Podría ser que los poemas de verdad son unas palabras que se la caen a alguien sin querer, como quien pierde el ticket del estacionamiento o se le piantó la tortuga del jardín; o se le escapan, como se le escapa un pedo o una risa ante alguien que se tropieza y se cae en la calle; se le salen por fuera de su voluntad, le brotan, como la sangre menstrual, un optimismo sinrazón, un calambre, un pelo de la ceja, la desconfianza en alguien.
Después se lo puede escribir, pero sólo después.

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