martes, 31 de agosto de 2021

Libertario

 Di Giovanni sabía que lo iban a matar.

¿Quiénes lo iban a matar?

Los que molestaba con todo lo que hacía para que la gente viviera más dignamente.

Era uno de los anarquistas que sembraron en la Argentina la consciencia de que no estamos condenados a que la mayoría seamos pobres para siempre.

Todos podemos ser iguales.

Todos podemos vivir con dignidad.

De esa semilla creció el formidable protagonismo con que el pueblo argentino cada tanto toma el destino en sus manos. 

El escritor Roberto Arlt presenció el fusilamiento del libertario Severino Di Giovanni y escribió esto:

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?

— Pelotón, firme. Apunten.

La voz del reo estalla metálica, vibrante:

— ¡Viva la anarquía!

— ¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas. Fogonazo del tiro de gracia.

Si no aparece pronto el formidable protagonismo del pueblo argentino, vamos a creer que los libertarios son los imbéciles que dicen “plandemia” y queman barbijos, y los chicos van a tener como héroe revolucionario a un triste impresentable como Milei.

Esos son los hijos de los padres que se enteran de la realidad por TN.




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