miércoles, 26 de febrero de 2025

Orden

Cuenta Kurt Vonnegut en “Payasadas”:

Durante un tiempo (mi hermano) Bernard trabajó para el laboratorio de investigación de la General Electric, en Schenectady, Nueva York. Allí descubrió que el yoduro de plata podía hacer que cierto tipo de nubes se precipitaran en forma de lluvia o nieve. Sin embargo, en su laboratorio reinaba un desorden tan espantoso que un extraño podía morir de mil maneras distintas según con qué tropezara.

El oficial de la compañía encargado de la seguridad casi falleció de un infarto cuando vio esta selva de celadas mortales y trampas explosivas, y reprendió duramente a mi hermano.

—Si usted cree que este laboratorio no está en condiciones —le replicó mi hermano—, debería ver cómo está la cosa aquí.

Y se dio unos golpecitos en la cabeza con las puntas de los dedos.


¿El desorden de la información de mi computadora es el mismo del de mi cerebro?

¿Podría suceder que antes de que termine el año una milagrosa AI china se habrá desarrollado lo suficiente como para ordenar la información en el cerebro de alguien y que le dé el mismo orden a su computadora?

Diríamos que no, considerando que el orden de un cerebro, que no guarda sino constituye los datos, que es fluido, que funciona con mecanismos que no se terminan de conocer, que es parte de una red porque no existimos sino en red con otras personas, que no es sólo físico, que tal vez está conectado con los dioses, que tal vez está conectado con el Universo, que incluye el caos, no puede compararse con el orden que puede haber en una computadora.

¿O sí, si consideramos las computadoras cuánticas y otras que no tenemos idea de que existen?

Esa AI debería superar lo que postula Jorge Luis Borges en “El idioma analítico de John Wilkins”.

Recordarán ustedes:

El doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en:

a. pertenecientes al Emperador

b. embalsamados

c. amaestrados

d. lechones

e. sirenas

f. fabulosos

g. perros sueltos

h. incluidos en esta clasificación

i. que se agitan como locos

j. innumerables

k. dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello

l. etcétera

m. que acaban de romper el jarrón

n. que de lejos parecen moscas







COYUNTURA - El viejo Ma Hu

El viejo Ma Hu es de los primeros chinos que vinieron con la inmigración de los años 1970. Ya lleva más de medio siglo en Argentina, y aunque todavía habla muy cruzado —pero muy, muy cruzado—, siempre se mantuvo a kilómetros de la política y sigue siendo chino como cuando llegó, es más, envejeció chino como si hubiera envejecido en China, con ropas de viejo chino que acá no se consiguen; pese a todo eso, tiene un conocimiento fino de la mentalidad argentina. Viejo bicho. Viejo Vizcacha chino. 

Vive enclaustrado porque está medio cachuzo. La hija le enseñó a mirar las noticias en la computadora. Hay dos o tres chinos de la comunidad que cuentan en chino lo que pasa en Argentina y en China. La cuestión es que el viejo Ma Hu está al tanto de todo. 

Y aunque no tiene muchas palabras en español, cuando me habló de Milei, usó la misma palabra que le escuché a Juan Grabois: “es inhumano”.

Me refirió la ocasión en que Milei dio un discurso en una escuela, un chico que estaba cerca se desmayó, él lo miró de reojo y casi se molestó. Ni hizo un gesto para levantarlo, o decir que lo ayudaran, ni interrumpió el discurso.

“Eso es, Milei”, me dijo. “Es inhumano”.




Algunos están pensando que estamos en una época en que los políticos se dividen en el mundo entre humanistas e inhumanos.



martes, 25 de febrero de 2025

COYUNTURA - Democracia con las persianas bajas

Cuando pasás con el auto y están haciendo una protesta con la que estás de acuerdo, ¿tocás la bocina?

¿Firmás petitorios web?

¿Vas a las grandes marchas por los derechos humanos, por la democracia y los grandes temas del país? 

¿Caceroleás desde la ventana?

¿Vas a la esquina a cacerolear? 

¿Vas a las marchas de tu sindicato? 

¿Hablás con tu delegado en tu trabajo? 

¿Participás en tu centro de estudiantes? 

¿Concurrís a la asamblea de tu barrio? 

¿Vas a dar una mano a un comedor popular? 

¿Participás en las reuniones de consorcio? 

¿Vas a la escuela de tus hijos, conocés a la directora, a las maestras? 


Para muchas personas, tal vez la mayoría de las personas, tal vez 98 de cada 100 personas, todas estas actividades son forzadas. 

No son naturales. 

Su vida no deriva naturalmente hacia ninguna de esas actividades. 

Les son ajenas, o le cuestan un sacrificio que no pueden hacer, porque no tienen tiempo porque tienen tres o cuatro trabajos. 

Porque no tienen cabeza, porque la cabeza está tomada por todos los problemas de la economía familiar, del trabajo y personales. 


Además, los comités, las unidades básicas y otras sedes de participación política t6ienen las persianas bajas. 


Los políticos profesionales se ocupan de no perder sus cargos, tal vez de mantener los negocios que hacen con la política. 

De ningún modo abren canales de participación política que resulten naturales, fluidos, cómodos, que hagan sentir a la gente bien, que la hagan sentir útil. 


Es decir, no hay políticos profesionales que faciliten la democracia.






Colectivo a Moreno rumbo al atardecer

Marlúcia vivía en Duque de Caxías. Era el Río de Janeiro que los extranjeros no conocen o que aquellos que han estado un tiempo sólo conocían a través de la sección de policiales de los diarios, porque era parte del norte ultraviolento, donde todos era negros y se mataban tan fácilmente como iban a comprar cerveza. Tampoco conocían más los cariocas que vivían en el Sur de Río. Sabían que vivían en ese Paraíso de morros cubiertos por la selva espumosa y colorida, que iban entrando apacibles al mar, mientras aquel norte era un desierto de polvo seco y caliente, sin electricidad ni cloacas, ni comercios ni ley.

Marlúcia era mi novia y así conocí aquel infierno. Íbamos en un colectivo que se tomaba casi dos horas en llegar. No sé si había entre los pasajeros, delincuentes, pero lo que veía eran negros y mulatos que iban o volvían de trabajar en la zona Sur. Lavaban veredas, cargaban cajas, arreglaban caños, trabajaban en la construcción, manejaban los camiones que repartían mercadería, limpiaban edificios, como Marlúcia. Aquellos colectivos transportaban esclavos.

Y en cuántas ciudades no es así. Quizás ocurra en todas las grandes ciudades.




Esta imagen es de un colectivo que iba hacia Moreno, en el Gran Buenos Aires.

