Esta semana viajé a Rosario para contarles de China a una banda de adolescentes del Colegio Boneo.
Fui invitado por la profesora Savina Piccinelli, que tuvo
la idea de que los estudiantes supieran algo de China.
Savina es amiga de mi ahijada Elena, la hija de mis
amigos Mariela y Pablo, que nació en el mismo año que mi hija Irina.
A propósito, mi hija trabaja como profesora en un colegio de
la Orden de Don Orione, a la misma que pertenece el Colegio Boneo.
La Orden de Don Orione se llama oficialmente “Pequeña
Obra de la Divina Providencia”, y es una congregación católica fundada por San
Luis Orione en 1903. La creó en la ciudad de Tortona, ubicada en la región de
Piamonte, a 120 kilómetros de Savigliano, donde nació mi bisabuelo. Irina me ha
hecho notar que el origen italiano es el más pequeño de sus muchos orígenes (ella es 6,25% italiana), y sin embargo, además de español, ella sólo habla italiano.
Los estudiantes del Colegio Boneo me escucharon durante una
hora.
Estuvieron toda la hora muy atentos.
Algunos estuvieron atentos a pegarle en la cabeza a uno que
estaba adelante y cuando se daba vuelta se hacían los que me escuchaban.
Otras, atentas a un bonito que parecía salido de una peli de
Harry Potter.
Algunos, atentos a que se dormían o se quedaban
despiertos.
Varios atentos a la profe Savina.
Otros atentos a cuándo sonara el timbre para liberarse.
Un grupo estaban todos atentos a pellizcarse entre sí.
No puedo entender cómo pudieron, tan atentos como estaban
a tantas cosas, hacerme preguntas que me exigieron mucho más que cuando he
tenido que exponer ante la Academia China de Ciencias Sociales, el CONICET o la
Universidad de Tsinghua.
No estoy bromeando.
Uno de los que se iba derritiendo mirando a la profe me
preguntó por qué sabemos tanto de Estados Unidos y tan poco de China.
Otro que cabeceaba y parecía que se quedaría dormido hasta el otro día, me
preguntó cuánto y cómo se dirige la vida de cada persona en China.
Una que suspiraba por el alumno de Hogwarts me preguntó por qué nos enseñan lo
que dijeron Platón y Aristóteles y no lo que dijo Confucio.
Una que miraba fijo el timbre a ver cuándo sonaba, me preguntó por qué nunca
China tuvo una presidenta.
Uno de los que se andaba pellizcando con los otros en el fondo, me preguntó si China va a dominar el mundo.
¿Cómo pueden los adolescentes estar tan atentos a
cualquier cosa y saber lo que uno está diciendo mucho mejor de lo que uno mismo
sabe?
Creo que nuestros hijos ya saben demasiado todo lo que les decimos especialmente a ellos, lo que les enseñamos, lo que les explicamos,
escuchá bien, te voy a decir bien cómo son las cosas, ¿entendés?
Ya saben todo eso.
Lo recontrasaben.
Por eso miran para otro lado cuando les soltamos nuestras conferencias
magistrales de posdoctores ilustrísimos.
Lo que sí escuchan es lo que les decimos a otros. Lo que nos decimos entre los
adultos.
Lo que creemos que ellos no escuchan porque no entienden.
Quiero contarle esto a los adultos viejos chotos como yo:
los pibes vienen mucho mejores que nosotros.
MUCHO.
Había un minifilósofo de 15 años. Se quedó cuando todos
se habían ido, atropellándose. Lo miré preguntarme. Tenía una melena y unos ojos
negros que no pestañeaban. Pensé que Hölderlin una
vez tuvo 15 años.
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