jueves, 27 de junio de 2019

Jugando con la comida



  
Hernán Terrizzano tiene una mente con hambre insatisfecha.
Ahora está haciendo un juego con los caracteres chinos.
Juega con el lenguaje chino.
Aprendemos jugando.
¿Cómo, si no?
¿Obedeciendo?
¿Copiando?
¿Reverenciando?
Preferimos aprender jugando.
Pero cuando he hecho lo mismo, he sido amonestado con gravedad.
Por los chinos, claro.
Pero también por los profesores de idioma chino occidentales. Parece que lo primero que aprenden es que con el idioma chino no-se-juega.
Igual que con la comida, no-se-juega.
“Para los chinos, lo trascendente es su Cultura. Esa es su religión”, me explicó el Profesor Dragón, Maestro de Maestros.
Fue el más paciente de todos. Escuchó toda mi larga disquisición sobre un signo que significa aproximadamente envidia, integrando los componentes agua, cabra, del otro lado  y persona. “Quizás significa que están cocinando una cabra, que es muy sabrosa, pero que esta persona no puede comerla porque la están cocinando en otro lugar, de modo que se le hace agua la boca”.
Cuando terminé me observó que estaba bien mi vocación, pero que la cultura china es muy vasta, que ya hace 600 años un hombre que aspiraba a ser ayudante de un funcionario menor, de 6º o 7º rango, debía dar un examen vasto, recitando de memoria una serie de libros interminables. Y eso, hace 600 años: ¿qué no debería conocer hoy alguien para ganarse el derecho a especular sobre el idioma escrito?
“¿Lo conoces tú?”
En fin.
Es la crítica con que se demuele a Pedro Ceinos (pero Pedro Ceinos tiene la seguridad en sí mismo que tienen los ibéricos, y ha seguido adelante y ha transformado su juego de exploración de los caracteres en un libro exitoso, y luego en otro).
Pareciera que las situaciones de aprendizaje del idioma chino tienen como condición absoluta la didáctica china.
A lo mejor tenemos un problemita ahí.
Lo tenemos que pensar nosotros, si queremos aprender y ellos, si quieren que lo aprendamos.






 



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