martes, 17 de noviembre de 2020

17 de noviembre, Día de la Militancia: La desgracia de ser peronista

Eran un matrimonio de radicales. Sus padres fueron radicales, ellos habían militado en Franja Morada. Pero en el 2001 la pasaron muy mal. Cuando Kirchner empezó a acomodar las cosas, supieron encontrarle la vuelta y él terminó en un puesto que les dio de vivir. Vieron cómo venía la mano y empezaron a decir que eran peronistas. Lo decían, lo gritaban.

Una tarde el hijo llegó a la casa y era el cumpleaños del hermano más chico. Cuando encendieron las velitas, le cantaron el cumpleaños feliz, “¿podés creer que con la tonada de la marcha peronista?”, me dice el hijo, indignado.

Le dije que sí, que podía creer.




La identidad y la lealtad peronista son la forma en que los argentinos inventamos la desgracia y la gloria.

La mayor definición es la mayor indefinición.

Peronistas fascistas asesinaron peronistas revolucionarios.

Hay que tener cerca al amigo, pero más cerca aún hay que tener al enemigo.

Nada deja más en offside a un peronista que andar midiendo a quien que se dice peronista con un peronistómetro. 

Sos peronista si provenís de familia peronista, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si estás afiliado al PJ, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si te proclamás peronista y sabés recitar las diez verdades, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si apenas escuchás la voz de Eva se te hace un nudo en la garganta, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista si combatís el capital, pero si no, también podés ser peronista.

Sos peronista toda la vida, pero si no, también podés ser peronista.

Podés ser peronista si arde en tu interior la necesidad de que ni un solo argentinito se vaya a dormir con frío, pero también podés ser peronista odiando a los limítrofes.

Podés ser peronista adorando Miami y si te pueden las carteras, pero también podés ser peronista cura villero.

Podés ser peronista machirulo y podés ser peronista dando vuelta el mundo con un pañuelo verde.

Porque si el día que vamos todos a La Plaza pasa un camión de peronistas y vos les gritás “¡¿HAY LUGAR?!”, alguno te dice “¡DALE, SUBÍ!”

Subís y ya está, sos peronista.

No hubo tiempo para que rindieras ninguna prueba de ingreso ni para que presentaras carnet de pertenencia.

Después, claro, se arman los despelotes.

Ante lo cual, invariablemente, los peronistas tenemos esta solución:

¡VIVA PERÓN!



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