miércoles, 12 de noviembre de 2025

Son así

 Fulana me cuenta que fulano (¿sabían que Fulano, Mengano y Zutano son apellidos que existen? Me contó los otros días una amiga. Bueno, qué modo de distraerme. Ahora les revelé este dato que es mucho mejor que lo que voy a contarles, y yo mismo arruiné la atención de mis potenciales lectores).

Bueno, va de nuevo.

Fulana me cuenta que Fulano —somos los tres amigos— le dijo que le pasaba algo con ella.

— ¡No! —exclamé.

Fulana miró para abajo con expresión seria.

— Esas cosas no se dicen así. No se dicen. Uno se da cuenta.

— Esas cosas, ¿cuáles? —me preguntó ella.

— Eso, que quiere estar con vos.

— Qué quiere estar conmigo, ¿qué?

— Lo que dijiste. No entiendo qué me preguntás.

— Te digo que Fulano me dijo que le pasaba algo conmigo.

— ¡Y bueno!

— ¡Pero dejame hablar!

— Ah. ¿Qué le pasa con vos?

Fulana dijo que sí con un leve movimiento de la cabeza, como si dijera “ahora sí”.

— Me dijo que quería acostarse conmigo.

— Qué zarpado.

— Sí.

Pensé un momento y dije:

— Y bueno, pero le pasa eso. Uno no es culpable de lo que le pasa.

— Podría habérselo callado.

— Sí, y también podría habértelo dicho.

— ¿Se puede decir cualquier cosa? ¿Todo vale?

— Todo no, pero somos amigos. ¿No tenemos confianza para decirnos eso?

— Sí, confianza, sí.

— ¿Y entonces?

— No es un tema de confianza.

— No entiendo.

— No es nada más que un tema de confianza. Si uno está dispuesto a hacer algo, tiene que responsabilizarse.

— ¿De qué, en este caso? ¡Ah! ¡Le dijiste que sí y arrugó!

— No.

— Hoy estás difícil, Fulana. No entiendo lo que decís.

— No podés tirarle algo así a una persona, a una amiga, y no responsabilizarte.

— ¿Pero qué sería responsabilizarse? Dijo que se quería acostar con vos; si vos también querías, se acostaban; si no, no. ¿De qué se tenía que responsabilizar?

— No se quería comprometer.

— Comprometer ¿a qué?

— Y, ¿a qué va a ser? A una relación.

— Pero ustedes ya tienen una relación.

— ¡Pero no cogemos!

— ¿Y?

— Y, es otra relación.

La miré tratando de entender.

Pensé que los hombres y las mujeres Jamás nos vamos a entender.

Le pregunté:

— ¿Vos querés acostarte con él?

Hizo cara de asco y dijo:

— No.

— No te gusta.

— ¡Pero no!

— Y entonces ¿por qué tanto lío?

— Porque Fulano no se compromete. Vos tampoco. Los hombres son así.

No le dije nada, pero pensé que sí, que somos así.

 




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