jueves, 17 de julio de 2025

Galápagos, de Kurt Vonnegut


En “Galápagos” Kurt Vonnegut pone un narrador un millón de años después de 1984, que cuenta cómo era la vida de los hombres en 1984.

Valiéndose de la ciencia ficción, Vonnegut aplica un poder profético que asusta. En 1984, que es como decir el presente, el dólar colapsa como moneda mundial y se produce una crisis humanitaria brutal, con los países quebrando uno tras otro.

Vonnegut utiliza la estrategia literaria de hablar de la humanidad desde un millón de años en el futuro para decir las cosas que pensaba de la humanidad.

La estrategia va por el cauce de la evolución; se llama “Galápagos” por las islas, que fueron una inspiración importante para que Darwin formulara su teoría de la evolución. En la novela, los humanos han evolucionado hasta parecerse a lobos marinos, no construyen nada porque sólo tienen dos aletas, ni tienen una sociedad jerárquica, todo lo cual para Vonnegut es muy bueno. Le hace decir a su narrador, un fantasma, que tenía razón en tener fe en la humanidad, y abre el libro con una frase de Anna Frank: “Pese a todo, aún pienso que la gente es buena de corazón”.

Claro, para que la gente sea buena ha sido necesario que se convirtieran en lobos marinos.

 

Subrayo en el libro algunas frases.

 

Hubiera sido bueno que la Ley de Selección Natural, que tantos favores le ha hecho a la gente en tan poco tiempo, también se hubiera encargado del problema dental.

Afirma que en 1984 había un desfasaje entre el cuerpo y la dentadura, porque la gente llegaba a vieja con las manos y las uñas, pero sin los dientes. En un millón de años ese problema no habría de existir, porque nadie alcanzará, ni por lejos, los 30 años.

 

En un millón de años, además, nuestros descendientes carecerían de la perversión moral de hoy. Esa perversión es ejemplificada con la siguiente anécdota. En medio de una hambruna diabólica creada por la crisis económica, los ricos siguen gozando de sus vidas opulentas. En un hotel en Ecuador, un camarero admira a los ricos porque los cree personas que han llegado a su posición por su fuerza de voluntad y talento. Mientras afuera la gente se muere de hambre literalmente, el rico Andrew Macintosh ha pedido comida y el camarero Jesús Ortiz se la alcanza a la habitación.

Andrew Macintosh le dice a Jesús Ortiz que ponga los filetes mignon en el suelo:
"¿Disculpe, señor?", dijo Ortiz en inglés.
"Póngalos a ambos delante del perro", dijo Macintosh.
Así lo hizo Ortiz, con su gran cerebro totalmente confundido, revisando por completo su opinión sobre sí mismo, la humanidad, el pasado y el futuro, y la naturaleza del universo.
Antes de que Ortiz tuviera tiempo de enderezarse después de servir al perro, Macintosh repitió: "Sal de aquí".
Me duele incluso ahora, incluso un millón de años después, escribir sobre semejante mal comportamiento humano.
Un millón de años después, me dan ganas de disculparme por la raza humana. Es todo lo que puedo decir.

 

El tema de los grandes cerebros que la gente tenía en 1984 es recurrente. El narrador está convencido de que todas las desgracias que la humanidad se infligía a sí misma y a los demás seres, eran consecuencia de sus grandes cerebros.

Era otra cosa que la gente solía hacer, y que ya no puede: disfrutar mentalmente de acontecimientos que aún no habían sucedido y que tal vez nunca ocurrieran.

 

Pero en un millón de años, con pequeños cerebros, la gente habrá de ser incomparablemente más feliz. Los grandes cerebros no hacían a los humanos menos brutos —sino al contrario.

Cita el narrador:

“El hombre es un bípedo sin plumas.”

Platón (427? - 347 a.C.)

 

Componente de la brutalidad humana era su capacidad de sobrevivir teniendo cría.

Fue la capacidad de la humanidad de sanar tan rápidamente, por medio de los bebés, lo que animó a tanta gente a pensar en las explosiones como espectáculo, como formas altamente teatrales de autoexpresión, y poco más.

 

Justamente, además de la crisis económica, fue un virus que produjo la infertilidad de toda la humanidad, salvo cinco adolescentes, la que prácticamente extinguió a la raza humana.

 

Las adolescentes no fueron contagiadas porque pertenecían a una tribu caníbal que no tenía contacto con el resto de la humanidad. Por una serie de acontecimientos muy interesantes que pueden leerse en el libro, las adolescentes caníbales llegan a las islas Galápagos y son las Evas de la humanidad del futuro, parecida a lobos marinos.

 

 

 

Galápagos, de Kurt Vonnegut. Dell Publishing, New York, New York, 1985.

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