Las personas que aman a los humanos, tienen sentimientos fuertes ante la escena de esos colectivos. Piensan en esa gente. En sus hijos, en todas sus vidas. Desean que hayan sufrido menos. Que sus hijos tengan una vida mejor, que Dios los reciba con un abrazo y los redima por toda la eternidad de la mierda que han vivido en este mundo.

lunes, 24 de febrero de 2025

COYUNTURA - O es verdad o me gusta




Se declamaba en la Ciencia y en el Periodismo que su objetivo era decir LA VERDAD.

Era un objetivo ético. 

Y era necesario saber LA VERDAD para tomar las mejores decisiones.

Por supuesto que no es posible decir LA VERDAD, en principio porque no se sabe qué es LA VERDAD, y luego porque si se considera VERDAD algo probado, los métodos probatorios son contingentes, y la relación entre las pruebas y LA VERDAD siempre es arbitraria. Lo que respalda esa relación es un acuerdo entre quien dice y quien escucha. Algo es VERDAD, entonces, porque todos vemos lo mismo.

No se puede decir LA VERDAD, pero se puede decir algo que todos aceptamos que es LA VERDAD.

“Esto es más verdadero que aquello”. 

LA VERDAD, es lo que dicta un sentido común.

Lo interesante de este momento de la comunicación masiva en Occidente y demás mundos también, es que la información que se difunde es FALSA, en el sentido en que ya no necesita ser probada y ya no necesita ser acordada. 

La ley ordena a los Medios y a la Ciencia a decir la verdad, o por lo menos a no mentir, pero ya se asumió que nunca se dijo LA VERDAD, y entonces decir fantasías es perfectamente válido. 

Lo que sostiene y da éxito taquillero a una información no es su veracidad, ni siquiera su verosimilitud, sino que afirme lo que el público piensa, que lo entusiasme, que lo alegre, que lo satisfaga de alguna manera.

Es como si las masas siempre hubieran sabido que les mentían, pero creían por fe, o no creían y callaban. 

Ahora se han activado y reproducen y abrazan la fantasías que les gustan.

Para los espiritistas, los espíritus concurrían a las sesiones. Las sesiones eran bastante reservadas. Hoy es como si se televisaran.

El sentido común para determinar que algo era verdad se hizo añicos. Ya no existe el acuerdo necesario para decidir si algo es VERDAD o MENTIRA.

Si algo gusta, ya no importa que sea VERDAD o MENTIRA.

No existe el acuerdo, que era el sustento de LA VERDAD. 

Pero el acuerdo también es sustento de la ley, de las reglas de convivencia, de los códigos de amistad, de todos los códigos.

La motosierra del tardío adolescente genuflexo es el poder de romper todo acuerdo. Entonces, así como es posible mentir, es posible robar, violar, torturar o matar.

Gran oportunidad, en fin, para fortalecer la ética interior.




domingo, 23 de febrero de 2025

70 años después viajé a conocer su casa y a saber quién soy

Esta nota apareció en el diario Clarín el 21 de enero de 2017 



Mundos íntimos. A los 8 años, mi papá escapó de China. 70 años después viajé a conocer su casa y a saber quién soy

Es hijo de un cantonés que se radicó en la Argentina y formó familia. Luego, sin embargo, volvió con los suyos que vivían en Chinatown, Nueva York. El autor estuvo con ellos un tiempo pero no se adaptó. Por Gustavo Ng.

21/01/2017 00:30


Una persona puede pasar gran parte de su vida tratando de responder una pregunta. En mi primer día de clases, al pasar lista, la maestra me llamó a su lado, me señaló con el dedo mi apellido escrito en una planilla y me preguntó “¿Qué significa esto?”.

Poniéndome el mundo patas arriba (se suponía que eran las maestras las que sabían y no las que preguntaban), aquella mujer pronunció la pregunta que se me aparecía todo el tiempo, cuando observaba los cuadros bordados en mi casa, los caracteres en los libros de mi papá, cuando lo estudiaba a él, cuando lo escuchaba hablar con otros chinos. Adonde me presentara, en un picadito en la plaza o en la casa de un amigo, me llamaban inmediatamente “Chino”, y yo no sabía qué significaba ser chino.

He pasado gran parte de mi vida descifrando mi apellido, que es la chinidad misma. Aprendí que hay preguntas que son como pozos que nunca se llenan. Sin embargo, en el empeño por completarlo, uno acaba construyendo algo. Un saber, una idea, una profesión, una vida. Uno acaba construyéndose.

1944, Taishan, provincia de Guangdong, sur de China. Tres nenitos lloran aferrados unos a otros dentro de una casa. Temen que los encuentren los soldados japoneses. Uno de los tres es Ng Ping-Yip, quien se convertirá en mi padre. Los arrozales alrededor de la casa arden de un verde nuevo bajo el sol.

Los tres chicos acabarán algunos años después en Hong Kong, como decenas de miles, cuando sus padres decidan abandonar China en desacuerdo con el movimiento que instauró la República Popular.

El destino buscado de aquel éxodo anticomunista no era, sin embargo, Hong Kong, sino América, más precisamente, Norteamérica. Todos los Ng terminarían en Nueva York. El camino de mi padre, que fue el primero en salir, incluyó una escala en Argentina. Una escala de 18 años, en la que se hizo argentino, trabajó, tuvo amigos, una esposa, hijos.

Llegó a San Nicolás, a orillas del Paraná en 1954, luego de tres meses en un barco que le dio media vuelta al mundo. Era como un viaje interplanetario, en aquella época, y él tenía apenas 17 años. Era un chinito corajudo. Pero no viajaba solo: venía con un contingente de técnicos que tenían la misión de montar Estela, una fábrica textil, inversión de la compañía Nanyang en una Argentina con intención industrial.

Ng Ping-Yip encarnó la velocidad de adaptación de los cantoneses, aprendiendo español en el barco y haciéndose amigo de los nicoleños, que lo invitaban a navegar, a jugar al tenis, a cazar y a aquellos picnics de rock and roll, gomina y anteojos negros. Al final del contrato de trabajo, muchos de los chinos regresaron a Hong Kong o siguieron rumbo a Estados Unidos, pero él estaba felizmente aclimatado a la Argentina y haciendo planes con una novia nativa.

Fue adoptado bondadosamente por la familia interminable de Celia Lorenzo, en que la sangre vasca se mezclaba con la gallega y la turinesa. Ella era una entre quince hermanos y más de medio centenar de primos, que terminaron de convertir a Ng Ping-Yip en un nicoleño como cualquier otro. El nombre Ping-Yip derivó en Pinki, y así quedó. Organizaba las Navidades multitudinarias (como aquella en que el Papá Noel se emborrachó antes de salir a escena y Pinki tuvo que reanimarlo con un brebaje que desde entonces fue conocido como el “té chino para los curdas”) y alquilaba un colectivo para que la familia viajara al casamiento o el cumpleaños de algún pariente. Tomaba mate con su suegra, era el fotógrafo de la familia e iba a pescar con sus cuñados.

