jueves, 19 de diciembre de 2024

COYUNTURA – Los vampiros

Laura Caullo, economista del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, viene demostrando que “las familias más ricas cobran en promedio 23 veces más que una familia que se ubica entre el 10% más pobre de la población”.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), el coeficiente de Gini, que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza, fue de 0,467 en el primer trimestre de 2024, mientras que en el mismo período de 2023 el valor fue de 0,446.

La desigualdad se está acelerando en Argentina.

Un pequeño porcentaje, una cantidad muy pequeña de empresas, familias, personas, concentran la riqueza de Argentina y sostienen a Milei en la presidencia.

¿Quiénes son esos dueños?

Los periodistas que queremos una sociedad mejor tenemos la misión de revelar sus nombres, de que se haga sentido común quiénes son esos parásitos gigantes.


Pero los periodistas tenemos que trabajar muchísimas horas para ganar lo suficiente para poder pagar el alquiler, la obra social, el seguro del auto, y no tenemos tiempo para investigar.

Sólo atinamos a personalizar todo en Milei.


Estamos fascinados hipnotizados obsesionados enamorados de odiar a Milei, no nos damos cuenta o no queremos que sea sólo un botones alcahuete cadete paje, y no investigamos quiénes son sus patrones.

Espero que nuestra falta de investigación para revelar quiénes son no sea para no quedar mal con ellos.




Apartado a los lindes del mundo

 Pasaron muchos años desde que Peter Handke escribió los textos para la película Las alas del deseo.

La película se estrenó hace 37 años; vaya a saber cuándo Handke escribió el monólogo de Homero.

Handke le llamó Homero para plantar sus palabras en el tiempo de la humanidad, esa especie de eternidad en la que viven los ángeles de la película.

Sin embargo, en el monólogo aparece el devenir —“mis héroes ya no son los guerreros y los reyes”, “¿Dónde están los míos, los simples, los primigenios?”

Si abrimos la puerta al transcurrir histórico, aquel discurso, ¿no ha perdido vigencia? ¿Escribiría lo mismo Handke hoy, cuando el que ya no escuchaba para leer solo, tampoco lee solo, sino que ve pasar el vacío chillón en la pantalla de su celular?

El Homero de Las alas del deseo habla de la guerra en tiempo pasado. ¿Diría lo mismo hoy, cuando el horror por una guerra nuclear ha quedado atrás, Israel asesina niños palestinos como un matarife y los que tratan de escapar se mueven por los mapas en hordas de millones de desgraciados?

Pero de algún modo la película es premonitoria de este presente. Homero es un viejo hecho de sus últimos huesos y su cuero final. Pese a su fe en el relato y a la relación viva que tiene con su musa, en cualquier momento se muere. Deambula como un alma en pena. No dialoga, sólo monologa. Está solo, en un sillón abandonado en un baldío donde sólo quedan restos olvidados de escombros, un terreno que hace pensar en Dresden bombardeada, en el que a lo lejos se ve una autopista por donde corren veloces los autos, anónimos.

Más tarde Homero aparece en una biblioteca, moderna, luminosa, limpia, poblada de jóvenes. Pero nadie le pregunta nada. Es un fantasma.

No sabemos dónde ha quedado su mundo. Él perdió el camino, está perdido en esta realidad de zombies. La materia de sus relatos, sus aventuras, su gente, su palabra se ha perdido. Su voz ha enmudecido.

 



Monólogo de Homero

 El mundo parece ahogarse en el crepúsculo, pero yo narro, como al principio, en mi cantinela que me sostiene a salvo, por el relato, de las revueltas del presente y protegido para el futuro.

Se acabó el remontarse muy atrás de antaño. El ir y venir a través de los siglos…

Ya sólo puedo pensar de un día para el otro. Mis héroes ya no son los guerreros y los reyes, sino las cosas de la paz, todas iguales entre sí: las cebollas que se secan tan valiosas como el tronco del árbol que atraviesa el pantano. Pero nadie ha logrado aún, cantar una epopeya de la paz. ¿Qué le ocurre a la paz que no puede seguir fascinando por mucho tiempo, que se deja apenas narrar por alguien?

¿Debo renunciar ahora? Si renuncio, entonces la humanidad perderá su narrador. Y si alguna vez la humanidad pierde su narrador, al mismo tiempo habrá perdido su infancia. ¿Dónde están los míos, los simples, los primigenios?

Nómbrame, musa, al pobre cantor inmortal quien, abandonado por sus mortales oyentes, ha perdido su voz. El que del ángel del relato, se convirtió en el ignorado o burlado organillero, fuera, en el umbral de la tierra de nadie.

