purga que podría desembocar en el final de la especie humana?

 

Otro tema. El hecho de que esta eclosión de zombies desprecie fundamentos, no significa que nos los tengan. En todo lo que acusan tienen algo de razón. Por ejemplo, los laboratorios, por lucrar, realmente hacen cualquier cosa con la salud de la gente; hay verdadera y despiadada corrupción en la política; la ciencia consagrada como la única dueña de la verdad es brutalmente tirana como fuente de conocimiento. Es obvio que hay organizaciones que tienen un enorme poder de decisión en el mundo, fuera y por encima de los gobiernos elegidos por los votos.

Y no estoy encontrando elaboraciones que esclarezcan este fenómeno.

¿Qué les pasa a los intelectuales?

Nadie explicó el fenómeno del macrismo aún. Explicaciones basadas en la influencia de los medios hegemónicos, o en que siempre hubo en Argentina gente que odia, me parecen intentos incompletos, manoteados durante una conversación.

 

La pandemia zombie está en todo Occidente y trasciende la Argentina.

Aquí se va a manifestar el lunes en un acto de propagación del virus COVID19.

Intensificando el contagio, cagándose en los enfermos, los trabajadores de la salud, los muertos, sus familias, pasearán su odio al gobierno, al peronismo, a los chinos; asegurarán que el virus se activa con el 5G, que la vacuna trae un chip para controlaros, que el virus no existe y fue inventado por Cristina Fernández de Kirchner para robarnos la libertad.

Los normales que aún no hemos sido infectados, seguiremos refugiados en nuestras casas, con puertas y ventanas trancadas, aterrados, tratando de sobrevivir.

 

 

jueves, 13 de agosto de 2020

Episodio con poetas

"Jamás querría ni quise herir a nadie, menos aún a los los poetas. Lejos está mi ser sensible de ello", dijo ayer la presidenta del Fondo Nacional de las Artes.

Así pidió disculpas por haber dicho que los poetas pusieron el grito en el cielo porque este año no habrá dinero para poetas .

"Están acostumbrados a que el Fondo es una especie de proveedor permanente", había dicho.

Quizás es un poco triste para mi mamá, pero hablo desde la impunidad que me da no existir, sabiendo que este comentario llegará en esta red cualunque, que muchos no soportan por grasa, a 74 personas y será leído por 14, de los cuales 1 se interesará.

Desde la asquerosa impunidad que me da el anonimato, quiero decir que una persona que se llame a sí misma "poeta" me hace aparecer inmediatamente la imagen de una batata vestida con el atuendo de un juez inglés, con la peluca y todo.

Hay personas que necesitan decir cosas, a quienes los cosas las urgen a que las escriba, y que tienen una aplicación fuerte en la manera de escribirlas, hasta que las palabras se les transforman en seres. Escriben, así, en una piedra, en el caparazón de un animal, en un papel, en la arena, en un iPad.

Muchas de esas inscripciones quedan en soledad total hasta que las barre el tiempo. Algunas son leídas por otras personas, la mayoría de las cuales sigue de largo pensando en otra cosa, salvo algunas pocas, inspiradas, más inspiradas que aquellas que escribieron, que al leer las palabras escritas crean un mundo.

Este será el verdadero momento mágico.

 

Y siento, en mi triste anonimato, que nada más alejado de esta pequeña historia, que una persona que tenga la pretensión tan triste y patética que se moriría de vergüenza si se mirara al espejo, de ser reconocida como "poeta".

Si además se entrega al gozo de odiar porque no le pagan por eso, creería estar asistiendo a un brote psicótico.


El encuentro con el libro

Un amigo quiere publicar un libro.

Me pregunta qué me parece.

Charlamos, le cuento mi experiencia con mi librito Mariposa de Otoño:

que creí que el fin del proceso hasta el libro era todo lo que se hacía hasta que el libro salía de la imprenta,

pero que me equivoqué de pé a pá,

porque esa es la parición del libro.

A partir de ese momento, el libro empieza su vida.

Entonces me atreví a decirle a mi amigo que quizás le convenía pensar a quién quiere que llegue, primero,

y segundo adónde imagina que irá a parar,

y pensar la forma del libro (todo: tapa, título, papel, imágenes, tamaño, edición e incluso el texto) desde ese deseo e intuición.

El libro no existirá realmente hasta que se encuentre con alguien.

 

 

Gracias Gisela por la foto.
Gracias por la foto Gisela, y gracias a la sacrificada modelo.

martes, 11 de agosto de 2020

La distribución de los chanchos

 

Cómo me gustó SimCity la primera vez que lo jugué, hace 30 años. Hice una sociedad de 50 millones de habitantes, que contaba con 2,78 millones de kilómetros cuadrados, por lo que a cada persona le correspondían 5,6 hectáreas, de las cuales 0,62 hectáreas eran de buena tierra, en la que se podrían producir alimentos para varias personas, sin contar los pescados, mariscos y algas que podían pescar, cosechar o cultivar en el mar, lagunas y ríos.