De aquella vida surgimos en la década del 60, dos hijos, mi hermana Anita y yo. Nos criamos sabiéndolo todo de la familia materna y nada del lado chino. Mi madre me daba a leer las cartas que mi tatarabuela Joaquina Alastuey le mandaba a su hija, mi bisabuela Rosa Orduna por la época en que Sarmiento era capitán y a los diez años me afanaba en un árbol genealógico que requería una cartulina para que entraran todos los nombres. Mi parte china, en tanto, permanecía en el misterio.

A principio de los 70, cuando recién empezaba a llegar a Argentina la verdadera inmigración china, Pinki fue con su esposa e hijos a reunirse con sus padres y hermanos al Chinatown de Nueva York. Conocí a mis abuelos y tíos, la multitud china en las calles, los restaurantes iguales a los de Guangdong, percibí los olores que sólo volvería a sentir en China.

Aprendí entonces, el juego de las cajas chinas: al abrir una caja, en su interior hay respuestas, pero también nuevas preguntas y una nueva caja que guarda las nuevas respuestas. Dentro de la segunda caja hay, efectivamente algunas respuestas, más preguntas y otra caja, y así sucesivamente. Cada respuesta a mi pregunta sobre el ser chino resultaba en nuevas preguntas. Estaba finalmente en la casa de mis abuelos, pero tenían tres armarios que siempre estaban cerrados. Cuando desobedecí y los abrí, encontré una cantidad infinita de cajas y frascos, que atesoraban sustancias misteriosas. Con el tiempo y con mi curiosidad indeclinable, fui sabiendo que aquello eran frutas en agua, trozos de cuero de un animal, raíces, hongos, masas secas... Eran ingredientes que mi abuela usaba para cocinar. Pero ¿de qué animal era el cuero? ¿qué frutas eran? ¿cómo los procesaba?

Un tío abuelo viejito nos llevaba a un sótano donde otros cientos de viejos jugaban a un extraño juego. Aprendí que se llamaba mahjong y que era parecido al dominó, pero ¿qué lugar era ese? ¿Todas aquellas personas eran parte de nuestra familia?

Me pasé años abriendo cajas chinas. Quizás acepté ese juego como un destino, y así estudié periodismo, que me profesionalizó como preguntador, y antropología, que me ofreció recursos para inquirir y pensar en el hecho del origen.

En Nueva York mi padre encontró la patria china de la que había andado huérfano. Recuperó a sus hermanos, sus padres, sus cantoneses que hacían de Chinatown un territorio chino, fuera de los Estados Unidos. Volvió a su idioma, a sus olores, a su comida, a su manera de pensar. Entró en su rebaño, donde tenía la libertad y el alivio de ser uno más.

A mí la vida se me partió del todo, porque no tenía lugar allí. El cariño con que los Ng nos recibieron a los argentinos era incondicional, pero en aquel momento la incomunicación fue un foso que no pudimos saltar. Los seis años que pasamos en Nueva York me quedé en la vereda de enfrente de Chinatown. Luego vinieron las peleas de un padre con su hijo adolescente que se rebelaba contra todo, y más tarde, cuando ya estuve fuera de Estados Unidos, apareció el bloqueo infranqueable del Consulado norteamericano, que me negaba la visa.

La vida me llevó lejos de mi padre y su mundo chino restablecido en Nueva York, donde se quedaría para siempre. Estuve veinte años sin verlo, a lo largo de los cuales en largas y luego en encendidas conversaciones por teléfono yo lo hostigaba reprochándole que hubiera elegido su pertenencia china antes que la familia que había creado. Fue una discusión pausada, larga como una vida. Años y años sin vernos. Trabajé como periodista en Buenos Aires, Río de Janeiro, Bariloche, San Nicolás, Lima y La Habana. Me casé, hice mi propia familia, tuve mis hijos.

Pero nunca se deja el padre atrás para siempre. Uno puede alejarse, pero el padre vuelve. Vuelve la necesidad de decirle algunas cosas que quedaron pendientes, vuelve la necesidad de preguntarle por qué esto, o por qué aquello.

Ya cuarentón, en Buenos Aires hallé a Lo Yuao, uno de los viejos camaradas chinos de mi padre. Como ese relato de Alejandro Dolina en que las personas se pierden para toda la vida en Parque Chas, él se había perdido en Argentina. Vivía de tomar fotos de firmas para un perito calígrafo, en un departamentito del barrio de Tribunales, donde apenas cabían él y sus pinturas. Se había hecho pintor de pintura china clásica, aquí, en las antípodas de China.

Lo Yuao fue la reconexión con mi padre. El escritor sinófilo Camilo Sánchez se apasionó con aquel viejito, y él le retribuyó, y los tres acabamos en el disparatado proyecto de editar un libro que registrara el proceso de traducción que haríamos juntos del Tao Te King, un texto clásico chino. Lo Yuao murió antes de que pudiéramos terminar, pero nos heredó la necesidad de hacer algo con nuestro interés por la cultura china, una vocación estética y filosófica por parte de Camilo, y de mi parte, el meollo de la pregunta por mi chinidad.

Entonces giré mi vida profesional hacia China. Hice una revista, una obra de teatro, libros, y empecé a volverme referente.

Finalmente, a los 52 años conseguí viajar a China por primera vez. Fue como explorar un océano zambulléndome en el punto más hondo. Anduve durante dos meses, sin manejar bien el idioma, con una cantidad exigua de dinero, por más de 10.000 kilómetros en tren, atravesando ciudades, montañas, desiertos, campos cultivados, ríos, aldeas. Recorrí nueve provincias y 19 ciudades, dormí en hoteles, hostels y casas de amigos eventuales, probé todos los platos que encontré, me hice amigo de muchas personas en los viajes en tren de hasta 32 horas, en los pubs, en los museos, en las plazas. Me metí en cada rincón que encontré. Y descubrí que cada rincón era una caja china.

Fui a Hong Kong, de donde mi padre había salido 60 atrás. Luego me metí en el interior de la provincia de Guangdong, y llegué hasta Taishan, y en Taishan encontré aquella casa donde mi padre, cuando era un gurrumín de ocho años, se escondió de los soldados japoneses con otros dos chinitos aterrados.

