sábado, 19 de diciembre de 2020

Antes de la presentación del libro Horóscopo Chino 2021


Llegó la hora de presentar el libro del horóscopo de los chinos del año que viene. Estuve meses dedicado a escribirlo. Finalmente, saldrá a la luz.


Quiero presentarlo a mis amigos con quienes cocino mi vida, en un lugar especial. 

La cuarentena obliga a una presentación virtual; quiero salir desde una isla del Delta de Tigre, no desde el departamento en que pasé enclaustrado todos los meses de la pandemia.


Nueve meses escondido en la caja en la que vivo, un microambiente en un edificio como un palomar, en el barrio de Once.

No sufrí el encierro, casi que tuve más comodidad que molestias, como si toda mi vida me hubiera preparado para el momento.

Al fin me vine a la casa de Camilo en una isla junto al río Caraguatá. 



Es un lugar sumergido en la naturaleza. El aire está lleno del canto de los pájaros, corre una brisa que los árboles refrescan y cargan de aromas, el sol domina las horas, las estrellas relucen en el cielo profundo de la noche. El agua corre incesantemente, llevándose los pensamientos vanos, las preocupaciones viciosas, las tensiones surgidas de la mala vida en la ciudad.

En fin, una fiesta.


En el muelle me espera la perra que es mi amiga. Hace nueve meses que no nos vemos, y ahora está loca de felicidad. Trae uno tras otro, palos para que se los tire y me los devuelva. No para de saltar, ríe, me mira feliz.

Preparo la vida de los próximos días: consigo leña, cargo agua, habilito la electricidad y el gas, acomodo mis cosas. Al fin, pesco un patí, lo hago a la parrilla y ceno solo, igual que en la caja dentro del palomar, pero libre. 

Además, al día siguiente llegarán Eugenia, la china y Francesca.



Euge tiene un registro "mundo". Pasa de discutir Giles Deleuze en un aula de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a entrenar un equipo femenino de adolescentes qom en un paraje perdido del monte chaqueño, sin moverse, siempre parada en sí misma.

Francesca, piamontesa, se ha hecho argentina en pocos años. Conoce todo lo que sucede aquí desde adentro. Canturrea cumbias y temas del Cuarteto de Nos.

La China tiene un fuego interior como la llama azul de un soplete. Cualquier comentario la enciende, salta de la silla y arma un standup con despliegue coreográfico que deja a los demás medio hipnotizados.


Charlamos incansablemente, y cuando nos agotamos, Euge y Francesca siguen. Sus voces y sus risitas son como una música del bosque a las cuatro de la mañana, en el desayuno, en el muelle donde miramos la puesta del sol en la otra orilla.

A la noche Euge demuestra su extraordinaria pericia para hacer un asado mixto carnívoro-vegetariano. Al día siguiente lleva su charla musical con Francesca río arriba en el kayak.

Nos quedamos tomando mate con La China. Le cuento que en estos días aparece mi libro del horóscopo.

Nos une un costado esotérico. Ella, como buen Chancho, ha llevado el tarot muy lejos, hasta desarrollar un sistema propio, que llama Brujulario. Sabe, por otra parte, que no le compito: no soy vidente, sólo juego con el horóscopo chino para darle sustento a mi apellido cantonés.

Me pregunta qué onda el nuevo libro y le explico que, aunque es un juego, pongo todo el alma en el asunto.

— Durante tres meses no hice otra cosa que escribir el libro —le cuento.


Las chicas aman a la perra.

— Te acompaña cuando estás solo acá, ¿no? —me pregunta Euge, y hablamos de cómo son los días en soledad en esta isla.

La China señala mis alpargatas destrozadas.

— Sos como un salvaje que escribe sobre filosofía china —dice, y nos reímos.


Pasamos varios días juntos. Nos divertimos, tomamos vino, nos contamos nuestras miserias, hacemos silencio. Dormimos acurrucados dentro de la casa, con el viento afuera.