 

Sólo las vías romanas conducen aún a lo lejos, sólo las huellas más antiguas conducen aún más lejos. ¿Dónde está el puerto de montaña? También la planicie, también Berlín tiene sus recónditos puertos, y ahí es dónde empieza mi tierra, la tierra de la narración. ¿Por qué no todos ven de niño los puertos, los portones, los intersticios, abajo en la tierra y arriba en el cielo? Si cada uno los viera habría una historia sin sacudidas mortales y sin guerra

 

Cuéntanos musa del narrador, del infante, del anciano apartado a los lindes del mundo y haz que en él se reconozca cada hombre. Con el tiempo los que me escuchaban se han convertido en mis lectores. Ya no se sientan en círculo sino solos, y cada uno no sabe nada del otro. Soy un viejo, con la voz quebrada, pero el relato sigue elevándose desde las profundidades. Y la boca entreabierta lo repite, tan poderoso como apacible. Una liturgia para la que nadie necesita estar iniciado en el sentido de las palabras y de las frases.

Pedazo de mí

Un 19 de diciembre murió mi madre.

Se llevó más de la mitad de mí.

Como si un torpedo me hubiera arrancado parte de la cabeza, los brazos, un pulmón, casi todos los intestinos.

No soy el mismo desde que murió porque no soy entero.

Me falta la que me decía quién soy.


Nueve años después me sigue faltando.

En esto soy como el tango que llora por “la viejita”, o el siciliano que se quiere pegar un tiro cuando se entera de que la mamma e morta.


Lo que se fue de mí con su muerte no se regenera ahora que ya casi no siento su presencia.

Mi madre va muriendo.


La madre es criando.

La madre es cuidando.

La madre también es culpándote, vampirizándote, usándote, sujetándote.

La madre es queriéndote.

La madre es diciéndote quién sos.

La madre es deseando tu bien.

La madre, en fin, es una acción.


Un verbo entre ella y sus hijos, entre ella y su marido y sus hijos, entre ella y su madre, ella sus amigas.

Cuando muere la acción madre, la madre es el recuerdo que los demás tienen de ella.

La madre sigue viva presente en otros.



Esos villeros

 


 En la sangre Argentina hay una dosis de fascismo que se enardece de furia ante los políticos que meten la mano en la lata, pero consienten en silencio que torturen a las personas.

Esto lo dijo Pedro Saborido. Alejandro Dolina dijo que quienes son felices al precio de que los otros sufran, son miserables. Es parte de la misma dosis de fascismo en sangre.

También dice Saborido que no es sorprendente que esa dosis haya influido en que se votara a Macri después de 12 años de darle tablets a los negros chicos y cunitas a los negros bebés, después de 12 años en que “se creyeron que podían tener celular e irse de vacaciones”.

Es el consentimiento a los sectores dominantes. Un consentimiento que llega al entusiasmo o al fanatismo.

Se parece al apoyo que la mayor parte de los latinoamericanos en Estados Unidos le dieron a Trump, que prometió afligirlos. Para votarlo de todos modos, cada uno pensaba que Trump será inclemente con los otros latinoamericanos, mientras “conmigo no”.

Así piensa el fascista pobre —“que le metan balas a esos villeros ladrones”, dice de sus vecinos.

 

 

 

"El arte de la guerra" en la contienda ideológica

1. 

Si El arte de la guerra va a ser puesto en diálogo de civilizaciones, China debe estar dispuesta a que termine siendo otro libro.

El arte de la guerra como clásico chino tiene un acabado en su cultura, el de ser concebido como sagrado, por su sabiduría, su calidad, su antigüedad, su condición de obra patriarcal y fundamental.

Esto pareciera no dar lugar a lo que sucede con todos los libros, que sólo existen cuando son leídos.


El arte de la guerra se hace global cuando otros países lo apropian inclusive bastardeándolo como autoayuda.

Este proceso involucra su traducción, adopción, adaptación y generación de nuevos aspectos a partir de su asimilación.


2. 

El Polo anglosajón ha conseguido imponer una concepción una manera de vivir a la fuerza y con la Biblia, a la fuerza y con el idioma inglés, a la fuerza y asesinando otras cosmovisiones, otros cuerpos, otros deseos, otros dioses, otras medicinas, otros paraísos.

Por lo tanto, si el movimiento polimórfico que se agita trata de sacarse de encima al imperio anglosajón, deberá batallar contra esa ideología.

¿Qué posibilidades hay de que las colonias, más o menos formatizadas por los imperios europeos, puedan desenvolver ideologías diferentes?

Colonias, excolonias, semicolonias forman una gama que va desde sociedades creadas por los europeos, como la sociedad argentina, hasta sociedades que por algún motivo han sabido o podido trabajar elementos ideológicos fuera del dominio imperial —desde culturas amazónicas, mesoamericanas, chinas, africanas, filipìnas y otras.