Había llamado a mi padre por teléfono y le había contado del viaje. No se entusiasmó. Yo hubiera querido decirle que lo estaba haciendo porque lo quería, pero no nos decimos esas cosas. “Ya no queda nada, ni hay nadie para recibirte. Estamos todos en Nueva York”.

Sin embargo, con el pasar de los días, consiguió que la hija de un amigo me recibiera, me mostrara el pueblo y me abriera la casa.

Era la casa de su abuelo. Estaba intacta y vacía, pero en varios lugares había pequeños altares, con imágenes rojas y doradas e inciensos, en honor de nuestros ancestros. Mi anfitriona dispuso una mesa con diferentes comestibles para que hiciéramos una comida ritual, me enseñó a reverenciar cada altar, me dio palitos de incienso para que colocara y me hizo quemar papeles que simbolizaban dinero.

Todo alrededor, el verde claro del arrozal brillaba encendido como un campo de luz.

En un camino por la montaña vi cinco tumbas antiguas. Estaban sueltas, en un lugar desde el que se podía ver cómo se extendía un prado, y más allá el mar. Se me ocurrió que mis antepasados debían estar enterrados en algún lugar como aquel. Otro día, en una aldea apenas habitada, vi a un viejo y me sorprendió casi hasta asustarme su parecido con mi abuelo Ng Iuko. Ese mismo día, en otra villa que parecía estar extinguiéndose desde hace miles de años, viví el irreal momento de encontrar, allí en el otro lado del mundo, allí donde todo era misterio que abre a otros misterios, a un hombre igual a mí. Me sentí en una realidad paralela. El hombre tenía mi edad, mi cuerpo, mi pelo, mi color de piel, mi misma mirada. Supe que si mi abuelo no hubiera sacado a su familia de China, yo tal vez viviría la vida de ese hombre. Yo sería ese hombre. Sería chino.

Meses después fui a Nueva York a reencontrarme con mi padre. Estaba en el negocio que tiene en Chinatown. Nos saludamos como si nos hubiésemos visto dos días atrás, como si las décadas de ausencia no hubieran pasado. Encendí mi computadora y me puse a mostrarle las fotos de aquella casa. 


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Gustavo Ng nació en 1962, hijo de una argentina y de un chino. La familia vivió en San Nicolás y en Nueva York hasta que se dividió: el padre quedó allá y el resto, acá. Gustavo estudió Periodismo y Antropología. Fundó la revista Dang Dai -junto a Camilo Sánchez y a Néstor Restivo- dedicada al intercambio cultural con China. También escribió la obra de teatro “Gracias abuelo (Xie Xie yeyé)”, sobre la comunidad china. En marzo se publicará “Mariposa de Otoño”, libro en el que a través de varios relatos, describe mucho de lo que sintetiza en esta nota. En los últimos siete años, Gustavo ha dictado talleres de redacción de cuentos, organizado recitales y armado bibliotecas en paradores nocturnos donde concurren personas sin techo.


https://www.clarin.com/sociedad/mundos-ntimos-pap-escap-china-70-despu-viaj-conocer-casa-saber-qui_0_ryXvx9THe.html?srsltid=AfmBOoqN-VXb3o1pZ4OopPFYCC4hKawTM2npjrLWsZfC10zQcicNvhn7




viernes, 21 de febrero de 2025

Un gramo de poder

Milei es un arrastrado. 

La realidad le permitió vender que era poderoso, con la motosierra, las agresiones, la violencia. 

La contracara son los radicales, que son el emblema de la prostitución por pusilanimidad.

Y también la propia persona de Milei, como lo vimos en la conversación con Viale: un pobre tipo aterrorizado. 

Pero la realidad puso en él el tema del PODER. 

Los tragadores de buzones compraron. Milei es un gusano, pero se lo votó con la esperanza de que alguien ejerza el poder, a diferencia de aquellos que proponían abdicar de todo poder y resignarse a seguir tragando sapos cada vez más intragables de aquí para siempre. 

Vemos ahora que los políticos, es decir, los profesionales del uso del poder, no ejercen el poder. Los vampiros están saqueando el país y ellos permanecen atados por cadenas fantasmas. 

Usar o no usar el poder, a nivel planetario, a nivel Argentina o a nivel personal, es uno de los temas que está sobre la mesa en este momento. 

El otro tema que también se ha instalado es el de la disyuntiva, también en todos los niveles, entre HUMANISMO y CRUELDAD INHUMANA. 

La polarización va siendo extrema. 

El surgimiento de fascismos está preñado de la convicción de que los inferiores —pobres, migrantes, otros, ancianos, razas inferiores— deben ser eliminados. 

Las últimas luces humanistas parecen mitos, el Papa moribundo, los anónimos y ocultos Justos de las Naciones, la sangre digna y rebelde que las masas debe tener en algún lugar recóndito. 

Deberíamos tener fe en que esas leyendas pueden resurgir, cobrar forma, materializarse.

Para eso, debemos usar el poder que tenemos.

Un gramo de poder.



domingo, 16 de febrero de 2025

La mecedora

 La Serpiente es el signo que encarna la Sabiduría.


La Sabiduría es distinguir lo que es importante de lo que no lo es. 


Cuando era muy jovencito, quizás tenía 20 o 21, yo estaba tomado entero por el enamoramiento de Laura.

Era como un perrito, tenía ese tezón insoportable y que avergüenza del insistente hasta la pesadez más densa. Creo que algunos días yo llegaba a levantar fiebre.

Obvio que ella no me pasaba bola.

Pero no me resignaba nada, ni un átomo.

Si me viera hoy le diría a mi yo de ese momento: “no les vas a tocar nada ni aunque pasen 10.000 años”

Pero un día ocurrió algo completamente inesperado.

Anduvimos por no sé a dónde —yo siempre siguiéndola con la lengua afuera y la baba— y al final fuimos a su casa.

No sé cómo fue que terminamos recostados medio cerca. De repente mi mano estaba en el aire y noté que su pierna estaba muy cerca. 

Muy cerca.

Estaba como a dos centímetros de mi mano.

Y estábamos hablando diferente, porque ella había empezado a hablar un poco diferente.

Mi corazón comenzó a bombear con una fuerza brutal. Cada latido era como una bomba.

Mi respiración se aceleró, mis ojos no sabían qué mirar y en un momento tomé consciencia de que podía mover dos centímetros mi mano. 

Dos centímetros.

Dos centímetros y la tocaría.

Dos centímetros y dejaría el reverso de un dedo apoyado en la piel hermosa de su pierna divina.

Luego la miraría a los ojos.

Y ¿qué hice?

Lo que ya se adivina, dejé la mano estática. 

La mano de una estatua.