Argentina tiene esas proporciones y con lo que produce actualmente podría alimentar entre 600 y 800 millones de personas.

El hecho de que teniendo una población de sólo 50 millones, haya una proporción enorme de pobres que ni siquiera comen bien demuestra que la distribución de las riquezas es un mamarracho.

Si fuera repartida con un mínimo de sentido de la decencia, la riqueza que genera Argentina, aún a medio industrializarse, debería garantizar una muy buena vida a todos sus pocos habitantes.

Ahora ha surgido un proyecto de producción de chanchos con la inversión y la venta garantizada por China.

Algunos empresarios y políticos lo bancan, pero se ha levantado una nube de opositores. Para aportar a esta discusión quiero presentar este razonamiento.

*          *          *

Los términos que conforman el esquema de consumo son: recursos (riquezas), personas y lo que conecta a recursos y personas, que es la distribución.

Los recursos son creados, en mayor o menos cantidad, más o menos sofisticados, aplicándose en ellos más o menos medios y más o menos trabajo.

Las personas tienen necesidades y deseos. Hasta cierto punto, el límite es difuso, pero las necesidades son más aptas para ser cuantificadas, de modo que es posible cierta adecuación entre algunos recursos y algunas necesidades.

Entre los recursos a las personas media la distribución. Ésta puede ser igualitaria (cada persona recibe lo mismo), equitativa (cada persona recibe lo que necesita) o injusta (algunos reciben más de lo que necesitan, otros menos).

Con este simple esquema es posible comprobar por qué la idea del desarrollo económico en un país con pobres puede ser percibida como indispensable o como una táctica de explotación: si la distribución es equitativa, el desarrollo beneficiará a todos, si es injusta, mantendrá o profundizará la desigualdad, y por tanto la pobreza.

Esto no es SimCity: no es un esquema teórico, sino lo que sucede en la realidad.

Todo desarrollo es beneficioso para una sociedad si los recursos creados son distribuidos de modo equitativo.

El desarrollo fue bueno para China porque el sistema socialista generó una distribución muy equitativa.

El desarrollo basado en la producción de bananas fue malo para Panamá porque los beneficios quedaron concentrados en muy pocas personas.

Si la distribución es injusta, el desarrollo o no sirve, o será perjudicial para gran parte o la mayoría de la sociedad.

Si la distribución es equitativa, podría suceder que el desarrollo no fuera necesario.

Si para una sociedad con pobres se plantea un proyecto de desarrollo como el de las granjas de cerdos, a lo que debería prestarse atención, ante todo —si se busca que todos estén bien—, es al modo en que serán distribuidos los recursos que genere.

Quienes no mencionen el tema de la distribución son aquellos que se beneficiarán más de lo que se beneficiarían si la distribución fuera equitativa.

 


lunes, 10 de agosto de 2020

Los pequeñitos yo en los ojos de los demás

 

 

Me gusta mirarme en los ojos de las demás personas.

Los otros son espejos.

Mi mente se enfoca en los dos pequeños yo que veo cuando miro a otra persona a los ojos.

Pero esos yo no son todos iguales. Hay grandes diferencias entre los yo que veo reflejados en los ojos de los demás.

En la mayoría, no me reconozco.

En algunas personas sí. Soy más yo.

Y en el yo que se refleja en Mara, puedo ver las verdades de mí que no encuentro cuando me observo solo, aunque tenga todo el tiempo del mundo, en el espejo.

Necesito verla cada tanto, para no perderme. Pienso que si alguna vez pasara demasiado tiempo sin verla, yo dejaría de existir.

De algún modo, le pertenezco.

Y mirándome, me da pertenencia.

sábado, 8 de agosto de 2020

Cómo entender que los chinos aprueben a su gobierno

1. Un centro de estudios de la Universidad de Harvard detectó que los chinos aprueban la acción de su gobierno de manera enorme y creciente.

¿Esto a qué se debe?

 

2. Fue un presidente norteamericano, John Fitzgerald Kennedy, quien dijo: “dejen de pensar qué es lo que su país puede hacer por ustedes y empiecen a pensar qué pueden hacer ustedes por su país”.

 

3. Ahora bien, en los primeros días de la guerra de Malvinas, me anoté como voluntario. (Qué mal entré en esa curva).

Si pienso qué hago hoy por mi país, pienso en que pago mis impuestos, aporto la parte del territorio argentino que me corresponde, invierto algo de mi capital y obedezco las leyes.

Pero ¿a quién beneficio?

Al país, claro, pero ¿qué es el país?

¿Es lo mismo aquel Estados Unidos de Kennedy, que el actual de Trump?

¿Es lo mismo la legendaria Islandia que El Salvador?

¿Es lo mismo Brasil que Nueva Zelanda?

Un aspecto que diferencia a los países es cómo se reparten las ganancias que generan sus recursos —sus capitales, el trabajo de la gente, sus recursos naturales.

No es lo mismo un país como Cuba, que reparte de un modo muy equitativo (aunque es obvio que la equidad no es perfecta) entre toda su población, que un país como Chile, que tiene una clase millonaria y una masa general de pobres.