Por ahora, sólo nos entendemos en inglés.

La sola atención de este tema impone la pregunta de cuáles “civilizaciones” pisoteadas, escondidas, disimuladas, resurgen ahora en el polimórfico movimiento surgente —a la vista están la civilización China, la mesopotámica, la árabe.

¿Pueden surgir americanas —mayas aztecas, incas— o africanas?


3. 

Los anglosajones no dominan sólo con bases militares. Las articulan con los celulares (en otra época era el televisor en cada casa y las películas en el cine).

Si hay una disputa del poder, está el juego la dimensión ideológica con la que los anglosajones consiguieron el consentimiento de los oprimidos.

Ahora bien, el líder de los oprimidos es China, que está goleando en la superestructura económica pero en el plano ideológico está igual que en el fútbol —pierde con Vietnam, el peor.

¿Dice algo de esto Al arte de la guerra?

Concebir a la guerra como la guerra del sentido como un plantea una relectura de El arte de la guerra.

Podría plantear estos ejes:

1. Conocer al enemigo, es decir la capacidad de Estados Unidos de generar consentimiento.

2. No mostrar objetivos ni planes para el desarrollo ideológico.

3. No confrontar. 

4. Prepararse para dar un ataque sorpresa.

5. Adaptarse e innovar en la batalla ideológica.

6. No malgastar energía en escaramuzas.

7. Tener información sobre todos los factores involucrados en la guerra ideológica, no sólo cuáles son las fuerzas propias y las del enemigo.

8. Coordinar con los aliados.

9. Trabajar en la convicción.

10. Sólo ir a la batalla ideológica cuando no quede otro remedio.

  

 


La ideología binaria

Hablar del crecimiento de china, no milagroso, sino trabajado y conseguido por el pueblo a través de su Partido Comunista, te pone en el lado prochino.

Esto es porque se ha construido ese binarismo de “take sides”, “¿de qué lado estás?”, un matrimonio se divorcia, y tenés que elegir, “estás con uno o estás con el otro”, con una rigidez de eficacia formidable.

Basado en el pensamiento de los griegos patriarcas y encendido con su fanatismo, esto lo ha conseguido Estados Unidos, con su implacable máquina ideológica.

Es democracia o es dictadura. No hay nada en el medio. Un joven europeo multicausas sociales una vez me reveló el sentido más claro de la dicotomía: “Tailandia es un país capitalista, no es una dictadura”, me explicó.



Si no se desarma esta máquina, no podemos analizar China, ni el lugar de China en el mundo, ni nuestra relación con China.

Como toda ideología, es necesario para que caiga, que la expongamos, la desnaturalicemos y hagamos visible, y seamos conscientes de hasta qué punto que maneja nuestra percepción de la realidad.

 

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Li, el rito




Hay quien explicó que el sinograma , li, deriva de , que asociaría altar, 礻示, shì, con , que significa tambor, pero en este símbolo aportaría el sonido. Luego , yǐ, podría agregar el significado de sangre.

es la segunda de las virtudes confucianas, y remite a rito, ritual, ritualización, aptitud para el rito, actitud ritual.

La virtud de observar las formas, de saber comportarse, de respetar las buenas costumbres, de saber qué decir en cada ocasión, de ser bien educado.

El es el cauce y lo que permite que las cosas fluyan.

Camilo Sánchez a quien le va a natural la ropa que se usa en San Marcos Sierra, se pone saco y corbata para leer a un poeta venerable.

El rito integra una receta de conducta, un tiempo marcado por etapas y objetos litúrgicos.

La observancia más estricta y la mayor exactitud, calidad y fidelidad de los objetos litúrgicos, las conductas y los tiempos pautados, ofrecen la mejor fluidez de aquello que debe fluir.

La conducta, los tiempos y la liturgia están completamente objetivados. No hay lugar para la ocurrencia, el invento o la creatividad. Todo está estipulado de una manera rigurosa. Sólo debe cumplirse lo que está establecido. El rito no puede apoyarse en absoluto en la iniciativa individual.

Así, quienes participan, activa o pasivamente en un rito, han de suprimir su subjetividad.

No sólo suprimir: es necesario, inclusive, que se sientan oprimidos, incómodos, afligidos por el rito. La ropa incómoda, los actos incomprensibles, las palabras ininteligibles, los tiempos de una duración irracional, los enseres absurdos, deben ser no sólo aceptados, sino que debe hacérselos propios. De ahí que muchos ritos prescriban destrucción de bienes, asesinato de animales, sufrimiento corporal o también la muerte de humanos.

Todo es justificable para que fluya la fuerza que da vida a la realidad.