martes, 17 de marzo de 2020

El virus y la manija




Mi madre y varias de sus hermanas fueron enfermeras y trabajaron en hospitales. Lo hicieron con vocación intensa.
Recuerdo las cenas a las que llegaba mi madre de regreso de una operación en el hospital público donde era enfermera instrumentadora. En esa época vivíamos juntas varias familias, de modo que mi madre encontraba una audiencia nutrida, de cuñados, hermanas, hijos y sobrinos, empleadas y algún vecino o amigo, a la que se ponía a relatarle todo cuanto habían hecho los cirujanos, lo que había ido sucediendo con el cuerpo, cómo se comportaba el resto del equipo del quirófano, de qué habían hablado, y más aún, contaba quién era la persona operada, nos daba detalles de su vida y de cómo había llegado al quirófano. Se esmeraba especialmente en la narración de los casos de los hombres acuchillados en una pelea porque sabía que nos apasionaban.
Ella y sus hermanas que estudiaron enfermería lo habían hecho en la Cruz Roja, en los años de la posguerra, de modo que el principio ético fundamental era el sacerdocio, y el profesional, el sanitarismo.
El líquido infaltable, el preferido, el más usado en mi casa no era el agua, sino la lavandina.
Cada día se cambiaban todas las sábanas y las toallas. Cada día todos los habitantes de aquella casa debíamos bañarnos y cambiarnos toda la ropa.
La higiene era la base de la salud.
Era un principio inapelable.
Hoy, cuando doblo en edad a aquella madre narradora de operaciones quirúrgicas, he perdido en el camino la mayor parte de sus mandatos, pero conservo los de la higiene. Jamás los cuestioné.

De modo que ante la aparición de una epidemia, no conozco a nadie más preparado para entrar en sintonía con la reacción que yo.

Dicho esto, quisiera plantear algunos temas que considero parte de la prevención ante lo que nos está sucediendo.


UNO

La epidemia tiene diferentes escenarios.
Son varios, según el modo de abordarla, pero los sintetizo en dos causas:
1.      El aspecto biológico, en el que están el virus (con las características de su poder de contagio y su letalidad), la infección de los cuerpos y los efectos de la infección.
2.      Lo que las sociedades hacen con la realidad biológica. Voy a llamar a esta causa Manija.
El antropólogo Claude Lévi-Strauss propuso la idea genial y polémica de que aquello que diferencia al hombre del resto de los animales es el tabú del incesto. Explica que la Naturaleza manda reproducirse y allí el Hombre pone una regla. Ese sería el primer pilar de la Cultura, o sea, la Cultura es aquello que crea el Hombre en torno de la Naturaleza, sobre la Naturaleza, con la Naturaleza.
En el caso de esta pandemia del coronavirus variedad COVID-19, no deberíamos perder de vista que por un lado están los virus y sus acciones biológicas, y por otro, lo que hacen las sociedades con ello.
Por ejemplo, una amiga que trabaja como psicóloga en un hospital atendiendo a las mujeres envueltas en situaciones muy complicadas por la maternidad, fue retirada de ese servicio, al igual que muchos otros profesionales, para ser reasignada a la contención en la guardia a la masa de personas que llegan con la sospecha o la certeza de que tienen los síntomas de la enfermedad creada por el COVID-19.
Me cuenta que no pueden más, que tardan 40 minutos para convencer a la gente que no es necesario hacerse el test porque no reúne las condiciones —siendo que hay sólo un laboratorio en Argentina que hace el test.
“Estamos sobrepasados”, me dice.
Esa situación tiene un remoto y estadísticamente no significativo origen en el virus y como inmediata y enorme causa tiene a la alarma social, que crece segundo a segundo como una bola de nieve rodando ladera abajo.