Quizás entré en pánico.

O no sé.

Ustedes sabrán decirme.


Segunda historia.

Por esa época mi querida amiga Julita, posiblemente la persona más intensa que conozco, estaba más porfiada que yo, pero para conseguir trabajar como productora de cine. 

Cuando consiguió un puesto, enloqueció.

Trabajaba las 24 horas, estaba desaforada, todo lo que el director decía, aunque no pidiera directamente, ella lo interpretaba como pedido y salía disparada a conseguirlo.

Una mañana, el director pidió directamente una silla mecedora, y dijo “una usada, no una de mueblería; de las de maderas redondeadas, y de las que tienen esterilla”.

Agregó: “podríamos hacer las tomas esta tarde, con esa silla”.

La mente de Julita giró tan frenéticamente como un trompo, “dónde, dónde, dónde, dónde, dónde, dónde, dónde hay una silla como esa”.

A los tres segundos encontró la solución. Se tomó un taxi, le gritó al taxista “tenemos ¡MUCHO! ¡APUROOOOOOOOOOOOOOO! ¡Si no podés ir rápido tomo otro taxi!”. 

Iban a su casa.

Donde vivía con sus hermanas, su mamá y su abuelo Jorge.

Ya entienden ustedes.

Ya entienden ustedes dónde pasaba el día el abuelo Jorge, de 91 años. 

Era exactamente “una usada, no una de mueblería; de las de maderas redondeadas, y de las que tienen esterilla”.

Bueno, esa tarde, cuando la mamá de Julita llegó del trabajo, ¿adónde encontró a su padre? En la cama.

Y había un espacio vacío.

Julita carecía por completo de refrenos.

Era capaz de cualquier cosa.

Pagaba cualquier precio.

Pagaba hasta con lo que no tenía ni podría tener, con tal de conseguir lo que quería.


Entonces, la sabiduría de la Serpiente consiste en distinguir lo que es importante de lo que no es importante.

Quien sabe que algo no es importante, puede abandonarlo, no hacerle caso, desecharlo y tomar lo importante, que es muy probable que esté al alcance de tu mano.






La riqueza simbólica de la Serpiente, regente del año 2025



La sabiduría de la cultura China ha tenido el cuidado de no abandonar aquello que los antiguos artistas, pensadores y contemplativos de la naturaleza cósmica y de la condición humana han descubierto y creado durante milenios. 

La mitología de todos los pueblos condensa el modo profundo de ver el mundo, que nutre de identidad a una cultura. Convertida en símbolo, la serpiente, animal regente del año 2025 según la antigua tradición zodiacal en la que convergen infinitas tradiciones de China, rebosa de elementos que expresan aspectos de la cultura china, desplegada en leyendas, imágenes, novelas y posiciones filosóficas.

La serpiente sigue siendo tótem de algunas sociedades, como el grupo étnico tujia que vive alrededor de las fronteras de las provincias de Sichuan, Guizhou y Hunan. También lo es en la zona que abarca Minyue, en la provincia de Fujian, y Taiwán, que tiene la misma raíz cultural. La costumbre popular de adorar a las serpientes todavía existe en Fujian y aún hoy el séptimo día del séptimo mes del calendario lunar chino, en la ciudad de Zhanghu (樟湖镇) la gente desfila llevando serpientes vivas. 

Una criatura mítica con cola de serpiente es Huashe (化蛇), la que al gritar como una mujer o llorar como un bebé provoca una gran inundación. En una historia del Período de Primavera y Otoño (770-476 a. C.), un campesino encontró un monstruo con forma de serpiente al rastrear el sonido del llanto de un bebé en los alrededores de la ciudad de Daliang del Reino Wei (220-265 d. C.) y tres días después, más de 850 aldeas de los alrededores fueron inundadas por el Huang He (黄 河), el río Amarillo.

Una leyenda cuenta que en el lago Dongting (洞庭湖) de la provincia de Hunan, fue necesario recurrir a Hou Yi (后羿), el héroe que mató a los nueve soles, para acabar con la  enorme serpiente Xiushe (修蛇), que atacaba a los aldeanos. El cadáver de la serpiente se convirtió en una colina.

Mingshe (鸣蛇), la serpiente sonora, tiene cuatro alas y su voz, tan fuerte como una gran campana, atrae al viento. Vive cerca de minas o tumbas con oro y jade.

Los mitos relacionados con serpientes abundan. Sin embargo, entre todos ellos hay dos que sobresalen, el de la Diosa Madre, Nüwa (女媧) y de la Serpiente Blanca, Bai Suzhen (白素貞).

Nüwa

Nüwa, representada con cuerpo de serpiente y cabeza de mujer, ha desempeñado un papel fundamental en la historia mítica china. Entre sus numerosas versiones, aparece en el “Lie Zi”, (列子), “Maestro Lie”, un texto del Período de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.); también en el “Feng Su Tong Yi” (風俗通义), “La interpretación integral de las costumbres” y el “Huai Nan Zi” (淮南子), “Maestro Huai Nan”, de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.); en el “Feng Shen Yan Yi” (封神演), “La creación de los dioses” de la dinastía Ming (1368-1644), y Cao Xueqin (曹雪芹) abre su obra maestra, la novela “Hong Lou Meng” (紅樓梦), “Sueño en el Pabellón Rojo”, hablando de Nüwa.

En las diferentes versiones, Nüwa estaba sola hasta que se encontró con Fuxi (伏羲), su hermano y también su marido. En muchas pinturas se representan con las partes inferiores de sus cuerpos de serpiente entrelazadas. En una reflexión metafísica sobre la pintura china, François Cheng (:程抱) explica en el libro “Vacío y plenitud” que un primer trazo (en la leyenda estaría representado por Nüwa) marca el homogéneo mundo primigenio y esa marca establece una primera distinción. Antes había un solo color, ahora hay blanco y negro. Se instauran las dos cosas originarias del mundo, que son los alientos vitales, yin y yang. Nüwa, mujer, sería el yin y Fuxi, el varón, sería el yang. 

“De la acción combinada y alternante del yin y el yang nacen los diez mil seres”, dice Cheng. La figura legendaria es la de Nüwa viendo su reflejo en el agua, decide crear seres a su semejanza. Así fue como dio nacimiento a los primeros seres humanos, dice el “Feng Su Tong Yi” (風俗通义), “La interpretación analítica de las costumbres”, de la dinastía Han Oriental, para enriquecer y embellecer el mundo.

