Repito como un mantra que mi padre no me heredó nada de China.
Repito como un mantra que salvo la mitad de mi genética.
Repito como un mantra que salvo aquello que me transmitió sin darse cuenta, aquello que filtró su voluntad de no heredarme nada o su imposibilidad de heredarme algo.
En esta última categoría entra esta enseñanza que me dio para reprobar mi torpeza y atolondramiento:
“Cuando yo era chico, en la escuela un maestro me llevó aparte, me dio un tronco, un martillo y un balde lleno de clavos. Me dijo que tenía que clavar todos los clavos en el tronco antes del final del día. Los primeros clavos, los clavaba torcidos, le daba muchos martillazos a cada uno. Cuando se puso el sol, yo seguía, porque él me estaba mirando. Ya no tenía fuerzas para levantar el martillo, pero clavaba cada clavo de un solo golpe, derechito, con los ojos cerrados”.
Por amabilidad no me han dicho esto en China, pero en todas partes encuentro la misma enseñanza.
“Cuando hayas pintado siete horas por día, durante 40 años, el mismo bambú, entonces pintarás bien un bambú. Pintarás una hoja de bambú que tendrá tu alma”.
“Cuando hayas practicado durante siete horas por día la caligrafía durante 40 años, entonces podrás escribir el signo 一, el número 1 en chino, sin que hagas el mamarracho que haría un chimpancé”.
“Cuando puedas escribir siete mil caracteres chinos de memoria y sepas perfectamente qué significan, y cuando hayas por lo menos leído los libros “El Gran Aprendizaje” (“Daxue”), “La Doctrina del Medio” (“Zhongyong”), “Las Analectas de Confucio” (“Lunyu”), el “Clásico de las Odas” (“Shijing”), el “Clásico de la Historia” (“Shujing”), el “Clásico de las Mutaciones” (“I Ching”), el “Clásico de los Ritos” (“Liji”) y los “Anales de Primavera y Otoño” (“Chunqiu”), cuando hayas leído eso, entonces podrás abrir la boca para decir algo de la mentalidad o de la cultura china. De otro modo, quedarías ante nuestros ojos y ante nuestro silencio, como un penoso botarate”.
“Para hablar decir lo mínimo, lo más nimio, lo más sencillo y más evidente de China, debes haber aprendido mucho. Porque China es profunda como un laberinto infinito y cada cosa hunde su sentido en el trabajo que han hecho los hombres para producirlo durante siglos”.
Por supuesto, pinto y hablo de China como un chimpancé.
Ante la mirada descalificadora de mi padre.
Y después de todo, fue él quien decidió tener un hijo bárbaro latinoamericano.

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