martes, 12 de julio de 2022

La mano sobre la cabeza

Anoche vi a un hombre que dormía en la calle. Estaba por llover. Tenía muchas cajas y frazadas, pero le vi los pelos, y estaban casi todos tapados por su mano, una mano muy grande que se agarraba la cabeza, como cuando alguien se agarra la cabeza porque acaba de ocurrir una desgracia. 

Una mano que se agarraba la cabeza para gritar “¡ay!” y no saber más, no mirar y taparse el pensamiento, el sentimiento, la conciencia.

Y también era una mano grande como las manos de los grandes que agarran con cuidado la cabecita de un bebé, para protegerla, contenerla, para que no se le caiga porque no tiene fuerzas para sostenerla. 

La mano del hombre era una mano sucia y curtida, quizás fue un albañil. Era alguien que había trabajado mucho con las manos y ahora esa mano tapaba la cabeza de la lluvia que iba a caer, del frío, de la desgracia de estar tirado en la calle, con la gente que pasaba como yo y no hacía nada. Se tapaba, no tenía nadie que lo tapara.

Hace 20 años la gente tirada en la calle eran restos de la crisis, pero ahora ya están para siempre. Este hombre va morir un día así, con la mano sobre su cabeza.


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