viernes, 25 de octubre de 2013

Presentación del libro Teresa Yuan China, un nuevo comienzo para el Psicoanálisis


Una de las notas del Nº0 de la revista Dang Dai era un tema que Camilo Sánchez tenía en su carpeta: una argentina estaba teniendo un rol muy activo en la difusión del psicoanálisis en China. Era la analista Teresa Yuan, hija de una argentina de origen libanés y un chino.
Camilo la entrevistó, estableciendo una relación que tendríamos con ella desde entonces, para conocer el detalle de sus numerosos viajes a China y para ser amigos.
En mi caso personal, conocer a Teresa tiene un gusto a encuentro de hermanos separados a la edad de la que no se tiene memoria, dado que compartimos la condición de mestizos chinoargentinos. No hay muchos como nosotros, mucho menos de nuestra edad. Hemos compartido nuestra experiencia en espejo —el de ella unos años delante de mí.
Este año Teresa escribió el registro de su trabajo como introductora del psicoanálisis en China, algo que parece una labor estrambótica, destinada a confrontar irresistibles incógnitas como la universalidad del psicoanálisis o algunas formulaciones de Lacan sobre la psique de los chinos, y a poner en evidencia el lugar central de la Argentina en el mapa del psicoanálisis global.
Fui invitado a integrar la mesa que presentó el libro en la mítica APA (Asociación Psicoanalítica Argentina). A continuación, el texto que leí en aquel momento.

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Ricardo Piglia es un gran ocurrente. Todo el tiempo se le están ocurriendo esquemas, máquinas, aparatos, muchos de los cuales son buenos para ver. Son claves. Tienen poder explicativo. Las de Piglia son claves fértiles, siguen descorriendo velos durante mucho tiempo.
Una vez se puso a armar la hipótesis de que en la literatura hay dos tipos de viajes. Uno es el que se da en el despliegue físico sobre el territorio, sobre el mapa. El protagonista sale de su país, atraviesa un río y entra en otro país, que es fundamentalmente otra lógica. Una lógica que él no comprende, y esto es lo que transforma la realidad en una serie infinita de sucesos impredecibles. Por eso, este tipo de viaje se asimila a la aventura. El protagonista anda a los saltos, superando cosas que le salen al paso y él no comprende. Luego atravesará otro río y entrará en otro país, y así.
Piglia sitúa este primer viaje en la literatura norteamericana. En la francesa se desarrolla el otro viaje, que es una suerte de opuesto al anterior. El sujeto no necesita moverse. No se mueve. Porque el viaje es hacia el interior. De algún modo, es una propuesta similar a las novelas de Sherlock Holmes, en las que el detective, sentado en su gabinete chupando la pipa, montado en su razonamiento va trepando por el camino de la verdad hasta descubrirla. Es también el modelo de los antropólogos de fines del siglo XIX, que formulaban ampulosas teorías sobre la Humanidad en su biblioteca de Oxford, donde recibían objetos y cuentos de lugares remotos.
Y es el viaje de Edipo —inevitable de omitir en este ámbito,. Un viaje que empieza con la cándida ilusión del final anunciado, saber quién es uno.
A mí me fascina que Teresa Yuan haya emprendido su viaje, el viaje de su vida. Las dos categorías de Piglia le sirvieron para armar su viaje, como le sirvió la casualidad, la pasión, algún benefactor en Argentina, otro en China. Como le sirvió su profesión. Y como le sirvió la distancia extrema, la mayor en el planeta, entre Argentina y China. Esa distancia máxima, hecha de kilómetros, de idiomas, de idiosincrasias, fue alimento de su viaje.

El coraje de Teresa me fascina y me produce una admiración mayor. Me admira ella y me admira lo que alguien es capaz de construir y legarle a los demás en el empeño absurdo, inexplicable, irracional que es la búsqueda humana del origen.


Dos mitades de chinos entre Abel Fainstein, presidente de la
Federación Latinoamericana de Psicoanálisis, y
Leticia Glocer Fiorini, presidenta de la
Asociación Psicoanalítica Argentina.