1.
Si El arte de la guerra va a ser puesto en diálogo de
civilizaciones, China debe estar dispuesta a que termine siendo otro libro.
El arte de la guerra como clásico chino tiene un
acabado en su cultura, el de ser concebido como sagrado, por su sabiduría, su
calidad, su antigüedad, su condición de obra patriarcal y fundamental.
Esto pareciera no dar lugar a lo que sucede con todos los
libros, que sólo existen cuando son leídos.
El arte de la guerra se hace global cuando otros países lo apropian inclusive
bastardeándolo como autoayuda.
Este proceso involucra su traducción, adopción, adaptación y
generación de nuevos aspectos a partir de su asimilación.
2.
El Polo anglosajón ha conseguido imponer una concepción una
manera de vivir a la fuerza y con la Biblia, a la fuerza y con el idioma
inglés, a la fuerza y asesinando otras cosmovisiones, otros cuerpos, otros
deseos, otros dioses, otras medicinas, otros paraísos.
Por lo tanto, si el movimiento polimórfico que se agita
trata de sacarse de encima al imperio anglosajón, deberá batallar contra esa
ideología.
¿Qué posibilidades hay de que las colonias, más o menos formatizadas
por los imperios europeos, puedan desenvolver ideologías diferentes?
Colonias, excolonias, semicolonias forman una gama que va
desde sociedades creadas por los europeos, como la sociedad argentina, hasta
sociedades que por algún motivo han sabido o podido trabajar elementos
ideológicos fuera del dominio imperial —desde culturas amazónicas, mesoamericanas,
chinas, africanas, filipìnas y otras.
Por ahora, sólo nos entendemos en inglés.
La sola atención de este tema impone la pregunta de cuáles “civilizaciones”
pisoteadas, escondidas, disimuladas, resurgen ahora en el polimórfico movimiento
surgente —a la vista están la civilización China, la mesopotámica, la árabe.
¿Pueden surgir americanas —mayas aztecas, incas— o africanas?
3.
Los anglosajones no dominan sólo con bases militares. Las
articulan con los celulares (en otra época era el televisor en cada casa y las
películas en el cine).
Si hay una disputa del poder, está el juego la dimensión
ideológica con la que los anglosajones consiguieron el consentimiento de los
oprimidos.
Ahora bien, el líder de los oprimidos es China, que está
goleando en la superestructura económica pero en el plano ideológico está igual
que en el fútbol —pierde con Vietnam, el peor.
¿Dice algo de esto Al arte de la guerra?
Concebir a la guerra como la guerra del sentido como un
plantea una relectura de El arte de la guerra.
Podría plantear estos ejes:
1. Conocer al enemigo, es decir la capacidad de Estados Unidos
de generar consentimiento.
2. No mostrar objetivos ni planes para el desarrollo ideológico.
3. No confrontar.
4. Prepararse para dar un ataque sorpresa.
5. Adaptarse e innovar en la batalla ideológica.
6. No malgastar energía en escaramuzas.
7. Tener información sobre todos los factores involucrados
en la guerra ideológica, no sólo cuáles son las fuerzas propias y las del
enemigo.
8. Coordinar con los aliados.
9. Trabajar en la convicción.
10. Sólo ir a la batalla ideológica cuando no quede otro
remedio.