Nuestras vidas van emergiendo en este escenario de paz inapelable. Los episodios aparecen como los camalotes que trae el río y el agua se los lleva, flotando en la tranquilidad. De algún modo nos vaciamos. 

Es la purificación del muelle.


Un día se va La China, al siguiente se van Eugenia y Francesca.

Entonces, se hace un estallido de silencio en la isla. El sol enceguece los árboles y el río. Pero a medida que comienza a descender, vuelve el ruido del viento en la copa de las casuarinas, reaparecen las voces de los pájaros, se levanta el lejano murmullo de las ranas croando, los insectos recomienzan sus ruidos desde las plantas y los zumbidos de sus vuelos.

Además, dentro de pocos días vendrá mi hija.


Irina aparece con su amiga Belén. Son amigas desde chicas. Mi corazón me habla de "las nenas" y le recuerdo que han cumplido 25 años.

Iri está exultante. Hemos venido a las islas desde que era tan chiquita que no tiene memoria. Esta es una feliz casa nuestra.

Belén se alegra con ella. La sigue.

Iri saluda a la perra, mira el agua, sus ojos se van apaciguando hermosamente. Todo este mundo va entrando en su alma y ella recupera un estado de pureza. Sé cuánto necesita esto. Lo que aquí encuentra en el entorno es lo que tiene en el fondo de sí, escondido. Ella es esto. Su nombre, Irina, significa "la que trae la paz".

Se adueña inmediatamente de la realidad, dispone, marca el programa. Desempaca, recorre los alrededores, inspecciona los detalles, hace mate.

Algo en mí puede entregarse por completo al descanso. Algo en mí puede irse ya, flotando tranquilamente.

La perra la reconoce como dueña, igual que hace conmigo; ella le da órdenes, la perra disfruta obedeciéndola.

— ¿Hacemos el pollo a la parrilla? —propone con resolución.

La ayudamos con Belén.

Más tarde me descubre bañándome en el río y me saca una foto, y yo la descubro teniendo con Belén una conversación de la orilla, y les saco una foto.

Conmigo habla de su interés en explorar la lingüística en los animales. Sabe que la marginarán por eso en la carrera de Letras, hasta estigmatizarla, pero su vocación es firme.

Me explica el inevitable futuro en que el hombre podrá distender su desesperación por ser el centro de la Creación, y entonces estará habilitado para considerar que los demás seres también se comunican de maneras tan complejas como nosotros, y que existe la comunicación entre las especies.

Me llena de orgullo su forma de pensar..

En otro momento charlamos los tres sobre el protagonismo de las mujeres en las luchas sociales de hoy. Las dos tienen posturas fundamentadas y adultas. Las dos se hacen cargo de sus vidas plenamente.

— Quédense —las invito—, total, ¿qué tienen que hacer? 

Iri se disculpa y, cordialmente, me explica que las dos tienen actividades mañana.

Me parece muy bien. Las dejo que preparen sus cosas para volver. Luego vamos juntos al muelle a esperar que pase la lancha colectiva.

Tras un buen rato escuchamos el claqueo característico del motor de la lancha, antes de verla aparecer. Irina me pregunta cuándo me volveré a mi departamento, le digo que pronto, y quiere saber si nos veremos antes de Navidad. Le digo que no creo. Me devuelve un gesto de "tendríamos que ver eso".

Llega la lancha hasta el muelle, se ponen los barbijos, nos abrazamos, suben de un salto.

Mientras la lancha se aleja, nos saludamos hasta que nos perdemos de vista.


Me siento en una reposera en el enorme parque junto al río, para leer un libro. No lo abro. 

A un costado, la perra se ha echado muy cerca, tocándome la pierna, con el hocico aplastado contra el piso.

Formidables personas, los perros.


Miro la hora. En un rato, empezaré a disponer todo para la presentación del libro. Muchos amigos muy queridos estarán ahí, conectados a través de sus computadoras o sus teléfonos.


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