DOS

Quien diga que el virus es “estadísticamente no significativo” o quien repita aquella frase pilar de la epidemiología “los microbios son unas pobres causas”, es acusado de irresponsable por intentar minimizar una amenaza.
Para enfrentar esa amenaza hay que tener los ojos bien abiertos, todos los sentidos encendidos, el sistema de alarma entero hipersensibilizado.
Cuando mejor se vea la amenaza, mejor preparados estaremos para resistirla.
Es una posición razonable.

Tan razonable como la que le reprocha “alarmismo” por darle al problema una dimensión mucho mayor de la que tiene, y así distraer recursos de problemas más importantes y crear una angustia con consecuencias, echada la bola de nieve a rodar, imprevisibles, que van de la sobrecarga de los hospitales al crack económico en el planeta.
En definitiva, consecuencias infinitamente peores que las que es capaz de crear el COVID-19.


TRES

Se ha señalado que es clave, tanto en el contagio del virus como en la Manija, el estrechamiento del mundo.
El transporte contribuye a ello, pero más aún contribuyen las comunicaciones.
La diferencia entre la comunicación material, cuerpo a cuerpo, y el resto de la comunicación es la virtualidad de éstas.
Esa virtualidad está permanentemente amenazada por los virus.
El COVID-19, que por su realidad está cerca de lo virtual, ha desatado la pandemia en un mundo hegemonizado por lo virtual.
Lo que se expande a un ritmo frenético es la información, verdadera o falsa, la alarma y el pánico.
Esa expansión explosiva puede explicarse por:
1.      La inmediatez de los mensajes
2.      La espiral alimentada por las corporaciones mediáticas que ganan con la atención del público y la sed de sensacionalismo por parte del público
3.      La generalización de la emisión, con aparatos que antes sólo eran receptores y ahora convierten a cualquier persona que los maneje en fuentes de contenido. Si antes había algunos emisores, ahora prácticamente todos somos emisores, con lo cual la cantidad de información es perfectamente abrumadora.


CUATRO

El medio virtual en que se propaga la pandemia es una de las explicaciones de la Manija.
O sea, una explicación de por qué un problema sanitario no significativo se convirtió en la pandemia que crece minuto a minuto en este momento.
Otra explicación postula que el brote es una excusa inmejorable para el avance los Estados sobre las sociedades.
El desastre de los casos de Snowden y de Cambridge Analytica fue que los Estados involucrados no tuvieron excusas. En cambio, la escalada de intromisión, incluso militar, sobre la sociedad civil en los casos de los atentados en Nueva York, Madrid, París y Londres, fue perfectamente justificada por los atentados terroristas.
Una pandemia es mucha mejor razón que un acto terrorista.
La gente no sólo acepta la intervención del Estado sino que la reclama.


CINCO

Especialmente el caso de Cambridge Analytica, en el que se comprobaron aspectos del contubernio entre Estados y empresas de comunicación virtual para incidir en resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y Argentina y en el plebiscito por el Brexit, se hizo evidente la proporción entre la sumersión en la realidad que crea la nube virtual y la manipulación.
O sea, cuanto más creen las personas en el mundo creado por los medios de comunicación y las redes sociales, más fáciles son de manipular.
Exactamente ese mundo es, en este momento, la Manija.


