sábado, 27 de febrero de 2021

Cuando escuchás cantar a Dios - AMADEUS

Salieri, el tipo que odia a Mozart, dice que la primera vez que tuvo en sus manos una partitura de Mozart vio que “era evidente que no componía, que tenía toda la música ya compuesta hasta en los ínfimos detalles dentro de su cabeza. Este pobre patán, este joven inconsistente, esta pobre persona, escribía algo maravilloso como si alguien se lo dictara”. 

Luego, en otra escena el emperador amonesta a Mozart por estar trabajando en una ópera que no respetaba el canon establecido. 

Mozart insiste, hasta que el emperador Josef II del Sacro Imperio Romano Germánico se impacienta y manda echarlo. Entonces Mozart dice: "Su Majestad, usted está en lo cierto, yo soy un hombre vulgar, pero mi música no lo es”.

Al fin, la ópera es estrenada (Las bodas de Fígaro). Salieri le desea la muerte desde el fondo de su existencia.

En el teatro, Salieri se dice a sí mismo: “Este pusilánime... este maldito... Dios habla a través de él”.

Luego repetirá aquel sentimiento tan íntimo como un pecado inconfeso toda la vida, ante alguien, “Dios hablaba a través de él”, y la luz, y el lugar y la expresión de Salieri en la composición de la escena, convocan algo. Algo debe suceder, de algún modo debe resolverse el violento conflicto de Salieri, de desearle el mal a quien admiraba hasta la adoración. 

Y entonces aparece la música. 

Uno siente que todo lo que está sucediendo sólo existe para recibir la música que empieza a sonar.

Parece sonar desde adentro de uno, e hipnotiza, y va subiendo en volumen hasta ganar todos los espacios de la realidad. 

Y entonces uno sabe que Salieri dice la verdad, eso que ha compuesto Mozart es la música de Dios.

Disfruto la música de Mozart, pero jamás me causó tanto placer como en las escenas de la Amadeus de Milos Forman.

Podría pensarse que Dios usa al checo Forman para que haga aparecer a Dios usando a Mozart.

Su película es más que una obra maestra: provoca un encuentro con aquello que no puede explicarse, y ese encuentro es infinitamente gozoso.


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