Aportando impuestos, trabajo, la parte que me corresponde de las riquezas naturales, capital y obedeciendo las leyes de Argentina, ¿a quiénes beneficio?

Como del total de la riqueza, una parte sustancial va a parar a unas pocas manos, pues a esas manos va la parte sustancial de mi aporte.

Eso es mi país.

Eso es Argentina.

No me cuesta entender mi poco entusiasmo cuando pienso en qué puedo hacer yo por mi país.

La mayor parte de lo que yo hago por mi país va a parar a esos yates grandes como edificios que he visto sólo alguna vez, a las cuentas que algunos tienen en Panamá, a mantener los hijos de tal familia que están estudiando en Londres, a pagarle la cocaína al marido de la heredera de la corporación mediática.

Pero si supiera que a ellos fuera una parte mínima de lo que produzco, de mi “ponerle el hombro a la Patria”, mientras que la mayor parte se distribuyera de manera equitativa en todo el resto de la población, y eso contribuyera a que ya no haya familias que viven en un toldo al lado de una vía del tren, a que los presos no mueran de tuberculosis en la cárcel, a que la gente no tenga que irse de su lugar hacia una villa miseria de Rosario, a que unos hermanitos no se tengan que quedar en la casa en vez de ir a la escuela porque la abuela que los cría está enferma, si ese fuera el caso, creo que contribuiría con ganas.

Y si un gobierno, aunque fuera un mamarracho de defectos, garantizara esa justicia social, tendría mi aprobación.

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Fuera de la sumisión por la fuerza, más allá del lavado de cerebro, además de la obediencia que la ética confuciana graba en el adn de los chinos, creo que esto es lo que explica que los chinos apoyen masivamente la gestión de su gobierno.




viernes, 7 de agosto de 2020

Don León Guruciaga

Crecí en San Nicolás, una ciudad que tenía dos categorías de personas: los dueños y los demás.

Los demás habían llegado en olas migratorias -genoveses, vascos, gallegos, provincianos, bolivianos.

No hace falta que diga que los dueños han aborrecido y aborrecen con asco a los demás.

Los dueños saben todo de la ciudad.

Son dueños de la información.

Y de las decisiones.

Y de la mayor parte de las propiedades: campos, empresas, edificios, casas.

Mi familia estaba compuesta por inmigrantes.

Nuestros padres no nos enseñaron quién era aquel hombre León Guruciaga a cuya memoria estaba dedicada la calle donde vivíamos. No lo sabían.

Estoy seguro de que si hablara con alguien del círculo de los dueños, descubriría que conoce vida y obra del tal León Guruciaga, la que está en los libros de historia de la ciudad y sobre todo la que no, la que sólo conocen los de adentro.

Pero nuestros padres no sabían ni siquiera lo que dicen los libros de historia.

Ninguno de los hijos de los demás sabe nada de la historia de la ciudad.

Ni siquiera se la enseñan en la escuela.

Nuestros padres tampoco crearon un jardín en las casas donde vivimos, ni hicieron de las casas lugares lindos donde vivir cómodamente.

No teníamos casa propia, siempre alquilábamos, y, claro, uno no termina de apropiarse del lugar que alquila.

Los demás no terminan de apropiarse de aquella ciudad.

Les está prohibido.

La ciudad ya tiene sus dueños.

 

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El día que mi mamá vio una porno

 Mi mamá se llevaba pocos días de diferencia con John Lennon. Si hubiera nacido en otro lugar, quizás hubiera sido una hippie.

Amor libre, pelos, marihuana, paz, flores.

Conozco gente de mi edad que tiene fotos de sus padres disfrazados de ropa de colores, vinchas, descalzos. bailando o meditando.

Pero mi mamá se crió en una ciudad del interior de la provincia de Buenos Aires, en el campo, en una familia pobre, escuchando zambas por la radio, en un ambiente que festejaba a los militares —tanto, que todavía los festeja.

La Marcha de la bronca no tenía mucho lugar en aquel mundo, Y sin embargo algo de la juventud se había infiltrado en mi mamá, lo que la hacía siempre entusiasta y alegre.

 

Una vez vio una porno. No recuerdo cómo lo mencionó, pero yo, que tendría unos 25 años, pensé que era algo muy divertido. Estaba claro que ella no consumía porno, sino que había visto una película.

Le pedí su opinión: estaba indignadísima. Entendí que era por la asquerosidad de la película, y me dispuse a escuchar su proclama de condena moral, pero sólo gritó: “Era algo que no tenía nada que ver con el sexo, ¡era una cosa ginecológica!”

 

Es un gran regalo haber tenido una madre divertida. Otros, cuando piensan en su viejita, la ven planchándole los pantalones al parásito de su marido, o recuerdan una mujer a punto de morir de cansada, pero yo recuerdo a mi mamá cuando regresaba del hospital, de una operación, y se ponía a relatarnos los detalles de lo que había sucedido en el quirófano, como si fuera un western.

 

 

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