De esta manera, Nüwa ganó hijos pero perdió la eternidad, en la que todo era sólo una unidad completa. Al ver que el mundo se fragmenta y dispersa, Nüwa siente la necesidad de reunir todas las partes para restaurar la perfección originaria. Lo que mueve a la serpiente, así, es el deseo de la reunificación, y en definitiva, el deseo. Por este motivo, la antigua astrología china sentenciaba que, en el año de la serpiente, la realidad está regida por el deseo.

En el “Shan Hai Jing” (山海经), “El clásico de las montañas y los mares”, la serpiente Xiushe se traga un elefante, de donde ha quedado la frase: “un hombre insatisfecho es como una serpiente que intenta tragarse un elefante” para referirse a la gran dimensión del deseo de esta criatura.

El deseo de reunir lo que se ha desperdigado resulta en una fuerza centrípeta de un poder tan inconmensurable como el que ha tenido Nüwa para haber creado los 10.000 seres. Por lo tanto, la serpiente encarna el deseo y la determinación de la unidad, y eso es lo que late en el corazón del orgullo de China de ser un pueblo único, una civilización única, una historia de una continuidad maciza y única. 

El deseo puede derivar hacia la desgracia o hacia la prosperidad. Acarrea la desventura cuando la reunificación es alcanzada mediante la fagocitación de unos seres por parte de otros. 

Al contrario, el deseo propicia el bien común cuando los seres consiguen unirse y crear alianzas mediante una armonía, en la que cada uno conserva su integridad.

La armonía, resulta, por lo tanto, un recurso vital para el deseo de la serpiente de reintegrar el mundo.

Siendo la armonía una destreza tan decisiva, es llevada al extremo por la serpiente. La armonía alcanza su mayor grado de sofisticación y deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí misma. La serpiente desarrolla más y más la armonía. Busca que el ambiente que la rodea sea la mayor expresión de la belleza, vistiéndolo de los tesoros más hermosos del mundo, como hace Mingshe (鸣蛇), la serpiente sonora.

Otros atributos de la serpiente se derivan de su condición de ser anterior a los humanos. Los humanos se hicieron racionales para poder entenderse; la serpiente aprendió la racionalidad, pero su manera de conocer es previa. En un año bajo el dominio de la serpiente, la racionalidad es un instrumento, mientras la esencia del entendimiento es algo que llamamos “intuición”, y no podemos definir —justamente porque los humanos no tenemos palabras para definir lo que existía antes de nosotros.

De la misma manera, los humanos inventaron el lenguaje y la serpiente lo aprendió —y lo instrumenta de un modo magistral—; sin embargo, sus modos de comunicarse no dependen solamente del lenguaje humano. Para comprender esto es útil pensar en la música, como un lenguaje que transmite mensajes sin necesidad de usar palabras. También los hombres inventaron la moral, que la serpiente aprende y utiliza, pero siempre pervive en ella un estado de amoralidad. 

Por ser anterior a la historia, lo más profundo de la serpiente vive en un no tiempo. Depende del reloj y el calendario para desenvolverse en el mundo que crearon los humanos, pero en su interior habita la eternidad. Esto explica que las serpientes animales nacen enteras, con todos los atributos de una adulta. No ha necesitado transitar el proceso de evolución personal. Desde siempre, las serpientes son adultas e íntegras.

La Serpiente Blanca

La serpiente ha sido símbolo del mayor poder de la naturaleza, el de dar la vida o procurar la muerte. Por lo tanto, la capacidad de controlar serpientes representa la habilidad de dominar la naturaleza. Los antiguos astrólogos sostenían que el éxito en el año de la serpiente consiste en dominar y guiar los deseos más primitivos. 

El poder de la serpiente es el tema central en las historias de la Serpiente Blanca, Bai Suzhen. Uno de los primeros registros se encuentra en el “Jingshi Tongyan” (警世通言) “Historias para advertir al mundo”, recopiladas por Feng Menglong (馮夢龍), un erudito de la dinastía Ming. Allí se cuenta que la Serpiente Blanca desciende al mundo de los vivos durante el Festival Qingming (que es de los muertos), enamora a Xu Xian (許仙), y es descubierta por Fa Hai (法海), un monje budista que cree que los espíritus y los humanos no deberían mezclarse. Fa Hai le da a Xu Xian una pócima que devolverá a su amada su verdadera forma de serpiente. Ella bebe la pócima por amor a Xu Xian, revela su identidad y Xu Xian muere del susto. La Serpiente Blanca viaja al Monte Emei para traer otro ingrediente mágico que revivirá a Xu Xian, pero el monje Fa Hai es implacable y acaba encerrándola en la Pagoda Leifeng (雷峰塔).

Su poder le otorga a la serpiente una sólida eficacia. La vocación naturalista china observa que es una criatura que no tiene patas, pero se mueve con rapidez y que parece suave, pero es feroz en el ataque. Su determinación es implacable. Desde la quietud perfecta, en un solo movimiento, juega a todo o nada. Procede técnicamente cuando busca un objetivo, sin involucrar otros sentimientos. Un deseo imperioso y una eficacia implacable dotan a la serpiente de un carácter excepcional. 

La historia de la Serpiente Blanca es antigua pero no extinta. Como decíamos al principio, la cultura china tiene la sabiduría de no desechar lo que han hecho los antiguos ancestros, y así esta historia ha seguido siendo escrita una y otra vez, ha sido representada en óperas y en películas, como “La Serpiente Verde”, interpretada por la famosa actriz Maggie Cheung Man-yuk (张曼玉), que recaudó más de 77 millones de dólares en taquilla.

Este éxito demuestra que el simbolismo de la serpiente continúa vigente en la sociedad china, por lo que el hecho de que el 2025 esté regido por la serpiente no habrá de pasar desapercibido.


(Una versión de esta nota fue publicada en la revista China Hoy)

viernes, 14 de febrero de 2025

Una foto de bambúes

 



 “Shanzai” es un libro del Byung-Chul Han demasiado breve, inconsistente y sin embargo es indispensable que alguien instale el tema, en este momento en el que si no entendemos a China nos vamos a ahogar entre China y Estados Unidos.

 

Es un libro que compara el valor y el concepto de la copia entre Occidente y China.

Para Occidente, copiar es falsificar, para China es perfeccionar.

 

Ha habido fotógrafos geniales que inventaron fotos.

Sin embargo, han inventado unas pocas.

La foto de la sombra.

La foto del plano liso con un detalle.

La foto del personaje.

La foto de la geometría en la realidad.

 

No son muchas.

Son fotos patrones, imágenes fórmulas.

Alguien debe haberse tomado el trabajo de identificarlas.

Un menú muy limitado.

 

Luego los demás fotógrafos han hecho variaciones de esas fotos.

 

(Tienen la sabía coartada de no tener la obligación de crear.  Han aprendido lo que dice Byung- Chul Han desde mucho antes de que él naciera. Su obligación es registrar la realidad visual).