SEIS

En los países europeos que hoy son el foco de la pandemia se está revisando la función del Estado como responsable de la salud pública.
Emmanuel Macron desanduvo sus pasos para decir que “lo que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de profesión, nuestro estado del bienestar no son costes o cargas, sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables, y que este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”.
El antropólogo Axel Lazzari pone el foco en esta doble aparición del Estado, como aparato opresor y como garante de las condiciones de la vida de las sociedades. En una tradición gramsciana, el Estado sería el escenario de la disputa por el poder de los diferentes sectores de una sociedad.
En el caso de la Italia afectada por la pandemia, se ha señalado el deterioro de su sistema de salud pública en favor de los poderes que mantienen a todo Occidente bajo la dictadura del neoliberalismo.
En ese tablero, resultan interesantes las posibilidades que podría brindar un sistema de salud que tiene entre sus pilares a los sindicatos. La CGT, el grueso de los sindicalistas (sic), han estado dormidos desde hace muchos años, sospechados de corrupción por toda la sociedad, y sin embargo ahora serían los sostenes de las banderas por las que murieron asesinados los anarquistas italianos y españoles de hace un siglo, entre ellas la de la salud garantizada por las organizaciones laborales.
Desde Perón, esas organizaciones tomaron todas formas peronistas, de modo que no es ajena al hecho de que tengamos un gobierno peronista la oferta de la CGT de poner a disposición los hoteles con los que cuentan en todo el territorio argentino para alojar a personas que deban cumplir con la cuarentena de 14 días.
“No nos inspiramos en ninguna experiencia parecida en otras partes del mundo. Fue una idea nuestra y creemos que se puede convertir en un aporte de la CGT y del sistema de obras sociales sindicales, que brinda asistencia médica a unos 15 millones de personas en todo el país”, dijo el secretario de Acción social de la central obrera, José Luis Lingeri.
Como cualquiera, el pueblo argentino se ha mostrado capaz de protagonizar hazañas de la solidaridad. No estaría demás que el Gobierno peronista utilice al Estado para promover y sostener acciones de organizaciones no gubernamentales y redes sociales auto organizadas en favor de detener la pandemia en Argentina.
Quizás el gobierno argentino, con la dupla Fernández liderándolo, se fortalezca basado en sus antecedentes.
Ante el pánico por la Manija, podría manejar mejor la oposición a un ajuste del esquema de distribución social de las riquezas que viene haciéndose más y más injusto desde la dictadura del 76.


SIETE

Perón era un militar que se convirtió en una fuerza civil. Son dos polos de poder en nuestros países de América Latina, por un lado, los militares, por otro las organizaciones civiles.
En algunos momentos de la historia, dependiendo el país, los dos polos se han presentado bien opuestos, en ocasiones antagónicos, bien como extremos de una graduación de entidades intermedias, como las milicias o los sindicatos.
Al arranque de la crisis (no de los prolegómenos, sino cuando el petardo les explotó en las manos) el gobierno de Sánchez en España autorizó a que los militares intervengan los laboratorios.
No es lo mismo la intervención del Estado en China, otra en Argentina en el 76, Cuba en el Período Especial, Suecia en los 70, y otra en el actual gobierno peronista de Alberto Fernández.
Las fuerzas de seguridad son las encargadas de que quien debe cumplir una cuarentena, la cumpla.
¿Qué estaría mal, por ejemplo, en reactivar el proyecto de que la Marina fabrique medicamentos?
La redefinición de la capacidad coercitiva del Estado se juega en este momento. Ojalá hayamos digerido a Foucault y ojalá la redefinición se oriente al bien de los oprimidos.


OCHO

El resurgimiento del protagonismo de los Estados se da con la particularidad de que es inversamente proporcional a la fuerza de los organismos internacionales, tantos los globales como otros.
Dice Mario Wainfeld en Página 12 que “la Organización Mundial de la Salud (OMS) es, casi, el único organismo internacional aceptado como referencia y autoridad. El desprestigiado sistema político supranacional confirma su fama previa. Sus referentes callan, nadie los requiere… no existen.”
En el mismo sentido observa que,” a contrapelo de la tendencia epocal” se cierran fronteras y que los Estados nacionales y sus gobernantes recobran protagonismo, siendo “una de las peores camadas de los últimos dos siglos: mayormente derechosos, primitivos, tacticistas, manipuladores, violentos. Muchos de legitimidad volátil en los años recientes. Pero son lo que hay. Resuelven contrarreloj quién sabe si anticipando un agravamiento exponencial o sobreactuando para complacer al pánico ciudadano.”



No hay comentarios:

Publicar un comentario