 

Algunas de esas variaciones, versiones o covers, son el mejor arte.

 

La originalidad no es sinónimo de arte.

Hubo trillones de pintores chinos que pintaron el mismo cuadro de bambúes. Algunas de esas pinturas son la mayor belleza que la humanidad instaló en el mundo.

 

 

miércoles, 12 de febrero de 2025

Lazos de familia



¿Por qué las familias se mantienen unidas?

Tu familia, ¿por qué se mantiene unida?


Por decisión.

Por obligación.

Por tradición.

Por espíritu gregario.

Por amor.

Por admiración.

Por responsabilidad.

Por economía —una familia funciona como unidad económica; unos dependen de otros; también comparten o esperan herencia.

Para criar a los hijos.

Por inercia.

Porque está inserta en una red mayor.

Por la culpa.

Por la violencia.

Por el gusto de odiarse.


Cada una de estas y otras razones es un lazo.

Una familia se mantiene unida por lazos de amor, económicos, de rencor y otros.


En la familia de mis abuelos había dos lazos negativos, uno entre mi abuela y su familia de origen y otro entre mi abuelo y su familia de origen.


El lazo de conflicto entre mi abuela y su familia era que muchas de sus hermanas se iban haciendo evangelistas. Era un tema grave porque para la madre de mi abuela, ser católica era una cuestión de fidelidad a sus ancestros y una cuestión de identidad. Renegar del catolicismo y hacerse evangelista fue para aquella madre una traición. Mi abuela se puso del lado de su madre, la defendió y se produjo un cisma.


El lazo conflictivo entre mi abuelo y su familia era que varios de sus hermanos aspiraban a ser de clase alta. Condenaban a mi abuelo porque su estilo de vida era el de un bohemio rural; se burlaban de él y su mujer porque tuvieron muchos hijos, los menospreciaban por pobres. A su vez, mi abuelo los despreciaba por querer ser más que otros, porque establecían que había personas superiores y personas inferiores —con las superiores teniendo derechos sobre las inferiores—, porque se reían de los analfabetos, porque les daban repugnancia los negros, los villeros, los marginales, que era la gente con la que él andaba naturalmente.


Inteligencias

 



Va siendo indispensable para muchos oficios usar los recursos de las inteligencias artificiales para tener el pulso de la nube del sentido común en internet.

Luego, es indispensable aplicar la inteligencia humana: inspiración, intuición, creatividad. 



Una brevísima historia de amor de toda la vida


 A los cuatro años conocí a mi tía Miriam. Me gustaron los largos y sedosos vellos negros de sus brazos. Había apoyado los brazos en la mesa y yo se lo acariciaba eternamente. Ella me lo permitía. “Le gustan mis pelos”, le dijo a alguien y se rieron. Yo ya estaba completamente enamorado. Y ella de mí. Y seguimos enamorados hasta hoy.



💘

martes, 11 de febrero de 2025

COYUNTURA - De periodistas a generadores de contenido

¿Por qué en el pasado los medios de comunicación hacían cuestión de informar la verdad?


1. Para que el público pudiera tomar decisiones fundamentadas en su vida política, económica, social, personal.

2. Para la democracia, todos sabiendo las mismas verdades. 

3. Para competir con los otros medios a través de la credibilidad. 

4. Para promover la justicia. 

5. Para evitar los daños que pueden acarrear los datos falsos —generar pánico, estigmatizar a grupos o personas, influir negativamente en decisiones importantes. 




Hoy el público que recibe información se divide en estos grupos:


1. Los que creen que todo es verdad. “Lo dijo la radio”, “está en internet, fíjate”.


2. Los que creen que hay datos verdaderos y datos falsos —muchos de los cuales buscan diferenciarlos y vivir a base de los datos verdaderos.


3. Los que creen que todo lo que se publica es mentira.


4. Los que carecen de la disyuntiva verdad-mentira.


Los grupos 1 y 3 no necesitan saber qué es verdad y qué es mentira.

El grupo 2 vive en una niebla cada vez más densa.

El grupo 4 ha salido de esa niebla. Ahora, si no le interesa saber si algo es verdad o mentira, ¿por qué prefiere una información a otra?

¿Porque le resulta agradable?

¿Porque la fantasía es más atractiva que la realidad?

¿Por bronca a los que dicen que dicen la verdad y mienten?

¿Porque más importante que sea verdad es que le dé la razón?

¿Porque entusiasma la violencia, el dramatismo, el miedo, la indignación?

¿Porque es más fácil?

¿Porque es más rápida?

¿Porque entretiene y divierte?

Los periodistas vamos convirtiéndonos en generadores de contenidos, lo que limpia el oficio de la responsabilidad ética de no informar mentiras.
¿Tenemos lugar para decidir informar la verdad?


domingo, 9 de febrero de 2025

COYUNTURA - Zombies

En la novela Payasadas, Kurt Vonnegut cuenta de un presidente absurdo. No tiene poder, es un freak mental, vive en un país posapocalíptico, es drogadicto.

Es una obra profética en muchos temas. Mientras, alguien debería explicar la aparición de esta ola de líderes impertinentes fascistas en todo Occidente.

 

Nosotros tenemos un presidente tragicómico. Un alcahuete disparatado del poder, una caricatura mal hecha de un cipayo prendido fuego.

Y he aquí que este fantoche mal ensamblado es percibido, entre todos los políticos de Argentina, como el único atrevido.

Aparece como el único líder porque entre todos, es el único que se la juega. Se proyecta la imagen de que es el único que parece dispuesto a correr riesgos —de que lo insulten, lo enjuicien, lo metan preso, lo maten.

Parece el único que tiene coraje.




Entre otras causas, esa imagen está construida por las máquinas de comunicación y lavado de cerebro (ya toda comunicación es lavado de cerebro) y el estado general conservador —del orden institucional, de los derechos humanos como fueron una vez, de los pañuelos de colores, de la cuota de poder que se ganó y mantiene en la rosca, de todo lo bueno de los gobiernos de los Kirchner.

El poder se repartió entre los vampiros asesinos de siempre y los que tuvimos decisión desde la política, la economía, la militancia social, los medios y armamos un orden que se nos trabó, se nos solidificaron las coyunturas con óxido, nos petrificamos y sólo nos beneficiamos algunos sectores de la sociedad, y nos cagamos olímpicamente, como tilingos, en la mayoría de los argentinos, que iban viviendo cada vez peor.

Quedamos los chupasangres gigantes, los conservadores progreperonistas y los desahuciados.
A los desahuciados los progreperonistas, desesperados porque perdemos lo que sentimos que es nuestra vida, les decimos “Milei defiende a los ricos”, ¿y ustedes no quieren ser los ricos y cagarnos igual que Milei?; “Milei quiere desmantelar la Educación, la Salud, los Derechos Humanos”, ¿y ustedes qué posibilidades nos dan de que nuestros hijos lleguen a la universidad, cómo mejoraron las obras sociales y los hospitales, qué derechos humanos hicieron reales para mejorar nuestras vidas? ; “Milei ataca a los homosexuales”, ¿Y qué comemos con que los homosexuales puedan tener hijos?; “Milei es la dictadura”, ¿Y en qué nos benefició la democracia de ustedes?

Ni Milei ni quienes lo queremos ver preso le proponemos a la sociedad un sueño. No ofrecemos futuro. La diferencia es que Milei ofrece romper y nosotros no.

Por supuesto que Milei miente, no rompe otra cosa que lo que le molesta a la oligarquía.
Pero nosotros también mentimos si decimos que queremos cambiar algo. Queremos conservar la miserable ventaja que conseguimos. Entrar al VIP en el aeropuerto. 

Sabemos que de ninguna manera Milei es el único, pero desde el punto de vista de la gente que la ha pasado mal o muy mal con nosotros en el poder, es el único que toma la iniciativa.

 

No es él en sí quien impresiona, porque es un pobre sorete, sino que es justamente su pusilanimidad la que hace que los demás parezcamos zombies que caminan buscando comer gente para seguir no vivos.

martes, 4 de febrero de 2025

Sólo un sueño

Tener un sueño no es la única opción en la vida. 

Hay quienes viven sin tener un anhelo para la vida de su familia, de su sociedad o para su vida.

Simplemente transcurren. 


También hay quienes trabajan y ofrecen lo que tienen, incluso sus hijos, para cumplir el deseo de otros —sus padres, su pareja, lo que ordenan quienes mandan en la sociedad. 


En general, quienes no tienen sueños y quienes cumplen los sueños de otros, no piensan en el asunto. 


En cambio, las personas que sí tienen un sueño, o más de uno, pueden decírselo y dedicar su vida a cumplirlo. 

Que al barrio consiga que pongan una salita de primeros auxilios. 

Empezar la carrera de Trabajo Social cuando se jubile.

Que su perro sea feliz los días que le quedan. 

Comprarse un camión. 

Que su hijo amplíe su casa. 

Que la gente de su país tenga una vida digna. 

Que su pareja pueda comprarse esa bicicleta que ama.

Hacer una quinta y vender lo que cosecha. 

Ponerse un taller de cerámica. 

Irse a vivir a la ciudad. 

Que su amigo pueda visitar el pueblo de sus ancestros.


Sueños propios. Que pueden ser expresados a otras personas o no, pero tienen un lugar en la intimidad.


Esos sueños pueden organizar la vida de alguien. Se hará un plan para cumplirlo. Se pondrá los recursos que se tienen, se conseguirán los recursos para realizarlo.


A veces eso causa un efecto lateral: contagia.

La gente ayuda a quien tiene un sueño.

Aunque no pida ayuda.

En el fondo, todos necesitamos que la vida tenga sentido. Cuando alguien le encuentra —o inventa— un sentido, muchos son felices contribuyendo a ese sueño, para sentirse parte de algo que llena de sentido la vida.


Mi amiga Gaby coleccionaba gatos —gatitos de cerámica, dibujos, libros, dijes, ropa, cualquier cosa que tuviera gatos. Sus amigos éramos felices regalándole una taza con un gato o una agenda con un gato en la tapa. Lo pagábamos con alegría y se lo regalábamos en cualquier momento. Tenía gatos de muchos países y algunos hijos de amigos le regalaban dibujos de gatos. Gaby sabía agradecerlos.


Otra amiga tuvo el deseo de hacerse una pequeña casa en las sierras. No tenía la plata, no sabía nada de construcción ni tenía un marido que se diera maña; no tenía casi nada de lo que necesitaba, salvo su deseo y su pequeño hijo, a quien quería darle los veranos en un lugar lleno de cielo y de estrellas, de árboles y de pájaros, un arroyito cerca y un zorrito que se acercara una noche, en un momento mágico.

Desde que tuvo el sueño, sin mendigar nada, soportando un país ingrato que hace mucho por destrozar los sueños de todos, trabajando hasta caerse de cansancio año tras año, fue construyéndolo.

Su hijo sabrá lo que hizo su mamá y eso me da esperanzas.


  


  


   
 

      


        



    



























sábado, 1 de febrero de 2025

Algo tonto

No éramos novios ni nada

No queríamos ser amigos

pero salimos de cenar

De esa casa

De esa gente

que tanto hablaron de departamentos en Londres

tanto hablaron de cosas de ellos

con sus ropas

Sin mirarse

hablando sin decir nada

Ese lugar blanco 

Con la chica que servía muda

mirando hacia abajo.

Salimos juntos

Nos fuimos

malhumorados.

Era tarde, caminamos juntos en la misma dirección primero malhumorados

Y después nos empezamos

a reír

De esos vampiros estirados

Nos reímos de cada detalle

Nos reímos mucho

Hasta que dijiste pará boludo que me meo

y yo menos mal que te vas a mear acá y no en esa cena

y te resistes más.

Habíamos tomado mucho

En la cena

aburridos.

No nos dijimos nada

Pero entendíamos,

Éramos nosotros

allá adentro.

No nos conocíamos

pero éramos nosotros.

Y ahora que querías hacer pis

Pero en ese barrio

de casas muy grandes

y autos muy grandes

y arboles muy grandes

no había un bar una estación de servicio

Te dije que mearas al lado

de este Rolls Royce 

yo te tapo

y vos te agachaste

y después te levantaste

te agarraste de mí un toque.

Un recuerdo estúpido

Ni siquiera nos vemos más

nos vimos en alguna otra reunión

Y sólo nos saludamos

¿Qué hacés?

Pero nos pasó aquello

que no le contamos a nadie

porque fue una pavada muy pavada para contar.

No pasó nada.

Nos reímos e hiciste pis al lado mío.

¿Eso le ibas a contar a una amiga?

¿Eso le iba a contar a mi novia?

Si lo hubiésemos contado

nos hubieran mirado ¿y?

No se podrían divertir

como nos divertimos nosotros esa noche.

Ese rato.

No iban a entender

La intimidad

En esa calle oscura

el barrio desierto y ajeno.

Tendríamos que decir “fue muy divertido“

para explicarlo.

Fue una cosa nuestra

y no somos nada,

Ni nunca vamos a ser nada

Más que eso.